martes, junio 16, 2020

La Baader-Meinhof (11: la pareja se encuentra)

Éstas son todas las tomas de esta serie. Los enlaces irán apareciendo conforme se publiquen.

Matrimonio y maternidad
Divorcio y radicalidad
Los últimos pasos
Hagamos que el capitalismo financie su propia destrucción
El traslado al Oeste
Bajo mínimos
El rescate
La escalada
Kaiserlautern
Las bombas de Heidelberg
La caída
Sabihondos y suicidas
Sartre echa un vistazo
Estocolmo
El juicio
Mogadiscio
Epílogo: queridos siperos

Ulrike Meinhof no podía decir que su infancia había sido triste y mucho menos traumática, a pesar de la pérdida temprana de su padre y también bastante inesperada de su madre. Su nueva madre, Renate, se ocupó de ella, y ella desarrolló una gran admiración hacia esa figura seudomaterna. En octubre de 1952, Ulrike tenía 18 años cuando se mudó junto a Renate al sur, a la ciudad de Wellburg en Hesse, donde Renate había conseguido plaza de profesora.

En Wellburg, Ulrike hizo un amigo íntimo: Werner Link, el hijo de un pastor protestante. En su compañía y la de otros amigos de la escuela donde trabajaba, fundó la revista de la escuela, en lo que habría de ser una larga vocación editorial. En 1955 realizó su examen de fin de bachillerato; sacó muy buena nota en inglés aunque, en general, sus calificaciones fueron mediocres. Se le daban mucho mejor las letras que las ciencias. Al terminar sus estudios, recibió una beca de la Fundación del Pueblo Alemán que le otorgó un más que respetable nivel de independencia económica. Con esta nueva capacidad adquirida, se trasladó a Marburgo, donde se exhibía fumando en pipa y comenzó a estudiar sicología. Link también se desplazó a la misma universidad, pero comenzó a estudiar Políticas, un currículo que sorprendentemente no concitaba el interés de su amiga, y ambos dejaron de tener contacto.

En la facultad donde estudiaba Link, la Gran Esperanza Blanca era Wolfgang Abendroth. Este hombre había tenido una vida un tanto movidilla. Ideológicamente era marxista, pero eso no había impedido que hubiese sido utilizado de alguna manera por los nazis. Los británicos lo hicieron prisionero de guerra, algo que no le debió de dejar muy buena impresión porque, al ser liberado, prefirió la Alemania Oriental. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que su futuro estaba en la occidental, así pues emigró de nuevo. En la República Federal, a pesar del hecho evidente de que su afirmación preferida (el peor estado socialista es mejor que el mejor estado capitalista) no era muy coherente con su propia actuación (si tan cierta era la frase, ¿por qué no se había quedado en la Alemania Oriental?), Abendroth se convirtió en uno de los profetas más admirados de la nueva izquierda (porque siempre hay una nueva izquierda que se parece sospechosamente a todas las anteriores). Abendroth tiene el para mí dudoso mérito de haber sido el profesor que monitorizó la licenciatura de Jürgen Habermas. Entonces militaba en el SPD, pero se tuvo que ir cuando se opuso a su giro conservador a finales de los cincuenta.

A pesar de tener una figura tan molona cerca, nada nos permite decir que Ulrike Meinhof tuviese en aquella época una definida posición ideológica. En ese momento, la educación religiosa pesaba mucho en ella, lo cual no quiere decir que hiciese de ella una conservadora ni de lejos. Sin embargo, sus convicciones eran vagas: el rechazo a la bomba atómica, desde luego; y una cierta preferencia (de las de siempre: preferencia a distancia) por la Alemania Oriental, que consideraba un lugar muy idealista.

No hay que extrañarse de esta mezcla entre principios de izquierdas, siquiera vagos, y elementos religiosos. Hay que tener en cuenta que en el mundo protestante, y muy particularmente en su provincia protestante alemana, y como ya he insinuado en algún que otro párrafo, eran muy comunes los movimientos ideológicos luteranos que, en la práctica, sostenían posiciones que no estamos muy acostumbrados a ver en movimientos católicos (sobre todo los lectores que son lo suficientemente jóvenes como para saber poca cosa de los curas obreros tardofranquistas o la Teología de la Liberación). Si un movimiento le molaba en ese momento a Ulrike Meinhof, ése era el Berneucheter Kreis, la Hermandad de San Miguel, fundada en Berneuchen. Se trataba de un grupo luterano que realizaba diversos encuentros espirituales. Ulrike la conocía de los tiempos de Oldenburgo, ya que en aquel entonces el obispo de su diócesis, Wilhelm Stählin (que caray con el apellido del señor obispo; menos mal que le salva la diéresis...), era el líder del mismo. En Marburgo, encontró a un pastor muy ligado a la organización, y le siguió.

En aquel entonces, pues, Ulrike Meinhof era una fuerte creyente con convicciones pacifistas. Muy parecido a ella era otro estudiante local, Lothar Wallek, que por eso se convirtió en su amigo. Se sentían tan identificados que incluso llegaron a hablar de casarse. Pero acabaron separándose, probablemente porque Lotario era católico.

En 1955, el SPD comenzó su camino hacia la moderación. Abandonó su oposición a la remilitarización de Alemania y también permitió el servicio militar obligatorio. Estos cambios provocaron la salida del partido de las personas más de izquierdas y, entre ellas, Renate Riemeck. Ella, que como ya he dicho siempre había tendido a defender la concordia con las naciones comunistas, intensificó esas opiniones. Ahora, por ejemplo, se convirtió en abogada de una reconciliación con Polonia, basada en la asunción germana de la línea Oder-Niesse. Esto, la verdad, era como cagarse en la boca del alemán medio, pues si algo tienen muy metido en el corazón los alemanes, hasta el punto que yo no descarto que acabe con el tiempo por dar más de un problema, es el hecho de que Danzig se llame Gdansk. A mí me parece que defender cosas como las que defendía Renate viene a ser como decir en España que hay que regalarles Gibraltar a los británicos, y Ceuta y Melilla a los marroquíes.

Terminado el año académico de 1957, Ulrike Meinhof dejó la universidad de Marburgo y se mudó al norte, a Münster, una ciudad mayoritariamente católica de Westfalia, para continuar sus estudios. Allí conoció a otro estudiante de Políticas, Jürgen Seifert, con el que pasó a la acción, por así decirlo, participando en actos y manifestaciones pacifistas.

En realidad, la pasión y el compromiso de la joven estudiante eran tan intensos que los estudiantes de la universidad de Münster terminaron por elegirla para que los representara en una rueda de prensa pacifista que se iba a celebrar en Bonn.

Una rueda de prensa que le iba a cambiar la vida.

Allí, en la capital de Alemania, Ulrike Meinhof se encontró, por primera vez, rodeada de políticos, dirigentes sindicales y sociales, etc. Pero, sobre todo, conoció a una persona: Klaus Rainer Röhl, el editor de la revista Konkret.

Cuando Röhl y Meinhof se encontraron y se conocieron en Bonn, ella también estaba editando una revista conjuntamente con un estudiante de Teología llamado Peter Meier y también con Jürgen Seifert. Se llamaba Das Argument. El tercer número de esa publicación fue una cerrada defensa de los teólogos católicos que se estaban posicionando contra la bomba atómica; Ulrike, por lo tanto, era todavía una activista cristiana. Sin embargo, como Röhl acabaría escribiendo (publicó su autobiografía, Fünf Finger sind keine Faust, o sea, cinco dedos no hacen un puño), enamorarse de él, que era comunista, le supuso, también comenzar a abrazar los conceptos que defendía la ideología de su novio; algo que tampoco era muy difícil pues, como he dicho, en realidad ella procedía de movimientos cristianos de fuerte contenido social y antigubernamental.

Klaus Röhl, quien al parecer todavía está vivo con más de 90 años y ya no es muy comunista que digamos, es hijo de un maestro que tuvo mucho éxito laboral durante la etapa hitleriana como escritor de guiones radiofónicos. En 1945 la familia, que había caído del lado de la Alemania Oriental, emigró al oeste. Cuando pasó el examen de ingreso, Klaus se fue a la universidad de Hamburgo a estudiar Filosofía. En 1955 tuvo una hija, Anja. Ese mismo día comenzó su carrera como editor, sacando Das Plädoyer junto con dos colegas, Eckart Heimendahl y Peter Rühmkorf. La publicación, que era misteriosamente financiada por un estudiante de Derecho miembro de una organización de la Alemania Oriental que era ilegal en la RFA, cambió pronto de nombre por Studenten kurier. Aquel mismo año, el misterioso financiador, Klaus Hübotter, fue arrestado; sin embargo, eso sólo supuso que los financiadores reales, del Berlín oriental, se hicieran presentes y siguiesen soltando pasta. Pocos meses después, Röhl y su mujer de entonces, Bruni, hicieron un viaje a Moscú. Aquel viaje ya los consagró como comunistas occidentales con pedigree. Como tales, acudieron al IV Congreso Internacional de Estudiantes en Praga, donde casi compartieron litera con un joven musulmán al que todo el mundo llamaba Míster Palestina, y que se llamaba Yassir Arafat.

Como bien sabemos, en noviembre de 1956, la URSS invadió Hungría. El detallito sirvió para que los más listos de entre los comunistas comenzaran a coscarse de la movida de que, tal vez, sus amigos moscovitas les estaban vendiendo una mula de la hostia. Pero no fue el caso de los editores del correo del estudiante, los cuales permanecieron, nunca mejor dicho, impasible el alemán. En octubre de 1957, Röhl, quien, como yo creo que tendréis ocasión de comprobar en estas notas, es alguien con un indubitable olfato editor, se dio cuenta de que el nombre de su publicación era una ful. Fue entonces cuando lo rebautizó Konkret. Para entonces, vendía unos 20.000 ejemplares, con ediciones en Hamburgo, Berlín, Munich, Frankfurt y Colonia; y todo eso a pesar de que nunca fue una revista barata.

1958 comenzó con un nuevo metesaca, esta vez con Erika Runge, una de esas dedicadas activistas del pacifismo que se enteró tarde de que muchos de los activistos que la rodeaban no estaban allí por la paz mundial precisamente (luego haría carrera como directora audiovisual); y luego conoció a Ulrike Meinhof. En el otoño de aquel año, ambos viajaron juntos a Berlín Oriental; pero Carlos no debía de tener todavía las cosas muy claras, porque el caso es que frotó con una dependienta de una tienda. En noviembre de aquel año, como una consecuencia bastante lógica de las cosas la verdad, Bruni, su mujer, se divorció de él.

En ese momento, a Karl Rainer le dio por hacer algo que no se debe hacer nunca: morder la mano que te da de comer. Había un tipo, que decía llamarse Ralf, que era el que traía de Berlín Oriental la pasta para la revista. Röhl estaba un poco mosca con él, porque pensaba que se quedaba algo de lo que le daban. Decidió acusarlo, y Ralf respondió, por su parte, informando a los financiadores orientales de que el equipo de Konkret no quería a Karl como editor. Los financiadores optaron por la mano derecha de Karl, Reini Opitz, y le sugirieron al editor hasta el momento que escribiese algún que otro artículo pero que, de todas maneras, se fuera haciendo a la idea de irse a tomar por culo.

Röhl, sin embargo, no se desanimó. Siendo como era todo un personaje en los círculos pacifistas y de la izquierda hamburguesa, regresó a la ciudad donde tenía su cuartel general y comenzó a movilizar a gente en su favor. Reini lo debió ver oscuro, porque se pasó a su bando. Asimismo, también lo apoyaron Erika Runge y Ulrike. Así pues, el editor recuperó su puesto, y su mando.

En enero de 1959 encontramos de nuevo juntos a Karl Reiner Röhl y Ulrike Meinhof, esta vez en un congreso estudiantil contra la bomba atómica. Aquel encuentro, sin embargo, era, como otros muchos de aquella época y de todas, una cortina. En realidad, era una cita manipulada por los comunistas para colocar una resolución que dijera que, en el marco de los trabajos en pro de la paz mundial, era fundamental iniciar contactos amistosos con la Alemania Oriental. A los comunistas casi les sale bien la jugada; pero, probablemente, acabaron cagándola por darse demasiada prisa (querían negociaciones ya).  Su urgencia le dio terreno a un influyente participante en el simposio, miembro del SPD, que argumentó en contra de ellos y los batió. Se trataba del Oberleutenant de la Reserva Helmut Schmidt. Un tipo con mucho futuro. Tanto, que de ahí en quince años, era canciller de la República.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario