[Se me ha ocurrido, para entretener esperas entre artículo y artículo, ir vomitando por aquí pequeñas cosas que me encuentro en mis lecturas y que no dan para un post propiamente dicho. Espero no molestar...]
De la obra Histoire d'une grande dame du XVIIIeme siècle, de Lucien Perey (1887), entresaco este relato que hace una aristócrata parisina, la princesa de Ligne (en realidad, la princesa polaca Helena Massalska, que se casaría con el príncipe Charles de Ligne), de la boda de mademoiselle de Bourbonne (sic; Helenita no debía de ser muy buena escribiendo el francés), otra pija como ella.
Mademoiselle regresó un día [a su internado; el convento de Abbaye-aux-Bois] muy triste, y se encerró un rato largo en el despacho de la señora de Rochechouart [algo así como la jefa de estudios]. Finalmente, dos días después, nos confesó a sus amigas que se casaba con el conde de Avaux, hijo del marqués de Mesme (sic. En realidad, es Mesmes). Todas la rodeamos para hacerle cien preguntas. Ella tenía entonces apenas doce años; tenía previsto hacer su primera comunión en ocho días, y ahora se casaría ocho días después de la primera comunión para después regresar al convento. Estaba tan deprimida que acabamos por preguntarle si es que su marido no le gustaba. Ella nos confesó que el conde era muy feo y muy viejo, y que iría a verla al día siguiente.
Al día siguiente, cuando se levantó, mademoiselle de Bourbonne recibió un gran bouquet; a medio día, llegó el conde. Sus compañeras lo encontramos, como ella había anunciado, abominable. Cuando ella salió del encuentro, todas le dijimos: «¡Verdad que tu marido es feo! Si yo fuese tú, no lo desposaría. ¡Qué desgracia!» A lo que ella respondió: «Me casaré con él, porque es lo que quiere mi padre. Pero nunca lo querré; eso seguro».
Se acordó que no se volviesen a ver hasta el día en que ella hiciese la primera comunión, para que así ella no se distrajese de su preparación. Finalmente, ella hizo la primera comunicación ocho días después, y, cuatro o cinco días después, se casó en la capilla del hotel d'Havre...»
Leedle este cuento a vuestras hijas y nietas de doce años, a ver qué cara ponen.
Se ve que el conde era de los de "Si pesa más que un pollo..."
ResponderBorrarTampoco era tan raro, que muchas de estas muchachas eran casadas con verdaderos viejales. En el Decamerón se burlaban de este tipo de matrimonios, justificando que la mujer luego se buscara un amante más joven y apto para darle emoción.
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