Alguna vez ya ha pasado en este blog que he concelebrado en
el tiempo dos series distintas. Es a gusto del cliente, que así no se ve
abrumado por un montón de textos sobre el mismo tema (que lo mismo le interesa
menos) y puede ir poniendo su atención en otras cosas.
Además, hay un pequeño aliciente más en esta historia que
quiero comenzar a contaros aquí porque, como hace unos días decía un comentario
a uno de mis posts, hay demanda de información sobre Ucrania, y de Ucrania,
aunque sea indirectamente, tendremos que hablar aquí queramos o no, porque será
en Ucrania donde transcurra una parte no poco importante de esta Historia.
Os quiero contar el relato de, como reza el título de esta
serie, un hombre que sabía hacer las cosas muy bien. O sea, sabía colmar
perfectamente las expectativas de sus jefes y, precisamente por eso, llegó él
mismo a ser algún día un jefe supremo. Y lo escribo porque me da rabia que se
esté olvidando la figura de este hombre que, sin embargo, tiene mucho que ver
con el mundo actual en el que vivimos, que fue, en gran parte, preconfigurado
por sus aciertos y, de modo nada despreciable, por sus errores. Porque Leónidas Breznev sabía
hacer las cosas bien, pero eso no le impidió equivocarse.
Situémonos en 1887, el año que Sasha, el hermano mayor de
Vladimir Lenin, fue ejecutado por haber tratado de matar al zar. Ese año, una
compañía franco-belga llamada la Compañía de Rusia del Sur selecciona una
ciudad ucraniana a orillas del gran río que cruza el país, el Dnieper, para
localizar una factoría metalúrgica. La noticia del proyecto de Kamenskoye atrae
a muchos obreros rusos en búsqueda de mejores salarios, y entre ellos a Yakov
Breznev, que hasta entonces vivía en Kursk, casi en la frontera ruso-ucraniana.
Efectivamente, tal y como había previsto Yakov no tiene demasiados problemas
para colocarse en la fábrica y, de hecho, algunos años después lo hará también
su hijo Ilya.
Ya siendo todo un trabajador por cuenta ajena, Ilya Breznev
conoce y se casa con Natalia, una agradable y atractiva morenita de 18 años. El
19 de diciembre de 1906, en el mismo barracón adyacente a la fábrica que
ocupaba la familia, más bien poco dotado, nace su hijo mayor, Leónidas Ilych
Breznev, que está llamado a convertirse en el segundo, si no en el primer,
hombre más poderoso del mundo.
El pequeño Leónidas no pasa mucho tiempo en aquel cuartucho
mal amueblado, pues antes de que estalle la primera guerra mundial la familia
se habrá mudado a una casa con más posibles, algo más lejos de la fábrica. En
todo caso, los primeros años de aquel niño transcurren en un pueblo metalúrgico
de no más de 22.000 habitantes, en el que una mitad son rusos y la otra, polacos,
acompañados de pequeños grupos de alemanes, judíos y checos. Los ucranianos,
por cierto, son franca minoría. Todos los naturales del lugar que había por ahí
eran agricultores, por lo tanto con poca relación con la fábrica, y lo seguirán
siendo años después, cuando Stalin decida matarlos de hambre.
La infancia de Leónidas Breznev se consumió, probablemente,
jugando al fútbol en la calle (porque era un auténtico forofo de ese deporte
que entonces casi nadie practicaba) y andar persiguiendo por el pueblo al único
coche que había en todo Kamenskoye, propiedad del notario local. Eso sí, el
pueblo, de honda tradición rusa, tenía una taberna en cada esquina, e incluso
dos kazyonki, o tiendas estatales de
vodka.
Los indicios que nos han llegado especulan, con bastante
probabilidad de no equivocarse, con que el pequeño Leónidas fuese
comparativamente más pobre que sus compañeros de clase. Aunque la escuela de
Kamenskoye estaba subvencionada por la fábrica, el resto de la matrícula, para
obreros poco cualificados como Ilya Breznev, suponía una carga muy elevada. Sin
embargo, por razones que obviamente no nos han llegado, el bravo ruso emigrado
decidió que su hijo recibiese una buena educación, tal vez soñando con que
algún día pudiera ser un ingeniero como los polacos que cortaban el bacalao en
la fábrica (si ésa era su ilusión, se cumplió). En la escuela, como no había llegado la LOGSE,
estudió Breznev latín, alemán, francés, literatura y gramática rusas, Historia
de Rusia, biología, química, física, matemáticas, geografía y arte. Probablemente,
el profesor que más marcó al joven estudiante fue un curioso personaje llamado
Iosif Zakharovich Shtokalo, prototipo del hueso
(se jactaba de no haber pasado jamás de notable en una calificación en física y
matemáticas, sus materias), y que era un hombre profundamente religioso que, en
todo caso, en 1917 se haría profundamente revolucionario. Su influencia
fundamental llegó a partir de 1918, cuando el director obrante en la escuela se
enroló en el ejército y pasó él a ocupar el puesto. Shtokalo, por cierto, hizo
una carrera muy sólida en el mundo universitario ucraniano, llegando a ser
profesor de la universidad de Kiev y miembro de la Academia Ucraniana de
Ciencias. Su especialización, según el boletín matemático ucraniano, fueron los
métodos asintóticos para la resolución de determinadas ecuaciones diferencialeslineales con coeficientes variables.
Leónidas, en cambio, no estaba llamado a ser un estudiante
brillante. Era bueno en ruso, pero en el resto de las asignaturas, diremos que
se defendía. Pero, como ya habrán adivinado quienes hayan echado una cuenta
bien sencilla, la vida escolar de Breznev cambió, y no fue a causa de su
brillantez o de su estulticia, sino a causa de la Revolución Rusa, que entre
otras cosas convirtió su escuela relativamente elitista en una trudova schola, o sea escuela del
trabajo.
El periodo revolucionario entre la caída del zar y la
ascensión de los bolcheviques fue caótico en todo el territorio de lo que luego
se conocía como Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas; pero de todos los
territorios, tal vez el peor era Ucrania. Allí había tres facciones bien
consideradas, formadas por los bolcheviques, los partidarios del gobierno
provisional menchevique, y los nacionalistas ucranianos. Estos últimos fueron
los que presionaron más. Trece días después de la revolución en Petrogrado,
declararon la creación de la República Popular de Ucrania, con capital el Kiev.
A esta declaración siguieron cuatro años caóticos, no de guerra civil, sino de
varias guerras civiles entrelazadas entre rusos blancos, bolcheviques,
nacionalistas, anarquistas y otras fuerzas revolucionarias. La factoría de
Kamenskoye cerró, y no volvería a abrir hasta 1925.
En enero de 1918, los bolcheviques, excelentemente bien
organizados por Trotsky, tomaron a los nacionalistas la propia Kamenskoye, así
como Yekaterinoslav, ciudades ambas en las que sus unidades militares se
desempeñaron, más o menos, como los tercios de Flandes algunos siglos antes.
Sin embargo, en ese momento la República Ucraniana alcanzó un acuerdo por su
parte con Alemania y Austria, merced al cual el ejército del káiser entró en la
guerra entre ellos y os bolcheviques. Tropas alemanas entraron en Kiev el 2 de
marzo de 1918. Dos semanas después, reocupaban Kamenskoye, donde germanos y
austriacos hicieron una auténtica masacre de rojos y, por cierto, ya que
estaban, también de gitanos. Como es bien sabido, no obstante, ocho meses
después los alemanes se rendían, con lo que las tornas en el campo ucraniano
volvían a darse la vuelta. Así que la guerra civil recomenzó, con la
intervención nada despreciable de pequeños ejércitos privados, formados por
miles de partisanos rurales, que eran auténticas partidas de la porra
ucranianas. El más famoso de ellos fue Grigoriev, quien desde su base de
Romankovo controlaba un ejército de 16.000 borrachos violadores, que primero se
alió con los bolcheviques para luego enfrentarse a ellos; o el final asesino de
Grigoriev, el anarquista Néstor Makhno.
En todas estas cosas que pasaron, el joven Leónidas Breznev
no tomó parte. Era demasiado joven, y/o tal vez ya estaba desarrollando, por
aquel entonces, esa inmarcesible habilidad suya para no implicarse en nada que
le pudiera reportar problemas. En el invierno de 1920, estuvo a punto de morir,
como casi todos sus compañeros de colegio, por la brutal epidemia de tifus que
se presentó en el área. En aquel tiempo, alumnos y profesores iban a clase
descalzos, pues hasta ese punto se había empobrecido la ciudad.
En 1923, en una decisión que él nunca explicó y tampoco sus
contemporáneos, Leónidas Breznev cambió radicalmente la orientación de su vida.
Él, que iba para metalúrgico, de repente y sin motivo aparente decidió ocuparse
de la agricultura. Dos pueden ser las razones de dicho cambio, o las dos. Una,
la enorme escasez de perspectivas que ofrecía Kamenskoye, una población hecha
por y para una factoría que todavía tardaría dos años en abrir. La otra, el
discurso del bolchevismo triunfante que, como es bien sabido, comenzó el diseño
de la nueva sociedad que quería crear por el campesinado.
Esta segunda explicación nos vendría a decir que en algún
momento entre 1918 y 1923, Leónidas Breznev decidió hacerse comunista, ser un
comunista. Cierto es que el segundo de los años ingresa en el Komsomol, o sea
las juventudes comunistas. Pero este gesto podría no estar inspirado por la
pasión ideológica, sino por el cálculo estratégico: siendo miembro de las JC,
podía entrar sin problemas en la Escuela Técnica para la Utilización y Reclamo
de la Tierra de Kursk, que era lo que quería hacer.
Fuese por cálculo, o por convicción, lo cierto es que es en
ese año de 1923, con 17 años, cuando Leónidas Ilych Breznev se va a Kursk, a
realizar un curso de cuatro años y a comenzar una carrera como comunista que,
en ese momento, no es especialmente prometedora.
Magnífico que atiendas los reclamos de tus lectores. Tiene muy buena pinta está serie. En todo caso la de Libia también está muy interesante. Saludos.
ResponderBorrarTe lo agradezco, es una tema candente. Por cierto, el enlace al trabajo del hueso da error.
ResponderBorrarHum.
ResponderBorrarMe intriga mucho le evolución de la futura serie, pues cuanto he leído hasta la fecha de Leónidas (poquísimo) apunta a que fue un gobernante ignorante, recrudecedor de la Guerra Fría y con quien la corrupción se desbocó totalmente.
Espero con interés nuevas entregas.
Rafael.