Bueno, ya se murió don Santiago. El último mohicano de la última guerra entre los indios y el Séptimo de Caballería, al menos de momento. Tengo por mí que ha tenido mala suerte Carrillo. A pesar de lo mucho que puso de su parte, fumando como un carretero, para morirse en tiempo y forma adecuados para recibir el homenaje de la sociedad española que tal vez merece, ha seguido vivo unos veinte años, distancia que convierte su óbito en algo más de andar por casa de lo que podría haber sido. Adolfo Suárez acabará siendo otra víctima del mismo síndrome.
A mí, Carrillo no es un personaje que me haya caído especialmente gordo o simpático, aunque creo que las alabanzas que está recibiendo en estas horas por parte de sus compañeros de clase política (muchos de los cuales dan la impresión, en la mirada, de saber apenas de quién están hablando) son en parte ciertas. Aunque también es verdad que, quizá, sobrevaloradas.
El gran activo histórico de Santiago Carrillo consiste en haber integrado al Partido Comunista en los engranajes de la Transición Política y, entre otras cosas, haber colocado a la izquierda española más de izquierdas (por decirlo de alguna manera) bajo la bandera constitucional. Carrillo, eso es verdad, enterró durante treinta años la tricolor republicana, que pasó a ser un exotismo de salón de militante del Movimiento Comunista. Aunque conforme pasen las décadas, si los futuros historiadores estudian algo de Filosofía y de moral y tratan de tener un mínimo compromiso con su verdad, es posible que estas afirmaciones comiencen a matizarse. Porque cuando se murió Franco, cierto, daba la impresión de que la verdadera oposición de izquierdas en España era el Partido Comunista. Pero que tengamos la impresión de una cosa no quiere decir que esa cosa sea. La historiografía actual huye como de la vacuna del tétanos de la idea perversa de que la oposición al franquismo, existir, existir, lo que se dice existir, no existió. Que desde 1956, y sobre todo desde 1962, el franquismo sufrió el embate de las reivindicaciones obreras, es un hecho. Que la universidad también se calentó y hubo más que hostias, también. Pero de ahí a decir que el anciano que en 1974 pilló una tromboflebitis porque casi no se levantó en un mes porque quería ver el Mundial de fútbol se sentía amenazado o se sentía en peligro, hay un trecho jodidamente largo. El general Franco, nos guste o no, estaba, a doce meses de su muerte, absolutamente encantado de haberse conocido.
Llegada la Transición, el Partido Comunista intentó el trile que en el 36 y ss le salió bien: dar la sensación de que ellos lo eran todo en el ámbito que pisaban. Y les podría haber salido bien si el PSOE no hubiese, años antes, reseteado su médula espinal para sacudirse la leucemia de sus adherencias republicanas (no del régimen republicano, sino de la época republicana). Los socialistas emboscados en la caverna del pasado, que los había, habrían llegado a una entente con los comunistas más o menos estrecha, comprometiendo su capacidad de ser la primera fuerza política de España. Los socialistas al mando del PSOE, sin embargo, como tenían el libro de instrucciones de la Playstation socialdemócrata, regalo de Willy Brandt, sabían que, a la larga, era mucho mejor dejar hacer a los rojos (sic) y esperar a que la sociedad española los encerrase en una pista de squash para que se diesen pelotazos, unos a otros, en los cojones, mientras España miraba. Que fue, exactamente, lo que pasó.
Así pues Carrillo, ciertamente, pacificó a la izquierda de España. Pero lo hizo, probablemente, porque no tenía más remedio. El día que Ladislao Azcona anunció inopinadamente, en los informativos públicos, que fuentes dignas de todo crédito (la Conferencia Episcopal) confirmaban la legalización del Partido Comunista (hecho que casi coincidió, detalle que se cuenta poco, con que Emilio Botín Sénior se hiciese entrevistar por El País para lanzar el mensaje de los banqueros de que otorgaban el nihil obstat a la citada legalización); el día que eso pasó sin que los falangistas convirtiesen España en una acromegálica cumbre de Montejurra, a tiro limpio con la peña, Santiago Carrillo, que no estaba exento de inteligencia, probablemente comprendió que su tiempo, mutatis mutandis, se había acabado. Porque aquel comunismo antifranquista era como Pepita la del tercero, que cuando echarle un polvo está prohibido no te puedes aguantar, pero cuando vas y te casas con ella y puedes consumar el himeneo cada noche, descubres que no te gusta. De la misma manera, cuando al comunismo se lo pudo votar libremente, la magia de la relación se fue a tomar por culo.
A don Santiago, además, siempre le perseguirá la cuestión de Paracuellos. Tema en el cual, lo digo sinceramente, creo que las personas y los historiadores (los distingo porque un historiador es una persona con Una Misión) de derechas se ceban demasiado con él. Carrillo siempre sostuvo, más o menos, que, lejos de ordenar las sacas de las cárceles de donde salieron los voluntarios forzados del paredón, el Comité de Defensa incluso discutió trasladarlos por su propia seguridad. Yo esto, la verdad, no me lo creo; pero tampoco me creo que tuviese Carrillo un papel fundamental en los fusilamientos.
Tristemente, a mí me parece que la verdad es más jodida aun.
Ayer, mientras jugaba el Madrid (hay que ver lo que me aburre el fútbol), en la 2 hablaban de la guerra civil, no sé en qué programa porque lo pillé empezado (y lo dejé pronto), y escuché a Paul Preston, importante marmolillo de la Iglesia de la Verdad Histórica Absoluta, hablando de la cosa. Y decía, cosa que no es en modo alguno incierta: todo el mundo, cuando habla de los enemigos internacionales de la República, cita a Alemania e Italia. Pero el verdadero enemigo internacional de la República fue Gran Bretaña, que con su política de no intervención impidió que se armase la República y bla, bla, bla (pongo estos blas porque la tesis, por ser más antigua que orinar las tapias, la supongo básicamente conocida por el lector).
Esta tesis, como digo, ya era sostenida seis minutos y medio después de haber emitido Franco el último parte de la guerra. Para que sea cierta, es necesario, entre otras cosas, que Carrillo ordenase los fusilamientos de Paracuellos. Y porque no lo hizo, o por lo menos yo creo que no lo hizo, es por lo que la tesis no es cierta, y la realidad mucho más jodida.
La jodida realidad es que ni Santiago Carrillo ni nadie que tuviese una escarapela de mando público mandaba una mierda en el Madrid de la segunda mitad del 36. La jodida realidad es que ni Comités, ni Oficinas, ni Ministerios, importaban nada en aquella España que estaba segura de una victoria rápida contra la reacción, pues consideraba el golpe de Estado fracasado (y es que, efectivamente, fracasó) y donde las personas, organizadas en patotas, adquirieron todo el protagonismo. Un Estado organizado y al mando podría haber justificado Paracuellos informando de la filiación de los fusilados y hablando de necesidades bélicas, y tal. Pero la República, por no estar, ni siquiera estaba en guerra; su orden era derogar las declaraciones de tal estado hechas por los golpistas.
A los fusilados de Paracuellos los mataron grupos de matones y lo triste, para la Historia de la Guerra Civil, es que en Madrid, en el otoño del 36, veinte matones podían pasearse por Madrid con un autobús lleno de gentes a las que iban a matar, sin que nadie se lo pudiera impedir. Los mataron tipos hartos de barrer para el jefe, o de pagar alquileres al casero, o de tener que reír los chistes sin gracia de don Arturo María. Y el problema de la República fue permitir que aquellos tipos se enseñorearan de las calles, de las cárceles, y de los paredones. Carrillo tenía razón. A los fusilados de Paracuellos, o cuando menos a muchos de ellos, les habría ido mejor si el viejo, entonces joven, dirigente comunista hubiese tenido mando en plaza. Pero no lo tenía. Por eso Preston, y todos los prestonianos, sueñan sueños de colores cuando dicen lo que dicen, tratando de traslucir que Gran Bretaña podría haber hecho otra cosa de la que hizo (o sea, de la que no hizo). Cosa que no es cierta, a mi modo de ver, porque Gran Bretaña nunca habría alimentado la fuerza de las armas de un régimen bajo el cual cualquier troll de internet podía ponerse a buscar a su bloguero preferido para meterle dos tiros, enterrarlo en una checa o simplemente pisarle la cabeza, con la excusa de que era un fachista (como entonces llamaban a los fascistas).
Tristemente para la II República española, los asesinos de Paracuellos no tienen nombre. Es más: es que es posible que, si rascamos y rascamos en el mito de Carrillo/Paracuellos, que es bien antiguo, encontremos que su construcción y subida a los altares, labor del franquismo, se encontró con la colaboración, o cuando menos con la omisión interesada, de los republicanos no comunistas. Lo realmente triste para la República sería reconocer que Carrillo no necesariamente tuvo que ver con aquellos asesinatos, porque eso equivale a reconocer que aquellos asesinatos eran posibles aun perpetrados por una tropa de mediopensionistas sin oficio ni beneficio.
A mi modo de ver, es otro el episodio de la República que Carrillo se ha ido a la tumba sin describir con todo el nivel de detalle que a mí me habría gustado. Me refiero al proceso de la izquierda tras la mal llamada Revolución de Asturias de 1934 (Golpe de Estado Revolucionario se adapta más a la realidad), que culminó con la fagocitación de las Juventudes Socialistas por parte de los comunistas. Es un proceso muy interesante que, como digo, nadie ha contado a fondo. Podrían haberlo contado dos personas, que son Largo Caballero y Carrillo; pero tengo por mí que una no la contó por vergüenza, y la otra por interés. Largo, por no tener que reconocer que le hicieron una llave de judo (hace años me enseñaron que el judo consiste en derribar a tu contrario usando para ello la fuerza con la que te ataca) y le hicieron zozobrar en sus propias ilusiones de liderazgo. Y Carrillo, porque durante años no podía contarlo (no, cuando menos, hasta la muerte de Stalin) y luego, llegado un tiempo, quizá pensó: para qué...
Elementos socialistas de aquellas juventudes, y estoy pensando ahora en Ángel Merino (Mi guerra empezó antes) han escrito, con notable resquemor, que no eran las bases de las JS las que justificaban dicha fusión. Si hemos de creer a estas fuentes, no había, entre los jóvenes socialistas, necesidad de concordar con los comunistas. Si esto es cierto, entonces la creación de las Juventudes Socialistas Unificadas, sin la cual los turbulentos primeros seis meses del 36 se entienden malamente, es el fruto de una confluencia: la confluencia de las ambiciones de Largo, que aspira al liderazgo total de la izquierda; y las de Stalin, que por aquel entonces está sacando a pesar todo aquello del socialismo por la base y los frentes populares y tal, que viene a ser algo así como: dado que no voy a ningún lado con mi minicoche de 45 km/h de velocidad máxima, voy a formar un Frente Popular con Fernando Alonso y su Ferrari, que ya llegará el tiempo de darle un papirotazo y coger yo el volante...
Santiago Carrillo, Federico Melchor y José Cazorla, los tres dirigentes comunistas, viajaron a Moscú en aquellos primeros albores del 36. A su regreso, se crearon las JSU. Y Merino, que era militante de las JS, escribe: "de la noche a la mañana, la dirección de las Juventudes Socialistas desechó todo el pensamiento político que hasta la fecha había defendido y propagado, y se alineó al lado de los comunistas". Hubo, pues, un giro copernicano en la estrategia socialista, y se creó, conscientemente, el primer mojón de una re-fusión de comunistas y socialistas.
Este hecho tiene una importancia capital para lo que pasó después. Al albur de aquella fusión, más la extremada generosidad del Frente Popular al otorgar a los comunistas puestos en las listas de las elecciones del 36, pudo el Partido Comunista tener una fuerza de la que hasta aquel momento carecía; lo cual quiere decir introducir un matiz de gran importancia en la política interior: a eso que podríamos llamar la "revolución española" se le une y mezcla, ahora, la revolución soviética en España. Que no eran la misma cosa pero, para desesperación de los anarquistas y crujir de dientes del exilio republicano tras la guerra, acabarán siéndolo.
Hubiera sido interesante que Carrillo se hubiese explayado un poco más sobre este proceso. Pero qué le vamos a hacer, así es la Historia, y así son quienes la protagonizan.
Carrillo asesino de masas
ResponderBorrarHombre, en cuanto a que nadie tenía mando en la plaza, no estoy de acuerdo, por ejemplo Melchor Rodríguez paró las sacas en cuanto pudo, jugándose el pellejo, pero lo hizo. Carrillo tenía la autoridad y los medios para interrumpir las sacas, si éstas concluían con el asesinato de los "trasladados", y no lo hizo, o al menos no hay pruebas de que lo intentara.
ResponderBorrarPero Melchor Rodríguez, cuando para las sacas en Alcalá de Henares, no exhibe el BOE donde le nombran secretario de prisiones, sino que saca la pipa y afirma que al que quiera llevarse a los presos le pega un tiro.
BorrarAsí pues, lo que exhibe no es la escarapela del poder, sino la escarapela de tengo un arma, y sé usarla.
Por eso hablaba de autoridad y de medios:
BorrarEn cuanto a los medios, al Consejero de Orden Público de la Junta de Defensa, en otoño del 36, el enemigo ad portas, se le suponen medios más contundentes que una pistola para hacer valer su voluntad, entre otras cosas porque a sus órdenes las sacas fueron ejecutadas por gente armada (agentes de la DGS y milicianos).
Sobre la autoridad, si la Junta de Defensa la tenía para ordenar "traslados" digo yo que también podría detenerlos cuando supo de los asesinatos, ya fuera enseñando el BOE (autoridad) o los fusiles.
Y debía conocerlos porque son tantas las organizaciones involucradas de un modo u otro en la masacre (Dirección General de Seguridad, Comités del Frente Popular de Ventas y Paracuellos, Cárceles Modelo, San Antón y Porlier, Radio Comunista de Ventas, la tira de vecinos de Paracuellos que tuvieron que cavarse las zanjas, y hasta el Servicio Municipal de Transportes de Madrid, al que pertenecían los -mínimo- 11 autobuses que iban sacando presos), que me niego a pensar que ni la Junta ni Carrillo sabían qué estaba pasando. Sin contar con que alguien llamaría desde Valencia o las escalas para decir “eh, que me faltan x00 presos evacuados que iban a llegarme hoy y otros tantos de ayer, ¿sabéis algo de lo mío?”
Finalmente, aún si la orden era de traslado y no ejecución, al saber que se incumplían sus órdenes, debían haber rodado cabezas, o haría lo posible para perseguir a culpables incontrolados, a fin de cuentas lo del orden público entraba en su negociado, al menos nominalmente; pero no consta, no consta.
Por ello, mi opinión es que es responsable.
Dicho lo cual, tu post, como el resto del blog, se sale, ¡estoy aprendiendo un huevo!
Lo que sucede con Paracuellos es que la versión de Carrillo es poco, o mejor dicho NADA creíble. Él ha reconocido, en numerosas ocasiones, que ordenó los traslados de prisioneros y que, por falta de personal, no tenían la escolta apropiada, me manera que al ser asaltados durante el traslado, no pudieron hacer nada para evitar la masacre.
ResponderBorrarEsa postura sería defendible si solo hubiese ocurrido una vez, pero sucede que las sacas tuvieron lugar entre el 7 de noviembre y el 4 de diciembre de 1936 (casi un mes) y que de 33 (treinta y tres), 23 (veintitrés) acabaron en asesinatos.
¿Único culpable? No creo. El asesinato masivo no es una decisión que pueda tomar una sola persona. Pero no parece razonable que Carrillo no supiese lo que estaba pasando y que cada vez que ordenase un traslado de prisioneros no supiese cual iba a ser el destino final de esos prisioneros.
Es curioso que los defensores de la Memoria Histórica (así, con las mayúsculas de Causa) defienden la tesis de que la represión en la retaguardia franquista, especialmente tras la guerra, fue un hecho deliberado, planificado y programado, de modo que entraría en la definición de crímenes contra la Humanidad (tal como, más o menos, se definió para tener algo de lo que poder acusar a los nazis en Nuremberg, aunque considero más cercana la definición que se dio a partir de la Guerra de Bosnia), en tanto que la represión en la retaguardia roja fue algo no planificado, espontáneo, puntual, y obra de exaltados fuera de toda ley y control, siendo así que ambas represiones las más de las veces (al menos durante la guerra) siguen esquemas de desarrollo parejos.
ResponderBorrarCiertamente, de aplicarle a Carrillo el mismo criterio que la Memoria Histórica asigna a la represión franquista, se le podría llamar perfectamente genocida, aunque sus (presuntos) crímenes hayan quedado amparados por las diversas amnistías promulgadas desde 1977.
En cualquier caso, coincido con Juan de Juan en su valoración del papel de Carrillo y de los “exaltados” de retaguardia durante las sacas del 36, y en el global de la estrategia británica durante la guerra.
Eborense, strategos
Estoy con Numeros. Con respecto a Paracuellos Carrillo sólo nos ha dejado una sarta de mentiras, y se sabe que las órdenes para las sacas partieron de la Junta de Defensa en las primeras horas del 7 de noviembre, entre otras cosas porque se lo contó el propio Santiago a Ian Gibson. Así que los "grupos de matones", a.k.a. Milicias de Vigilancia de Retaguardia, no actuaron por su cuenta, sino bajo las órdenes de la Junta de Defensa y de la Consejería de Orden Público, controlada por los comunistas de las JSU.
ResponderBorrarNo es que no me fíe de Carrillo. Del que no me fío, es de Gibson :-D
BorrarUno de los escasos quintacolumnistas reales de Madrid, en un libro no muy citado, relata cómo fue detenido en su casa de la calle Barquillo por García Atadell en persona. Y cuenta que, cuando ya lo llevaba a la checa de Bellas Artes, decidió, porque le salió de los cojones, llevarle a otro sitio. Gesto con el que le salvó la vida.
BorrarSon bastantes los testimonios en el sentido de que las miniturbas y patotas hacían lo que les daba la gana en aquel Madrid. Y luego están los indicios. Si el gobierno republicano, o partes de él, hubiesen decidido la matanza de la Modelo, la habrían hecho, sí. Pero no en el patio, desordenadamente, como realmente se hizo.
Me vas a permitir, pues, que siga en mis trece. Yo creo que las matanzas del Madrid del 36 no fueron planificadas. Lo cual las hace, si cabe, más repugnantes.
No he estudiado el tema y por tanto no me atrevería a pontificar sobre el mismo, pero se me hace muy cuesta arriba creer que una y otra vez algunos exaltados y por su cuenta y riesgo actuasen sin que mediase, por lo menos, la complicidad de las autoridades. Me pega más que aún sin ordenarlo, decidiesen que no iban a enfrentarse a los suyos para salvar a unos asquerosos fachas que no merecían ser salvados. Como bien dices, no es que esta alternativa deje mucho mejor a Carrillo y sus jefes, porque en el fondo se trataba de echar carnaza a los tiburones para aplacarlos.
BorrarEn fin, una época sobre la que sólo un malvado o un ignorante puede sentirse orgulloso.
La que tú describes, Anónimo, es, más o menos, la opinión que yo tengo sobre la materia.
BorrarMi padre vivió en la calle Prim toda la década de los 30. Nación en el 15. Vive. Una de las anecdotas que cuenta es que entonces se podía atravesar el Cuartel General del Ejército desde Prim hasta Alcalá sin problema y sí, Madrid, era un sindios en el 36. A él se lo llevaron los de los panaderos (los blancos) a lo que hasta hace un par de años era el TEAC de la calle Génova. Lo que viene a corroborar que ni plan ni estrategia, descontrol y odio.
BorrarSeguia este blog con cierta aficion...me parecia bastante imparcial. Está claro que 70 años + o - despues de tan desgarrador conflicto, en este pais sigamos dando opiniones tan parciales y partidarias por todas las partes...y es que aun no hemos digerido nuestro pasado ni presente. Es lamentable que la ley sea diferente segun tu tendencia politica y posicion en la jerarquia de la casta. En cualquier caso, aunque nunca se sepa la verdad, alguien que por accion directa o por omision de sus responsabilidades deriva en 2500 asesinatos no deberia ser objeto de ningun reconocimiento.
ResponderBorrarNo se, es evidente que una buena parte de los asesinatos que sucedieron en Madrid no fueron planificados, sino que fueron consecuencia de la huida del gobierno y de que los milicianos quedasen sueltos sin orden ni disciplina alguna, pero en el caso de Paracuellos parece que hay por lo menos algo de planificación, aparte de que Carrillo ordenase los traslados, hay indicios de que podrían haber estado implicados Mijaíl Koltsov o Alexander Orlov (Es decir, el NKVD) y eso sugiere un mínimo de planificación.
ResponderBorrarPero, cambiando un poco de tema, hay una etapa particularmente siniestra en la vida de Carrillo de la que se habla muy poco y es su ascenso al liderazgo del PCE, en esos años (1939-1960) no se podía prosperar en la URSS sin dejar cadáveres (no metafóricos) detrás y hay unos cuantos indicios de que así fue. Julián Grimau estaba convencido de Carrillo le había entregado y Lister le acusa de asesinar (o planear asesinar) a varios dirigentes del partido (ahí nos queda la duda de hasta donde nos podemos fiar de Lister, claro) Desde luego no fue la virtud la que lo llevó a la secretaría general.
Te matizo una cosa, Alberto. Al menos en mi conocimiento, era Líster, no Grimau, quien estaba convencido de que Carrillo lo había enviado a Madrid y además había arreglado la delación del viaje para que lo matasen.
BorrarY aquí entramos en el procelosísimo tema de hasta qué punto son creíbles las cosas que dijo y escribió Líster desde el anticarrillismo. Temita que da para mucho, como digo...
Me parece que me la voy a envainar con el tema de Grimau, porque he repasado un poco y, aparte de lo de Lister, solo hay testimonios de segunda o tercera mano y todos de anticarrillistas.
BorrarPero vamos, sigo pensando que para ascender con Stalin hay que tirar a un montón de gente a la trituradora.
BorrarUn par de puntualizaciones:
ResponderBorrar1. Que el gobierno de su Graciosa Majestad pasase de la Repu y ayudase más o menos descaradamente a "los otros", no creo que fuera por amor al orden y buenas costumbres, o porque hiriera muchisimo a su sensibilidad el que fusilasen a curas papistas; más bien les debía de preocupar la seguridad de los bienes de sus connacionales, algunos tan estratégicos como las minas de Riotinto o las bodegas de xerry, que es muy amargo beber sólo oporto.
2. Lo de Carrillo, más detalles. A los que, aún hoy, siguen queriendo recordar su Siniestro Pasado: Números mismo nos recuerda que no todas las ordenes de traslados terminaron en asesinatos. así que ¿Hasta qué punto "sabían" él (y el resto) que esos traslados podían equivaler a una condena a muerte? Así que JdJ algo de razón debe de tener cuando ve en todo ello anarquía y desorden, algo típico, por cierto, no sólo en España, sino en todo conflicto civil, y aún más aún en sus inicios.
Por cierto, Melchor Rodríguez era anarquista.
Una puntualización a tus puntualizaciones.
BorrarObviamente, el post no iba de la ayuda de UK o la no intervención, así pues no todos los aspectos pueden ser analizados. Dicho esto, en las memorias de la época, sobre todo de políticos conservadores (y me estoy acordando ahora de Harold McMillan) hay poquito de lo que tú dices, y yo lo entiendo, porque ese tipo de cosas se pueden pactar. Vaya, que si ese fuese el problema, la República, a cambio de poder importar armas de Inglaterra, les habría construido una valla alrededor de las posesiones británicas de su zona y las habría declarado Zona Desmilitarizada Apátrida.
El problema, y vuelta la burra al trigo, es que el gobierno de la República ni siquiera podía prometer eso. Porque en un país donde un grupo de culiparlantes entran en, no uno, varios cementerios eclesiales y sacan los cadáveres de las monjas a pasear, ¿cómo coño convences a nadie de que puedes proteger una fábrica, o un condominio, o una simple taberna?
Muy de acuerdo con la puntualización de mis puntualizaciones. Simplemente, me apetecía comentar, y es muy jodido encontrar algún "pero" a sus entradas. :-)
BorrarPues Gibson no es muy sospechoso de derechista, precisamente, y que yo sepa Carrillo nunca lo ha desautorizado.
ResponderBorrarAparte, creo hay que distinguir las matanzas ocurridas durante el verano de 1936 en la zona republicana de las que ocurrieron en el otoño. Las del verano -como la de la Modelo- no fueron planificadas, o al menos no por las autoridades. Las del otoño sí. Y hay una razón obvia: el Gobierno de Largo Caballero, formado en septiembre, no era como los anteriores; era un gobierno revolucionario, como su presidente. Y recordemos que a los dos ministros comunistas se sumaron a comienzos de noviembre nada menos que cuatro anarquistas. Y uno de ellos era el faísta García Oliver, y de Justicia, encima. Las luchas intestinas entre los partidarios de hacer primero la revolución y los de no, primero ganar la guerra, todavía no habían estallado; la prioridad era parar a los fascistas y "evacuar" a los presos de Madrid.
Hay órdenes de "poner en libertad" a presos que fueron fusilados en Paracuellos, órdenes firmadas por Segundo Serrano Poncela, Delegado de Orden Público, amigo y subordinado de Carrillo en la Consejería.
Y hay un acta descubierta por Jorge M. Reverte de una reunión en el Comité Nacional de la CNT el 8 de noviembre, en la que se informó de las decisiones tomadas por la Junta de Defensa el día anterior acerca de qué hacer con los presos, lo que incluía la "ejecución inmediata, cubriendo la responsabilidad" de los "fascistas y elementos peligrosos".
Hay pruebas de que la Junta de Defensa estuvo muy al tanto de las matanzas desde el primer momento, y a pesar de eso tanto la Junta como el ministro de Gobernación, Galarza, mintieron cuando dieron explicaciones al respecto. Y las matanzas continuaron días después de que el propio Carrillo suspendiera las "evacuaciones" debido a las protestas del cuerpo diplomático.
Esas protestas hicieron que el anarquista Melchor Rodríguez pudiera parar las matanzas finalmente el 4 de diciembre, a pesar de todas las trabas que se le habían puesto, incluso obligándole a dimitir semanas antes de su puesto como delegado especial de prisiones.
En fin, planificación hubo mucha, y que Carrillo estuvo metido en el ajo hasta el fondo y que siempre ha mentido sobre el tema es algo que ha reconocido recientemente incluso otro historiador tan poco sospechoso como Paul Preston ("El holocausto español").
Aprovecho para recomendar un libro reciente que creo que resume bien todo lo que se sabe sobre aquellos hechos: "El terror rojo", de Julius Ruiz.
La palabra no es "derechista". La palabra es infatuado.
BorrarY, desde luego, es posible que mi tesis no sea cierta. Por eso se llama tesis, si no se llamaría dogma, o axioma. Es más: leyendo tu comentario, y las fuentes que citas, y que calificas de "nada sospechosas" (a mí me parecen ambas bastante sospechosas, la verdad; ciertamente, no en el sentido de que lo que desarrollas, pero eso de que son historiadores limpios de polvo y paja...), me da que pensar que no sólo es posible que tengas razón, sino que es posible que, a partir del día de hoy, muerto el ser humano llamado Carrillo, quizá esta historiografía "nada sospechosa" despierte de repente, vea la luz y, oh casualidad, encuentre los trazos definitivos de lo que pasó en Paracuellos y otros lugares.
Hombre, Juan, decir a estas alturas que fue obra de incontrolados... Eso ya no se lo cree nadie, salvo los comunistas más acérrimos, sobre todo tras la apertura de los archivos de la Unión Soviética, cuya documentación no deja al difunto Santiago en muy buen lugar (pienso concretamente en los informes de Dimitrov y Stepanov).
ResponderBorrarEres muy libre de creer lo que quieras, pero esto me parece poco serio.
A lo peor es que soy poco serio, Giacomo. De todas formas, creo que ves las cosas de una forma demasiado binaria.
BorrarYo creo en la teoría de los incontrolados, pero en modo alguno creo que eso quiera decir "nadie en la estructura del Estado tuvo nada que ver". Eso pudo ser así, quizá, en la quema de iglesias del 31; pero no en la represión del 36, aunque sólo sea porque esta represión supuso la entrada física de los represores en edificios oficiales, como las cárceles.
Cuenta Merino, el socialista que cito en el post, que unos días antes del golpe recibieron en la JSU una caja de pistolas, cargadores y balas. Y dice: "creo que las enviaban del cuartel de Pontejos"; ya sabes, el de Castillo y toda la peña.
Para mí, hay una diferencia entre:
1) El coronel jefe de Pontejos, con todos los pronunciamientos del Ministro de Gobernación, el Tribunal Supremo y la Presidencia de la República, envió las pistolas.
2) Las pistolas fueron robadas por algún guardia de asalto rojillo y se las envió a la JSU.
3) Las pistolas fueron enviadas, con luz y taquígrafos, por alguien de Pontejos, MIENTRAS LOS MANDOS MIRABAN PARA OTRO LADO O NO SE PREOCUPABAN DE INTENTAR SABER NADA.
A mi modo de ver, las visiones binarias se basan en que sólo existen 1) y 2). Pero, para mí, existe 3); y es, de hecho, lo que creo que pasó.
A más a más, que dicen en Cataluña.
BorrarA Calvo Sotelo lo mataron UNOS guardias de asalto, UN guardia civil y unos paisanos. A Calvo Sotelo no lo mató LA Guardia de Asalto, LA Guardia Civil, y nos paísanos.
A esa diferencia es a la que me refiero.
magnifico post juan de juan, prácticamente subscribo esto
Borrarme queda la duda de a cuento de que viene llamar a Preston marmolillo de la Iglesia de la Verdad Histórica Absoluta? a mi me parece un magnifico historiador
pero que me desvío de lo que te quiero preguntar has visto el documental paracuellos en la memoria que está colgado en la web de RTVE?en la seccion a la carta? salen Preston, Jorge M. Reverte, Viñas, Togores.. a mi ese documental me parece esclarecedor
magnifico post juan de juan, prácticamente subscribo esto
ResponderBorrarme queda la duda de a cuento de que viene llamar a Preston marmolillo de la Iglesia de la Verdad Histórica Absoluta? a mi me parece un magnifico historiador
pero que me desvío de lo que te quiero preguntar has visto el documental paracuellos en la memoria que está colgado en la web de RTVE?en la seccion a la carta? salen Preston, Jorge M. Reverte, Viñas, Togores.. a mi ese documental me parece esclarecedor
Como siempre interesante el post sobre Carrillo y los comentarios. Hace mucho tiempo que sigo este blog y es la primera vez que los comentarios me gustan tanto como el post. Nuestra desgraciada guerra civil está llena de episodios oscuros y, a mi juicio, Carrillo es un personaje de novela de terror. Pasará a la historia reciente (Dentro de pocos años será un personaje desconocido) como un gran demócrata porque tuvo una vida longeva y algunos aciertos en la transición. El coraje de Melchor Rodriguez deja en evidencia la actuación de Carrillo. Creo que Carrillo no ordenó la matanza de Paracuellos pero no la impidió y era plenamente consciente de lo que sucedía. Si no estaba de acuerdo con lo que pasaba no tuvo huevos a ponerle freno y prefirió hacer la vista gorda, por lo tanto y como mínimo: CULPABLE POR OMISIÓN. Carrillo no sólo reniega de su padre también purga el PCE con métodos estalinistas. Se ha muerto el único hombre que podía decir que pasó con NIN. Aunque lo más triste para mi es que nunca haya combatido y defendido sus ideas desde una trinchera en primera línea de frente, dispuesto a matar y dispuesto a morir como un hombre pero esto era demasiado para el. En definitiva: Un cobarde que llegó a viejo. También vi a Preston en la tele y vi algún vídeo enlatado de Carrillo presumiendo que se opuso a la invasión de checoslovaquia en línea con Ceaucescu, otro gran benefactor de la humanidad: Ruego se entienda la ironía. ¿Para cuándo una entrada sobre Melchor Rodriguez?
ResponderBorrarSí, pero eso pasó ANTES de la guerra ;)
ResponderBorrarLa diferencia con la represión de otoño del 36 es aquí había órdenes de las autoridades republicanas. O sea, que se involucraron.
Hasta entonces efectivamente las autoridades habían mirado para otro lado o incluso habían dado instrucciones para "dejar hacer" (como pasó con el famoso Tren de Jaén el 12 de agosto), pero no habían pasado de ahí.
Yo no puedo evitar, al leer todo esto, recordarme del suceso mucho más próximo del caso de los GAL y la responsabilidad en el mismo de Felipe González: si lo sabía, su responsabilidad era gravísima, si no lo sabía, su irresponsabilidad sería más grave todavía.
ResponderBorrarAthini Glaucopis
que tendrá que ver el Gal con Carrillo? Que era este último miembro del Gobierno?
BorrarSe te ve el plumero, Morgan.
Hola
ResponderBorrarPues a mí se me ocurre, por un simple ejercicio de lógica, que un grupo de incontrolados no puede ser muy grande en número. Los incontrolados, en general, son también desorganizados. Me puedo creer que un grupo de incontrolados/desorganizados fuese a la cárcel y se apiolase allí a todos los que se pusiesen a tiro. No me puedo creer que un grupo de incontrolados/desorganizados fuese capaz de montar toda la logística de las sacas. Para eso se necesitó alguna cabeza pensante y por lo tanto control y organización. Si fue Carrillo o no, eso es otra cosa.
Me da a mi que en realidad no interesa mucho la verdad, sino una verdad para defender de alguna manera los 40 años del tío Paco. Me gusta mucho este blog, pero creo que el autor se ha dejado influir por su ideario. Y a mi si me gusta Preston, quizás por que explica lo que dice
ResponderBorrarYa que lo conoces tan bien, supongo que no te costará trabajo explicarme cuál es mi ideario.
BorrarEso sí, no te olvides de incluir en todas y cada de tus afirmaciones las citas literales, con indicación del post de donde las has sacado, que demuestran tus asertos.
Estoy pensando: mándamelo por correo para que te puedas explayar bien. Que me apetece dedicarle un post.
BorrarHablando de Preston:
Borrarhttp://santiagonzalez.wordpress.com/2012/09/22/sin-que-sirva-de-precedente-2/
hablando de Preston:
Borrarhttp://santiagonzalez.wordpress.com/2012/09/22/sin-que-sirva-de-precedente-2/
La Guerra Civil es un tema en el que no he profundizado pero, puesto que la ignorancia es osada y sobre este particular tengo opinión formada, desearía hacer unas observaciones:
ResponderBorrar1. Las sacas coinciden con el inicio de la batalla de Madrid, hay indicios de presiones de los asesores comunistas en el sentido de eliminar a los 'quintacolumnistas' y el propio partido comunista ha comenzado a controlar los mecanismos del poder. Esto es, las sacas responden a un objetivo definido.
2. Para comprender una decisión como esta es preciso tener en cuenta que entonces la gente tenía una escala de valores distinta a la nuestra, a fin de conseguir los propios objetivos las vidas humanas, especial pero no necesariamente del contrario, no tenían gran valor (vale la noche de los cuchillos largos hitleriana o 'La normalidad del 36' justo aquí en link de los PDF).
3. Las sacas están programadas (de las que hay referencia todas firmadas por Segundo Serrano Poncela) y requieren una planificación y organización complejas (permisos, transporte, personal, armas y municiones, preparación del terreno -fosas,'enterradores'-, etc.). Si el hecho se repite y forma una serie es aún más difícil ya que los preparativos anuncian a la gente involucrada que va a repetirse el suceso. Cuatro gatos responsables de acciones puntuales y/o improvisadas no disponen, generalmente, de Estado Mayor. Lo siento pero en esto no coincido contigo.
4. La pérdida de control puede justificarse en una o dos ocasiones nunca en una serie que se repite varias veces -al menos siete- y se extiende durante casi un mes. Luego hay al menos connivencia.
5. Aparte del relato de Schlayer que inculpa por omisión a Miaja y Carrillo al menos a partir de la segunda saca, ni siquiera los historiadores más apaciguadores (estoy de acuerdo contigo en lo de Preston) niegan que la Junta supo de las sacas a poco de empezar a producirse.
6. Sea porque hubo un comunicado (que es lo que yo tenía entendido) o porque puso la pipa encima de la mesa, lo cierto es que una vez que Melchor Rodríguez corta el 4 de diciembre no hay mas sacas (al menos de este tipo aunque continúe el goteo de las checas y de los incontrolados). Bien es cierto que para esa fecha el frente de Madrid ya está estabilizado y la furia 'antifascista' ha remitido algo. En cualquier caso creo que este último punto demuestra que nadie con poder suficiente tiene interés en detener lo que sucede durante esos días de masacre.
Por lo demás, aunque no haga comentarios, sigo con interés todo lo que publicas. Coincida o no contigo es un soplo de aire fresco. Gracias y un saludo-
Me gusta el artículo pero, en mi opinión, adolece de cierta falta de perspectiva.
ResponderBorrarCierto que el PCE no era una fuerza multitudinaria en los últimos años del franquismo, pero es que la implicación política de la sociedad española de entonces -a la izquierda o a la derecha- era prácticamente nula. Dentro de esa minoría implicada, el PCE sí era la fuerza hegemónica. Es absurdo separar las luchas obreras o universitarias del Partido Comunista, cuando el PCE se infiltró bien pronto en esas luchas (¿O acaso que se puede distinguir entre CCOO y el PCE de entonces?).
Igualmente, a la hora de abordar la labor del PSOE no se puede ignorar el papel que jugó EEUU en la Transición española. La oligarquía franquista -tutelada por el gigante americano- tenía más que asumido desde mediados de los sesenta que España acabaría siendo una democracia bipartidista a imagen y semejanza de los países de su alrededor, con una fuerza de derechas que recogiera el "franquismo sociológico", y una izquierda moderada que no rebasara jamás los cauces impuestos por el capitalismo.
En Portugal, país donde no existía un PSOE histórico lo crearon en un laboratorio. Aquí compraron las siglas de la franquicia y colocaron al frente a un grupo de jovencitos perfectamente corruptibles. Fueron policías de los servicios secretos españoles los que escoltaron a la banda sevillana a Suresnes. Igual que las fuerzas de orden público tenían órdenes de dejar actuar a Felipe y su pandilla. Igual que fueron financiados sobradamente con el objetivo de dividir a la izquierda y restar apoyo al PCE.
En esta tesitura, con un PSOE ya legalizado y ganando adeptos rápidamente, Carrillo jugó la baza electoralista y vomitó sobre todos los principios de su partido creyendo, tal vez, que ganaría las elecciones. El resultado fue la huida masiva de militantes y simpatizantes, la nula credibilidad del partido y el hundimiento (que culminó con su paso a las bancadas del grupo mixto en el 82).
Al parecer, Carrillo arruinó su partido a causa de su responsabilidad histórica y su altura de miras. Yo creo que lo hizo única y exclusivamente por interés personal. Por lo que sé del personaje, menos que comunista o socialista fue solamente una cosa: Carrillista.
En parte sí, si cabe distinguir entre CCOO y el PCE. De hecho, el PCE trató de formar su sindicato, la OSO, y fracasó, momento en el cual apostó por tratar de controlar las Comisiones Obreras. Pero la labor de los felipes y otros militantes de izquierdas en CCOO fue importante.
BorrarY lo de Paracuellos... No se puede aislar la labor de los grupos de incontrolados de la labor controlada de los agentes de los servicios secretos bolcheviques. Como no se puede ignorar el paralelo de aquellas matanzas con los métodos de represión estalinistas que se estilaban en la época (como no se puede separar la labor política del PCE de su dependencia absoluta de la III Internacional dirigida por el PCUS).
ResponderBorrarNo creo que Carrillo fuera el instigador de nada, pero dudo mucho que pusiera demasiado empeño por cortar las matanzas. Hasta el momento mismo de su muerte, las justificó como el factor decisivo para que la Quinta Columna no se hiciera con el control de la capital, y lamentaba menos la muerte de inocentes -en aquel momento, decía, moría gente a paletadas- que el daño a la imagen de la República que hubieran podido producir. Además, y como se ha comentado más arriba, la excusa de Carrillo queda desnuda ante la labor de Melchor Rodríguez quién, en cuanto recibió de García Oliver el control total sobre las cárceles, las cortó de raíz.
En cuanto al descontrol de la República... Hombre, nos ha jodido. Como que el gobierno de la República se había volatilizado desde los primeros momentos del golpe de Estado y fueron los partidos y sindicatos de trabajadores los que tomaron el control. Forzosamente -y en la situación caótica que supone una guerra- ese control se atomizó en diferentes comités de partidos de izquierda, anarquistas y sindicatos que, no pocas veces, chocaron entre sí. Desde la perspectiva de una democracia burguesa eso puede llamarse caos. Desde la perspectiva obrera ya no estoy tan seguro (incluso por aquello que te comentaba antes de los servicios secretos soviéticos organizando a los grupos de desorganizados).
De todas formas, tendemos a tomar el Carrillo de la melodía edulcorada de la Transición por todo Carrillo. En Paracuellos no sé, pero en la represión de los líderes del POUM y su asesinato bajo acusaciones falsas, sí participó sobradamente. Y mucho habría que hablar de su papel con respecto al Maquis. Y respecto a Comorera. Y respecto a León Trilla. Y de las sucias maniobras de acusación, delación y traición que se estilaban en los Partidos Comunistas versión Stalin. Y eso sin entrar en los cientos de militantes que sufrieron cárcel y tortura por las fantabulosas estrategias que se le ocurrieron a este señor bien a salvo en el extranjero.
Lo único con lo que no estoy de acuerdo en este mensaje es con eso de "la situación caótica que supone una guerra". Muy al contrario, me parece a mí que pocas veces suele estar el personal más controladito que recién declarada una guerra.
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