viernes, marzo 16, 2007

Bonnie & Clyde

Lo prometido es deuda. Dije que algún día escribiría la historia de Bonnie Parker y Clyde Barrow, y aquí está. Espero que os entretenga.

Confieso que cuando termino de escribir este post es un poco tarde y tengo muchas ganas de ir al sobre. Así pues, los poemas los reproduzco sin traducir. A ver si alguno de estos días tengo un rato y los traduzco, pero no sé.

Cualquier persona con deseos de ser delincuente querría haber vivido en el sudeste medio de Estados Unidos en los años 30. Aquella zona, nucleada por metrópolis como Chicago, San Luis o Kansas City, era lo mejor de lo mejor para ellos. Eran los años de la Ley Seca y del contabando mansalva. Los años de los médicos que curaban heridas de bala sin hacer preguntas; de los abogados llamados «labios rectos», que se las sabían todas y a menudo eran más delincuentes que sus defendidos; y de las gun molls, concubinas del crimen que eran, a partes iguales, amas de casa y compañeras de atraco. El crimen estaba tan bien organizado en aquella época, y la policía era aún tan bisoña, que incluso había pequeñas capitales del crimen. En una de ellas, la ciudad de Joplin, Missouri, recalaron, en la primavera de 1933, Clyde Barrow y Bonnie Parker.

Barrow había nacido en 1910 y era un chico más bien bajo, no muy atlético y cabello castaño, que se peinaba con la raya en el centro. Tenía un aspecto considerado afeminado en la época; lo más probable es que fuese homosexual. Tenía una gran capacidad de sacrificio, lo cual lo convirtió en un delincuente especialista en enfrentar los peligros. Estando en la cárcel, muy joven, había llegado a cortarse con un hacha dos dedos del pie derecho para no tener que trabajar.

En 1932, poco después de haber salido liberado de la prisión de Huntsville, Texas, Barrow conoció a Bonnie Parker en Dallas. Ella era rubia, muy guapa, tenía un cuerpo al estilo de los que hoy gustan (más bien delgado para la época) y, cuando conoció a Barrow, era camarera y estaba casada, aunque eso no le impedía tener relaciones frecuentes con otros hombres; tan probable es que Barrow tuviese tenencias homosexuales como que Parker fuese ninfómana. Ambos encontraron comunicación en la ambición del crimen, así pues decidieron formar una pequeña banda que se haría legendaria. A los dos miembros de la misma que le dieron nombre se les unió un amigo de Bonnie, Raymond Hamilton.

Bonnie y Clyde eran fanáticos de los coches rápidos y de las armas. La de las armas era Bonnie. Cuando Barrow la conoció, apenas sabía nada sobre las extraordinarias posibilidades que ofrece una escopeta con los cañones recortados: abulta casi tan poco como una pistola y su disparo es tan brutal que deja al personal acojonado. Además de escopetas recortadas, la pareja acumuló pronto pistolas, rifles y metralletas.

Hamilton fue pronto detenido en Michigan, lo cual generó un problema para la pareja; no sólo criminal, sino relacionado con las necesidades corporales de Bonnie. En la misma Tejas, no lejos de la casa de Barrow padre, la pareja reclutó a William Daniel Jones, quien entonces tenía 17 años y ya había robado un par de coches. Pocos días después, los Barrow robaron un coche y Clyde mató a su dueño de un disparo; así que Jones ya no tenía elección, debía quedarse con ellos porque separarse hubiera supuesto tener que responder del cargo de cómplice de asesinato.

Los Barrow, que así se anunciaban en sus crímenes, querían una banda a lo grande, como las de Dillinger o de Ma Barker. Así pues, reclutaron al hermano de Clyde, Buck Barrow, que acababa de salir de Huntsville y se había casado con una mujer llamada Blanche. Ésta fue la banda que en 1933 se fue a Joplin y se dedicó a hacerse fotos, que se hicieron famosas, haciendo poses con las armas en la mano.

No obstante la tranquilidad aparente, un ciudadano responsable acabó por denunciar en la Missouri State Highway Patrol a ese extraño grupo de inquilinos. A las 16 horas del 13 de abril de 1933, el sargento G. B. Kahler, de la MSHP, dirigió una redada. Los coches de policía bloquearon las salidas de los coches. Clyde y el joven Jones, que estaban fuera de la casa, entraron apresuradamente en el garage.

Cuando empezaron los disparos, todo el mundo, salvo Blanche Barrow que no era una delincuente, supo qué hacer. Se armaron hasta los dientes y respondieron a los disparos de la policía. Uno de los cuatro alcanzó con un perdigonazo en el cuello a un policía, que murió en el acto. A un segundo le acertaron en plena cara y también lo mataron. Primero Jones y después Buck Barrow, con riesgo de sus vidas se adelantaron hacia uno de los coches de policía que estaba aparcado para bloquear la salida, con la intención de soltarle el freno de mano. Buck lo consiguió, así pues la banda ya podía huir. No obstante, se les presentó un problema añadido: Blanche Barrow, meándose de miedo, salió corriendo y echó a correr calle abajo. Tuvieron que salir con un coche a perseguirla, en medio de los disparos, y luego meterla en el coche antes de salir echando leches.

Una de las cosas que encontró la policía en el piso abandonado fue el detalle de algo que contribuiría, y mucho, a construir el mito de Bonnie & Clyde. Bonnie Parker era poeta. Escribía poemas que acabaría enviando a los periódicos, y éstos los publicarían, hecho éste que contribuyó a la construcción del mito. El poema que encontraron aquella tarde se llamaba El suicidio de Sal. Apenas estaba empezado, pero relataba la historia, verdadera o inventada, de una chica, Sal, que se suicidaba tras una vida de crímenes y falta de amor. Como he dicho, el poema apenas comenzaba a contar la vida de la tal Sal.

I was born on a ranch in Wyoming
not treated like Helen of Troy,
was taught that rods were rulers
and ranked with greasy cowboys...

Durante las semanas o meses que siguieron a la huida de Joplin, los Barrow comprobaron que también el hampa tiene sus reglas y, en su caso, les jugaban en contra. A los delincuentes no les caían bien los Barrow, probablemente por la personalidad, un poco insultante y soberbia, de Bonnie. Además, la banda de los Barrow siempre fue una banda impulsiva, que hacía las cosas casi sin pensar, lo cual quiere decir dos cosas: la primera, que se exponían a demasiados peligros para realizar atracos poco lucrativos; la segunda, que nunca tuvieron pasta suficiente como para pagar a policías, médicos y abogados corruptos y construirse, como hicieron otras bandas, refugios más o menos seguros.

Así pues, tras la huida de Joplin, los Barrow dieron tumbos por Estados Unidos como verdaderos parias. La policía los perseguía y los delincuentes pasaban de ellos. Así las cosas, era sólo cuestión de tiempo que las disensiones surgiesen. Ya hemos visto que Blanche Barrow no tenía madera para criminal; pero no era la única que quería largarse, porque Jones también estaba básicamente acojonado. Tras la huida de Joplin, estando la banda en Louisiana, Jones robó un coche por su cuenta y se piró a casa de su madre; pero allí lo encontraron los Barrow, quienes le obligaron a volver y, para atarlo más a la banda, lo implicaron más en los crímenes: en unos pocos días, Jones era cómplice del secuestro de dos policías y coautor de media docena de robos en los que se produjo un asesinato, amén de haber estado a punto de morir, con Bonnie, dentro de un coche que se incendió tras una huida.

Con todo, la policía estrechaba el cerco. De hecho, a principios de julio de 1933, los Barrow estuvieron cercados en una zona montañosa pero, tras robar el coche de un médico, consiguieron romper el cordón. El 18 de julio, la policía recibió denuncias de varios atracos a estaciones de servicios perpetrados en la misma zona por tres hombres y una mujer con los brazos vendados (Bonnie se los había quemado en lo del coche).

Ese mismo día, a las diez de la noche, tres hombres y dos mujeres, o sea ellos, llegaron al Red Crown Cabin Camp de Platte City, Missouri, y alquilaron una cabaña de ladrillo, flanqueada por dos garajes. Bonnie, Clyde y Jones tomaron una habitación y Buck y Blanche, la otra. El dueño del campo sospechó de ellos, al parecer porque le pagaron en efectivo, y comunicó con la policía. Ésta junto piezas y no tardó ni dos minutos en llamar a Kansas City para pedir refuerzos.

En la madrugada del 19 de julio, los Barrow habrían terminado sus días de no ser por la dolencia de Bonnie. El joven Jones tuvo que ir a la farmacia local a comprar vendas y pomada para sus heridas y, estando allí, escuchó a alguien comentar que había demasiados policías en la zona. Así pues, para cuando la policía llegó a la cabaña, los Barrow estaban todos en la habitación de Buck, armados hasta los dientes, y esperando. Llegó un coche blindado y se instalaron dos escudos de acero. La policía se acercó a la puerta y llamó, identificándose. Bonnie dijo a través de la puerta que los hombres no estaban y que abriría enseguida, pero que estaba desnuda. Cuatro segundos después, se oyó la voz de Clyde Barrow.

‑Shoot’em, bastards!

La suerte se alió con los delincuentes. La descarga que lanzaron no atravesó los escudos de acero pero, increíblemente, si penetró al coche blindado. Una de las balas provocó un cortocircuito en el claxon, que empezó a sonar solo. El resto de la partida de policías creyó que era una señal, y avanzó.

En ese momento, Buck Barrow salió de la cabaña a lo John Wayne, con una pistola en cada mano y disparando, seguido de Bonnie y de Blanche, que se protegían con sendos colchones. Mientras tanto, Clyde entró en el garage y sacó un coche marcha atrás. Una vez que el auto protegió a las mujeres, éstas soltaron los colchones y comenzaron a disparar (ambas; así pues, Blanche había aprendido el oficio). Luego, tuvieron que recoger a Buck, que fue alcanzado por una bala en la cabeza.

Automáticamente, el FBI comenzó en la zona la caza de Buck, en ese momento el miembro más débil del grupo, puesto que estaba gravemente herido. Unos días más tarde, un granjero encontró una hoguera apagada y unos vendajes con sangre en un parque de atracciones abandonado en Dexter, Iowa. Un vigilante, tras conocer el dato, decidió emboscarse en la zona. Pocas horas después vio llegar dos coches y, en ellos, a tres hombres y dos mujeres. El vigilante dio el queo al sheriff local, quien llamó a otros sheriff y a la Guardia Nacional de Iowa.

A medianoche, un pequeño ejército formado por policías, guardias nacionales y una proporción bastante alta de mediopensionistas, rodeó a los Barrow en el parque abandonado. El joven había pasado la tarde encadenado a un árbol, signo inequívoco de que había intentado escapar; Blanche tenía una herida en el ojo izquierdo, al parecer provocada por la esquirla de un parabrisas roto por los disparos, y Buck estaba en calzoncillos.

Fue Clyde Barrow quien vio venir a los policías y dio la alarma. Jones fue a poner el coche en marcha, pero fue alcanzado por un disparo de perdigones. Aún así, Clyde Barrow le metió en coche y lo arrancó. Bonnie se colocó agachada junto al auto para protegerse de los disparos. Pero quien fue alcanzado, en un brazo, fue su compañero, quien no pudo evitar entonces que el automóvil se estrellase contra un árbol. Tras intentar, infructuosamente, coger el segundo coche, Bonnie, Clyde y Jones escaparon, a pesar de que les perseguían decenas de personas, por el bosque.

Mientras, Buck Barrow permanecía de rodillas frente a la policía, sangrando por siete heridas distintas de su cabeza. Esa misma noche, fue desahuciado por los médicos del hospital de Dexter. Lo cual fue terrible para Clyde Barrow pues Blanche descargó contra él toda su inquina, considerándole responsable de todo por haber abandonado a su hermano. Desde entonces, ayudó todo lo que pudo a la policía.

Durante la huida a Minnesota de lo que quedaba de la banda de los Barrow, Bonnie Parker comenzó a escribir el poema que se haría famoso en aquella época, dedicado a contar la historia de la banda. Poema que, como siempre en las historias de bandas de delincuentes de aquella época, acude con prontitud a los mitos de los buenos ladrones de la Historia americana (James), amén de tratar de construir el mito, machacón en la poética de Bonnie Parker, del ladrón de buena esencia, podrido por la acción de la ley.

You’ve read the store or Jesse James
of how he lived and died.
If you still are in need of something to read
here is the story of Bonnie and Clyde.

Now Bonnie and Clyde are the Barrow gang

I’m sure you all have read
how they rob and steal
and how those who squeal
are usually found dying or dead.

There are lots of untruths to their write-ups

they are not so merciless as that;
they hate all the laws,
the stool-pidgeons, spotters and rats.
They class them as cool-blooded killers,
they say they are heartless and mean,
but I say this with pride
that I once know Clyde
when he was honest and upright and clean.

But the law fooled around,

kept trackin’im down
and lockin’im up in a cell
till he said to me:
“I’ll never be free

so I’ll meet a few of them in hell”

This road was so dimly lighted

there were no highway sings to guide,
but they made up their minds;
if the roads were all blind
they wouldn’t give up till they died...

The road gets dimmer and dimmer
sometimes you can hardly see.
Still it’s fight, man to man,
and do all you can
for they know they can never be free.

If they try to act like citizens

and rent’em a little nice flat,
about the third night they’re invited to fight
by a submachine gun rat-tat-tat.

They don’t think they are too tough to desperate,

they know the law always wins,
they’ve been shot before;
but they do not ignore
that death is the wages of sin.

From heartbreaks some people have suffered,

from weariness some people have died,
but take it all in all,
our troubles are small
till we get like Bonnie and Clyde.

Some day they will go down together

and they will bury them side by side.
To a few it means grief,
to the law is relief,
but it’s death to Bonnie and Clyde.

La vida se tornó dura para la banda Barrow tras los sucesos de Dexter. En sucesivas huidas producidas en las semanas anteriores, elevaron la cifra de personas asesinadas a nueve. Esto hizo saltar todas las costuras de la presencia de ánimo del joven Jones, quien se escapó. Cuatro meses después de la muerte de Buck Barrow, Jones fue detenido en Houston. Hizo una confesión completa y solicitó ser condenado a cadena perpetua [sic]. Bonnie Parker y Clyde Barrow, por muchos poemas que escribiesen y muchas películas que les hagan, eran un par de sádicos. La vida de Jones era tan terrible que prefería estar en la cárcel para siempre.

La marcha de Jones puso a los Barrow ante la necesidad de encontrar un compinche. Así que ambos, un día, espiaron la salida de los presos forzados de un establecimiento en el que Clyde había estado internado, la Eastham Texas State Prision Farm. Su objetivo era claro: uno de esos presos era Raymond Hamilton, el primer socio de la pareja, que entonces estaba ya condenado a 263 años de cárcel.

Atacaron a los guardias y provocaron la huida de cinco presos, entre ellos Hamilton. Tenían dos coches escondidos cerca, así que los otros cuatro presos cogieron uno y en el otro huyeron los Barrow con Hamilton. Poco más tarde recogieron a otro delincuente, Henry Methvin.

El 17 de febrero de 1934, los Barrow escaparon de una enorme redada organizada por la policía en las Cockson Hills, al este de Oklahoma, que habían sido ya refugio de malhechores en los tiempos de los hermanos James. En la huida, asaltaron un banco en Texas y luego se dirigieron a Indiana, donde Hamilton los abandonó, después de una violenta discusión sobre el reparto del botín.

Para entonces, vivían en su propio coche. El 1 de abril, dos policías se acercaron al vehículo para hacer una comprobación y fueron asesinados por la pareja. Clyde Barrow fue declarado Enemigo Público Número 1 del Estado de Texas.

Cinco días más tarde, el coche de los Barrow se enfangó en una carretera de Lost Trail, Commerce, Oklahoma. Trataron de atracar a un tipo que pasaba en coche para quitárselo, pero éste no sólo escapó sino que le contó todo a la policía. El jefe de policía, Percy Boyd, y el guardia municipal Cal Campbell fueron a ver qué pasaba. Cuando se encontraron con los Barrow, se inició un tiroteo en el que ganaron los rifles automáticos de los criminales. Los Barrow, una vez conseguido, a punta de pistola, que un camión sacase su coche del fango, acomodaron a Boyd, herido, en el asiento de atrás, y huyeron. En Fort Scott, Kansas, compraron comida y un periódico; por él supieron que Campbell había muerto. Bonnie Parker se cogió un cabreo de mil demonios cuando vio publicada una foto suya con un pitillo en la boca; lo que más le importaba en ese momento es que el país supiera que aquella foto había sido una broma y que ella no fumaba.

El joven Methvin que, como sabemos, era el tercero de la banda, tenía un padre, Iván, que vivía en Louisiana, en una zona denominada Arcadia. Ahí se montó la operación que acabaría con los Barrow, dirigida por un agente especial del FBI, L. A. Kindell; el sheriff de Arcadia, Henderson Jordan; y Frank Hamer, capitán de la Texas Highway Patrol, considerado entonces el revólver más rápido de Texas y del que también se decía que había matado a más de 75 forajidos. Fue colocado en la partida para vengar la muerte de un guardián de la prisión tejana durante la liberación de Hamilton y Methvin.

Los Barrow estaban con la mosca detrás de la oreja; entre otras cosas porque el inasequible al desaliento Hamer les había perseguido ya por nueve estados, sin perderles la pista. Así pues, dado que Methvin se obstinaba en visitar a su padre, obligaron a éste a mudarse a una casa en lo más profundo del bosque. Esta presión pudo con el señor Iván Methvin, quien decidió ir a la policía.

El 21 de mayo, cuando la banda visitó la casa de Iván Methvin, éste llamó aparte a su hijo y le explicó sus conversaciones policiales. Henry, que estaba ya tan harto de los Barrow como antes lo estuvo Jones, prometió abrirse en cuanto pudiera.

A la mañana siguiente, la banda se acercó por el pueblo de Shreveport, donde los Barrow encargaron a Methvin que hiciese la compra. La oportunidad buscada. El muchacho fue al almacén, pero no volvió.

A los Barrow esta ausencia no les puso especialmente nerviosos. Estaban acostumbrados a esas cosas y la ausencia no significaba otra cosa que Methvin se había mosqueado por algo y decidido no volver. Así pues, se metieron en el coche y se fueron a una casa abandonada que ocupaban. Dieron órdenes al padre de que buscase al hijo y quedaron al día siguiente, en la carretera entre Sailes y Gibsland, para que les informase.

Era la oportunidad de Hamer, el killer.

Durante un día, Hamer y sus hombres buscaron el mejor lugar de aquella carretera para emboscar a los Barrow. Eligieron una zona arbolada y a las tres de la madrugada del 23 de mayo, seis hombres se colocaron ahí, dispuestos a pasar la noche. Cuando amaneció, apareció Methvin padre en un camión. Hamer le ordenó que parase frente a los arbustos donde los hombres estaban emboscados y que simulase un pinchazo. El sheriff Jordan, que estaba presente, dio la instrucción de capturarlos vivos. Hamer, más pragmático, los condenó a muerte fríamente:

‑Eso será si no echan mano de las armas. Si las empuñan, duro con ellos.

A las nueve y cuarto, apareció el coche con los Barrow; él, conduciendo en calcetines y con gafas de sol; ella, con un vestido rojo. En el coche, una escopeta, once pistolas, un revólver, tres rifles automáticos y 2.000 cartuchos; los policías tenían un rifle automático, tres escopetas automáticas y dos rifles.

El coche aparcó entre el camión y los arbustos donde estaban los policías. Todo perfecto. Sin embargo, en ese momento se acercó por la carretera un camión con dos negros en la cabina. Una vez más la suerte del lado de los criminales pues, si se iniciaba el tiroteo, ese camión les podría ofrecer protección, amén de una vía de escape. Por eso Jordan se levantó, salió de la maleza y conminó a Clyde a rendirse.

Clyde Barrow abrió la portezuela de su lado, dispuesto a disparar. Bonnie blandió una pistola. Los policías lanzaron una andanada. El camión de los negros paró en seco y sus ocupantes salieron de najas campo a través. El coche de los Barrow comenzó a andar hasta que cayó en la cuneta. Los policías fueron detrás con las armas amartilladas; pero los Barrow ya estaban muertos.

Clyde Barrow murió con una escopeta en las manos que tenía siete muescas en la culata. En la culata de la pistola de Bonnie Parker había tres muescas.

En una cosa se equivocó Bonnie Parker, la poeta. Ella y su compañero no fueron enterrados juntos, side by side. Pequeño, insignificante pago para la decena de familias que rompieron, los niños huérfanos, las esposas viudas, todo para llenar su sed de violencia, su incapacidad de adaptarse socialmente y esa pulsión que tienen, de cuando en cuando, algunos americanos pirados por parecerse a Jesse James o Billy the Kid.

Hace años, muchos, muchos años, cuando el uniforme de la policía española cambió de color y pasó del gris (por eso los llamábamos grises) al marrón, en las manis gritábamos: gris o marrón, un cabrón es un cabrón.

Pues eso, familia Barrow: gris o marrón, poeta o prosista, hombre o mujer… lo que sigue.

7 comentarios:

  1. Es un relato fantástico. No se de dónde había sacado que eran amantes...

    Muchas Gracias.

    ResponderBorrar
  2. Deuda saldada, de sobra

    Genial. Gracias

    ResponderBorrar
  3. Anónimo7:50 p.m.

    parece que hubiera estado alli mirandolos, me pregunto entonces cuantos años tiene, para saber tantos detalles que tal vez no son reales

    ResponderBorrar
  4. Por un instante he tenido la sensación de estar en 1934, incluso haberlos conocido, como si hubiese estado allí y vivir esa época.Gracias por transportarme a los años 30!!un relato estupendo!

    ResponderBorrar
  5. Acabo de darme cuenta que voy un año atrasada...

    Si la dicha es buena...

    Estupendo.

    Anabel, la Cuentista

    ResponderBorrar
  6. Anónimo3:43 p.m.

    creo las reflexiones son vengativas, moralistas, baratas y superficiales. Graciosa anécdota, cierto un cabrón es un cabrón.

    ResponderBorrar
  7. Anónimo2:29 a.m.

    creo q algunos datos no son muy fieles a la historia...y yo corrergiria lo de garaGe

    ResponderBorrar