Todos los que estáis en este mundo conocéis la noticia. En
las últimas oposiciones a maestro escuela producidas en la Comunidad de Madrid,
los aspirantes a profesores han cometido errores propios de esas Antologías del disparate que algunos
maestros escribieron en su día relatando las burradas de sus alumnos. En la
universidad de Santiago de Compostela, en los años que yo hice la selectividad,
había un catedrático, José Moralejo Álvarez, que cada año deleitaba a los
lectores de La Voz de Galicia con las
cosas que tenía que leerse como miembro del tribunal de examen. Entre las que
recuerdo de mi propia convocatoria, está aquella pregunta que decía “cita a tres
grandes exploradores decimonónicos del África”, a lo que un estudiante contestó:
“Brazza, Livingstone y Stalin”. O esa
otra de la prueba de Arte, en la que se nos propuso para comentar una imagen
del Cristo yacente de Gregorio Fernández, y un alumno contestó: “es el Cristo tumbado de Gregorio Fernández”.
Los tiempos han cambiado, y ahora son los maestros los que
cometen las burradas. La novedad resulta inquietante. Aunque lógica.
La
superioridad de conocimientos del maestro sobre el alumno trae causa en dos
cosas. La primera, bastante obvia, es que el maestro debe transmitir al
educando lo que sabe. Esto, sin embargo, ya no es así, porque, hoy, el maestro
lo que aspira a transmitir a su administrado
no son conocimientos, sino una forma de socialización, una forma de ser
persona, de interactuar con el mundo y uno mismo; todas esas cosas que la nueva
pedagogía pone por delante.
La segunda cosa para la cual existe la superioridad de
conocimientos del maestro es porque es la base de la auctoritas de éste.
Incluso en la escuela antigua, en la que los profesores retenían importantes
parcelas de poder, por ejemplo la soberanía de arrearte impunemente una hostia
o una mano de ellas; incluso en aquellos tiempos, digo, la superioridad del
maestro se basaba en su obvio conocimiento diferencial; él sabía, y tú, no. Todos
los alumnos hemos despreciado a nuestros maestros, apreciado a unos cuantos, y
odiado a otros. Pero entre los apreciados, y aprecio aquí quiere decir
aceptación natural de la jerarquía, están siempre aquéllos que dominaban su
asignatura hasta el punto de parecer que la habían parido ellos mismos. A los
maestros suaves o permisivos, pero ignorantes, les reservábamos la burla, no el
respeto.
La cuestión es que hoy en día maldita falta que hace el
respeto y la superioridad, porque a los maestros se los ha bajado de la tarima
y se los ha convertido en una especie de primus
inter pares talludito, con la responsabilidad de sacar las clases adelante,
pero todo de forma muy democrática y compartiendo los poderes. Así pues, si la
educación se ha convertido en un hecho asambleario, ¿para qué quiere el maestro
saber más que sus alumnos? La moderna pedagogía lo ha convertido en un señor o
señora cuyo trabajo, simple y llanamente, es conseguir que sus alumnos respondan
adecuadamente sobre los conocimientos expresados en un libro.
La verdad es que yo esto ya me lo veía venir. Hace años
asistí a mi sobrino, al que se le hacían un tanto cuesta arriba sus asignaturas
de la ESO. Un día, estudiando con él eso que antes se llamaban Ciencias
Naturales, me encabroné de la hostia al encontrarme en una sola página de su
libro (capítulo sobre las capas geológicas de la corteza terrestre) tres faltas
de ortografía, tres. Así que, cuando hizo el oportuno examen, le pedí prestado
el libro y me tomé el trabajo de leérmelo de cabo a rabo, hasta los recuadritos
al margen que nunca sirven para nada, observando cada falta de
ortografía o de sintaxis, cada anacoluto, cada mierda que encontraba. Le dije
a mi sobrino que le dijera al profe que el libro estaba plagado de faltas de
ortografía. Nunca tuve feedback.
Supongo que su profesor le debió decir: esto es el negociado de Ciencias
Naturales; aquí las faltas de ortografía no cuentan. Además, qué coño, un
profesor no tiene por qué escribir mejor que sus alumnos.
En el siglo XIX era figura de cachondeo el Maestro Ciruela,
que no sabía leer y puso escuela. De ahí pasamos a respetar al analfabeto
porque, se nos dijo, no es culpa suya que no sepa leer. En un tercer paso
plenamente lógico, evolutivo, le hemos construido escuelas de Magisterio para
que pueda desplegar su ignorancia con pleno derecho. Creo que es el Principio
de Peter el que sostiene que toda persona asciende en la escala laboral hasta
alcanzar su máximo nivel de ineficiencia. El sistema educativo español es la
demostración empírica de que este principio individual es perfectamente
aplicable a las colectividades sociales en su conjunto.
A mí la noticia me parece muy grave, pero por razones más
profundas que las relacionadas con el hecho de que alguien pueda pensar que el
Ebro pasa por Madrid. Insisto: lo que ahora conocemos es una consecuencia
lógica de la opción pedagógica que hemos elegido y su escasa proclividad hacia
el mérito. En realidad, lo importante de que el maestro sea un analfabeto
funcional no es que no se sepa de memoria el quinto postulado de Euclides,
porque eso, al fin y al cabo, si se esfuerza un poco y da en alguna librería
con algún tomito en plan Don Pimpón te
explica la geometría euclidiana, a base de subrayar y estudiar, podría
llegar a ser capaz de explicarlo con cierto aseo.
Lo peor de que el maestro sea un ignorante titulado con
balcones a la calle y trienios de antigüedad no es que no sepa; es que, por
lógica, establece una alianza estratégica con los que no saben. Dicho de otra
forma: no es que no tenga conocimientos; es que, si no los tiene, por lógica no
puede saber por qué hay que tener
conocimientos.
¿Por qué estudiamos? Esta pregunta nos la hemos hecho todos.
Que levante la mano el que no haya discutido con sus padres nunca con argumentos
del tipo: si yo voy a ser abogado, ¿por qué narices tengo que aprenderme la
puta combinatoria? O: ¿de verdad alguna vez cuando sea mayor voy a tener que
saberme las producciones agrícolas de Castilla-León? Cuando menos yo, y otros
muchos yo de mi generación, chocaron, en esta argumentación, con el muro
infranqueable de unos padres que, en muchos casos, habían tenido educaciones
muy deficientes por causa de sus orígenes humildes, y estaban seriamente
implicados en la idea de que sus hijos saltasen en la escala social adquiriendo
los conocimientos que a ellos se les negaron.
Y había otro dique de contención: el maestro.
El maestro nos indicaba cada día, con su actitud, con sus
pescozones, con sus suspensos, con todas esas cosas que lo hacían odioso, que
él tenía una alianza firmada con nuestros padres, y con la cosmovisión que nos
obligaba a esforzarnos. A nuestras quejas y renuencias contestaba con una voz
metálica, un poco de Robocop pedagógico preprogramado, que nos decía: “abrid
los libros por la página 32”. Y comenzaba a explicar la formación de las
morrenas, o la Europa de Metternich, o el Cantar de los Cantares.
No se molestaba en explicarnos la verdad, porque no la
habríamos entendido. La verdad es que millones de personas en el mundo, cada
día, corren kilómetros en la mañana sin intentar llegar a parte alguna; corren
porque quieren hacer ejercicio, estar a tono. Y estudiar es exactamente lo
mismo. El tipo que practica jogging
nunca se pregunta: “¿Por qué paso corriendo por la calle de Los Testiguillos,
si nunca en mi vida voy a necesitar venir aquí para nada?” Es el mismo tipo de
pregunta que la del estudiante que protesta porque tiene que estudiar
matemáticas cuando ni le gustan ni piensa usarlas en la vida adulta. Estudiar
es ejercer los poderes de la mente, desplegarlos y, en un proceso que,
verdaderamente, no se le puede explicar a un adolescente porque no lo
entenderá, memorizar las guerras púnicas es una forma de construir la capacidad
de almacenar datos y usarlos en situaciones diversas, que no otra cosa es el
cerebro humano.
A mi modo de ver, lo verdaderamente importante en un maestro
es que entienda esto. Que entienda que lo que está haciendo con sus alumnos,
además de prepararlos para pasar tal o cual examen, es enseñarles a usar la
herramienta que tienen en el cráneo para memorizar, para realizar inferencias
lógicas, para tener capacidad analítica, o de abstracción. Y eso no se puede
conseguir jugando al Gears of War. Las
reclamaciones, al Papa de Roma, al Gran Muftí o al rabino del barrio, según
creencias.
Pero la cosa es: ¿cómo puede entender esto un maestro que no
ha realizado ese ejercicio de despliegue mental él mismo; cosa que es bastante
evidente si sostiene que la gallina es un mamífero? Todos los sicoanalistas, si
no estoy mal informado, se han sicoanalizado ellos mismos antes de serlo, y la
cosa tiene su lógica. Tengo por cierto, también, que en Estados Unidos muchos
de los árbitros de fútbol americano han sido antes jugadores o entrenadores, lo
cual también tiene su lógica (tal vez porque esta lógica no se aplica en el soccer es por lo que es un deporte con
ese tufillo a corrupción arbitral…). La pedagogía moderna, a lo que se ve,
pretende, sin embargo, que los maestros transfieran las bondades de un
ejercicio que ellos mismos no han realizado.
Lejos de hacerlo, este moderno Maestro Ciruela lo que hará,
cuando esté al frente de un aula, es establecer un vínculo secreto con aquéllos
de sus alumnos que no creen en las
virtudes del estudio. Que no le ven lógica alguna al gesto de perder (sic)
tanto tiempo de su vida memorizando chorradas. Así las cosas, quien, por las
razones que sea, la principal de ellas porque tenga unos padres dedicados a la
tarea, decida esforzarse, no encontrará en el aula una fuente de oposición,
sino dos: aquéllos de sus compañeros que, mal de muchos blablablá, intentarán
atraerlo al Lado Oscuro; y su maestro.
Estamos, pues, ante una noticia tristísima, mucho más que
los resultados del PISA. Los resultados del PISA nos dicen que el nivel
educativo en España es una mierda. La noticia de la Comunidad de Madrid nos
dice que, además, vivimos en un sistema que, a las víctimas de ese sistema, les
permite ser maestros, con lo que la mierda se reproduce a sí misma, se
convierte en un bucle automiérdico. La ignorancia hispana se reproduce en una
serie de Fibonacci; esa cosa, dirán los opositores de la Comunidad de Madrid,
de la que hablaban en El Código da Vinci.
Y es más triste aun a la luz de las reacciones. Los
sindicatos, por supuesto, han puesto el grito en el Cielo, porque dicen que se
estigmatiza al maestro. Estigmatizar al maestro es despreciarlo públicamente
por ser mujer, o por ser negro, o por ser de Palencia. Colocar en la palestra
pública al maestro por ser un ignorante no es estigmatizarlo; es hacer eso que
ahora está tan de moda y que se llama pedir cuentas por el gasto de nuestros
impuestos. Siguiendo la lógica sindical, el día que haya una avería de la luz
en mi casa y, después de tres horas, llame yo a la Unión Penosa para decirles
que se me están pudriendo las chuletas de la nevera, la operadora Gladys en qué
puedo atenderle me contestará: “haga usted el favor, señor, de no
estigmatizarnos”.
Triste la reacción sindical, y más aun la de una magistrada
de la nación, que no otra cosa es una ex ministra como la señora Trujillo, que
ha intentado evitar la recta usando la asíntota de que eso de preguntar los
ríos de España es “franquista”.
Lo verdaderamente franquista, de hecho es algo que el
Movimiento hacía sistemáticamente, es enfrentar el problema Dónde Vas con la
contestación Manzanas Llevo. Que es, exactamente, lo que ha hecho la señora
Trujillo. La proposición implícita en esta reacción es abracadabrante: el
conocimiento también tiene ideología. Hay cosas que el hombre común, o sea el
plebeyo, no tiene por qué saber, y hay una autoridad, no se sabe muy bien
dónde, que es la que pinta esa raya. Cierto es que esa raya existe por razones
bien obvias: el currículo escolar, por mucho que lo queramos preñar, no puede
contener la totalidad de conocimientos que es posible transferirle a un
impúber. Pero el trujillismo va más
allá; sostiene que esa selección de conocimientos no hay que hacerla sólo con
criterios técnicos (esto sirve, esto no) sino con criterios ideológicos. El trujillismo tiene su lógica si la
noticia de prensa fuese: los actuales opositores a maestros no se saben los
Puntos Fundacionales de Falange Española (que en el pasado no sólo se tenían
que saber, sino que estaban obligados a enseñarlos). Si ésta fuese la noticia,
todos habríamos saltado diciendo: ¿cómo es posible que a los maestros de hoy en
día se les exija conocimiento tan ajado? Pero, no. El trujillismo no se ha referido al resumen doctrinal Primo-Ledesma;
se ha referido, shit you little parrot,
al conocimiento de los ríos de España.
Así pues, saber que el Gállego no desemboca en el Ganges y
por lo tanto bañarse en él no supone beneficio alguno para los creyentes en el hinduismo,
es franquista. A partir de ahí, ancha es Castilla. Franquistas serán, también,
los diagramas de Venn, las aplicaciones sobreyectivas y, qué narices, la tabla
periódica, que al fin y al cabo tiene un elemento que se llama Francio que,
vaya, en la escuela franquista los
maestros franquistas nos enseñaban
que se llama así por Francia, pero vaya usted a saber si no nos manipulaban...
Así pues, la militancia ignorante alcanza el punto de opositar a maestro, y una antigua miembra (sic) del Gobierno les defiende, insinuando que, puesto que Mahoma no va a la montaña, o sea para qué les vamos a pedir que estudien, solucionemos el tema quitando de los currículos los conocimientos que no han adquirido. Y todo esto se cobra contra el prestigio de los muchos, muchísimos, profesores que hay en España que se lo han currado y se lo curran, y que ahora, en un proceso también muy hispano, han sido automáticamente colocados en el saco de los felices analfabetos militantes.
Eso sí. El problema es de gasto, o eso dicen los de la camiseta verde. Si la cosa está mal, es porque no se invierte suficientemente en educación. Les vendría bien hablar con esos padres wealthy, que los hay a puñados, que tuvieron o tienen un hijo que es un cabestro vago y se han gastado toneladas de pasta en clases de refuerzo, veranos en Limerick, sicólogos, educadores y la hostia en verso, y apenas han conseguido, con ello, hacer pequeñas muescas en la sólida coraza de idiotez rampante del puto niño. Cuando un crío es mal estudiante, el primero que tiene que cambiar es él.
Eso sí. El problema es de gasto, o eso dicen los de la camiseta verde. Si la cosa está mal, es porque no se invierte suficientemente en educación. Les vendría bien hablar con esos padres wealthy, que los hay a puñados, que tuvieron o tienen un hijo que es un cabestro vago y se han gastado toneladas de pasta en clases de refuerzo, veranos en Limerick, sicólogos, educadores y la hostia en verso, y apenas han conseguido, con ello, hacer pequeñas muescas en la sólida coraza de idiotez rampante del puto niño. Cuando un crío es mal estudiante, el primero que tiene que cambiar es él.
Pero cómo le vamos a pedir al establishment educativo español que resuelva un problema que, en realidad, no es capaz de ver.
Sin dudar de que entre los maestros titulados haya algún que otro cabestro, a mí el otro día me dieron una explicación alternativa de la noticia: al parecer en la Comunidad de Madrid hay un elevado número de interinos. Para mantener su interinidad están obligados a presentarse a estas pruebas, pero no tienen ninguna necesidad de aprobarlas. Es más: si las aprueban corren peligro de que se les asignen, como titulares, las plazas objeto de la convocatoria, que en una gran mayoría de casos son más lejanas y menos apetecibles que las que ya ocupan interinamente; mientras que si las suspenden no pasa nada, continúan apaciblemente instalados en sus cómodas plazas interinas, hasta la próxima. Dadas las cuales circunstancias no cuesta mucho trabajo suponer que a muchos de ellos se les haya ocurrido contestar deliberadamente mal. A mí, la verdad, me suena bastante verosímil.
ResponderBorrarSinceramente, algunas de las respuestas que he leido en la noticia solo se entienden bajo esta explicación.
BorrarLo de la justificación del blog de efemondo que se ha comentado más abajo es increible. Delirante.
Llevo algunos años haciendo guiños a la docencia dando seminarios y clases de forma ocasional en mi ámbito de especialización, el derecho tributario. Sinedo el contexto muy distinto al magisterio, hay unas premisas que me trasladaron cunaod preparé mi primera charla que creo son de aplicación siempre: (i) ves a dar la charla, aunque te hayan avisado a traición dos horas antes, sabiendo más que la gente que está en frente tuyo, y (ii) no digas ni hables de nada que no sepas.
Puedo decir que cuando no he podido cumplir ambas normas, ya fuera porque no me he podido preparar la clase, ya fuera porque no he podido escoger el tema (truco: en lugar de hablar de fiscalidad de la vivienda habitual, habla de la tasa por desmonte de bosques en Navacerrada,con especial énfasis al compararla con la tasa equivalente del land de Münich), he tenido la sensación de jugar a la ruleta rusa. Y en algúna ocasión (una) he hecho el ridículo
Justificar que alguien que quiere dedicarse a enseñar no sepa esos datos... bueno, no tiene pies ni cabeza.
Con un añadido: puede que los métodos y los programas varien cada año, pero el que enseñe matemáticas de básica, pues bueno, si se las sabe a priori tendrá los conocimientos para enseñar los próximos 50 años. Idem por donde pasan los ríos (las comunidades es otro cantar), si las gallinas son aves, mamiferos o putas, etc...
Salvo el profe de historia, que ese sí tendrá que aprenderse la lección cada año, claro...
Para seguir en las listas de interinos hay presentarse a todas las oposiciones, así que los más antiguos de la lista (que aprobaron sin plaza hace X años) se preparan un par de temas y se presentan: si suena la flauta aprueban, si no firman en blanco y hasta la próxima. Pero con la que está cayendo y el futuro incierto nadie (salvo que esté muy, muy arriba en la lista y a punto de jubilarse) hace mal el examen aposta para suspender, renunciando a la seguridad de la plaza frente a una interinidad que hoy puede ser al lado de casa y mañana en otro sitio. Y en Madrid no hay riesgo de que te envíen a otra provincia al sacar la plaza.
BorrarAsí que el efecto "interino antiguo" puede justificar alguna respuesta de risa y una pequeña parte del porcentaje de fallos, igual que los que se presentan "a ver que pasa"m, pero no los porcentajes elevadísimos de fallos en algunas preguntas (en El país podía verse pregunta por pregunta el enunciado y el porcentaje de aciertos).
Aparte de que sean aspirantes a maestros, lo que nadie se plantea tampoco es que los que hicieron el examen eran todos universitarios con una carrera de tres años aprobada. ¿Cómo ha podido entonces ocurrir esto? La generación más preparada parece más bien la generación de semianalfabetos con un montón de títulos regalados bajo el brazo.
"shit you littLe parrot", por favor. Que el artículo es buenísimo, se lo he enviado a todos mis colegas, pero quejarse de faltas de ortografía y cometerlas no sé si es el efecto deseado. :-)
ResponderBorrarCon todo el respeto del mundo, pero me parece que te la han colado si te has creido ese informe "casualmente" publicado tras las oposiciones; aquí puedes ver otra opinión: http://www.efemondo.blogspot.com.es/2013/03/manipula-que-algo-queda.html
ResponderBorrarPues he leído el post que me mandas y, como tú habías previsto, he alucinado.
BorrarPero no exactamente en el sentido que tú piensas.
Es curiosa la teoría que defiende. Por ejemplo, que memorizar quince provincias es un trabajo ímprobo. Caray. Si les cae la lista de los reyes godos, se suicidan. Y si les cae la tabla periódica, queman el edificio.
El normal de la gente sabe recitar, digamos, entre seis y quince versos de su poema preferido, el que se sabe (normalmente, según mi experiencia, la Canción del Pirata). Pero hay personas que son capaces de estar dos horas sobre un escenario declamando a Calderón. ¿La razón? Unos son amateurs, y otros profesionales. Después de leer el post, ya no me queda muy claro si los maestros son profesionales, amateurs acaso, del conocimiento.
Las bat not lis, su interpretación del dato del 1,83% de respuestas positivas es muy curiosa. O sea: digamos que en la cabina de un 747 hay 60 mandos distintos: el GPS, el mando de la potencia, los flaps, el altímetro, etc.; así hasta 60. Un día hacen un examen para pilotos de Iberia y resulta que sólo uno de cada 50 se sabe todos los mandos. Del resto, hay uno que no sabe para qué sirve el GPS, otro que no sabe para qué coño tiene un avión flaps, otro que no sabe que el altímetro mide la altura respecto del suelo...
Siguiendo la lógica del post, mola volar en Iberia en esas condiciones, porque se vuela seguro.
Lamento discrepar. Yo, desde luego, no embarcaría ni jarto grifa.
Respondo rápido, porque no tengo mucho tiempo:
Borrar1) La intencionalidad política de la "filtración" es clara, al menos para mi. Lo suficiente, al menos, como para sospechar. Es un punto imporante sobre el que me gustaría saber tu opinión.
2) "memorizar quince provincias es un trabajo ímprobo". No, es fácil. Pero no tanto si en el temario te han metido el índice completo de la wikipedia.
3) "Un día hacen un examen para pilotos de Iberia y resulta que sólo uno de cada 50 se sabe todos los mandos." Muy posiblemente sea así. Los pilotos se saben de memoria los que utilizan todos los días, y los demás no. Además, se los saben por el uso. Pero si les pides que los dibujen exactamente donde están situados en el panel del AirBus 100, suspenderán todos. (Excepto aquel al que le hayan pasado el examen el día ántes, claro). A pesar de eso, viajo en avión sin que ese tema me preocupe.
4) Por último, el ejemplo con los pilotos de Iberia es muy apropiado, pero no exactamente en el sentido que tú piensas. No se está examinado a maestros en ejercicio, sino a opositores a maestros. Claro que hay burradas, todas las que quieras. Todas las "anécdotas" del informe son puro papel higiénico, puesto que no han eliminado del estudio los exámenes suspendidos. Asignar a los maestros las características de los aspirantes a maestros es una falacia clásica: Falacia del hombre de paja o argumentum ad lógicam. De hecho, el informe es prácticamente un catálogo de falacias.
Ahora, si piensas sinceramente que el informe es imparcial y no tiene segundas intenciones, respeto tu opinión, sin compartirla claro, pero me temo que de poco serviría seguir hablando del tema, pues entraríamos directamente en el terreno de la fe, donde poco o nada se puede avanzar.
Un cordial saludo, siempre es interesante leerte.
Bueno pero son oposiciones. Es decir el que metió la pata no aprobó, está fuera o debería estarlo.
BorrarPor tanto se está juzgando a todos los maestros por lo que hizo el peor de ellos, no perdón, el peor suspendió las oposiciones y NO ES MAESTRO.
Intencionalidad política... será, pero lo importante es si los resultados son esos, o no. Y te aseguro, para tu tranquilidad, que el piloto de un A320 no sólo tiene la licencia y las horas para ser piloto comercial, sino que ha hecho un curso de A320. Se sabe TODOS los putos mandos.
BorrarLa Consejería de Esducación de la Comunidad de Madrid lo borda."...es importante seleccionar a los mejores. Van a estar toda la vida. Un maestro, como mínimo, tiene que saber todo lo de sexto de Primaria». Los mejores, hasta sexto. Es lo que has escrito muchas veces sobre porque no existe la Ley de Pérez ni el teorema de García .
ResponderBorrarUna vez tuve una conversación con un catedrático de instituto, que muy motivado no debía de estar. Me dijo que sus clases se dividían en tres secciones: un tercio de empollones que deseaban aprender, un tercio de broncas sólo pensando en divertirse y un tercio de indiferentes que acababan dejándose arrastrar por los broncas, que, a fin de cuentas, eran muy guays. Al final eran los broncas lo que terminaban marcando el ritmo de la clase. ¿Y qué hacía el catedrático mientras tanto? Él pensaba que con sobrevivir y no necesitar ansiolíticos ya iba sobrado.
ResponderBorrarSaludos Tiburcio:
BorrarComo profesor de instituto (de catedrático ni estoy ni se me espera) añadiría alguna cosa en tu línea y es que a ese análisis le faltan datos.
Tener en un aula un tercio de empollones. Permíteme una sonrisa amarga. Cuando aparezca un curso así, aunque sea en Villaberzotas de Abajo, por favor, avisadme que allá que me voy.
Empollones, habría que empezar por definir qué son.
Al menos lo que yo entiendo por tal. ¿Tal vez te refieres a alumnos brillantes, que quieren aprender y sacan buenas notas, o muy buenas?
Si, en casos relativamente frecuentes podemos encontrar cursos así. Son gente que se molesta en hacer buenos trabajos, que es receptiva a lo que explicas, que quieren buenas notas.
Pero (ay, mi personal matiz) ¿también son alumnos participativos? de esos que mejon la clase con sus preguntas, sus aportaciones, sus debates (me enorgullece un alumno que sea capaz de sorprenderme en un error, que no sea casual).
Si ponemos este varemos, entonces me temo que ni lo de tu desmotivado interlocutor. Con suerte puede haber así entre tres y cinco.
Lo demás no son empollones, son buenos chavales que con trabajo obtienen buenas notas, muchas veces brillantes, pero no pasan de lo rutinario, ni incentivan al profesor a superarse, a apuntarse dudas para otro día y demás.
Rafael
Sigo con lo de antes.
BorrarVamos que el panorama aún es más desolador.
Y ¿qué entiendes por broncas? ¿El típico "Fulanito estate quieto o te expulso"? De esos se puede perfectamente superar el tercio y no es tan grave, porque en el fondo son inofensivos. Los pelos en punta y rapados a los lados, las camisetas cañeras, los piercings, no son otra cosa que burdos antifaces. De su propio miedo y complejos.
El verdadero problema es el alumno conflictivo, así sin matices. El que puede insultarte, te desafía apelando a algo que no quiere extraer de sus criadillas o incluso atacarte fisicamente (¿te cuento mis experiencias, patada de kárate incluída?). El inadaptado social, el resultado de una familia de tarados, el delincuente que se siente en una puta cárcel o el que tiene problemas mentales graves.
Y de esos, hay más de lo que parece. En ciertos barrios, no digamos en los colegios elegantes, se nota poco. Pero en los otros...
A efectos prácticos no se les puede expulsar de un centro, hagan lo que hagan. ¿Te divierte cruzarte a diario con quien te ha sacudido?
Y además uno solo basta y sobra para hundir un curso entero.
Y quien cree en educar, ¿qué puede hacer? Cuando lo ves golpearse la cabeza contra la pared o dar puñetazos que no entiendes cómo no rompen los azulejos. Y en el fondo está tratando de no soltártelos a tí, porque aún tiene algo de respeto hacia tí, porque eres el único que le hace algún caso aunque trate de decirle lo que tiene que hacer. O tal vez porque eres el único que en su puta vida lo ha escuchado en lugar de soltarle un guantazo.
Pues eso.
Rafael.
no sé cómo he podido llegar hasta aquí, pero... con todos mis respetos, quién cojones es Juan de Juan para hablar "desde arriba" sobre toda una profesión? pasándote la psicología, o sea la ciencia, por el forro, x cierto. Lo del jogging, buf... si te obligan a dar materias q no "te van a servir" no es para entrenar la mente, es por q la escuela fue concebida con funcion reproductiva de la sociedad... cómo puedes saltarte algo tan básico y afirmar tan rotundamente tu teoría? me parece muy bien, la ortografía tiene su importancia... como también la tiene la funcionalidad, y el informarse antes de escribir, sobre todo si lo vas a hacer para criticar a todo un colectivo y no aportar nada.
ResponderBorrarMe encantaría verte sacando adelante a todo un grupo de 30 renacuajos, y no detrás de una pantalla escribiendo a la ligera, pasando el corrector 2 veces y descansando el trasero.
Y a mí me encantaría leerte criticando sin insultar. O a lo peor es que las sutilezas de la sico-retórica moderna se me escapan. Claro, como no he estudiao...
Borrarmlieban3: Soy profesor, así que conozco la profesión y sé lo que es tratar de saca adelante un grupo de 30 alumnos, y estoy bastante de acuerdo con los argumentos de Juan de Juan, que se basan sobre todo en el sentido común. Con esto se desmonta tu argumento ad hominem. Resulta penoso que haya tantas opiniones en los medios que se basen en "la conspiración externa que ataca a los profesores" y en descalificar al que critica en vez de reconocer que hay un problema grave a solucionar.
Borrarno sé cómo he podido llegar hasta aquí, pero... con todos mis respetos, quién cojones es Juan de Juan para hablar "desde arriba" sobre toda una profesión? pasándote la psicología, o sea la ciencia, por el forro, x cierto. Lo del jogging, buf... si te obligan a dar materias q no "te van a servir" no es para entrenar la mente, es por q la escuela fue concebida con funcion reproductiva de la sociedad... cómo puedes saltarte algo tan básico y afirmar tan rotundamente tu teoría? me parece muy bien, la ortografía tiene su importancia... como también la tiene la funcionalidad, y el informarse antes de escribir, sobre todo si lo vas a hacer para criticar a todo un colectivo y no aportar nada.
ResponderBorrarMe encantaría verte sacando adelante a todo un grupo de 30 renacuajos, y no detrás de una pantalla escribiendo a la ligera, pasando el corrector 2 veces y descansando el trasero.
con todo el respeto... quién es Juan de Juan para hablar "desde arriba" sobre toda una profesión? pasándose por el forro la psicología, vamos, la ciencia, además. Muy buena la teoría del jogging; pasas por alto que la escuela fue diseñada para reproducir y mantener la sociedad, para crear piezas que encajaran y mantuvieran el puzzle. Por eso estudias cosas que "no te hacen falta". Ahí te has colao bien.
ResponderBorrarYo que sé, es de buena educación informarse bien antes de difundir cosas, sobre todo si es una crítica sobrada que generaliza a todo un colectivo, y no suma nada.
Me encantaría verte tirando adelante a 30 renacuajos en un aula, y no haciendo culo detrás de la pantalla, donde todo es muy bonito y muy fácil. P.D. me la trae floja pasarle el corrector, prefiero la funcionalidad a la ortografía
Te ha salido bordado, pues cada uno debe de escribir sobre lo que conoce y es.
ResponderBorrarNo me extraña el nivel de los futuros profesores porque es el nivel de la educación en España, incluyendo la hunibersitaria (ésta con lenguaje SMS, jerga n@ sexist@ y faltas de ortografía a mansalva: total, escribir correctamente no es exigencia sine qua non para aprender a aprender; y este aprendizaje dura toda la vida).
ResponderBorrarLa explicación de los trienios me parece una mezcla entre consparanoia (o consparapaja, como me gusta decir), surrealismo (aunque tratándose de España habría mejor que hablar de hiperrealismo) y excusa de mal pagador. Yo siempre he pensado que el sistema de selección del profesorado en España era, por decirlo cortesmente, extravagante. Pues las oposiciones de nada servían por si mismas salvo como medio de acceso a la bolsa de empleo en la cual, un mal estudiante y peor profesor, por el hecho de perpetuarse en la interinidad durante un número indeterminado de años, podía acabar acumulando los anhelados puntos de antigüedad que le permitirían acceder a la plaza en propiedad. Si durante la carrera se hacían ya unas prácticas, ¿a qué perpetuarlas sine die una vez obtenido ya el título que, presuntamente, permitía el acceso a la profesión? A no ser para cubrir vacantes en pueblos casi deshabitados en regiones olvidadas, vacantes siempre a punto de ser amortizadas, y aún así no se justifica suficientemente: pues aquellos cuyos puestos son amortizados pueden pasar a ocupar otros en que existan suficientes vacantes; y el sistema de interinidades llevaba demasiado tiempo como para que esta explicación fuese la única completamente satisfactoria.
Volviendo al tema de los trienios, la brillante explicación que dan los lumbreras está al nivel que tendrían los campeones de la Administración si fuese cierta. Aplazar los trienios para dentro de unos pocos años, barrer bajo la alfombra y dejar los problemas para el siguiente... lo cual es demasiado verosímil, visto lo visto, como para no pensar que a lo mejor algo de verdad había en ello...
Además, si el Gobierno quiere cambiar los criterios de acceso, no necesita inventarse pretextos ni menos aún practicar campañas de desprestigio. Por mucho que se empeñen los de la camiseta verde, la educación pública tiene mucho de culpable en su propia decadencia, bien por activa (el arrojarse entusiastamente a la jerga n@ sexista@ y otras monstruosidades del espíritu), bien por pasiva (la impagable labor de los pedabobos por substituir la igualdad por igualitarismo; la autoridad por coleguismo; el esfuerzo por la búsqueda del placer de aprender lo menos posible con la máxima diversión). Y así nos va, con la juventud más solidaria y buenrrollista del mundo mundial pero también con la que menos se entera de dónde le van a llover las duras bofetadas de la realidad.
El pacto entre sindicatos y políticos para crear un enorme colectivo de interinos e impedir que sean sustituidos por opositores que hayan aprobado por méritos daría también para mucho. Seguro que más de uno de los que aquí comentan conoce a gente que habiendo hecho un examen excelente se quedó fuera porque a la "experiencia" se le otorgaban muchos más puntos.
ResponderBorrarLa Trujillo se hizo famosa con las zapatillas "Kelifinder" y, como podemos comprobar cada vez que abre la boca, no fue un hecho aislado.
"me la trae floja pasarle el corrector, prefiero la funcionalidad a la ortografía"
ResponderBorrarClaro que sí. ¿Aplicas el mismo criterio de funcionalidad cuando corriges exámenes?
Eborense