domingo, septiembre 26, 2010

Matar a Hitler (4: El conde Von Stauffenberg)

A pesar de los movimientos de la Gestapo, los conspiradores no paraban. Aquel verano de 1943, Tresckow se montó una baja por enfermedad que aprovechó para desarrollar planes detallados para el asesinato de Hitler. Goerdeler, mientras tanto, intentaba acercarse a Churchill, enviándole vía Estocolmo un memorando describiendo cuáles serían las intenciones de un hipotético gobierno alemán post-Hitler. No obstante, en otoño la Gestapo todavía daría un golpe más, pues, a través de un infiltrado, consiguió desarticular un pequeño grupo conspirador liderado por dos mujeres: la viuda de Wilhelm Solf, que había sido embajador alemán en Tokio; y otra mujer llamada Elizabeth von Thadden.

Para octubre de 1943, sin embargo, Beck mejoraba de sus dolencias, lo cual era una buena noticia. Y también ocurrió otra cosa: Tresckow trajo al grupo de la resistencia a un amigo suyo, el coronel conde Klaus von Stauffenberg.

Klaus von Stauffernberg era muy valioso para la resistencia por diversas razones. En primer lugar, era un convencido de la causa, hasta el punto de haber ejercido de prosélito sobre la necesidad de acabar con Hitler ante el general Erich von Manstein, quien durante los tiempos del célebre colapso de Stalingrado era comandante en jefe del frente del Este. Además, era un héroe mutilado de guerra. En 1943, en Túnez, su vehículo había sido alcanzado por un proyectil y le hirió tan gravemente que perdió una mano, un antebrazo, tres dedos de la mano superviviente y el ojo izquierdo. A pesar de tan graves heridas, se las arregló para seguir movilizado, por supuesto en labores de oficina. Fue destinado al equipo del general Olbricht, en el gabinete de guerra situado en la Bendlestrasse de Berlín. Allí pudo tener muy frecuentes relaciones con Tresckow sin despertar sospechas. En realidad, Von Stauffenberg no es sino el símbolo, o el síntoma, de la toma de «poder» dentro de la resistencia de una generación más joven que la de Beck y Goerdeler.

En estos tiempos nació la llamada operación Valkiria, destinada a coordinar un golpe de Estado coincidente con la muerte de Hitler. Dicho golpe se disfrazaría de una acción militar necesaria para parar un presunto levantamiento de las decenas y decenas de miles de trabajadores forzados no alemanes que había ya en territorio del Reich.

En noviembre de 1943, se diseñaron dos operaciones suicidas, con sus correspondientes voluntarios, para matar a Hitler. En la primera, el barón Axel von dem Bussche, que había sido designado para diseñar un nuevo abrigo para Hitler, se comprometió a poner una bomba para que el Führer volase por los aires el día que se lo probase. Sin embargo, Hitler nunca encontró tiempo para lo del abrigo, lo cual no es extraño teniendo en cuenta que dirigía una guerra con varios frentes. Tanto se retrasó la prueba que Von Bussche acabó por ser herido en el frente, por lo que la misión se hizo imposible. Entonces, el joven militar Ewald von Kleist se ofreció para sustituirlo, pero fracasó. Otros conspiradores estuvieron preparados para matar a Hitler durante una visita al frente oriental, pero Hitler no lo visitó. Otro voluntario, el coronel Von Breitenbach, estuvo en una reunión con Hitler preparado para dispararle, pero no logró acercarse lo suficiente; Hitler se presentó en la reunión literalmente blindado por una barrera de pechos de la SS.

A principios de 1944, para colmo, desapareció la Abwehr, absorbida por el servicio de inteligencia militar al frente del cual estaba Schelemberg. Otro que tuvo muy mala suerte fue el mayor Stieff, el receptor de las falsas botellas de Cointreau donde iba la bomba que había de matar a Hitler en el aire. Las guardó en un lugar seguro, hasta el día que el mecanismo que había fallado en el avión decidió dejar de fallar, y explotaron. Afortunadamente para él, el relator de la investigación correspondiente fue Werner Schrader, el custodio del Memorando X y comprometido con la resistencia.

Quien sí tuvo noticias en forma de bombardeo fue Dohnanyi. La prisión de Tegel fue uno de los objetivos de un raid aéreo sobre Berlín en noviembre de 1943, y el prisionero sufrió diversas heridas que forzaron su internamiento en un hospital. Aunque en febrero de 1944 fue trasladado al hospital militar de Buch, dejó de sufrir interrogatorios.

En junio de 1944, llega la oportunidad. Von Stauffenberg fue propuesto para ser jefe de gabinete del general Fromm, comandante en jefe del llamado Ejército de Reserva, formado fundamentalmente por aquellos militares que no estaban ya en condiciones de ir al frente del Este. Fromm tenía sitio en las sesiones de estado mayor de Hitler, y, como es lógico, no siempre podía ir. Esto quiere decir que el coronel conde Klaus von Stauffenberg, probablemente uno de los hombres del entramado «oficial» del Reich que más decidido estaba de matar a Hitler, tendría la oportunidad de estar codo con codo con él. El 7 de junio de 1944, que se sepa, fue el primer encuentro militar en las alturas en el que Stauffenberg estuvo cerca del Führer. Tal y como pudo comprobar enseguida, su alto cargo, y su condición de mutilado, hacía que la SS no se preocupase de cachearlo.

Beck y Olbricht, conscientes de estar ante la mejor oportunidad posible, se apresuraron a hacer su trabajo y atraer al proyecto al general Erich Fellgiebel. Fellgiebel era fundamental en todo aquel montaje porque ocupaba la jefatura de comunicaciones del ejército. Sólo él podía conseguir mantener el cuartel general de Rastenburg ciego y mudo tras la muerte de Hitler, como precisaban los golpistas para poder hacerse con Berlín.

El 3 de julio, en Berchtesgarden, donde se encontraba Hitler, Stauffenberg se vio con Stieff, quien le entregó dos bombas. Allí mismo, en la guarida montañosa, se convocó una reunión el día 11, a la que debía asistir el coronel. El conde debía colocar la bomba para que estallase al poco tiempo y luego llamar a Olbricht a Berlín, quien pondría en marcha Valkiria; en realidad, según los planes, Olbricht le tenía que echar un par de huevos, porque debía colocar a las tropas en la calle a las 11 de la mañana, es decir una hora antes de comenzar la reunión de estado mayor y la prevista muerte de Hitler, además de sin conocimiento del general Fromm, comandante en jefe de dichas tropas. Por eso era tan fundamental controlar las comunicaciones. Sin embargo, el día 11 ni Göring ni Hitler fueron la reunión. El 14, además, de forma inopinada Hitler transfirió su cuartel general a Rastenburg.

Al día siguiente, 15, Hitler convocó una nueva reunión ya en Rastenburg, a la que de nuevo debía acudir Stauffenberg. Pero, de nuevo, Göring y Hitler faltaron a la cita. Olbricht medio sacó las tropas a la calle, pretextando luego un extraño ejercicio táctico, aunque no se libró de la bronca de Fromm.

El error del día 15, según discutieron el 16 Beck, Olbricht y el propio Stauffenberg, hacía imposible activar Valkiria hasta que Hitler no hubiese muerto. Eso sí, los conspirados habían recibido noticias de Stuepnagel, gobernador militar en Francia, en el sentido de que coordinaría acciones con Valkiria cuando ésta se iniciase.

Finalmente, Stauffenberg fue convocado a una nueva reunión, el 20 de julio. Su personal día D. El día que, en frase de Churchill (refiriéndose a Stalingrado) pudieron volver a girar los goznes de la Historia.

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