sábado, noviembre 10, 2007

¡Fascista!

Hace ahora algunos días de la escena, que quedará para los anales audiovisuales, entre el rey de España, el presidente del Gobierno y el de Venezuela, durante la Cumbre Iberoamericana celebrada en Santiago de Chile. No pretendo yo con este post dar mi opinión sobre el evento o, cuando menos, darla por completo o sobre todos sus matices. Sólo me interesa destacar un aspecto de esa polémica; un aspecto que, curiosamente, no parece haber aflorado en los muchos dimes y diretes provocados por dicha discusión pero que es el más sustancial desde el punto de vista de la Historia, o así al menos lo veo yo.


Todo empezó porque Hugo Chávez se refirió por tres veces al ex presidente del Gobierno español, José María Aznar, motejándolo de fascista. Y este es el punto en el que el presidente venezolano sacó los pies del plato; porque ser fascista es algo muy concreto, tan concreto que hay países del orbe occidental donde serlo es delito. Y, por lo tanto, cuando se acusa a alguien de ser fascista, lo menos que se puede hacer es, al punto, demostrar la acusación con hechos y palabras indubitables.


El fascismo es una ideología tan efímera en la Historia como importante en las trazas que dejó. Sí, ya sé que el fascismo existe hoy en día, así pues no llevo razón al considerarlo efímero; pero hay una diferencia enorme entre existir y existir siendo una alternativa seria de gobierno, ejerciendo cuotas de poder, y es en este terreno del ejercicio del poder donde el fascismo ha perdido notablemente terreno en los tiempos actuales, como también le ha ocurrido al comunismo.

Hoy en día y para siempre, los politólogos, los sociólogos y los historiadores discuten interminablemente sobre los orígenes y la existencia del fascismo. Esto es así porque hay elementos del fascismo, como es el ultranacionalismo o la exaltación de la raza, que existen desde hace mucho tiempo; por citar dos pueblos alguna vez gobernados por fascistas, tanto alemanes como españoles nos hemos sentido superiores al resto desde mucho tiempo antes a la existencia del fascismo en nuestro seno. Y no digamos los italianos, en el punto y hora que resucitan su pasado imperial, truquito éste que explica que el saludo fascista sea el viejo saludo romano.


No obstante estas discusiones, el fascismo como tal estructurado, existente como una alternativa política cierta, como una doctrina de dominación del Estado, es un fenómeno propio de la primera posguerra mundial. En la llamada Gran Guerra muchas cosas del orden mundial vigente hasta entonces hicieron crisis, pero lo más importante de esa catarsis es que se resolvió malamente. Se habla mucho de los tratados de Versalles o de Trianon como caldos de cultivo de la deriva fascista en Italia y en Alemania, aunque yo creo que hay algún otro elemento de mayor importancia. Las potencias que ganaron la primera guerra mundial, que se la ganaron fundamentalmente a Alemania, cometieron un grave error del que aprenderían veintipocos años después. En la primera guerra mundial, las hostilidades se acabaron prácticamente antes de pisar tierra alemana, con lo que el prestigio de aquel país quedó intacto, presto, por así decirlo, a sentirse humillado, pero no vencido. Este hecho sería crucial para el renacimiento entre los alemanes de la idea de la Gran Alemania.


El fascismo de poder, en todo caso, no lo inventan los nazis. Lo inventa Benito Mussolini, un líder socialista italiano de quien, sin embargo, el sindicalista francés Georges Sorel vaticinó, nada menos que en 1912, que acabaría siendo «un condottiero del siglo XV». En 1914 Mussolini, hijo de un herrero y de una maestra, se separó del partido socialista por su antibelicismo; él, lejos de ser pacifista, veía en la guerra mundial una oportunidad de oro para realizar y perfeccionar la unidad de Italia. Tras la guerra, en la que fue herido de cierta consideración, creó un haz (o fascio) de excombatientes, cada vez más radicalizados a causa de la violencia de la extrema izquierda.


La filosofía de acción directa del fascismo italiano fue notablemente atractiva para los más jóvenes, igual que ocurrió en Alemania e igual que ocurrió en España, sobre todo con las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (JONS) de Ramiro Ledesma, que acabarían fusionándose (no sin problemas) con la Falange de José Antonio Primo de Rivera. Cuando el sistema parlamentario italiano cayó en el descrédito, Mussolini organizó una marcha sobre Roma que operó de presión sobre el rey Víctor Manuel, el cual le dio el poder.


A diferencia de Hitler, que es un fenómeno meramente alemán y cuyos seguidores en otros países lo son, sobre todo, por interés, Mussolini es el gran irradiador del fascismo. La FE de las JONS joseantoniana se sentía más mussoliniana que nazi, pero hay más ejemplos, tales como Averescu en Rumania, Stoyadinovich en la antigua Yugoslavia, Gömbös en Hungría, Tsankov en Bulgaria, Carmona en Portugal...


¿Qué es ser fascista? En primer lugar, y sobre todo, ser fascista supone superditar al individuo a una idea (que suele tener en un partido a su guardían sagrado) hasta el límite que sea necesario. En tal sentido, todo fascista es, por definición, antiliberal, entendiendo por liberalismo no las estrechas fronteras de una determinada doctrina política, sino la creencia genérica de que el individuo y su libertad han de ser la base de toda relación política y social. La máxima supeditación a una idea (el nacional-socialismo, el nacional-sindicalismo, la supremacía de la raza, etc.) hace que el fascismo sea, además, una ideología que aspire a la toma completa del poder sin alternativas; como ideología antiliberal y antiparlamentaria (de hecho, la mayoría de los fascistas ven en los sistemas de partidos políticos un cáncer social que hay que extirpar), el fascismo propugna, pues, sistemas de partido único o sin partido en los que el derecho al voto o bien es descafeinado, o bien no existe. Siempre ha de existir una organización monopolística que marque el paso de la vida pública; en algunos casos no es estrictamente un partido; por ejemplo, el fascismo español, al ser nacional-sindicalista, lo que propugnaba era el monopolio de la organización sindical y, de hecho, el lema del falangismo radical en los años cuarenta y cincuenta era «Estado sindical»


Es un error identificar siempre el fascismo con la extrema derecha, en el sentido de defensa de los intereses de las derechas, es decir de las clases sociales más pudientes. No pocos fascismos se dotan de tintes obreristas en los cuales el fascista es el auténtico liberador de la clase obrera. En las bases de fusión de Falange Española y las JONS (13 de febrero de 1934) figuran algunos puntos que podrían ser fácilmente suscritos por cualquier radical de izquierdas («Afirmación nacional-sindicalista en un sentido de acción directa revolucionaria»), amén de otros curiosos como la limitación de los mandos de la formación a personas menores de 45 años o la afirmación de «una línea económica revolucionaria que asegure la redención de la población obrera, campesina y de pequeños industriales». Más allá, en el falangismo español hay todo un mito sobre la elección de la camisa azul como uniforme (algunos testimonios hablan de que había bastantes partidarios de la camisa parda, al estilo nazi); aunque yo tiendo más a creer que José Antonio se limitó a copiar a los grupúsculos fascistas portugueses, que ya la usaban, se cuidó mucho de alimentar el mito de que la elección tenía que ver con que dicha camisa se parecía a la de los mecánicos de los talleres, pequeños obreros manuales, pues.


El racismo no es un elemento fundamental del fascismo, aunque suele aparecer. En realidad, la pimienta que suele figurar en todo fascismo es el nacionalismo. Se podría decir que no todo nacionalista es necesariamente un fascista, pero resulta difícil encontrar un fascista que no sea nacionalista. El fascismo, en tanto que ideología que sustenta una idea común supraindividual, genera inmediatamente el concepto de destino común (así lo decían los puntos programáticos de la Falange, que definían a España como una Unidad de Destino en lo Universal) y supremacía. A Mussolini le encantaba leer a Friedich Nietzsche, filósofo alemán que lo mismo vale para un roto marxista que para un descosido brazo en alto; una de las cosas de él que atrae a los fascistas es su afirmación del superhombre, donde quieren ver la confirmación de sus ideas.


La exaltación de lo propio trae prendida la denigración de los otros. La Alemania nazi consideraba escoria a determinadas nacionalidades y razas: judíos, gitanos, polacos... Eran untermenschen, menos que hombres, razón por la cual estaba justificado su asesinato, incluso cuando eran niños. El fascismo nazi comenzó siendo un nacionalismo muy radical que propugnaba el renacimiento de Alemania, fuertemente humillada tras la Gran Guerra, para pasar rápidamente a buscar enemigos (los judíos y otros) y defender, primero su aislamiento (existen no pocos testimonios de que los nazis estudiaron la posibilidad de encerrar a todos los judíos en la isla de Madagascar) y después su exterminio. El asesinato masivo de judíos, gitanos, alemanes izquierdistas y no pocos homosexuales fue posible por algo que hoy se ve con otros ojos: la eutanasia. De hecho, Hitler es probablemente el primer gobernante que apoyó decididamente la eutanasia, aunque a su fascista manera. La eutanasia hitleriana, repugnantemente aplaudida por la clase médica alemana (y algún día debería pedir perdón por ello, ciertamente) propugnaba la eliminación de los arios defectuosos. Puesto que la raza aria había de ser perfecta y dominar el mundo, era necesario hacer una selección de la misma eliminando las malas hierbas. Así pues, antes que a los judíos, la Alemania nazi gaseó a unos 40.000 esquizofrénicos, paranoides y oligofrénicos, y a otros los esterilizó para que no pudiesen reproducirse.

La gran humillación pública del racista Adolf Hitler se produjo en 1936. Para entonces los nazis gobernaban en Alemania y en Berlín se celebraban los juegos olímpicos. Hitler esperaba que dichos juegos sustantivasen la supremacía de los arios, pero comenzó a ver que los negros les superaban en las pruebas atléticas, especialmente en las relacionadas con la velocidad, para las que es bien sabido que las razas de origen africano están mucho mejor dotadas que los semíticos. Así pues, empezaron a pasar cosas raras. Durante las series de calificación para la final de salto de longitud, que se celebraría poco después de que el atleta negro Jesse Owens hubiese ganado la final de 100 metros lisos, todo se confabuló para que Owens no pudiera pasar a dicha final. De los tres saltos de cualificación, los jueces le cantaron nulo los dos primeros. Uno de dichos nulos ni siquiera fue un salto; siguiendo, probablemente, instrucciones del palco, los jueces consideraron que una carrerilla de prueba que había dado Owens por la pista del salto había sido un intento, y se lo calificaron como nulo.

En ese momento aparece el héroe de esta historia. Se llamaba Luz Long, era alto, rubio y de ojos azules, era alemán y era el segundo mejor saltador de longitud del mundo, después de Owens. O sea: era quien más podía ganar con las putadas que le estaban haciendo al puñetero negro. Y, sin embargo, Long no estaba hecho de la misma madera que Hitler; la suya podría ser, quizá, más blanda, pero era, con seguridad, más noble.

Long se acercó a Owens, que estaba un poco bloqueado con todo el asunto de las putadas, y le dio la solución: sólo era la calificación, así pues no tenía que hacer un record. Le aconsejó que dejase una marca (si no recuerdo mal, Owens dejo caer una toalla) algunos centímetros antes de la tabla de saltado, y que calculase el salto no desde la tabla, sino desde la marca. De esta forma, los jueces no podrían cantarle nulo. Owens le hizo caso y se clasificó.

Luz Long hizo algo más que eso. Al día siguiente, en la final, cuando Owens lo derrotó, felicitó a Owens. O sea: se abrazó a un negro que le había ganado ante los ojos de Hitler. Con un par.

Luz Long murió en la segunda guerra mundial, lo cual quiere decir que, lejos de disfrutar de los privilegios de que gozaban los deportistas de élite fue enviado, oh casualidad, al frente a pegar tiros (en el frente más duro, es decir el ruso). Sin embargo, pocas, muy pocas personas le recuerdan hoy, a pesar de que es un héroe. Ya que se habla tanto de la asignatura de Educación para la Ciudadanía, quizá no habría demasiadas discusiones si consistiese en cosas como contarle a los niños la historia de Long.

Para mí, además, el mérito de personas como Long es mayor teniendo en cuenta que fue capaz de ir donde no llegaron otros que tuvieron una posíción más cómoda que la suya. Una de las cosas que tal vez sería bueno que algún día se explicasen bien es el porqué del cambio de última hora en el equipo estadounidense de 4x100 en aquellas Olimpiadas. Inicialmente, el relevo estaba formado por Martin Glickman (10,6 segundos en los trials), Sam Stoller (10,6), Foy Drapper (10,6) y Frank Wykoff (también 10.6). Con ello, EEUU renunciaba al propio Owens (10.4) y a Ralph Metcalfe (10.5), ambos negros. Esta decisión, en cualquier caso, podría no estar fundamentada en el racismo, sino en una política que EEUU ha seguido siempre de intentar que cuantos más atletas ganen medalla, mejor.

Días antes de la final, sin embargo, el entrenador estadounidense reunió a los relevistas y les contó la milonga de que el equipo alemán era fortísimo y que por eso había que jugar las mejores cartas, razón por la cual Owens y Metcalfe entraron en el cuarteto en sustitución de Glickman y Stoller.

Estaréis pensando: vaya cataplines, los americanos. Quitan a dos blancos para meter a dos negros ante las narices de Hitler. No obstante, vuestra valoración tal vez cambie un poquito si os cuento que Glickman y Stoller eran judíos.

Que yo sepa, nunca se ha aclarado del todo quién sacó a los judíos del 4x100. Como ya habéis leído, no existía razón específica para ello, pues tenían la misma marca que otros dos corredores que sí corrieron. Lo que no se sabe es si fueron los alemanes quienes presionaron o fueron los norteamericanos motu proprio. Ambas versiones son posibles.

Por cierto: en la final, los alemanes llegaron cuartos, aunque se clasificaron terceros porque el equipo que les precedió, Holanda, perdió el testigo. La medalla de plata, Italia, llegó a más de diez metros de los americanos. Queda claro, pues, que la milonga de que los alemanes tenían un superequipo resultó ser eso, una milonga, y que, aún cediendo las tres décimas de menos que tenían Owens y Metcalfe sobre los atletas judíos, el equipo americano habría ganado la final más o menos con un segundo de ventaja sobre su inmediato perseguidor.

Así pues, quienquiera que decidiera que dos judíos no recibiesen sus medallas de oro delante de Hitler, ése sí que era un fascista.

El paroxismo nazi llegó hasta tal punto que hubo médicos que acariciaron la idea de ayudar a construir la supremacía aria mediante la reducción del periodo de gestación; si conseguían que la mujer concibiese en menos de nueve meses, la capacidad de generar arios se multiplicaría. En sus experimentos, casi siempre carentes de base científica, utilizaron normalmente mujeres prisioneras, a menudo judías, a las que radiaron los ovarios en interminables sesiones hasta dejarlas, en el mejor de los casos, estériles. Aunque tampoco tenía demasiada importancia, pues su destino, en todo caso, era la cámara de gas.


Ser fascista, por lo tanto, es ser ultranacionalista, antiparlamentario, partidario del colectivo y no del individuo, exaltador de la violencia y de la dominación del diferente, racista y xenófobo. Para ser fascista hay que ser todo eso. Decir de alguien que es fascista, pues, es un insulto muy grave. Decirlo tres veces, tres insultos muy graves.


La confusión, en lo que a nosotros se refiere, comenzó en la República. Cuando en noviembre de 1933 las elecciones dan un vuelco al país y colocan a las derechas en el gobierno, las izquierdas reaccionan aseverando que en España va a pasar como en Austria y en Alemania, es decir que el fascismo va a tomar el poder legalmente pero luego va a quedárselo para siempre. No está claro si el gran líder de la derecha, Gil-Robles, se sentía o no fascista. El mandamás de la CEDA justifica plañideramente en sus memorias (No fue posible la paz) su asistencia a un congreso del NSDAP (el partido de Hitler) y pasa de puntillas por cosas que sabe que dijo en aquel entonces, como que si el Parlamento no entendía su mensaje, sometería al Parlamento (y someter es un verbo lo suficientemente polisémico para que cada uno se crea lo que le dé la gana). Se explaya, claro, en lo que le defiende: una vez que las izquierdas dieron un golpe de Estado revolucionario, y una vez que dicho golpe fue sofocado, el sistema democrático fue conservado, así pues la amenaza de dictadura, según Gil-Robles, nunca existió.


El caso es que ya en el bienio de las derechas comienza a construirse la dicotomía sencilla fascistas-antifascistas. Dicotomía que alcanza su máximo esplendor al estallar la guerra civil, pues en zona republicana todo aquel que está con los golpistas se convierte en un fascista (entonces se decía más fachista) y el bando contrario se convierte en el antifascismo. La ayuda de Hitler y Mussolini a Franco no hizo demasiado por destruir ese tópico, aunque a mí me parece sociológicamente insostenible. A Franco en el 36 le apoyaron grupos sociopolíticos que comienzan en la derecha del Partido Radical y engloban, por lo tanto, al maurismo, las derechas coligadas en la CEDA, elementos católicos, agrarios, monárquicos de muy variada laya y, por supuesto, el requeté y la Falange. En España, en julio del 36, no habría ni 50.000 fascistas, y con 50.000 pollos no se gana una guerra ni aunque venga la Legión Cóndor siete veces.

A ello hay que unir el hecho, quizás más allá de la temática de este post, de que tampoco todas las izquierdas antifascistas lo eran.


El tópico pervivió a la guerra, llevándonos a la dinámica de pensar que el franquismo fue fascista y, por lo tanto, la lucha contra el franquismo fue aquella vieja lucha contra el fascismo. Afortunadamente, la historiografía ha terminado por darse cuenta de que Franco desfascistizó su régimen desde el momento en que vio que Hitler podía perder la guerra, convirtiéndolo en una dictadura militar (porque no hace falta ser fascista para aplastar las libertades de los pueblos; ésta es otra confusión bastante común en el lenguaje actual).


Que Franco fue sinceramente fascista, yo creo que no lo duda ni la fundación que lleva su nombre. Que dejó de serlo y que, ítem más, al principal elemento fascista de su gobierno, su cuñado Serrano Súñer, se lo apioló comme il faut, es igual de cierto. Tras esto, ya digo, no hace falta elevar a Franco a los altares, porque se puede dejar de ser un fascista y seguir siendo un cabronazo. Yo, de hecho, conozco personalmente a muy pocos fascistas, apenas uno o dos. Pero cabronazos, los conozco a puñaos.


Una discusión interesante es, por ejemplo, si Stalin fue fascista. Yo creo que sí. Como lo fue Mao, o Pol Pot. Como ya he dicho, el fascismo no es una ideología ni de derechas ni de izquierdas. Es una forma muy concreta de entender la ideología o, si se prefiere, una tentación totalitaria. Y se puede llegar a experimentar lo mismo cantando Por Dios, por la Patria y el Rey que La Internacional.


Pero lo que ha de quedar meridianamente claro es que cuando alguien opina algo pero te permite discrepar, no es fascista. Cuando alguien no pretende imponer sus criterios mediante el uso de la violencia, no es fascista. Cuando alguien no propugna de todos los ciudadanos debieran supeditar su libertad, sus acciones y su albedrío a una Idea, no es fascista.


Y si no nos damos cuenta de esto, seguiremos usando la palabrita a humo de pajas, y todo lo que conseguiremos es que cada vez signifique más cosas distintas, o sea no signifique ninguna.


Y eso, es decir que la palabra fascista en el fondo no signifique nada, es, exactamente, lo que quieren los fascistas.

15 comentarios:

  1. Anónimo5:00 p.m.

    De hecho, creo que por eso no cabe decir que Stalin fuera fascista. Fascismo y comunismo, y concretamente el fascismo y el comunismo en las variantes que llegaron al poder en Europa, tienen muchos puntos en común. Muy en general, aborrecen del sistema de democracia parlamentaria o partitocracia (en algunos casos, con críticas bien fundadas que facilitan su éxito), y lo que se ha descrito de antiliberalismo en general, de preponderancia del estado y el partido en las esferas asociativa, económica y moral.

    Pero Stalin no es un nacionalista. Es más, no puede serlo porque la legitimidad del régimen de la URSS es, en principio, el derrocamiento del sistema zarista. Aunque en la crisis de la segunda guerra se lleguen a rehabilitar algunos temas de revisión histórica nacionalista, creo que nunca llega a formar parte del núcleo de su doctrina como sí lo es del fascismo.

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  2. Anónimo5:53 p.m.

    Muy buena la historia de Luz Long.

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  3. Redondo.

    Hay muchos cabronazos que no son fascistas. Eso es una verdad como un templo.

    La última de las conclusiones es cierta y es una pena que la gente no se dé cuenta de ello. Cuantos más fascistas se inventan más diluido queda el término. Y lo que vale para el fascismo vale para el terrorismo, fundamentalistas, integristas, nazis, etc...

    Un saludo

    PS: ¡Qué buena película se haría con la historia de Long!

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  4. Un placer leerte, preciosa la historia del alemán Long.

    Saludos

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  5. Anónimo8:47 p.m.

    Brillante argumentación y magnífica la revelación de las interioridades olímpicas de Berlín36.

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  6. Anónimo7:16 p.m.

    ¿Estás seguro de que Franco fue fascista? Más bien creo que utilizó el entramado del fascismo mientras le convino y que despues lo desechó para adoptar otras doctrinas. Cierto es que su régimen fue autoritario, antiparlamentarista y de partido (o movimiento) único, pero también lo es que en los aspectos económicos tendío desde los últimos 50 al liberalismo (sobre todo en referencia a la pequeña y mediana empresa) y que nunca tuvo tentaciones racistas, mientras que su nacionalismo, si bien existió, fue más bien "light" y comparable al actual de los USA o el mismo francés.

    Un saludo y qué envidia sana me das con el tiempo que tienes para desarrollar estas historias y reflexiones.

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  7. Te felicito. Es uno de los mejores artículos que he leido sobre el fascismo y el no-fascismo. Me han quedado muchas cosas muy claras. Enhorabuena!!!

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  8. Anónimo11:38 p.m.

    Muy bueno el post. Creo que deja las cosas (y las definiciones) muy claras. Nada que objetar desde el punto de vista histórico, pero sí desde el punto de vista del uso actual del término "fascista" o "facha", del que creo que se te escapa su aspecto más sibilino: el de tratar de colocarle a cualquiera que no comulgue con las ideas "políticamente correctas" el sambenito de "facha". Yo soy de los que no comulgo y puedo afirmar que cuando participo en tertulias o discusiones, siento que la presión es tremenda. Si consiguen ponerse dos o tres de acuerdo en que eres un facha, estás perdido. Y nada de lo que digas o hagas tendrá valor; al fin y al cabo, "son las ideas de un facha". Si lo piensas, verás que es un arma poderosísima, con la que se ha estigmatizado a un buen número de personajes de actualidad. Un buen ejemplo, es precisamente Aznar. Ya nadie se molesta en rebatir lo que dice. ¿Para qué, si es un facha? En ese sentido, Aznar es una presa fácil, de derechas de toda la vida. Mucho más difícil es, por ejemplo, una figura como Albert Boadella y, sin embargo, muchos andan como locos por "fachizarle".

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  9. Creo que en lo básico a Franco se le puede calificar como fascista: nacionalismo; deseo de acallar a las voces discrepantes (aunque tras la década de los 40 mostrase un cierto juego de cintura para tolerar una leve polifonía, pero siempre dentro del Movimiento); idea de la sociedad como un todo orgánico al que el individuo está supeditado.

    Lo diferente es que Franco era gallego. Es posible que haya un gen que imposibilite realmente a los gallegos para el fascismo. Franco era un fascista práctico y gallego. Esto implica que estuviese más que dispuesto a abandonar principios, dentro de unos límites, en aras de mantener la paz social y seguir en el machito.

    Posiblemente, la mejor caracterización ideológica de Franco sea la que le hizo su primo Franco Salgado-Araujo:Franco era franquista.

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  10. Anónimo2:12 a.m.

    Hace tiempo que decidí no volver a meterme en este tipo de berenjenales, pero aún así hay algunas cosas de este post que me han hecho hervir la sangre y, lo siento, pero no me puedo quedar callado.

    Para empezar, su explicación de los motivos del surgimiento del fascismo:

    “aunque yo creo que hay algún otro elemento de mayor importancia. Las potencias que ganaron la primera guerra mundial, que se la ganaron fundamentalmente a Alemania, cometieron un grave error del que aprenderían veintipocos años después. En la primera guerra mundial, las hostilidades se acabaron prácticamente antes de pisar tierra alemana, con lo que el prestigio de aquel país quedó intacto, presto, por así decirlo, a sentirse humillado, pero no vencido. Este hecho sería crucial para el renacimiento entre los alemanes de la idea de la Gran Alemania”

    No se si será eso lo que pretende decir, pero la conclusión más obvia es que las potencias vencedoras de la 1ª guerra mundial, cometieron un error al no “meterse hasta la cocina” y no dejar a Alemania hundida en la miseria, de forma que no volviese a levantar cabeza. En fin, uno puede pensar que en aquellos tiempos, semejantes soluciones eran apropiadas. No creo que hoy en día nadie, que no pertenezca al club de grandes pensadores del siglo XXI encabezado por el Sr. George W Bush, pueda pensar que la mejor forma de cimentar una paz duradera sea llevar a un país a la ruina total y darle tal escarmiento que sea no sea capaz de causar problemas en mucho tiempo.

    Desde luego no fué esa la lógica que se impuso en el Congreso de Viena, bastantes años antes de la 1ª guerra mundial, a la hora de tratar el nuevo orden euopeo tras la derrota de Napoleón. Ni la política que se aplicó a Italia, Alemania o Japón una vez finalizadas las hostilidades.

    Creo que si las potencias vencedoras de la 1ª guerra mundial cometieron un error, este fue el de imponer a la Alemania vencida, unas indemnizaciones de guerra que los alemanes no iban a poder pagar. Hecho, que por cierto, fue el causante del crack de los 30 y creó el caldo de cultivo para que el fascismo se expandiese entre una clase media alemana arruinada y temerosa del avance del comunismo en toda Europa.

    Sin embargo la afirmación que me ha llevado a contestar este post en concreto es la siguiente:

    “En tal sentido, todo fascista es, por definición, antiliberal, entendiendo por liberalismo no las estrechas fronteras de una determinada doctrina política, sino la creencia genérica de que el individuo y su libertad han de ser la base de toda relación política y social.”

    Me parece que hablar del liberalismo como una ideología abstracta es torcer el argumento de forma que no se pueda rebatir. Si todo fascista es, por deficición, antiliberal, creo que habría que definir que es un liberal. Porque en nombre de la libertad se han hecho muchas barbaridades en la historia más reciente, y porque el liberalismo es una ideoligía mucho más definida y mucho más entroncada en el poder hoy en día, que el fascismo o el comunismo.
    Y es eso lo que me molesta del post. La excusa, el gancho, o como lo queramos llamar del fascismo, es la lucha contra el capitalismo; pero lo cierto es que las víctimas del fascismo han sido siempre las minorias, los sindicalistas, y los militantes de izquierda. Nada que ver con los liberales.

    De hecho, las democracias occidentales, no vieron en Hitler un problema hasta que no empezó a suponer un riesgo para la hegemonía de Francía e Inglaterra y una amenaza para el Status Quo surgido de Versalles. De hecho muchos “democratas” occidentales veían en Hitler al único que podía parar al “gran monstruo” de la época que era Stalin.

    En el caso español, si bien es cierto que tiene sus particularidades, no me parece un error:

    “identificar siempre el fascismo con la extrema derecha, en el sentido de defensa de los intereses de las derechas, es decir de las clases sociales más pudientes.”

    Precisamente es en España donde queda demostrado de forma más patente que el fascismo defiende los intereses de las clases sociales más pudientes. España, a diferencia de Francia, Inglaterra, Alemania o incluso Italia, era en la época en que empiezan a surgir los movimientos fascistas, un pais eminentemente rural. Un país en el que, con excepción de algunos nucleos urbanos, apenas existía clase obrera. Era un país en el que la fuente de riqueza era todavía el campo, y en el que la tierra seguía en grandes partes del territorio en manos de la oligarquía terrateniente. Era, en resumen, un país en manos de la iglesia y los caciques.

    Con la propagación de las ideas surgidas de la 2ª Internacional socialista, empezó a crearse una tensión social que iría radicalizándose hasta estallar con la abdicación de Alfonso XIII, dando fin a ese sistema político tan peculiar de nuestro pais llamado “caciquismo”.

    En semejante entorno las ideas fascistas, si bien intentaron “copiar” las tácticas de Musolini, tuvieron una casi nula respuesta entre la clase obrera o el campesinado español. Como muy bien dice el autor del post, los falangistas en España eran cuatro gatos, y casi todos, señoritos o hijos de señoritos. Estaba muy claro que intereses defendían y por supuesto que no eran los de la clase obrera.

    Yo no sé si Fascista es un insulto. Si que se que yo me sentiría insultado si alguien me lo llamase. Pero también sé que el Sr. Aznar, y muchos de los que le rodeaban en su gobierno, están muy cerca de organizaciones religiosas y políticas que han estado a partir un piñón con el régimen de Franco. Creo que no soy el único que vió las banderas del aguilucho en la celebración de la victoria del PP en las elecciones del 96, o en manifestaciones más recientes convocadas entre otras organizaciones por la FAES. Seguro que queda más moderno decir que uno forma parte de eso que ahora se llama think-tank. Pero se ponga el nombre que se ponga a mi me parece que un tipo que habla, cada vez que tiene ocasión, de la Reconquista, los Reyes Católicos y la Unidad de España, tiene mucho en común con una organización política que ¡oh, casualidad! tenía por bandera el yugo y las flechas (símbolo de los reyes católicos).

    Estoy de acuerdo con el autor del post, en que durante la guerra civil, no todos los que lucharon en el llamado bando Nacional eran fascistas. De hecho el llamado “Alzamiento Nacional” no fué sino uno más de los muchos golpes de estado, pronunciamientos, o cuarteladas de los que la historía de la España del siglo XIX y primer cuarto del XX está plagada. La diferencia es que en esa ocasión salió mal.

    Con lo que ya no estoy tan de acuerdo, ya que no se cómo interpretarla, es con la afirmación de que:

    “tampoco todas las izquierdas antifascistas lo eran.”

    ¿Que es lo que quiere decir eso? ¿Que no eran izquierdas? ¿Que no eran antifascistas? Es cierto que no todos los combatientes republicanos eran antifascistas, pero las organizaciones de milicianos ¿no eran antifascistas? ¿Entonces que eran?

    Finalmente, para no alargarme mas, mi principal desacuerdo con el post es:

    “Como ya he dicho, el fascismo no es una ideología ni de derechas ni de izquierdas. Es una forma muy concreta de entender la ideología o, si se prefiere, una tentación totalitaria. Y se puede llegar a experimentar lo mismo cantando Por Dios, por la Patria y el Rey que La Internacional.”

    En primer lugar, el fascismo no es en realidad una ideología. Esto puede sonar raro, pero es así. El fascismo carece de la argumentación filosófica que caracteriza a cualquier ideología. No propone un sistema social o económico diferenciable de otras ideologías que si lo son.
    El liberalismo o el materialismo dialéctico, por poner dos ejemplos opuestos, si que son ideologías. Podemos estar de acuerdo con sus postulados o no, pero cumplen con los requisitos para ser una ideología. Siguen una filosofía y defienden un sistema económico y social diferente.
    El fascismo no es más que una amalgama de filosofías y teorías socio-económicas que no proponen un sistema económico alternativo a los ya existentes antes de su aparición, sino que más bien sirven para defender un sistema ya existente, y los intereses de una clase social muy determinada, frente a una ideología que a comienzos del siglo XX amenazaba con cambiar el orden social de toda Europa.

    Otra cosa es en lo que el término fascista se haya convertido hoy en día, pero puestos a definir con exactitud lo que la palabra significa habría que ser más riguroso.

    En segundo lugar, el fascismo es lo que es. Defiende lo que defiende, y no defiende precisamente la Internacional. Me parece el límite del absurdo que no se pueda tildar al Sr. Aznar de fascista y que si se pueda establecer esa comparación con alguien que cante la internacional.

    Dentro de la izquierda puede haber gente de toda calaña, pero como ideología están en polos opuestos.

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  11. Anónimo, te contesto por partes:

    1.- No acabo de entender que digas que el post defiende que lo que tenían que haber hecho los ganadores de la primera guerra mundial es dejar Alemania arruinada. Para mí (y tú mismo pareces reconocerlo en tu texto) que eso fue precisamente lo que hicieron los ganadores de la primera guerra mundial. Los de la segunda, que habían aprendido la lección, entraron, efectivamente, hasta la cocina, tomaron el control del país y lo sacaron adelante. Yo no sé tú, pero a mí, si me das a elegir entre ser un alemán superviviente de 1921 y un alemán superviviente de 1947, no me lo pienso ni dos veces.

    2.- Interesante tu afirmación de que la causa del crack del 29 son las indemnizaciones de Versalles. ¿Podrías ser un poco más específico y citar con autor, nombre de la obra y pie de imprenta, dónde la has leído?

    3.- El liberalismo es, por supuesto, una ideología política. Pero también es una corriente filosófica (como lo es el marxismo, y de ahí que siempre haya sido un poco absurdo juzgar a todo marxista por lo que pasaba en la URSS o pasa en Cuba) y es a ésta a la que yo me refiero cuando hablo de la prelación del individuo sobre las ideas colectivas. Ahora bien que, si te escuece la afirmación, no me importa cambiarla. Donde lees «el fascismo es una ideología antiliberal» puedes leer, si te peta, «el fascismo es una ideología antihumanista», y todos contentos (por lo menos, yo).

    4.- En efecto, como apuntas en tu apunte, valga la redundancia, una Historia divertida de contar es la historia de quienes algún día vieron en Hitler algo bastante lejano al monstruo que luego dijeron que era. Pero es un saco muy grande, en el que cabe mucha gente. Te sorprenderías de cuánta.

    5.- Sobre tu empeño en ligar fascismo y derecha, aquí no podemos sino discrepar. Tú partes de la base de una visión del fascismo que yo respeto, pero no es la mía. Para mí, insisto, fascista es todo aquel que construye una Idea, un Destino, una Estructura, y decreta que todo, incluido el individuo, sus filias, sus fobias, sus ilusiones y sus pesadillas, está supeditado a ello. Así pues, la persona que dice que todo ciudadano tiene la obligación de dar la vida, el bienestar y lo que haga falta por Kim il Sung, es un fascista. Y estoy muy lejos de considerar a Corea del Norte un régimen de ultraderecha.

    Con esto creo haberte dejado clara mi postura sobre otra cosa que dices un poco más abajo, negando que se pueda ser fascista cantando La Internacional. Se puede ser fascista incluso cantando De Niña a Mujer.

    6.- Tu análisis de la caída del Alfonso XIII como causada por las tensiones sociales afloradas por la II Internacional está bien, pero es, en mi humilde opinión, un poco limitada. Las tensiones sociales afloradas por la II Internacional no ocuparon ni el 10% de los debates del Pacto de San Sebastián, que dio origen al gobierno republicano en la sombra, como machaconamente han señalado en sus memorias los protagonistas de aquel encuentro, tales como Maura, Prieto o Lerroux. Allí, básicamente, de lo que se habló fue de las cuestiones vasca y catalana. Por otra parte, déjame que te diga que la gran causa de la caída de Alfonso XIII fue su apoyo a la dictadura militar de Primo; y dicho apoyo tuvo poco que ver con las tensiones sociales afloradas por la II Internacional, y bastante más con una cosita que se llamaba Annual y otra cosita que se llamaba Informe Picasso.

    7.- Me dices que qué quiero decir con eso de que algunas izquierdas de la República no eran antifascistas. Y, como veo que no te quedó claro, aquí te lo aclaro: había izquierdas fascistas. Fascista me parece la imposición de las colectivizaciones en Aragón, sí o sí y a punta de pistola. Fascistas me parecen los virreyes anarquistas colocados algunos pueblos de Cataluña y que tan bien describe Manuel Benavides (escritor filocomunista), y que el gobierno catalán, en algunos casos, tuvo que acabar fusilando. Meter a un oponente político en una furgoneta, llevárselo a Alcalá de Henares y fusilarlo en una tapia sin causa, sin juicio y sin defensa, también me parece fascista. Porque todo eso se hace por el bien de una Idea, de un Destino, sea éste la acracia bucólica, la dictadura del proletariado o la calva de Mr. Proper, eso da igual.

    En fin, espero haberte apostillado más o menos en completitud.

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  12. Anónimo6:35 p.m.

    En primer lugar quiero disculparme si el tono de mi primer mensaje fue excescivamente behemente y molestó a alguien. No era mi intención, recozco que me dejé llevar por el acaloramiento del primer momento y que en algunos puntos quizá empleé un lenguaje demasiado apasionado, así pues vayan por delante mis disculpas.

    Volviendo al tema del post, creo que en el fondo, mi motivo de desacuerdo está en lo que para mí es un fascista. Cada uno es muy libre de pensar quién es para él un fascista y quién no, hasta aquí nada que objetar. Sin embargo, en el post se dice:

    “Y si no nos damos cuenta de esto, seguiremos usando la palabrita a humo de pajas, y todo lo que conseguiremos es que cada vez signifique más cosas distintas, o sea no signifique ninguna.”

    Se puede utilizar el término fascista como insulto (aunque para un auténtico fascista creo que no lo sería) o como cajón de sastre para descalificar a todos aquellos con los que no estamos de acuerdo; pero un fascista es alguien con una forma de pensar muy determinada.
    Asesinos los hay, y los ha habido de todos credos y filosofías. Personas que han recurrido a las ejecuciones para librarse de sus rivales políticos los ha habido desde que existe la historia, pero el fascismo como tal existe desde hace menos de un siglo, y desgraciadamente, hoy en día sigue existiendo en algunos sectores de nuestra sociedad.
    Creo, sinceramente y ahora sin apasionamiento, que confundes términos. Totalitarismo, dictadura, y crímenes políticos no son exclusivos de izquierdas o derechas. De hecho, existían mucho antes de que ambos términos se acuñasen en política. Pero hablando con propiedad el fascismo es extrema derecha.

    Pasando a otros temas que salían a colación en mi anterior post te diré que lamento no poder, ahora mismo, citarte con nombre de autor y pié de página donde he leído que el crack del 29 fue motivado por las indemnizaciones que Alemania se vio obligada a pagar tras la 1ª guerra mundial. Si embargo, si tu interés por el tema es sincero, creo que no tendrás problemas en corroborarlo si consultas cualquier libro de historia que trate el periodo entre guerras. Es un hecho histórico sobre el que no hay debate. Los EE.UU. prestaron dinero a Alemania para que pudiese pagar las indemnizaciones (totalmente abusivas e insostenibles) debidas a Francia e Inglaterra, y cuando Alemania decidió unilateralmente dejar de hacer frente a su deuda el chiringuito bursátil saltó por los aires. Si que existe debate en torno a si con unas reglas de mercado distintas de las que había en la época se podría haber evitado el crack, o si dicho crack se habría producido a la larga de todas maneras, pero el detonante fue ése y en la misma época en que se produjo fueron conscientes de ello.

    En cuanto a las causas de la abdicación de Alfonso XIII se podría hablar durante horas. Pero por resumir mi opinión, e insisto en que es mi opinión, creo que el régimen de la restauración borbónica llevaba agonizando décadas antes de la dictadura de Primo de Rivera, y que ésta no fue sino un parche puesto a una situación de división extrema de la sociedad española que terminaría por aflorar en la Guerra Civil. El desastre de Annual tuvo más consecuencias en lo que a la pérdida de prestigio internacional se refiere, que con la situación de crisis social que se vivía en España.

    El hecho de que en los debates del Pacto de San Sebastián las tensiones sociales no ocupasen ni el 10% (dato que ahora mismo no puedo corroborar pero del que tampoco tengo porque dudar) a mi entender no es sino un reflejo de la cortedad de miras que muchas veces padecen los políticos, aunque también es cierto que es muy fácil “hablar a toro pasado”.

    En cualquier caso, tengo que agradecerte que hayas contestado a mis comentarios y darte la enhorabuena por abrir un debate, que al menos para mí, está siendo muy interesante.

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  13. Amigo Anónimo, en este blog está prohibido pedir disculpas por tener una opinión. La vehemencia, por otra parte, siempre es buena, mientras no derive en violencia, y lejos, muy lejos estoy de considerar que fuera tu intención.

    Más allá: eres muy libre de ligar fascismo a extrema derecha. De hecho, no estás solo en el mundo. Hay mucha gente como tú. Yo me limito a indicarte que no es mi caso. Hace muchos, muchos años que leí 1984 (es una típica lectura de juventud y yo ya no soy joven), pero en todo caso ése es el tipo de fascismo universal que yo creo que hay que denunciar como tal. Y que se puede dar en todos los lados del espectro político.

    Lo que fue estrictamente de extrema derecha fue la tendencia fascista europea de la primera mitad del siglo XX. En eso tienes toda la razón. Pero el fascismo, en tanto que filosofía, impregna (e, insisto, es sólo mi opinión) algunas otras actuaciones que tienen su corte.

    También habrás adivinado que no creo en la interpretación que vincula el crack del 29 con el asunto de Versalles. Es cierto que había enormes préstamos por parte de la banca norteamericana, pero la producción de lo que en mercados financieros se denomina un default (o sea, un impacto) no genera deflación. La espiral deflacionista es imputable a una crisis de sobreproducción en la que Alemania tuvo muy poco que ver. Pero ésa es otra Historia. Hay un post en el archivo sobre el tema, por cierto.

    Sobre el pacto de San Sebastián, te recomiendo un libro que no es fácil de encontrar pero que lo cuenta muy bien:; 1930, de Eduardo de Guzmán, editado por Tebas en Barcelona en 1973. Si te interesa la caída de Alfonso XIII te interesará este libro porque seguro que vives pensando, como mucha gente, que entre la dimisión de Primo y el 14 de julio (periodo del general Dámaso Berenguer) no pasó gran cosa. Este libro te sacará de ese error.

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  14. Anónimo11:24 p.m.

    Permítaseme terciar en la polémica.Yo también opino que el fascismo no es de derechas ni de izquierdas. Ejemplos de fascismos de izquierdas hay unos cuantos... si se quieren ver.
    Pero voy a otro tema.
    Recuerdo haber leído que una de las causas de que en España la izquierda (PSOE) comenzara a zurrarle, desde muy pronto, la badana al incipente fascismo español ("cuatro gatos" de las JONS) fue que en Alemania e Italia el socialismo se había dejado sorprender por la nueva ideología y muchos de sus militantes (obreros y proletarios muy de derechas) se habían pasado al nazismo y al fascismo.
    En España, los anarquistas comenzaron a pelearse algo más tarde. Y también hubo trasvases. En este caso, hay quien dice que por el toque "romántico" que impregnaba el ideal anarquista y la Falange de José Antonio (no la que vino después)

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  15. Anónimo8:49 p.m.

    Gracias por el artículo y el posterior debate.

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