lunes, septiembre 09, 2019

Partos (2: Tirídates y Artabano)

Otras partes sobre los partos

Los súbditos de Seleuco


Como suele ocurrir en estas circunstancias, cuando a Antíoco las cosas se le complicaron, se le complicaron bien y a tope. El principal de los problemas que tuvo fue que un sátrapa sirio, a base de ejercer el poder como le daba la gana, acabó por ambicionar la idea de ser él su propio rey, sin sometimientos ni leches. Hablamos del griego Diodoto, gobernador todopoderoso de Bactria. Diodoto tuvo el gesto que hoy, principalmente, nos sirve para conocer las veleidades monarquistas de alguien, esto es, la acuñación de monedas con su esfigie y, de hecho, estableció casi sin problemas su propio poder sobre Bactria, ya que en las satrapías apenas había, por así decirlo, estructuras de poder federal. En el fondo, es bastante lógico que la disgregación de aquella gran Siria, por llamarla de alguna manera, comenzase por Bactria, pues era ésta una satrapía que había sido tratada con mano dulce por los persas, siempre conocedores de las ínfulas independentistas de los bactrianos.

Algo debió ver Antíoco en la rebelión bactriana que no le gustó o que le convenció de que su reacción estaba condenada al fracaso, porque el caso es que todas las trazas son de que El Dios se bajó sus divinos pantalones sin problemas: Bactria fue autorizada a establecerse como una monarquía independiente. Antíoco decidió no enviar tropas contra Diodoto, tal vez sospechando que sería derrotado, tal vez buscando evitar una reacción en cadena.

Si ésta era su intención, la verdad es que no le salió muy bien. La noticia de que Diodoto se había sacudido el yugo seléucida se transmitió por Twitter como la pólvora, y pronto fueron otros los que ambicionaron la misma suerte que los bactrianos. Y uno de los lugares donde prendió el ejemplo fue en el reino vecino de Bactria, o sea Partia.

Los partos, sin embargo, fueron mucho más lejos que los bactrianos. Éstos, como ya he dicho, fueron dirigidos por su gobernante griego, quien simplemente se independizó del mando de otro gobernante helénico. Los partos, sin embargo, querían ser independientes también de eso. No querían ser gobernados por griegos. El tono y objetivos de la rebelión parta hace pensar con bastante fuerza que, en las décadas anteriores, se debía de estar fraguando dentro del reino un fuerte sentimiento antigriego, proasiático, al que no le debieron de faltar apoyos en los reinos colindantes.

No sabemos muy bien cómo y de qué manera se desplegó la rebelión de los partos. Algunas versiones nos dicen que Arsaces, el líder de la revuelta, era en realidad un bactriano que no estaba de acuerdo con que Diodoto se hubiese quedado con su reino de origen, por lo que se desplazó al reino vecino para excitar los sentimientos independentistas de los partos. Otro relato nos habla de dos hermanos, Arsaces y Tirídates, descendientes de Priapites. Ferecles, el sátrapa griego de Partia (aunque en otras versiones se llama Andrágoras), hizo algo que resultó hondamente insultante a uno de ellos, por lo que los hermanos, en compañía de otros cinco compañeros, habrían asesinado al griego y, después, levantado la revuelta contra ellos. Una tercera versión hace de Arsaces un escita, que habría invadido Partia al frente de un ejército de nómadas inmediatamente después de que Bactria alcanzase su independencia.

Sea como sea, lo que parece claro es que la rebelión de los partos se produjo en algún momento entre el 256 y el 250 antes de Cristo; y sin duda Arsaces fue su líder. Fue también, más que probablemente, un hecho posterior a la rebelión bactriana, pero no muy posterior, por lo que cabe pensar que fue, de una manera u otra, consecuencia de ella. Esta datación haría coincidir la rebelión con el momento en que Antíoco Theus estaba guerreando contra los egipcios. Sin embargo, esa guerra terminó en el 249, pero aun así, como ya he dicho, el seléucida decidió no actuar contra los rebeldes.

El líder rebelde Arsaces vivió poco tiempo como rey de Partia. Fueron estos años duros para el nuevo rey, puesto que, aparentemente, dentro de su reino había importantes resistencias a su figura, tal vez griegos o aliados de los mismos. Haciendo una simplificación tal vez excesiva, podemos decir que lo que sabemos nos permite sospechar que Arsaces fue un rey “rural”, apoyado en los habitantes de las zonas de campo y nomadismo; mientras que la resistencia progriega se concentraba en las ciudades, que verdaderamente eran los lugares donde más perceptible era el desarrollo importado del poder macedonio; y entre todas con mayor importancia Hecatómpilos, que hacía las veces de capital, una ciudad fundada por Alejandro.

Apenas dos años después de haber sido coronado, Arsaces murió en batalla cuando una lanza le acertó en un costado. Lo sucedió su hermano (año 247), ya que Arsaces parece no haber dejado descendencia.

Tirídates, al llegar al trono, se cambió el nombre por el de su hermano, y es por ello conocido como Arsaces II. De hecho, la lista de reyes partos es bastante fácil de seguir, dado que los partos, que muy imaginativos no parecen, o tal vez grandes admiradores de su primer rey, tomaron la costumbre de que todos sus monarcas se llamasen Arsaces.

Si Arsaces I fue el hombre que le dio a Partia la oportunidad de ser un reino, su hermano Arsaces II fue quien llevó realmente esa labor a cabo. Reinó tres décadas, supo crear una administración eficiente, incrementar el perímetro del reino, alcanzar pactos eficientes con sus vecinos y presentar resistencia suficiente al reino sirio, que pronto ambicionó retornar lo que ellos veían como una provincia a su disciplina.

Pocos años después de ocupar Arsaces II el trono, en Egipto Ptolomeo Euergetes, el hijo de Filadelfo, que había sucedido en el trono a su padre el mismo año que Tirídates había ceñido la corona de Partia, marchó hacia Siria. Allí derrotó a Seleuco II Calínico, tomó Antioquía, cruzó el Éufrates, e hizo suya buena parte del terreno de la Asia occidental (Mesopotamia, Asiria, Media, Babilonia, Susiana, Persia). De hecho, Euergetes llegó a pisar personalmente las calles de Babilonia, que es algo que yo creo que no hizo ningún otro faraón de Egipto. En suma, llegó hasta la misma raya de Bactria.

Es posible que una expedición tan rápidamente exitosa pudiera excitar el miedo de bactrianos y partos, dado que parecía que estaban a punto de convertirse de nuevo en súbditos, sólo que esta vez lo serían de este Alejandro 2.0 en que se había convertido el joven Ptolomeo Euergetes. Sin embargo, con el tiempo fue al revés. Lo que ocurrió es que el golpe de Ptolomeo debilitó de tal manera el poder en la Siria seléucida, que lo que se excitaron fueron las ambiciones de los asiáticos por expandirse hacia el oeste. Ni corto ni perezoso, Tirídates se dirigió a la provincia fronteriza de Hircania, la hizo suya, y la anexionó a su propio reino.

La invasión de Hircania fue un órdago a grande. Los partos le estaban enviando un mensaje a Calínico, en el sentido de que, si no reaccionaba, ya se podía ir preparando para perder todos los territorios de su imperio, uno por uno; bien por rebelión, bien por invasión y anexión por parte de alguno de sus pasados vasallos. A Calínico no le quedaban muchas alternativas, así pues, en el año 237, primero firmó una paz con su hermano, Antíoco Hierax; y después, con el culo asegurado, partió hacia Partia. Sabiéndose débil, sin embargo, pactó una alianza con Diodoto de Bactria, el antiguo rebelde.

Tirídates se sintió gravemente amenazado por este movimiento. De hecho, vencido por el miedo, huyó hacia el norte, donde se refugió entre los aspasiacae, una tribu escita. Allí espero por el suceso que tal vez sabía que estaba cercano y que esperaba: la muerte de Diodoto. Cuando ésta ocurrió, entró en contacto con su hijo y heredero, y lo atrajo hacia su lado. Sólo entonces le presentó batalla a Calínico, y le venció. Los partos solían celebrar esta victoria como una especie de segundo génesis de su imperio, y realmente lo era. Esta batalla fue la que le enseñó, no sólo al mundo, sino a los propios partos, su poder y su capacidad.

En realidad, Calínico podía haber continuado aquella guerra. Su imperio disponía de muchos recursos, sobre todo de hombres. El rey seléucida podía haber tirado de banquillo hasta agotar a los partos. Aquella batalla, por lo tanto, y por mucho que los partos la celebrasen durante siglos como los estadounidenses hoy la formación de su país, fue efectiva gracias a la inestimable e inesperada ayuda de Antíoco Hierax, el levantisco hermano de Calínico, que se rebeló contra él en las posesiones occidentales de su imperio. Seleuco levantó el campo de Partia tras su primera derrota, tal vez con la intención de regresar algún día a terminar lo que había empezado (mal); pero el caso es que nunca lo hizo. Tirídates, por su parte, parece haber aprendido la lección de que los reinos hay que consolidarlos, pues es un hecho que los veinte años que todavía reinó después de que Seleuco Calínico lo dejase en paz ya no los invirtió en expediciones contra los vecinos de su reino, sino en eso que podríamos llamar la gestión interior.

Tirídates escogió un emplazamiento para una nueva ciudad, que llamó Dara, Dareium para los romanos. Probablemente, el rey quería hacer de esta ciudad su capital, pero sus sucesores no fueron de la misma idea, por lo que Hecatómpilos siguió siendo la capital.

Arsaces II, o sea Tirídates, murió en la cama después de un largo reinado de, como he dicho, cuando menos treinta años, que si fue mucho para el general Franco, imaginaos para un rey del siglo III antes de Cristo. El trono pasó a uno de sus hijos quien, además de tomar el nombre de Arsaces, se conoció como Artabano I. Aparentemente, Artabano ascendió al trono de los partos en el 214 antes de Cristo. De natural ambicioso y un punto temerario, Artabano no hizo otra cosa en el trono que esperar a que la situación internacional fuese propicia a algún movimiento bélico por su parte. Ésta se presentó cuando Antíoco III, el segundo hijo de Seleuco Calínico, entró en guerra con uno de sus sátrapas, Achseo. En ese momento, Artabano avanzó hacia Media, y añadió a sus dominios toda la tierra existente entre Hircania y los montes Zagros. Aparentemente, la acción de Artabano fue una acción de blitzkrieg, de guerra relámpago, con una sola acción que le llevó incluso a tomar Ecbatana, la vieja capital media, y por lo tanto asomarse peligrosamente a los reinos mesopotámicos.

Antíoco, sin embargo, a la recepción de las noticias sobre la campaña de Artabano, levantó un gran ejército con el que quería resolver el problema de los relapsos reinos del este de una vez y recuperar para su imperio las fronteras que había tenido en los tiempos de Nicator. Pasó la cordillera de los montes Zagros y retomó, aparentemente sin resistencia, Ecbatana.

Antíoco, sin embargo, debía atravesar el desierto hacia el este con un ejército muy numeroso, lo cual, tal era la impresión de Artabano, le causaría un problema grave con el agua. Para poder realizar esta expedición con éxito, Antíoco necesitaba conocer la situación de los escasos pozos de agua que había en las rutas del desierto; una información que, lógicamente, sólo dominaban los locales. El rey parto consideraba que el seléucida no se atrevería a llevar a cabo la expedición, ya que suponía poner su suerte en manos de unos tipos que, la verdad, podrían fácilmente traicionarlo a cambio de dos billetes de diez euros.

Antíoco, sin embargo, comenzó la marcha por el desierto, probablemente para sorpresa de Artabano, que no lo esperaba; y por eso le forzó a envenenar varios pozos. Sin embargo, aparentemente esta decisión por parte del rey parto fue un tanto tardía, pues los hombres que envió a envenenar los pozos se encontraron con tropas seléucidas en ellos, que les dieron una mano de hostias. En una campaña muy rápida que, en mi opinión, no ha recibido todo el reconocimiento que merece (porque todo el mundo sabe que Aníbal cruzó los Alpes con elefantitos y blablablá; pero cruzar el desierto a pelo puta como lo hizo Antíoco III, con los habitantes locales más que probablemente de canto y un ejército hostigándolos, y ser capaz de hacerlo con la rapidez suficiente como para sorprender al enemigo, es algo que no es nada fácil).

Antíoco III, pues, llegó a la raya de Partia, la traspasó y tomó la capital Hecatómpilos.

Como decía la niña de Poltergeist: ya están aquíiiii...

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