miércoles, marzo 27, 2019

Perdón

Si exceptuamos las guerras, ningún otro proceso antes del siglo XVIII ha hecho más por la movilidad de las personas que la Inquisición. Una parte muy significativa de quienes acababan encausados por el Santo Oficio, si podía, cambiaba de residencia. Y esto es así porque ser condenado por la Inquisición no era una pena que el sujeto de que se tratase debiera de asumir en solitario. Los hijos de quien había portado el sambenito también eran señalados por ello, y aun los nietos. En una España como aquella, en la que todos los pueblos y ciudades eran abarcables sin que tu reloj de actividad te felicitase por el ejercicio realizado, permanecer en el mismo lugar en las puertas de cuya iglesia se había clavado la sentencia con el nombre de tu padre, de tu madre, o de tu hermano, equivalía a designarte candidato a la burla, el vacío, cuando no la agresión. Mi abuelo, un segoviano recio de una pedanía del camino de Sepúlveda, solía contar, entre risas, que en su pueblo siempre se hablaba de una familia de herejes a la que el resto del pueblo corría a pedradas por diversión. Hasta que se fueron, claro, decía. Y se reía otra vez.


La Inquisición, con sus condenas, que iban mucho más allá de los desgraciados que terminaban quemados, buscaba precisamente eso. En realidad, a la Inquisición le interesaban mucho más las condenas leves que las graves. Porque de las graves, buena parte de la población se sabía ajena y, por lo tanto, las contemplaba como delitos de fe cometidos por gentes extrañas, distintas de ellos. Las condenas más leves, sin embargo; las condenas que dejaban al condenado vivo pero señalado, eran mucho más efectivas a la hora de conseguir lo que realmente buscaba la institución, que era hacer ingeniería social. Y porque quería hacer ingeniería social es por lo que abrazó un concepto tan poco cristiano como la heredad de la culpa. Bueno, hay que reconocer que, en pura ortodoxia católica, está la mierda ésa del pecado original y tal, uno más de los truquitos que se buscaron los primeros padres para no parecer judíos. Sin embargo, el cristianismo, en su esencia, es una religión que propugna que cada uno de nosotros somos dueños de nuestros actos, y, puesto que con ese dominio hacemos lo que queremos, unos nos salvamos al actuar rectamente y otros, no. Teológicamente, pues, lo lógico es considerar que el hijo de un cabrón puede ser un santo, y viceversa. Pero eso no es lo que hizo la Inquisición, porque a la Inquisición la verdad de las cosas, cuarta más, cuarta menos, le importaba un carajo.

Traigo esto a colación para deciros que, cuando menos en mi opinión, cargar al hijo con las culpas del padre me parece, por las razones que acabo de expresar, inquisitorial, en el peor sentido de esta palabra. Creo que es cosa de gentes que consideran que la culpa es algo que trasciende a las generaciones y que, en consecuencia, se puede ser responsable de algo aunque no se haya cometido crimen alguno; basta con que alguien relacionado contigo sí que lo haya cometido porque, al fin y al cabo, como se decía antiguamente, puta la madre, puta la hija, puta la manta que las cobija.

Y digo esto porque, verdaderamente, cada vez que surge, que surge de cuando en cuando como las plagas de orugas o de topillos, alguna exigencia de asunción de perdón por las cosas del pasado, observo que, cuanto más progresista es la persona, cuanto más liberal en sentido laxo y demócrata como les gusta intitularse a los que lo son apenas superficialmente, más tiende a hacer hilo con la petición. Y, la verdad, exigir al nieto que pida perdón por los actos del abuelo es lo más retrógrado, lo más reaccionario, lo más injusto y lo más, digámoslo en lenguaje actual, facha que puede haber.

El pasado puede ser, básicamente, dos cosas: puede ser hechos (o conjeturas sobre hechos, en el caso de los tiempos antiguos y malamente documentados); o puede ser un relato. Lo primero se llama Historia; lo segundo, novela, o poema si lo pilla Neruda. En lo primero es fundamental el contexto, porque los hechos, si los queremos entender; si queremos entender por qué unos hicieron esto y no hicieron aquello, los hechos dependen totalmente de la situación en que se produjeron y los parámetros personales y sociales en los que se movían sus protagonistas. Sin embargo, cuando hacemos un relato del pasado, ya la cosa cambia. Porque el relato lo controla quien relata y, dado que un relato es siempre un vehículo que utiliza alguien para decir algo, los hechos ya no son tributarios de quienes los llevaron a cabo, sino del mensaje que quien los está relatando quiere transmitir. Por eso no existe, en puridad, novela histórica, salvo en algunos, muy pocos, casos. En España, sin ir más lejos, yo creo que desde Alfonso Danvila nadie ha escrito novela histórica. Hay relatos inspirados en el pasado, a punta pala. Pero la diferencia entre novela histórica e Historia novelada es la misma que entre preso político y político preso.

Las peticiones de perdón, a pesar de ser retrógradas, lo cual hace que sea sorprendente que las personas de izquierdas las abracen, no se hacen desde los hechos, sino desde el relato; lo cual ya es bastante más lógico, porque cuando menos en España las izquierdas, como las derechas, los centros, el subsuelo y la ionosfera ideológicas, no saben lo que es la Historia; sólo viven de relatos porque, entre otras cosas, incluso hay historiadores que son, básicamente, relatadores.

Sostener que el rey de España debe pedir perdón por las supuestas atrocidades cometidas contra la población originaria de México es asumir demasiadas cosas. Fundamentalmente, tres. Una, ya la he dicho, es que los nietos (bueno, los tatara tatara tatara nietos) son responsables de los actos cometidos por sus tatara tatara tatarabuelos; cosa que, lo repito, es repugnantemente inquisitorial. La segunda cosa que hay que asumir es que los españoles del 2019 son, efectivamente, herederos de los del siglo XVI. Lo cual es difícil de tragar pero, bueno, tiene un pase. Lo tercero es que los mexicanos de hoy en día son los herederos del pueblo azteca (curiosamente, los nostálgicos del pasado mexicano nunca hablan de las otras tribus que también andaban por ahí, y que engordaron las tropas de Cortés; tal vez eran sucios inmigrantes); que es, sinceramente, algo que, apellidándose López, es bastante difícil de asumir.

No voy a discutir la Leyenda Negra en este post. Primero, porque considero que a cualquiera que tenga ojos para leer y neuronas para convertir lo leído en conceptos abstractos se le debería hacer ya evidente (pero no ahora, sino desde hace muchos más años que los que yo llevo sobre la Tierra) que la Leyenda Negra es una operación göbelsiana de propaganda en la que los que creen en ella caen como pardillos. Ya he contado en este teatrillo (la última toma de cuatro, que da acceso a las tres anteriores, se puede leer aquí) que, sobre ser las Leyes de Indias muy importantes y de hecho cruciales para generar el Derecho de gentes, que es esa cosa que le garantiza a todo el mundo un respeto, en realidad el giro fundamental que se produjo en el Renacimiento español en favor del género humano sin distinciones, ése que cuatrocientos años después esos británicos reciclados que llamamos estadounidenses todavía ni habían olido; sobre ser muy importante, digo, la legislación carlina sobre la materia, la madre del cordero se produjo antes con la evangelización de las Islas Canarias. Un proceso en el que mucha gente sufrió desmanes y atropellos por parte del poder constituido, pero en el que también mucha gente fue salvada y vio restituida su existencia gracias a esos mismos poderes constituidos. Pero, como digo, da igual, pues quien no quiere ver, no ve y, sobre todo, no se puede contestar un Relato con Historia porque son, ya lo he dicho, cosas distintas.

Que la Leyenda Negra es una puta mentira, repito, lo sabe cualquiera que sume dos y dos y se haya esforzado un mínimo por mejorar la cultureta que le dejaron sus libros de texto de Conocimiento de la Mierda, tal vez escritos por algún novillero de instituto que terminó odiando la tauromaquia por los aplausos que le negó. Lo realmente impresionante, lo que de verdad plantea la pregunta interesante, es cómo es posible que perviva. Y la respuesta es que pervive porque aquéllos a quienes ataca quieren ser atacados. Los españoles sufrimos de una cosa cuya definición leí una vez en un libro, oh casualidad, mexicano (y muy bueno): mesogenia. Somos mesogénicos; odiamos nuestra propia tierra.

Los españoles vivimos un proceso, impagablemente descrito por Miguel de Cervantes, de depresión nacional. Un proceso en el que nos convencimos de que nuestros gobernantes eran unos estafadores, nuestra moral líquida y nuestro futuro, más de lo mismo. Por eso sentimos simpatía por el pícaro: estamos seguros de nuestra incapacidad de cambiar todo eso y, por ello, nos aplicamos a admirar al pobre diablo que, por lo menos, consigue que la situación se vuelva parcialmente a su favor. El español picaruelo tiene alma de descuidero, de corrupto, de logrero; y por eso necesita contar que el ciego le muele a palos, porque contar eso (de nuevo, el Relato) le permite orillar el problema de que, en el fondo de su alma, sabe que robarle comida y bebida a un ciego es caca. Lo único de lo que se arrepiente el español que saca en volandas de su cafetería preferida al tipo que dice que se ha hecho Madrid-Coruña en cuatro horas y media, o el que dice que le ha birlado unos duros a Hacienda o a su compañía de seguros, o al que dice que ha hecho una pirula y se ha ahorrado de pagar un recargo en una factura; lo único de lo que se arrepiente, digo, es de no ser lo suficientemente valiente, o lo suficientemente listo, como para hacer lo mismo. Y si alguien le afea el gesto, siempre le queda el Relato del ciego: Hacienda es demasiado voraz y además no se atreve con los ricos, las aseguradoras son todas unas ladronas, y el de la factura es un exagerao y un buitre. Todo bajo control. La honradez, bien entendida, empieza por mi vecino.

Este proceso de escepticismo nacional hace que el español medio perciba que las grandezas de su Historia no son suyas, sino que son de otros que, además, no las merecen. Hacemos que todos los Hechos pasen por un Relato en el que siempre tienen un papel las fuerzas telúricas, contrarias a nuestro bienestar, en las que creemos desde el Siglo de Oro. Un ejemplo de esto, que ha estado últimamente de cierta vigencia, es el episodio de los últimos de Filipinas. La suya fue una gesta como hay pocas en la Historia militar, algo verdaderamente destacable; lo suficientemente destacable como para que el pueblo de Madrid le dedique, cuando menos, una puñetera estatua. Sin embargo, pronto surge el Relato: los últimos de Filipinas no eran sino unos pobres diablos que fueron enviados a una guerra imposible por Los de Siempre; los ricos, la casta, los poderes fácticos... la cosa tiene varios nombres. Supongo que incluso habrá en Twitter alguna víctima de la Logse que habrá escrito que los últimos de Filipinas son víctimas del franquismo. En el fondo, todo cuadra.

Y, bien. Los últimos de Filipinas lucharon en una guerra para conservar una colonia en cuya explotación, ciertamente, mucha o alguna gente se forró. Pero nadie se para a pensar que más o menos, esto es lo mismo que hizo el Séptimo de Caballería. Si se profundiza un poco en la Historia económica de los Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XIX, se descubrirá pronto que uno de sus ejes tractores es la lucha contra los oligopolios ferroviarios, que se forraron con la extensión del país hacia el oeste, las más de las veces aplicando medidas y precios totalmente abusivos; un tema tan, tan jodido, que incluso fue el asunto central de la gestión de un mandato presidencial, el de Cleveland. Así pues, la gente puede pensar que el desplazamiento o genocidio de los indios del Oeste americano se produjo en beneficio de los honrados hombres del pueblo que llamamos colonos (muchos de los cuales eran para echarlos de comer aparte), pero no. En buena medida, si Custer la diñó en Little Big Horn fue defendiendo los intereses de unos tipos que se construyeron condones de diamantes con todo lo que ganaron. A los estadounidenses, sin embargo, y eso a pesar que Custer fue víctima de su propia impaciencia, no se les ocurre restarle al episodio un adarme de épica.

El problema, pues, no está en López Obrador. Los que exigen perdones lo van a seguir haciendo porque, insisto, se basan en Relatos, y contra eso no hay racionalidad que actúe, porque los Relatos son fruto, en el mejor de los casos, de la imaginación; y, en el peor, de la propaganda. El problema de los Relatos y las peticiones de perdón es la mala conciencia.

El problema no es la obsesión por pedir perdón, sino la obsesión por querer ser perdonado.

19 comentarios:

  1. Lester Burnham4:58 p.m.

    Así se habla! Gracias por este texto. De todos los artículos de opinión que llevo leídos sobre este tema, incluyendo periódicos de tirada nacional, el de usted es sin duda el de mejor nivel. No se podría haber expuesto mejor. Felicidades!

    Un saludo

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  2. Muchas felicidades por este magnífico texto.
    Totalmente de acuerdo.
    Cuando leo cosas sobre estas peticiones de perdón por la actuación de los españokes que fueron a América, me dan ganas de precisar que si alguien hizo algo malo fueron los antepasados de los actuales habitantes de esos países. Mis antepasados nunca estuvieron en América.
    Por otra parte, también me gustaría precisar a los que echan la culpa a España de todo lo malo de los últimos 500 años en Hispanoamericana, en primer lugar que ya hace 200 años que son independientes y que ya va siendo hora de que asuman sus propias responsabilidades.
    Y en segundo lugar creo que también se les puede decir (aunque seguramente pueda ser bastante molesto) que en 1776 unas colonias del norte de America se independizaron y progresaron tanto como para que 200 años después fueron capaces de colocar un hombre en la luna. Seria interesante un estudio comparativo sobre la evolución en uno u otro caso ¿el problema puede estar en la clase dirigente que han tenido en sus 200 años de independencia?

    Un saludo y muchas gracias por permitirme dar mi opinión.

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  3. ¡Un gran artículo! Me ha parecido excelente, pero me ha llamado la atención un tema periférico: La novela histórica ¿Le importaría ampliar un poco más su criterio para definir que es una novela histórica y porqué piensa que no se escribe desde Alfonso Danvila? Para mí una novela histórica sería una novela (obvio) ambientada en un pasado lo bastante lejano como para que ya no queden testigos (Tradicionalmente se solían poner como tope las guerras napoleónicas, pero yo hoy lo llevaría hasta la primera guerra mundial) y que aspire a ser verosímil y coherente con lo que se sabe de ese pasado (Otra cosa es la medida en la que lo consiga, claro) En el último punto estoy dispuesto a dar bastante margen, pero eso ya me parece que es cosa del gusto del lector (Por eso mismo pienso que, más allá de su virtudes literarias o de entretenimiento, es mejor no tenerla en cuenta a la hora de informarse sobre un periodo concreto)

    Un saludo.

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    1. Lo explico. Una buena novela histórica es una novela que, primero, está adecuadamente investigada y, por lo tanto, contextualizada. Por decirlo mal y pronto, toda novela histórica que le ponga bragas a un personaje femenino antes de mediados del siglo XIX la está cagando.

      Pero, sobre todo, lo que tiene que ser una novela histórica es una novela que no contemple los hechos pasados con los ojos del presente. Si escribes una historia ambientada en la Edad Media en la que resulta que hay una princesa que no se quiere casar con un príncipe porque ama a un palafrenero, no estás contando una historia de la Edad Media. Estás contando una historia de ayer por la tarde ambientada en la Edad Media, que no es lo mismo.

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    2. Creo haberselo dicho en otra ocasión: Es usted mala persona. ¡¡No hago más que aumentar los libros que quiero leer!!.

      Acabo de comprar en Alcana Libros 8 libros, sí, 8 libros del mentado Dánvila. Veremos que tal son.
      Debo decir en mi descargo que no leo novela histórica más moderna de 1991.

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    3. Como novelista, Danvila no es el mejor del mundo. Pero su conocimiento histórico es muy superior a lo que estamos acostumbrados a ver.

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  4. Lo que cuentas de que la "pena heredada" ¿lo indicaba la norma o era una consecuencia social? Lo digo porque siempre he creído que se debía a los prejuicios populares. Algo parecido a la actual “pena de telediario”. Que ese estigma alegal fuese algo buscado a sabiendas por la Inquisición es otra historia como, de nuevo, pasa hoy con la pena de telediario, que se utiliza de la misma forma. Si es así, en realidad sucede como en cualquier otra parte y en cualquier otra época. La segunda y tercera generación de los Capone sufrieron por serlo toda la vida, suicidios incluidos. También le pasó al hermano anti-nazi de Göring y me da que la familia de “el Chicle” no está muy bien vista por la zona a pesar de ser los primeros en renegar de él. Eso de que el pecado de los padres se manifiesta en los hijos lo reconocemos como parte de la tradición judía, pero en realidad es parte de la naturaleza humana. También para bien, por cierto. ¡Cuántos médicos, cantantes y arquitectos se han beneficiado del nombre de sus padres!

    Como Juan Pablo Fusi, estoy convencido que España es un país bastante normal y que el “Spain is different” es un magnífico eslogan pero como todos los eslóganes, esencialmente falso. Nos parecemos mucho al resto de los países occidentales y, en general, los siete pecados capitales (y las siete virtudes teologales) son comunes a los bichos con 23 pares de cromosomas con independencia de que sean o no católicos y crean en ellas. Cada vez que alguien dice eso de que “eso sólo pasa aquí” suelo contestar relatando casos en los que también pasa en otros sitios. Y eso que los que conocemos del extranjero son por lógica muchos menos de los que ocurren en realidad.

    Crear una Leyenda Negra por los enemigos de una institución y que el objeto de la misma la asuma es bastante normal cuando esa institución es muy poderosa y luego deja de serlo. Los jesuitas siempre han tenido mala fama (incluso antes de que Francisco I demostrase el por qué) y ni te cuento los banqueros o los mismos judíos. Los italianos en el fondo no se sienten a la altura de los romanos y resulta divertido ver que los debates en el senado y el clientelismo político se parecen mucho a los de la actualidad. Lo más parecido en importancia política a la España del s XVI son los EEUU de ahora y contra ellos se ha creado la misma antipatía. Y, curiosamente, como el español, el estadounidense medio asume gran parte de lo que le echan encima. No voy a negar que hay algo específico en la Leyenda Negra española hasta ser la Leyenda Negra por antonomasia, pero es que España influía en todo y, muy importante, había imprenta. Los ingleses se libraron, en mi opinión, por su política aislacionista, pero cayó sobre los estadounidenses justo cuando tuvieron que extender su influencia por todos los sitios durante la Guerra Fría. Los franceses no tienen leyenda negra, pero es que siempre han sido una potencia secundaria. Nunca han bajado de los primeros puestos, pero tampoco han sido los “top” de forma duradera. Holanda se libró también por ser pequeña su influencia, pero materia para construir una leyenda negra hay de sobra. Y así con todo.

    Eso sí, lo de exigir perdón por lo hecho hace siglos es de traca aunque nada como hacer caso y pedir el perdón. Resulta curioso lo fácil que se pide perdón de forma genérica por cosas que hicieron tus antepasados (y cuando no implica pagar reparaciones, por supuesto) y lo difícil que esas mismas personas piden perdón por lo que hacen ellas. Y ya que mencioné a Francisco I (me niego a llamarle “Francisco” a secas), él es un ejemplo paradigmático de esos jetas. Capaz es de pedir el perdón que le exige López Obrador en su rol de papa agresor y recibirlo como argentino y por tanto víctima.

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    1. Mi opinión es que la Inquisición fue muy cuca en lo de la culpa heredada. No hizo nada porque las trazas de las condenas desapareciesen tras un tiempo razonable y, de hecho, consolidó el tema a través de los estatutos de limpieza de sangre.

      Podía haber hecho mucho más de lo que hizo a la hora de salir en defensa de quienes no le habían hecho nada, ni a ella, ni a España, pero no lo hizo.

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    2. Que la Inquisición, lejos de atemperar las pulsiones menos honorables del pueblo, se aprovechó de ellas está claro. Como decía, similar a lo que se hace ahora con la pena de telediario. Al fin y al cabo, aunque la Inquisión se constituyó con fines puramente religiosos, en todos los países se usó como instrumento de poder y ya sabe lo que pasa con el poder. Es que por la redacción del artículo me pareció que indicabas que legalmente había una heredad de culpa y no era esa la idea que yo tenía. Nunca he leído la legislación que usaba la Inquisición, pero me extrañaba tanto descaro. La gente suele ser mas sibilina cuando viola los principios que se supone defiende.

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    3. Ha resumido usted muy bien el libro de María Elvira Roca Barea: "Imperiofobia.,.....", le felicito

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  5. Desde mi condición de criollo hispanoamericano llevo en mi dos historias, la del conquistador y la del conquistado. Soy tan heredero del Mio Cid como del cacique Viltipoco.

    La moda del indigenismo antiespañol no cuestiona al pasado sino a la posibilidad de significar el presente. Genera un falso problema que distorsiona los orígenes de nuestra identidad, con lo que se corre el riesgo de ocultar la conciencia de nuestra realidad. Hacer central a lo accesorio es peligroso, nos aparta de nuestro ser concreto. El rechazo al pasado español equivale a negarnos como seres situados en la historia.

    La conquista española estuvo marcada por la brutalidad, es cierto. En eso no se distinguió de otras conquistas que hay y ha habido en la historia del mundo. Pero también en su base existió un fenómeno original: la mestización que se convertiría en el toque distintivo e identidatario de la cultura iberoamericana.

    La fusión de españoles, criollos, indios y negros que se extendió desde California hasta la Patagonia contrastó con la estricta separación racial y la indiferencia respecto del indígena que distinguió a la colonización anglosajona de América del Norte.

    Otorgar a las reivindicaciones aborígenes un carácter peculiar, privilegiando su derecho a ser diferentes por encima de su derecho a ser iguales - esto es a hablar en español y a participar del accionar de las actuales comunidades políticas como protagonistas sociales y no étnicos-, es negar la historia.

    Al contertulio Espartero africano le acepto que nuestras clases dirigentes raramente han estado a la altura de sus circunstancias. Y también le invito a buscar las causas de la diferencia que señala entre las antiguas colonias del norte y del sur observando que mientras las del norte se desprendieron de una sociedad en expansión las del sur nos independizamos de una España decadente, basta pensar en Carlos IV y Fernando VII.

    Lizardo Sánchez, Córdoba, Argentina.

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    1. No creo que la diferencia sea que la metrópoli esté en expansión o en decadencia. De hecho debería ser más fácil romper vínculos emocionales y culturales con una metrópoli en decadencia y ser libres de desarrollarse a gusto que de una pujante.

      Yo creo que depende del tipo de sociedad y valores de las colonias más que otra cosa. En realidad la independencia mediante revolución de EEUU y de la menos rupturista de Canada y Australia son casos de éxito poco frecuentes. Lo normal es que las colonias salgan perjudicadas con la ruptura mientras que a medio plazo, o incluso a breve, la metrópoli salga fortalecida. Son los casos de España, Francia e Inglaterra, que a pesar de la sensación de fracaso que causó en los tres casos, al final fue beneficiosa. Hay varias razones para ello y sería muy complejo discutirlo aquí, pero mi impresión es que la excepción de Norteamérica y Australia se debe fundamentalmente a que sus sociedades básicamente eran traslaciones de la de la metrópoli, población incluida. No hubo mestizaje ni cultural ni, por descontado, racial. En esas condiciones, no hay mucha dificultad en continuar haciendo lo que haces. Por el contrario, sociedades mezcladas tienen que encontrar su propio camino y a menudo fracasan en ello.

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    2. Estimado contertulio Tepúflipo: Por cierto que resumí muy mucho la idea, ya que mi mensaje apuntaba hacia otro tema. Además quería evitar responder con los seis tomos en letra pequeña y papel Biblia que necesitaría la respuesta completa.

      Trataré de resumir lo mas que pueda mi idea.

      Posiblemente tenga mucha razón cuando dice que el resultado de las experiencias estadounidense y australiana estén relacionadas a que sus poblaciones continuaron haciendo lo que antes hacían. Con ello de alguna manera se responde a la inquietud de Espartero africano acerca del porque lo del hombre en la luna.

      Pero pasemos a este sur. En nuestro caso la independencia significó pasar de una cierta dependencia a España o a su corona, a depender de Gran Bretaña. O sea de una realidad política en decadencia a una realidad política en expansión.

      Ese traspaso, al menos en el Río de la Plata, costó medio siglo de guerras civiles pues había quienes se oponían a la segunda parte de la ecuación. La misma se resolvió con la guerra de exterminio que practicó el presidente Mitre desde 1862 que proporcionalmente causó mayor cantidad de víctimas que el gobierno militar de 1975. Luego nos metió de cabeza en el espacio inglés.

      Desde entonces la inestabilidad política Argentina, que se insinúa en 1890 y se instala entre 1930 y 1955, no es mas que el resultado de que los vencidos en 1862 buscan salir de la marginalidad en la que quedaron desde esa fecha.

      Aún somos una nación en formación. Toda Iberoamérica lo es. Y es difícil construirse como nación cuando ya hay naciones constituidas y poderosas que interfieren a partir de sus intereses.

      Lizardo Sánchez
      Córdoba, Argentina.

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  6. Por cierto. A mi no me parece tan raro que las personas de izquierdas (desde la revolución francesa y no sólo desde que Marx sacase su interpretación de los mecanismos de la Historia) sean tan amigos de pedir perdón por cosas del pasado. Ten en cuenta que la izquierda no suele considerarse como continuadora de la sociedad con otras ideas sino rupturista. Considera que precisamente surgió como rechazo a esa sociedad a la que consideran opresora. Pedir perdón por algo de lo que tú no te sientes heredero, sino que es de “los otros”, que te viene bien para reafirmar lo que defiendes y que, además, no te supone pagar reparaciones es totalmente natural. El pequeño detalle de que supone cargar con los pecados de los abuelos, es eso, un pequeño detalle. Un botón de muestra de lo que digo: la RDA, a diferencia de la RFA nunca pagó reparaciones al estado de Israel porque nunca se consideró heredera del Tercer Reich. A lo mejor podría haberlo hecho de forma simbólica pero sabiendo que eso implicaría soltar la gallina solidariamente con la RFA, simplemente consideraron que el gesto salía muy caro. Pedir perdón a los italianos por lo que hizo Federico Barbarroja es una cosa, pero pedir perdón por lo que hicieron sus padres, hermanos, tíos o incluso ellos mismos es otra cosa.

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  7. Estimado Señor,

    Una medida de la profunda división entre las gentes es que los que piensan distinto son vistos como brutos o como sinvergüenzas. Cuando le negamos al otro capacidad u honradez, ya está, apagá la luz y vayámonos.
    Lo de AMLO me gustaría verlo en otra luz: claramente no es tonto, no hubiera llegado allí de chiripa, como Gardiner de "desde el jardín", ni es un taimado calculador, ya que el mundo entero se le caga de risa en las barbas.
    Este presidente hace politica cada vez que habla y le está hablando a sus compatriotas, y elije mostrar que se pelea contra monigotes de paja ya que no puede pelear en serio a los problemas que tiene. Digamos; ¿que hacer con el robo de combustible a la petrolera estatal? Supuestamente el petróloeo es de todos los mexicanos, pero con habitualidad algunos lo roban como si fuera de Rockefeller. De paso, cada tanto los ordeñadores explotan, porque las medidas de seguridad se relajan un tanto en el arrebato.
    Ya que tampoco puede hacer nada con Trump y su ridiculo muro, o evitar que los narcos sigan haciendo su guerrita en la frontera, ni siquiera que que los mexicanos muy ricos paguen impuestos, pues bien, demuestra que ganas de hacerlo no le faltan mostrando que está dispuesto a pelearse con cualquier muñeco de paja. Aunque sean tan encantadores como el rey y Leticia.
    Me gustaría comentarte sobre el concepto de mesogenia.
    Ese constructo tiene el problema que su existencia es indemostrable, ni a favor ni en contra. Los españoles son como 47 millones, y en el revoltijo habrá de todo.
    Y tiene otro problema, quizás peor: si eso fuera cierto ¿Qué hacemos? recomendamos la migración masiva a otras tierras, el suicidio a la Jim Jones, o nos tomamos otro vino, porque si no hay salida que Dios nos coja borrachos.
    A mi me parece mirando desde lejos, como Belcebú en su nave, que los españoles tienen el tic de decir que el gobierno es horrible. Quizás tengan razón, pero cada pueblo tiene tics similares, sin importar la pertinencia del gesto.

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  8. Creo que os interesará saber que los propios defensores de los indígenas mexicanos se han quejado al señor López Obrador por el asunto de la carta, porque opinan que es más urgente que el señor presidente de México solucione loa abusos actuales en vez de pensar en lo que pudiera ocurrir hace quinientos años. Parece que, como dice Chofer fantasma, entre muchos hay opiniones diversas.

    https://www.20minutos.es/noticia/3600735/0/indigenas-opinion-peticion-perdon-conquista-mexico-espana-lopez-obrador/

    Aparte, soy de la opinión de Tepúflipo de que pocas cosas más occidentales, dentro de que el término es una enorme generalización, que echarse la culpa (por mi culpa, por mi culpa y por mi gran culpa, reza una oración...) de lo que sea. No hay más que asomarse a Twitter y ver a todos estos que se revisan los privilegios por ser blanco, hombre, heterosexual, no tener discapacidades o incluso haber nacido en Europa o ser de familia acomodada. Y, esto lo añado yo, no creo que tenga que ver con esa tendencia a la picaresca, aunque creo que es algo existente y vergonzoso.

    Más bien tiene que ver con que el cristianismo ha dejado el poso de que somos pecadores: tenemos que salvarnos, da igual el motivo, la cuestión es que nuestro pecado es lo que nos define. La izquierda no deja de tener mucho de cristianismo "laico" y se le notan esos dejes, en otros tiempos era más la clase social y ahora le ha tocado a un conjunto de características demográficas que por unos motivos u otros suelen tener más los favorecidos.

    Al menos, en mi opinión.

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  10. Me gustaría que los lectores dispusiéramos de un aforador de opiniones, algo así como un marcador del 1 al 10 para mostrar nuestro asentimiento o disconformidad con las opiniones que aquí se leen, porque al menos en mi caso por desgracia (por desgracia para mí claro está) carezco del nivel de retórica y conocimiento para expresar mis opiniones tan bien narradas y fundamentadas como aquí las exponen nuestros "opinadores". Las personas como yo, que nos bulle una idea o un sentimiento de afinidad o discrepancia sobre una opinión recién leída pero sentimos carecer de recursos verbales (y formación) para expresarla, nos podía facilitar una herramienta para dejar constancia de ello. ¿Quién sabe?, a lo mejor el que llegue a mil positivo tendía un premio. Y el que vote negativo que al menos diga por qué.

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    1. Lo tengo que investigar, porque aquí dependo del software que tenga blogspot; y luego estoy yo, que no soy ningún genio de la tecnología.

      Pero aquí la única línea roja es el insulto a los vivos. Todo lo demás está permitido.

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