Iosif Stalin murió, oficiamente, hablando, un poquito más tarde de las 10
de la noche del día 5 de marzo de 1953. Si no fue una circunstancia
plantificada y ejecutada, que esto es algo difícil de establecer, entonces fue
algo bastante sorprendente para todos los hombres del poder soviético, muchos de los
cuales no es que esperaran la muerte de su jefe, sino que más bien temían la
suya propia a manos de él.
Tras lo relatado, puede pensarse: si Mikoyan, Malenkov y Beria tenían
alguna idea de que Kruschev había estado implicado en el montaje de la conspiración
de las batas blancas, se tirarían todos a su yugular. Pero no es así. En primer
lugar, el ucraniano tenía mucho poder, entre otros sitios en el Ejército, y
consecuentemente era complicado pensar en ir a por él. En segundo lugar, la
prioridad para los «viejos» era dar marcha atrás en la política iniciada por
Stalin de dar boleta a los «jóvenes». Así, el Presidium pasó de 36 miembros,
entre titulares y candidatos, a 14. El Secretariado del Comité Central pasó de
10 a 7 miembros.
Como ya he dicho, uno de los síntomas de su implicación en la posible
futura purga que preparaba Stalin es que Ignatiev, Kozlov y Breznev fueron tres
de los principales purgados por esta reforma. Breznev, de hecho, fue sacado de
los dos órganos de gobierno y, con el tiempo y algo de renuencia, Pravda acabó haciendo público que lo
habían nombrado jefe de administración política del Ministerio de Marina. Para
que nos entendamos, en términos políticos de hoy esto viene a suponer que te
nombren ministro de Sanidad y, apenas unas semanas después, te cesen y te
nombren director general de industrias agropecuarias.
Sin embargo, apenas unos días después de este nombramiento, la profunda
reforma del Estado llevada a cabo por los herederos de Stalin habría de
suponerle a Breznev una buena noticia a largo plazo: el ministerio de Marina
fue disuelto y fusionado con el de Guerra, con lo que Breznev pasó a ser el
primer vicejefe de administración política de este ministerio.
Lo más importante para Leo es que no lo habían mandado a freír vientos a
alguna de las muchas, y distantes, esquinas de la URSS, como le ocurrió a
muchos otros. Además, el, puesto en el que le habían colocado para que se
aburriese, sin embargo, tenía muchas posibilidades. Para entonces, Breznev, que
gozaba de una cierta fama de la segunda guerra mundial (donde, al parecer, fue
gravísimamente herido tratando de llegar a tierra con una lancha), adquirió
rango militar de teniente general y, en el puesto que le fue otorgado, tenía
acceso a los más altos mandos de la milicia. Y hemos de tener en cuenta que si
ha habido un premier soviético en toda la Historia de la URSS que ha apoyado su
poder en eso que llamamos el complejo militar-industrial, ése ha sido Leónidas
Breznev. Breznev, de hecho, es, de largo, el mandatario soviético más
condecorado de la Historia de la URSS; mucho más que Stalin, lo cual no deja de
ser increíble. Pero es así porque Breznev, como veremos más adelante, siempre
fue el candidato de los comunistas de caqui (y también de los de caqui, sin
más). Y fue durante esa etapa de primer vicejefe de un departamento de puro
contenido político en un ministerio de puro contenido militar, cuando hizo, y sobre todo consolidó, buena parte de los contactos que necesitaría para todo esto. Renovó contacto
con viejos camaradas de la guerra, como el eterno general Grechko, o el
almirante Sergei Gorshkov, jefe de personal de la Armada y que con Breznev en
el poder sería comandante en jefe; o Viktor Kulikov. Pero también Kiril
Moskalenko, comandante del distrito militar aéreo de defensa de Moscú, y uno de
los mandos que tendría un papel más importante en el golpe contra Beria. De
hecho, fue uno de los militares que lo arrestaron físicamente.
Otro elemento con el que Breznev estrechó lazos en aquellos tiempos fue el
general Sergei Shtemenko, a quien hemos visto ya en la lista de las presuntas
víctimas del envenenamiento de los doctores. Aquí, sin embargo, en realidad es
el militar quien le debe favores a Breznev, y no al revés. Nada más morir
Stalin (y hay que tener en cuenta que Shtemenko, además de estar implicado en
las acusaciones del complot, era un cerrado estalinista), fue fulminantemente
cesado en su alto cargo en el ejército y, en realidad, no reaparececía hasta que
Breznev se hubo deshecho de Kruschev.
Otros importantes amigos militares hechos o consolidados en aquel momento
fueron el mariscal Andrei Yeremenko, el viejo jefe de Breznev en el IV Grupo de
Ejércitos de Ucrania; el general Iván Pavlovsky, a quien le sería encomendada
la difícil labor de invadir Checoslovaquia en 1968; el general Nikolai
Lyashchenko, Anton Gastilovitch, o el eterno Konstantin Grusnevoi, que en el
momento en que Breznev pasó al ministerio era miembro del consejo militar de las
fuerzas antiaéreas de Moscú y también participó en el golpe contra Beria. O los
generales Nikita Dyomin y Aleksei Yepisev.
Eso sí, tampoco podemos pintar la vida mejor de lo que realmente era.
Breznev había sido eclipsado. Entre otras cosas, como primer vicejefe, tenía
que moverse por el mundo a la sombra de su jefe, el coronel general Aleksei
Zeltov, que era quien se llevaba los apretones de manos, los segundos en los
informativos de la tele, y los regalitos de Navidad. En toda aquella segunda
mitad del año 53, el nombre de Leónidad Breznev fue citado por la prensa en
relación con su cargo únicamente dos veces.
Leónidas, sin embargo, supo no quejarse. Él sabía de Zeltov, para entonces
un nonagenario, no sería capaz de seguir el ritmo de ser el gran figurón
político del ejército soviético. Sabía, además, que Kruschev lo necesitaba en
su guerra por el poder con el resto de grandes jerifaltes, guerra que acabaría
ganando en primera instancia, para perderla en segunda contra el propio
Breznev. No se olvide que, pese a haber sido descabalgado del Presidium y del
Secretariado, seguía siendo miembro del Comité Central.
¿Echó mano Kruschev de Breznev en el tema de Beria? Más que probablemente,
no. El ministerio de Defensa fue vital en la conspiración contra Beria, porque
los tanques del ejército eran necesarios a la hora de neutralizar a las fuerzas
policiales de directa dependencia en el georgiano. Sin embargo, todo parece indicar
que el trabajo lo ejerció directamente Zeltov. Porque trabajo hubo, ya que
Lavrentii Beria se había beneficiado de la fusión e los ministerios de la
Seguridad de Estado (MGB) y de asuntos internos (MVD), poniendo a sus órdenes
unas fuerzas de medio millón de personas. Cuando Kruschev llevó a cabo su golpe
contra Beria, tanques del ejército rodearon y protegieron el Kremlin, así como
otros edificios oficiales.
Pero, claro, para hablar de Beria, habemos de hablar de qué pasó, tras la
muerte de Stalin con la troika formada por: Kruschev, Beria y Malenkov. No
tardaremos mucho.
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