martes, septiembre 02, 2025

1976 (2) El problema francés


 


Muerta la momia, aquí no ha cambiadonada
El problema francés
Vitoria
En abril, muertos mil
Montejurra
El 18 de julio más difícil
Caza mayor
Esta vez, te vas a pelear con tu puta madre
La hora del dolor


No se sabrá quiénes fueron los asesinos de Echevarría. Sin embargo, el Estado trata de dar imagen de sobrado. Claudio Ramos Tejedor, uno de los hombres de la policía política de Franco que peor recuerdo ha dejado entre las izquierdas (no hay más que ver de qué van la mayor parte de las referencias que de él se pueden encontrar en internet), “contraprograma” al atentado de Oyarzun informando de que en los doce meses anteriores se ha detenido a 290 personas “relacionadas con ETA”. Afirma que se les han incautado una tonelada de explosivos, 700 metros de mecha, 400 detonadores, 33 escopetas, 26 pistolas y 8 ametralladoras. Estos datos, claramente inventados o inflados, son aderezados por la chulesca afirmación de que ha colocado dos topos en ETA (cosa que probablemente es verdad; pero hay que ser muy bocachancla para decirlo) y que ETA no tiene el apoyo ni del 1 por 1.000 de los vascos. Todo encaminado a convencer al país de que ETA, en noviembre de 1975, está en las últimas.

El país, sin embargo, no va bien. El famoso pie forzado del general Franco a sus ministros económicos (“lo que ustedes quieran, pero no suban la gasolina”) parece, efectivamente, haberse derrumbado con su muerte. En España los precios suben desbocados y, muy particularmente, el petróleo. Son los tiempos en los que se publicita el eslógan Si usted puede, España no puede, en alusión a que hay que apagar la luz en cuanto se pueda. Aquéllas, pues, son unas Navidades oscuras, en las que la alegría de los escaparates iluminados es muy escasa; hemos de pensar que aquél bien pudo ser el año más triste en la vida de Abel Caballero. Torcuato Fernández Miranda, el de “de la ley a la ley”, es nombrado presidente de las Cortes; pero a la gente eso le importa un cojón de mono.

Si en aquel mes hubiese habido tertulias de La Sexta, con seguridad se habrían centrado en la cuestión política de oro: ¿quién va a ser el primer presidente del gobierno después de Franco? Las apuestas de los gonzalomirós de la época están con don José María de Areilza, el conde de Motrico, el hombre que una vez llamó cerda a Eva Perón (aunque, en su descargo, no lo hizo hasta que Evita no le llamó cerdo a él). La gran vitola prestigiosa de Areilza es que es uno de los inteligentes políticos del franquismo que ha sabido distanciarse de él en los últimos tiempos. En efecto, ahora que el barco de Franco se hunde, todo el mundo descubre que Areilza se había bajado hace ya tres puertos. Areilza se tiene, además, por hombre de Juan de Borbón; y, en análisis demasiado superficiales (el gonzalomironismo de toda hora), se tiende a pensar que Juan de Borbón y Juan Carlos de Borbón son la misma cosa.

La otra alternativa, por supuesto, es Fraga, el eterno Fraga. Los más conservadores sueñan con que el rey haga valer su primera condición: la de commander in chief, y nombre a un militar. En este caso, el nombre casi que les da igual.

En medio de este ambiente, el 3 de diciembre la Guardia Civil tiene un choque armado con tres jóvenes que son sospechosos de ser miembros de ETA. Al parecer, los uniformados llevaban días detrás de ellos hasta que hablaron las armas. Hay un muerto en el suelo: Javier López de Guerena, de 18 años.

El hecho, sin embargo, no tiene entidad como para detener la marcha hacia la normalidad lo más democrática posible. El gran objetivo de las fuerzas no franquistas es la ley antiterrorista, una norma aprobada en tiempos de Franco, y que marcaba fuertes penas no sólo para el delito de terrorismo en sí, sino hacia lo que consideraba apología del mismo. El Consejo General de la Abogacía toma aquel mes de diciembre el tema en sus manos, y aboga, no desde luego por la despenalización del terrorismo, sino por su emplazamiento en el Código Penal. Lo que se busca es evitar el juicio del terrorismo en tribunales especiales como el Tribunal de Orden Público, el temido TOP, que lo mismo sirve para un roto como para un descosido, pues sus principales actuaciones son contra dirigentes sindicales clandestinos, como Marcelino Camacho o el sacerdote Paco García Salve. En todo caso, el objetivo de emplazar al terrorismo entre el resto de delitos penales del sistema de Derecho nunca se conseguirá, pues como es bien sabido la democracia tuvo Ley Antiterrorista (aunque sólo parcialmente heredada del franquismo) y acabará creando la Audiencia Nacional, que precisamente por eso no es santo de la devoción de los nacionalistas.

Finalmente, llega el primer gobierno de la monarquía. Se destaca la presencia de Areilza y Antonio Garrigues, que se tienen por representantes del ala liberal del franquismo; Manuel Fraga; y un joven cachorro del Partido Único llamado Adolfo Suárez. Pero la auténtica sorpresa, que muchos motejan de error, es que Juan Carlos de Borbón haya decidido dar continuidad como presidente del gobierno a Carlos Arias Navarro, el de españoles, Franco ha muerto.

En realidad, quien gana esa partida es Areilza. El viejo zorro vasco no quería ser presidente del gobierno en ese momento. Primero, porque la situación general, sobre todo económica, no lo aconsejaba: el primer ministro no iba a poder, que se diga, repartir caramelos de menta entre los españoles. Segundo, porque no acababa de tener claro de qué palo iba ese Juan Carlos que, él lo sabía bien, tenía sus más y sus menos con su señor padre. Así que decidió quedarse en el gobierno, en terrenos que conocía a la perfección (ministro de Asuntos Exteriores); y, lo que es mejor para él, colocando a su gran oponente, Fraga, en un ministerio donde estaba convencido que hundiría su carrera política: Gobernación, o sea, Interior.

No se equivocaba el zorro de Motrico. Haceos una lista de todos los ministros del Interior que seáis capaces de recordar y planteaos qué fue de sus carreras políticas tras haber estado al mando de los polis. El Ministerio del Interior, efectivamente, es un sitio para hacer cosas importantes, como acabar con ETA o destapar redes de puteros corruptos; pero no da la felicidad política. Políticamente hablando, el Ministerio del Interior era, y es, una máquina de picar carne. Areilza estaba convencido de que, en ese puesto, Fraga enterraría todo su futuro político, dejándole el sitio para crear, él, el gran movimiento de derecha democrática española. 

Pero Fraga era Pedro Sánchez: un superviviente nato.

Otro detalle del sanchismo de Fraga o, más bien, del fraguismo de Pedro Sánchez: el doble lenguaje. Sánchez opina una cosa y después la contraria. Fraga, en realidad, lo superó, porque normalmente opinaba una cosa y la contraria al mismo tiempo. Su truco era usar a las dos Prensas que tenía a mano: la española y la extranjera. A la nacional le decía que nunca, nunca, nunca, legalizaría al Partido Comunista; y a la extranjera le decía que el gobierno estaba preparando la construcción de una democracia plena en España. Areilza hacía lo que podía por contraprogramarle en sus frecuentes viajes al extranjero, en los que, entre otras cosas, declaraba cosas como: “Santiago Carrillo es un ciudadano español más”. Areilza se convirtió, en esas semanas, en la gran bestia negra de la ultraderecha.

En Madrid, el ferrocarril metropolitano va a la huelga. Mi tía, esto lo recuerdo como si hubiera pasado ayer, se queja amargamente, en la mesa de Nochevieja, acordándose de los tiempos en que “se podía tener dos pares de gafas”. Mi tía era funcionaria del sindicato vertical, pronto absorbida en el Ministerio de Industria. Sus estrecheces, pues, eran las de todo el país. Comienza a escucharse una frase que será un hit parade todo el resto de la década: Con Franco vivíamos mejor. Frase que, mira tú, a causa sobre todo de las enormes torpezas de la pretendida superioridad moral de la izquierda del siglo XXI, ha regresado medio siglo después. Y es que hay gente que, si llega a nacer medio centímetro más tonta, nace botellín.

Muchas personas comunes, y algunos opinadores que se dicen excelentemente informados, siguen creyendo en la teoría de que con Franco han muerto todos los problemas que crearon la ETA. Por ello, se habla de que gobierno y terroristas están hablando y que, incluso, están encontrando puntos de acuerdo. Pero la ETA tiene su propia agenda. El 13 de enero, que es un martes, por la tarde, cuatro personas secuestran al joven de 26 años José Luis Arrasate. Se lo llevan de su domicilio en Berriz, a 35 kilómetros de Bilbao. Los Arrasate son propietarios de la fábrica Forjas de Berriz. Los secuestradores exigen 100 millones de pesetas por el chaval, lo cual está, claramente, muy por encima de lo que puede pagar esa familia.

El secuestro de Arrasate, por lo demás, es una segunda tentativa. Dos días antes, ETA ha intentado ya secuestrar al industrial Francisco Luzuriaga; sin embargo, al encontrarlo en muy delicado estado de salud, decide no llevárselo, aunque no sin antes haberle obligado a comprometer un pago de 10 millones de pesetas.

El secuestro de Arrasate, sin embargo, se complica en su exégesis cuando ETA V Asamblea informa de que ellos no han sido. Este comunicado despierta a muchos españoles a la realidad de los conflictos internos en la organización, y sus escisiones. Se habla de que puede haber simples y puros pistoleros que, con el maquillaje de su abertzalismo, están atracando y secuestrando.

En aquel mes de enero, por lo demás, se produce la primera reunión entre el ministro Manuel Fraga y su colega francés, Michel Poniatowsky. Aquél no será sino el primer episodio de una relación muy conflictiva que durará muchos años. En efecto, España, durante décadas, estuvo muy descontenta con la actuación de la Administración policial francesa en el país vasco-francés. Hay varios factores a considerar aquí. El primero, más que evidente, es que estamos tratando con franceses. A París, de toda la vida de Dios, le ha importado tres cojones Juana que su hermana. Así las cosas, cuando toda la Europa cristiana luchaba contra el turco, los sultanes tenían un amigo a orillas del Sena. A Francia, por lo tanto, que ETA fuese una organización sanguinaria situada allende los bordes de la democracia española, nunca le importó gran cosa si manteniendo viva la llama etarra podía sacar tajada.

Efectivamente, aquí en España hablamos mucho de los beneficios obtenidos por el PNV a base “agitar el árbol y recoger las nueces”. Pero todavía está por escribir la Historia de cómo el Estado francés hizo eso mismo. La Historia, pues, de todas las cosas, en forma de apoyos diplomáticos, contratos públicos, etc., que sacó Francia a base de dar pasos en la represión del santuario etarra en Francia; pasos que deberían haber dado si fuesen tan amigos de las libertades y la democracia como dicen ser. Sin ir más lejos, tenemos la implantación de la alta velocidad ferroviaria en España; una implantación en la que muchos creían que la alemana Siemens sería la adjudicataria final; pero lo fue la francesa Alstom. Y de aquella adjudicación, hace ahora 30 años, se dijeron muchas cosas, y casi ninguna buena.

Históricamente hablando, hay que plantearse la pregunta de cuántos muertos, cuánta sangre se pudo haber ahorrado de no habernos macroneado Francia como lo hizo durante décadas.

En el caso de 1975, además, hay un factor importante, y es que, aunque no gobernaba la izquierda, los grupos así situados estaban muy influidos por Mayo del 68 y sus memeces. Una de las cosas que tenía por sacrosanta aquella izquierda tan cuqui de jerseys de cuello alto y machismo puro y duro disfrazado de presunta libertad sexual, era la condición de Francia en general, y de París en particular, como refugio mundial de todos los perseguidos políticos. A los franceses cuquis les volvía locos la imagen de ese ciudadano exiliado de su país viviendo en un apartamento de Montmartre; y si ese tipo era un terrorista puro y duro, como digo, se les daba una higa.

Por último, pero no por ello menos importante, no olvidemos a las personas. El ámbito político francés, durante los primeros años de la democracia española, está dominado por tres figuras: Valery Giscard d'Estaign, Jacques Chirac y François Mitterrand. El primero era tonto del culo, el segundo era un soberbio y el tercero carecía por completo de escrúpulos. Y los tres, además, eran franceses. Me parece que no hay más preguntas, Señoría.

Fraga regresó de Francia muy contento porque había llegado a un acuerdo con Poniatowsky de seguir manteniendo los contactos; satisfacción con la que demostraba que, o bien mentía (una vez más), o bien no conocía a los franceses y, por lo tanto, no podía entender que algo así, mediano un francés, carece por completo de significado real.

Aquel 17 de enero en el que Fraga vuela hacia el aeropuerto Adolfo Suárez (que, por razones obvias, todavía no se llama así), hay un nuevo giro dramático de los acontecimientos. A las dos de la tarde, un Land Rover de la Guardia Civil está rodando cerca de Villafranca de Ordicia, en Guipúzcoa, cuando descubren un mástil clavado en la tierra con una ikurriña. Expliquémosle al lector jovenzano que, en ese momento, la hoy bandera oficial de la comunidad autónoma vasca era ilegal; y colocarla era un delito.

El guardia civil de segunda Manuel Vergara Jiménez desciende del vehículo. Era sevillano y en ese momento tenía 21 años. Comienza a tirar del mástil y, de repente, se produce una explosión que lo revienta y lo hace volar 17 metros por el aire. Otro cabo que se había bajado también del coche y estaba algo más lejos también fue herido, aunque se recuperó. ETA se responsabiliza del atentado en una llamada anónima al periódico de San Sebastián La Voz de España. Unas horas después, los secuestradores de Arrasate comunican que rebajan la exigencia económica de 100 a 30 millones.

La interpretación mayoritaria es que el atentado de la ikurriña se ha producido porque el diálogo entre el gobierno y ETA ha fracasado. Según estas versiones, que yo creo básicamente dictadas por la imaginación de los antoniomaestres de la época, ETA habría exigido al gobierno español un control policial estricto de los activistas de ultraderecha en el País Vasco, que verdaderamente se están poniendo las botas a base de romper escaparates y explorar entrepiernas ajenas por métodos violentos. Sinceramente, repito, yo esto nunca me lo he creído. Nunca me he creído que ETA pudiera abrir un diálogo político para luego considerarse más o menos “atendida” en sus reivindicaciones de aquella manera. De hecho, a ETA lo más probable es que no le preocupasen demasiado las agresiones de ultraderecha, pues en el fondo le ayudaban a conseguir más acólitos.


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