El sabelianismo
Samosatenses, fotinianos, patripasianos
Arrio
Más Arrio
Semiarrianos, anomoeanos, aecianos, eunomianos y acacianos
Eudoxianos, apolinarianos y pneumatomachi
Ya estamos prácticamente al final del curso de arriano upper-intermediate. En este punto, acaricias ya el diploma que, desde luego, te estás ganando con la paciencia que derrochas leyendo estas mierdas. Aún, sin embargo, nos queda alguna que otra cosita que tratar para terminar de apuntalar conocimientos.
Empecemos por el eudoxianismo.
Obviamente, este nombre deriva de Eudoxio. Hablamos de un armenio del que
sabemos que su padre fue martirizado. Fue discípulo de Luciano Mártir; pero la
cosa no debió de penetrarle mucho, porque lo cierto es que pronto se hizo
arriano; fue todo un Jorge Verstrynge de la Fe, puesto que fue, en distintas etapas, arriano, semiarriano y aeciano. En algún momento algo posterior al 330, fue
hecho obispo de Germanicia, en Siria, puesto que ocupó hasta que, en el 357, se
trasladó a la bulliciosa Antioquía. Según Nicéforo, Eudoxio estaba de visita en
occidente, viendo al emperador, cuando le llegaron noticias de que el obispo
Leoncio de Antioquía las había espichado. Entonces, Eudoxio le pidió la baja al
emperador, pretextando que tenía que volver a su ciudad de origen; pero en realidad
salió cagando leches hacia Antioquía, donde se presentó diciendo que el
emperador lo había designado para ser obispo. Luego se trasladó a
Constantinopla al frente de dicha sede, hasta su muerte en el 370.
Eudoxio fue un propagandista
acérrimo del arrianismo, por así decirlo, más avanzado. Más que aeciano o
eunomiano, su visión de la inferioridad total del Hijo sobre el Padre lo
convertía en un visionario radical de las ideas anomoeanas. En Seleucia 359 fue
condenado sin ambages por los semiarrianos. Mientras tanto, en Antioquía
Eudoxio trabajaba a favor de Aecio y, de hecho, convocó un sínodo tan sólo para
restablecerlo en el diaconado. Bautizó en el año 367 al emperador Valente antes
de salir en expedición contra los bárbaros; ceremonia en la que le arrancó la
promesa de que perseguiría a los católicos nicenos.
Hablemos ahora de los
apolinarianos. En puridad, hay tres herejías que normalmente se conectan con el
nombre de Apolinar, todas ellas relacionadas con la Encarnación. La primera de
ellas nos dice que el Hijo de Dios adquirió un cuerpo mediante la conversión de
la sustancia divina en sustancia humana. La segunda dice que lo que pasó en la
Encarnación fue que las dos sustancias se mezclaron. La tercera nos dice que el
Hijo adquirió un cuerpo humano, pero no un alma humana, que fue sustituida por
la naturaleza divina. Ésta última herejía admite dos subherejías: en la
primera, ni un adarme del alma humana fue asumido por el Hijo; en la segunda,
el Hijo sí que adquirió la llamada “alma sensible” pero no el “alma racional”;
Jesús pues, sufriría como un hombre, pero pensaría como Dios. Una especie de divinidad trans, pues.
Todos los apolinarismos, pues,
niegan, en alguna manera y con alguna intensidad, la humanidad de Jesús. El
apolinarismo es hijo de la evolución del pensamiento cristiano (que se acuna en
la gnosis, y hace crisis en el maniqueísmo) tendente a pensar lo humano como
imperfecto y pecador; por lo tanto, para poder garantizar, por así decirlo, la
perfección del Hijo, el creyente se ve impelido a retirarle todo o parte de su
humanidad. Diferentes autores llaman a los apolinarianos synusiastae,
polemianos, o tropitae. También se los conoció como dimoeritae, a causa de la
división que hacen del alma sensible y el alma racional.
Apolinar, natural de Laodicea en
Siria, hijo de un presbítero, fue alumno del sofista Epifanio, y fue elevado al
obispado de Laodicea en el 362. Era amigo de Atanasio de Alejandría y, por lo
tanto, común enemigo de los arrianos. Según Sozomeno, otro obispo de
Laodicea, Georgius, lo apartó de la comunión por su amistad con Atanasio; y fue
esta decisión, aparentemente una cacicada, la que lo cabreó y le alimentó la
rebeldía que acabaría en secta herética.
Apolinar comenzó por adoptar
partes de la creencia arriana, pero, sin embargo, quería mantener la idea de la
divinidad del Hijo; es decir, no quería ser tan
arriano. Sin embargo, tratando de garantizar, por así decirlo, la divinidad
de Jesús, fue como llegó a la conclusión de que el Hijo de Dios no quería ser
hombre, porque ser hombre es algo sucio y pecaminoso (y él lo debía de saber
bien pues, según algunas versiones, sus buenas juergas se había corrido de
joven). Por ello, fue como maquinó el trampantojo teológico de eliminar de
Jesucristo todo o parte de Humanidad, y sustituirlo por el Logos. Convirtió a
Jesús en algo así como una IA, para entendernos.
Hay que decir que no está claro
que esta doctrina fuese realmente desarrollada por Apolinar. Su amigo Atanasio
(tal vez a causa de esa amistad) se la atribuye a los arrianos. Destacó, claro,
lo muy en el aire que una creencia así deja los sufrimientos de Cristo en la
cruz. Según Gregorio Nacianceno, Apolinar, quizás presionado por las
contradicciones de su ideología, enseñaba que la carne de Jesús había sido suya
desde el principio de los tiempos; que, consecuentemente, el cuerpo humano que
fue crucificado en el Gólgota había descendido desde los Cielos; y que ese
cuerpo había pasado por los órganos de la Virgen tamquam per canalem, es decir, sin la menor intervención de la
madre. En otras palabras: se cargó la Encarnación, es decir, tratando de
solventar un problema, creó otro mayor.
Apolinar, cuyas ideas siempre
fueron combatidas por los arrianos, fue condenado en un sínodo celebrado en
Roma en el año 373, junto con un discípulo suyo llamado Timoteo. Los edictos de
Teodosio contra las herejías se ocuparon también del apolinarismo, y no
precisamente para hacerle regalos de Navidad. El apolinarismo, sin embargo,
presentaba muchos elementos atractivos para ciertos cristianos. Por ello, se lo
considera en el origen de la herejía antidicomarianita (que no te tienes que
estudiar para este curso).
Por último, te quiero hablar de
los macedonios o pneumatomachi. Esta secta es conocida como “los adversarios
del Espíritu Santo”, que yo creo que es un planteamiento que vas a pillar
enseguida. Macedonios o macedonianos, en realidad, los hay de dos tipos: los
que niegan que el ES sea divino; y los que lo niegan sin más como persona de la
Trinidad.
Macedonio, el nombre que
usualmente se conecta con los pneumatomachi, era, en realidad, un semiarriano
con carné. En el año 360, cuando Atanasio estaba sufriendo uno de sus exilios,
un obispo del Bajo Egipto, Serapión, le pidió ayuda contra los pneumatomachi; y
es por el relato que dejó Atanasio de la movida que sabemos que la secta había
surgido en ese tiempo.
En realidad, la creencia no es
totalmente nueva. Desde el minuto uno del arrianismo había habido arrianos
afirmando que el Joligós era una persona de gran dignidad, pero no divina; algo
así como un ángel. Los gnósticos, por ejemplo los valentinianos, se referían al
Hijo y al Espíritu Santo como eones, algo así como presencias energéticas; y
muchos concebían al Espíritu Santo como una especie de energía difusa por todo
el Universo. La conversión de muchos arrianos al catolicismo niceno, en
realidad, afectó sobre todo a sus ideas sobre el Hijo, porque el arrianismo, de
hecho, se centra en esa figura. Esto hizo que muchos católicos ex arrianos, en
realidad, fuesen pneumatomachi, pues muy a menudo les preguntaban poco acerca
de qué pensaban de la Paloma.
Como consecuencia, el principal
vivero del macedonianismo fue el ejército de sacerdotes y laicos semiarrianos
que, como se ha contado en estas notas, decidió, ante la presión de los
arrianos radicales, pasarse a la ortodoxia nicena, en el 366. Como acabo de
decir, muchos de ellos se pasaron a la ortodoxia abrazando la divinidad del
Hijo, pero conservando sus reservas acerca de la del Joligós.
Como ya os he contado, Macedonio
era un semiarriano. Sus amigos arrianos lo habían colocado en el obispado de
Constantinopla, donde se inclinó hacia el anomoeanismo. Cuando arrianos y
semiarrianos se enfrentaron, optó por los segundos, y los primeros lo depusieron
(360). Años después, en tiempos de Valente, se planificó un concilio de
reconciliación en Tiro. Pero entonces fue cuando Eudoxio bautizó al emperador,
lo llevó a su coleto, y consiguió que prohibiese dicha reunión. Pero, como ya
os he contado, el semiarrianismo, que era el arrianismo con más agarraderas,
estaba herido de muerte. La divinidad del Hijo cada vez se cuestionaba más; y
eso es lo que dejó el espacio para el macedonianismo: aquéllos que querían
luchar un día más todavía tenían la oportunidad de atizarle al Espíritu Santo.
Macedonio, que para entonces se había convertido en el semiarriano más famoso
de su tiempo, fue considerado el jefe de la herejía; aunque cierto es que
algunos autores llaman a los pneumatomachi como maratonianos, no porque
tuviesen mucho fondo sino en recuerdo de Maratonio, obispo de Nicomedia, que
les dio mucho cuartelillo.
En el ya famoso concilio de
Constantinopla, los macedonianos fueron invitados para labrar una
reconciliación. No sabemos muy bien quién fue y lo que pasó; pero sí sabemos
que dicha reconciliación fue imposible; razón por la cual el concilio apostó a
ful por el Credo niceno, dejando nulo espacio para las reflexiones diferentes.
Bueno, con estas informaciones
que te he facilitado en estos cinco capitulitos, creo que tienes suficiente
para poder convertirte en un arriano upper-intermediate.
Por de pronto te diré que esta condición se adquiere tan sólo por llegar a este
punto de la lectura. Si la perspectiva te intrigaba, te diré que no: no hay
examen. La verdad, no puede haberlo. La herejía, que no es otra cosa que pensar
distinto, es un hecho que surge de la libre reflexión del hereje. Una libre
reflexión no se puede encerrar en la faja de unas preguntas que tienen
respuestas acertadas y otras, no. Así pues, si quieres ser arriano upper intermediate, lo serás. Y no hay
nada que yo pueda hacer para impedirlo.
A modo de resumen, me limitaré a
expresarte lo que yo veo. El arrianismo es la reacción de una serie de miembros
de la creencia cristiana hacia la excesiva complicación de la teología. Tal y
como yo lo veo, en la evolución del cristianismo se producen dos hechos
paralelos y coadyudantes. El primero tiene que ver con la creencia en sí. El
cristianismo adquiere muy pronto, tan pronto como las andanzas y escritos de
Saulo de Tarso, la conciencia de que debe distinguirse de la religión hebrea; y
de que, para distinguirse, lo que tiene, por encima de todo, es la persona de
Jesús, su peripecia, y la aparente incongruencia nacida del hecho de que,
siendo Dios Todopoderoso, dejó que unos tipos lo cogieran, lo torturaran, lo
crucificaran y lo mataran. Los primeros cristianos sabían que un hebreo nunca
admitiría postrarse ante un Dios así; como tampoco lo admitirían otros muchos
creyentes del mundo, como los vikingos. De hecho, la mayor parte de los
creyentes de la Historia, lo que han tenido es un Dios que es un cachobestia
que puede con todos, no un nenaza que parte panes y muere por los demás. Así
las cosas, el cristianismo sabe, desde su minuto dos, que lo que tiene que
hacer es desdibujar al Padre, y poner en el primer plano al Hijo, y a su
corresponsal en la Tierra ahora que se ha ido, es decir, el Espíritu Santo.
La segunda cosa que pasa es mucho
más terrenal. Esa cosa que pasa, como ya os he escrito muchas veces, es que la
Iglesia descubre que puede, debe incluso, ser un business model. El modelo, en realidad, estaba trazado. Ya en el
Templo de Jerusalén había una estancia que sólo el sumo sacerdote podía
visitar. Una estancia en la que nadie sabía lo que pasaba; pero el hecho es
que, a cambio de visitarla, el sumo sacerdote, por lo general, vivía como Dios.
El camino, pues, estaba trazado: formula un Misterio. Un Misterio que nadie
pueda entender. Luego declama que tú si lo entiendes, porque a tí te ilumina el
Espíritu Santo. Y luego empieza a cobrar por ello porque, de alguna manera, te
acabas de convertir en el acomodador de la Eternidad.
En la Iglesia ortodoxa nicena,
como digo, confluyen estas dos realidades: la necesidad de destacar
teológicamente al Hijo, y la oportunidad de negocio que ello comporta. Y los
arrianos son, de consumo, aquéllos que discuten teológicamente la primera tendencia;
y ponen en peligro la segunda, a base de dominar obispados.
El arrianismo, sin embargo,
fracasó. Fracasó, tal y como yo lo veo, por cuatro razones.
La primera razón estriba en que
es una teología negativa. El arrianismo niega determinados esquemas de
pensamiento. De esta manera, como ya he comentado, se condena a ser carne de
escisiones y escisiones de escisiones. A mediados del siglo IV, cuando debiera
haber presentado una apretada falange, aquello era un círculo de Podemos.
La segunda razón es que traicionó
su esencia, que era la simplicidad. Atacar la Trinidad, el Dios Uno y Trino y
todo eso, es algo muy eficiente porque es muy intuitivo. Una cosa no puede ser
una cosa y tres cosas a la vez. Con su evolución y sus escisiones, sin embargo,
el arrianismo comenzó a desarrollar sus propios sistemas teóricos, la mayoría
de los cuales no tenían nada que envidiarle al Credo niceno. No puedes ir por
la vida diciendo “he venido a simplificar” y ser, a la postre, más complicado
que la hostia en verso.
El tercer problema fue el hecho,
palmario, de que en la ecuación de las luchas religiosas del siglo IV, el poder
temporal tiene un papel fundamental. La Iglesia ortodoxa podía demostrar, ante
un emperador, unidad. Los ortodoxos se pasaron los 60 años cruciales de la
lucha contra los arrianos defendiendo el mismo Credo, sin cambios. Lo siguen
rezando hoy, de hecho. Esa estabilidad era oro molido, y sólo era cuestión de
tiempo que llegase un Teodosio que se diese cuenta, y concluyese que aquellos
tipos eran los que le podían garantizar estabilidad y pasta. Los arrianos, que en el minuto 30 de la primera parte
tenían al Imperio comiendo de su mano, llegaron al minuto 90 derrengados y
pidiendo la hora. Y les metieron un penalty en el descuento.
Cuarta y última razón: el
creyente propende a la disciplina. Para que los arrianos hubiesen ganado la
partida, habría hecho falta que los ciudadanos del Imperio hubiesen sido más
amantes de la libre especulación y de la reflexión. La oferta ortodoxa: tú obedéceme
y olvídate de todo, que ya te garantizó yo la Vida Eterna, les iba de cojones.
Hicieron falta unos cuantos siglos más; siglos de elaboraciones intelectuales, de lecturas y de debates, para que la voluntad de libre interpretación resurgiese. Pero ésa es, literalmente, otra historia.
Buenas
ResponderBorrarTras terminar el curso de arriano (voy algo atrasado en lecturas) me queda una duda tonta: ¿Se sabe a que teología se adhería la iglesia visigoda pre-Recaredo? ¿Eran semiarrianos, de alguna de las ramas duras o tenían su propio esquema? ¿O es otra cosa (de tantas) que no sabemos de ellos?