lunes, mayo 24, 2021

El pistolerismo (y 17) Coda: el golpe que "nadie" apoyó.

 

 La huelga de la Canadiense

Brabo Portillo y Pau Sabater
The last chance
Auge y caída del barón de König
Mal rollito
Martínez Anido y la Ley de Fugas
Decíamos ayer...
Una masacre fallida y un viaje a Moscú
La explosión de la calle Toledo
El fin de nada
La debilidad de Anido y el atraco del Poble Nou
Atentado a Martínez Anido
La nemesis de Martínez Anido y los planes del Noi
Han mort el Noi del Sucre
La violencia se impone poco a poco
¡Prou!
Coda: el golpe que "nadie" apoyó 


A mediados de 1923, el Libre consideraba que había llegado su momento. Patrocinaba una huelga en el sector de la banca ampliamente exitosa que auguraba una decisión por parte de la agrupación profesional de oficinistas de integrarse en su organización. Para articular su crecimiento, se convocó un congreso en Valencia de organizaciones del sector bancario. El 13 de julio, los presentes aprobaron integrarse en el Libre.

Los conseguidores de aquella adhesión habían sido Baltasar Domínguez, presidente nacional del sindicato bancario del Libre; y Cesari Cervera, vicepresidente. Tras su victoria, se fueron a la fonda valenciana en la que estaban alojados. A la entrada, les dispararon desde un coche. Cervera huyó a un bar cercano, pero Domínguez quedó en la acera, herido. Trató de sacar su pistola, pero en ese momento Josep Soler, El Señorito, se acercó andando y le reventó el cráneo.

El día 14, creo yo que como represalia automática de lo ocurrido en Valencia el día antes, Tomás Herreros, director del periódico Tierra y Libertad, de inspiración anarquista, sufrió un atentado. Alguien le soltó un navajazo del que, sin embargo, se recuperó.

Al día siguiente de terminar el congreso de banca de Valencia, en la misma ciudad comenzó uno de la CNT en el que los grupos de afinidad consiguieron una victoria parcial al aupar al Comité Nacional al sevillano Manuel Adame, medio de su cuerda (quien, no obstante, fue detenido poco después en un atraco).

Aquella renovación de la cúpula cenetera en la línea propugnada por los grupos de afinidad provocó que Los Solidarios sintieran llegado el  momento de llevar a cabo sus planes, con o sin la aquiescencia de los que podríamos llamar anarquistas moderados o posibilistas. Curiosamente, esa decisión paró en seco los atentados: ahora, la prioridad era conseguir pasta. Había que dar palos. Aun así el día 21 alguien atentó contra José María Seseras, abogado habitual de cenetistas.

El 18 de julio, los grupos de afinidad dieron su primer palo en Manresa, en el Banco Padrós Hermanos. Al día siguiente, en Barcelona, un grupo de Los Solidarios abordó a unos empleados municipales que trasladaban dinero y se hicieron con 95.000 pesetas.

Las acciones crematísticas de los grupos de afinidad, que fueron muchas y no siempre, como sarcásticamente recordaría Pestaña, con inmaculados objetivos de solidaridad sindical, se hicieron paralelas a eso que García Oliver llamó gimnasia revolucionaria, es decir, ese proceso por el cual las organizaciones sindicales organizan tanganas y huelgas por casi cualquier cosa, para tener el cotarro bien jodido. A la CNT este tema no le gustaba nada; como toda organización curtida, era consciente de que este tipo de cosas hay que organizarlas y dosificarlas. Para parar todo aquello convocó un mitin el día 25 en el Teatro Nuevo. No obstante, los que querían ir a lo suyo, siguieron a lo suyo (sin que, desde una auténtica teórica anarquista, se les pueda reprochar algo).

El 1 de agosto, en un pleno del comité regional catalán, todavía afecto a Seguí, los grupos consiguieron forzar su dimisión y su sustitución por uno nuevo, que sería elegido en un mes y que además se iría de Barcelona, a Manresa, precisamente para evitar la fuerte influencia de los seguidistas. El 7 y 8 del mismo mes, los grupos mejoraron notoriamente su situación financiera mediante dos palos: el primero en la Fonda de Francia, en la avenida Marqués de Argentera; y el segundo en la sede de una empresa de recaudación, en la calle Aviñó esquina Escudillers.

Los ataques de Argentera y Aviñó hicieron mucho por decantar los deseos de la burguesía catalana en favor de una dictadura militar. El primero de los robos había afectado a comerciantes que hacían sus operaciones en el mercado del Borne; y la segunda se trataba de dinero de los contribuyentes. Manuel Portela no podía evitar que el catalán medio con algún dinero e intereses sintiese, por así decirlo, que cualquier día podía ser el siguiente. El tema, cada vez, era menos ideológico, económico incluso. La cosa, cada vez, iba más de seguridad ciudadana pura y dura. Primo de Rivera, además, supo aprovechar el tema. Sacó a la calle a soldados y somatenes, también bajo su responsabilidad, y los puso en las puertas de los bancos. En ese punto, a través sobre todo de Puig i Cadafalch, la misma Lliga se acercó al general y le dijo aquello de ande yo caliente/y ríase la gente. O sea: si respetas la autonomía de Cataluña, por mí puedes dar todos los golpes de Estado que te apetezcan, neng.

El día 11 de agosto, Antonio López Parea, empoderado de los bancos, se fue a ver a los representantes del Libre en la banca. Anunció la aceptación de todas las reivindicaciones de los trabajadores, pero añadió que, por una cuestión de imagen, eso no se podía decir así. Los trabajadores, propuso, volverían al trabajo y luego cada banco, como por propia iniciativa, aceptaría sus condiciones. Ambas partes se pusieron de acuerdo y firmaron un convenio secreto.

Terminada la huelga, los trabajadores se encontraron con la sorpresa de las agencias cerradas. Todos estaban despedidos y, si querían volver a trabajar, debían solicitarlo; pero, eso sí, si eran readmitidos, sería sin antigüedad. Obviamente, los trabajadores concluyeron que Ramón Sales, que era quien al fin y al cabo les había animado a terminar la huelga, les había vendido. Lo estuvieron buscando por Madrid varios días y, cuando lo encontraron por la zona de la Plaza de Oriente, faltó poco para que lo lincharan.

El día 15, en una asamblea en el Teatro Barbieri, Sales y López Parea revelaron sus acuerdos. Para entonces, sin embargo, muchos de los trabajadores estaban solicitando ya el reingreso. El resultado final fue el inesperado desprestigio del Sindicato Libre (para beneficio de la UGT, por cierto).

El 23 de agosto, en Málaga, se verificaba un embarque de tropas hacia Marruecos. En el puerto, muchas mujeres le gritaban a sus maridos e hijos que se negasen a embarcar. Una compañía del Regimiento de Infantería de Garellano, efectivamente, se negó a subir al barco, a lo que se les unió un cabo de ingenieros, Xosé Sánchez Barroso. Se montó una tangana, hubo tiros, y cayó muerto el suboficial José Ardox.

El Regimiento de Garellano procedía de Bilbao, en ese momento epicentro de la resistencia a la guerra de Marruecos. Pocas horas después de lo de Málaga, se logró impedir en dicha ciudad un atentado en la persona del socialista Indalecio Prieto. Para las autoridades todo, lo de Málaga y lo de Prieto, era cosa del Partido Comunista, por lo que decidieron ilegalizarlo.

Ante esta situación, los grupos de afinidad veían cada  vez más cercana su oportunidad de asalto al poder, por lo que intensificaron los atracos. A través de un tipo de Mondragón, Los Solidarios recibieron una oferta para comprar 1.000 rifles y 200.000 cartuchos; pero la factura era de 250.000 pesetas. Fue por esa intensa necesidad de pasta que decidieron atracar la sucursal del Banco de España en Gijón. El grupo de atracadores quedó formado por Aurelio Fernández, Gregorio Suberviela, Antonio del Toto, Rafael Torres Escartín, Eusebi Brau y Buenaventura Durruti. El once inicial, pues. Acordaron atracarlo el 1 de septiembre.

Por esas fechas, el gobierno dimitió y fue sustituido por otro dirigido por García Prieto en el que Portela ocupó la cartera de Fomento. De nuevo, pues, Barcelona se quedaba sin gobernador civil.

El 11 de septiembre, como de costumbre, Barcelona celebraba el homenaje a Rafael de Casanovas. En un determinado momento, y no se sabe muy bien por qué, la Policía cargó sobre los manifestantes. El día 12, en Manresa había una reunión de la CNT catalana. Casi al mismo tiempo que los delegados iban llegando, en Barcelona, el general Primo recibía a los militares convocados el día anterior, además de Alfons Sala, diputado, y el conde de Güell. Primo de Rivera anunció secamente que la situación de España era insostenible y que, como respuesta, esa noche se alzaría, por lo que dio instrucciones precisas a los mandos sobre qué hacer. Nadie se le opuso. Nadie. Ni civil, ni militar, ni mediopensionista. Ni Flick, ni Flock. 

Lo previsto en Manresa era elegir a Gregorio Jover, El Gori, como dirigente cenetista en Barcelona; Jover era un decidido partidario de Los Solidarios. Gori, sin embargo, no quería tal responsabilidad, y en esa discusión estaban cuando llegó alguien de la calle informando de la ensalada que se había aliñado en Barcelona. Todos salieron a la naja.

El golpe de Primo fue conocido por la mayoría de los barceloneses por los periódicos. La gente lo celebró en los cafetines y en las calles con un generalizado ¡por fin! que, por supuesto, llegada la República desmentirían, como lo desmienten actualmente sus herederos y la generalidad (nunca mejor dicho) de los licenciados en Historia. Un hecho incontrovertible, incluso para los que no quieren ver, es que el día después del golpe de Estado fue un día absolutamente normal en Barcelona: las tiendas abiertas, los tranvías haciendo tintintin en las curvas, esas cosas. Era en Madrid donde el personal estaba revolucionado, entre otras cosas porque pensaba que en Barcelona estaban pasando cosas que no estaban pasando. El gobierno, tras un intento fallido del ministro de la Guerra de obligar a Primo a deponer su actitud, resolvió esperar a que Fonsi Trideca regresase de San Sebastián, a ver qué opinaba.

Los únicos que siguieron absolutamente a lo suyo fueron los grupos de afinidad. El mismo día 13, dieron un palo en el barrio de Sants.

El 14, y sólo cuando se comprobó que la actitud del rey era (todavía) equívoca y no decididamente partidaria de Primo como se sospechaba, la CNT se planteó confluir con la UGT en una huelga general. La UGT, sin embargo, no quiso comprometerse; sus dirigentes estaban esperando a ver cómo se definía el nuevo régimen, aunque, claro, poquitos años después, y por supuesto en el presente, lo nieguen, con la atribulada aquiescencia de muchos licenciados en Historia.

El día 15, sin embargo, Trideca ya se sacó la borbocareta, y le entregó el gobierno a Primo. El general salió ese mismo día hacia Madrid, en medio del entusiasmo inenarrable de los barceloneses.

El día 18, los anarcos dan otro palo, esta vez en Terrassa. La huida salió mal, y acabaron matando a un somatén, Joan Castelló. Robaron un coche y salieron a toda velocidad, pero se acabaron dando una hostia contra un árbol y se desperdigaron por un bosque. Dos de ellos, Josep Saleta El Nano y Jesús Pascual, se perdieron. Acabaron frente a un carretero que, al pensar que lo querían atracar, la emprendió a latigazos con ellos y montó tal escándalo que llegó el Somatén.

Estos detenidos fueron los primeros en enterarse de las consecuencias de la nueva dictadura: apenas tres días después, un consejo de guerra los condenó a muerte.

Los grupos de afinidad trataban de continuar con sus acciones; pero los enormes poderes concedidos a gobernadores civiles y Policía lo ponían difícil. A finales de 1923, Durruti tuvo que pasar a Francia, como hizo Ascaso cuando logró escaparse de la prisión. En 1924, fueron detenidos García Oliver, Aurelio Fernández y los hermanos Ballona (Ceferino y Adolfo). El 24 de febrero, la policía sitió en su piso a Gregorio Soberviela El Torinto y Manuel Campos; ambos resistieron algún tiempo y luego, más que probablemente, se suicidaron.

Con estas detenciones, Los Solidarios quedaron descabezados; su único miembro importante libre era Ricardo Sanz, pero sólo poco podía hacer. Quedaban, eso sí, miembros sueltos de los grupos de afinidad, que aun hicieron cosas, como asesinar, el 28 de mayo, a Rogelio Pérez, que era verdugo.

Y con estos actos puede considerarse terminado el pistolerismo anarquista, aunque alguna otra cosa hubo. El 19 de julio de 1927 se constituiría la FAI; pero ésa es ya otra historia.

 

 

¿Balance? Éste es uno de esos episodios históricos que, cuando te los miras, llegas a la conclusión de que no hay nadie ni medio bueno. A principios del siglo XX, tras el desastre de las colonias, Barcelona en particular, y Cataluña en general, se convirtió en la falla de San Andrés (bueno, de Sant Andreu) de la sociedad española. Ese punto en el que se tocan dos placas tectónicas de sentidos distintos: una, formada por una clase empresarial egoísta y extractiva, poco amiga del progreso como buena militante proteccionista que era, y que, además, cabalgando a lomos del creciente nacionalismo catalán, encontró una manera de escamotear sus intereses particulares en una polémica general. Por otro lado, una clase obrera que, de forma diferente a la de la mayoría de los países de su entorno (con la excepción, quizá, de Italia) había decidido, en su proceso de definición básica, optar por el anarquismo más que por el marxismo.

El anarquismo catalán fue tan grande, tan totalizador en la sociedad y la economía catalanas, que tiene de todo. Abarca desde las semillas de los sistemas de consenso y acuerdo laboral hasta el ciego terrorismo revolucionario. Yo creo que la actitud de la clase patronal catalana, y de las fuerzas gubernamentales que la sostenían, le hicieron un flaco favor a España, raquítico a Cataluña. Ellos, que podían haber permitido la evolución de la sociedad más industrializada del país por carriles de acuerdo y diálogo; que podían, por así decirlo, haber inventado la Transición medio siglo antes de que surgiera, optaron por jugar al copo, como por otra parte, hay que admitirlo, está en el ADN de un empresario catalán de aquéllos, que parecían vivir convencidos de que todo lo que tenían lo merecían por derecho divino.

El Estado español, obviamente responsable de la represión de los movimientos obreros en el primer tercio del siglo XX en Cataluña (y en el resto de España) tiene, obviamente, la responsabilidad inherente al hecho de que seguía creyendo ser un Estado que ya no era. Yo este hecho lo atribuyo a la no participación de España en la Gran Guerra. Algo que, lógicamente, salvó la vida de muchos de nuestros bisabuelos pero, sin embargo, nos alejó de muchas de las corrientes de pensamiento y de praxis que trajo con sí el final del enfrentamiento, y que se pueden resumir con el concepto de profundización de la democracia. El español siguió siendo un sistema formalmente democrático, tal y como lo había diseñado Cánovas medio siglo antes, pero que dentro del bombón escondía la dura materia de un Estado con ribetes autoritarios. En los meses posteriores al final de la Gran Guerra, Santiago Alba diseñó una interesante reforma fiscal que hubiera colocado el Presupuesto español en los carriles de la modernidad; empresarios vascos y catalanes lo hicieron zozobrar, ambiciosos como eran del mantenimiento del pasado inegalitario. El Estado, además, siguió manteniendo una guerra en Marruecos cuyo planteamiento hubiera sido ya imposible en media Europa. No se supo leer el partido.

Con todo, España no es el único rincón del mundo en el que el partido no se supo leer, cuando menos del todo. En estos otros sitios, sin embargo, no hubo pistolerismo. Así pues, con ese cientifismo del que tanta gala les gusta hacer a los licenciados en Historia, podemos concluir que en la reacción química catalana hay más elementos. Concretamente, el anarcosindicalismo.

El anarquismo español, en ese momento básicamente catalán (con la República llegaría el rural, que también fue para echarle de comer aparte), era una ideología libre, en realidad desestructurada, extraordinariamente atractiva. Desde el nudismo hasta el estirnerismo, prácticamente le cabía todo. Era un 15M a lo puto bestia, por así decirlo; y con muchas más razones para la protesta, además. La lógica de las cosas marcaba una evolución que hubiera terminado haciendo de la CNT la fuerza sindical más numerosa en España incluso hoy. A mi modo de ver, pasaron cuatro cosas que quebraron ese proceso. La primera, la inexplicable decisión por parte de los empresarios, comprensible sólo en el entorno de una clase burguesa extremadamente egoísta como la catalana, de convertirse en terroristas o, más precisamente, en alquiladores de sicarios. La segunda, la mentada ceguera del Estado español, que se quintaesencia en la llamada ley de fugas. La tercera, la muerte de Seguí. La cuarta, aunque es lógicamente algo que aquí no se ha tratado, la muerte de Valeriano Orobón. Tal vez algún día, ciertamente, deba yo retomar este relato donde lo he dejado y abrocharlo hasta la guerra civil.

Lo de Seguí, sin embargo, tampoco hay que sacralizarlo. En el momento de su muerte, el Noi del Sucre estaba embarcado en una lucha fratricida con los grupos de afinidad que no está nada, pero nada, claro que fuese a ganar. De alguna manera, la CNT, en 1922, ya quería ser el grupo de acción directa, inasequible a casi cualquier transacción, que luego fue. 

La pregunta que nos cabe hacer, pregunta que no tiene respuesta porque, queridos licenciados en Historia, la Historia no es una ciencia, es ésta: ¿fue esa deriva faísta inevitable? ¿Hubiera sido el anarquismo ibérico sensible a unas eventuales mejoras en las condiciones de vida del obrero? ¿Fue el pistolerismo el carbunco que condicionó el movimiento?

A partir de este punto, ya sigues tú solo.


Pour en savoir plus


AGUIRRE DE CÁRCER, Manuel. Glosa del año 1923.

BUENACASA, Manuel. El movimiento obrero español 1886-1928. 

CALDERÓN, Francisco de Paula. La verdad sobre el terrorismo.

CASAL GÓMEZ: La banda negra.

BALCELLS, Albert: El sindicalisme a Barcelona.

FOIX, Pedro: El pistolerismo en Barcelona.

GÓMEZ CASAS, Juan. Historia del anarcosindicalismo español.

HUERTAS CLAVERÍA, José María: El Noi del Sucre.

OLLER RABASSA, Joan: Quan mataven pels carrers. La mujer que me vendió el libro de María Amalia Pradas (véase justo más abajo) me recomendó que leyese esta novela si estaba interesado en el pistolerismo, así que la pillé por ahí. Tampoco sé de traducciones al castellano.

OLLER PIÑOL (i Pinyol), J. Martínez Anido. Su vida y obra.

LEÓN-IGNACIO: Los años del pistolerismo.

LAGUÍA LLITERAS, Joan: De la alta epopeya política. Mi descomunal aventura en el Congreso.

MANENT i PESAS, Joan. Records d'un sindicalista llibertari.

MARTÍNEZ, Leopoldo. Los mártires de la CNT.

PEIRATS, Josep. La CNT en la revolución española.

PRADAS, María Amalia: L'anarquisme i les lluites socials a Barcelona 1918-1923. Es un libro publicado por la abadía de Montserrat. Lo compré de casualidad al ladito de la Boquería y, que yo sepa, no ha sido traducido al castellano. 

SAMBLANCAT, Ángel. En la roca de La Mola. También Salvador Seguí, su vida y su obra. Y también Un segle de vida catalana 1813-1930.

De SOLÁ i CAÑIZARES, Françesc: Les lluites socials a Catalunya, 1812-1934.

2 comentarios:

  1. Como siempre, otra selección de artículos para enmarcar :)
    Y que ayuda, también como siempre, a clarificar una parte de nuestra historia y de nuestro presente, que es difícil de ver, tapada como está, por banderas y manos y puños en alto.

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  2. Muy bueno. Muchas gracias.
    Lo mío no es el principio del s. XX, creo que por jartura de los años universitarios y la matraca que nos daban los "socialistas" de nueva hornada
    Con el paso de los años he ido leyendo por mi cuenta, pero tengo muchas arenas movedizas izquierdosas (de los años 80, que de izquierdas no tenían nada)

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