Una vieja introducción al tema (2008)
Las sutilezas de una civilización muy suya
Un día estás aquí, y otro día estás aquí
De Pearl Harbor al sacrificio de Attu
Planes desesperados
Un poema de Norinaga Nootori
El 25 de octubre de la escuadrilla Yamato
Nace el mito
Victorias, derrotas y dudas
El suicida-acróbata
Últimos coletazos filipinos
De Formosa a Iwo Jima
De Ohka a Ohka, fracaso porque me toca
El gran ataque
… o eso parecía
Últimas boqueadas
Los avances estadounidenses en Okinawa, y muy particularmente los ataques fieros realizados el 6 de abril, obligaron a los japoneses a adelantar una decisión que, en realidad, ya tenían tomada de antes: asociar a la totalidad de su Marina de superficie a la defensa de la posición. El almirante Soemu Toyoda, jefe de la flota combinada, ordenó que se tomasen las medidas para que la II Flota estuviese en condiciones de actuar a mediodía del 6.
Ni Toyoda ni su jefe de Estado Mayor, vicealmirante Ryunosuke Kusaka, podían estar felices. Ambos eran marinos, y a un marino no le puede gustar nunca enviar a sus barcos al fondo del mar, que era lo que ellos sabían que iba a pasar.
La II Flota naval japonesa tenía por jefe de Estado mayor al vicealmirante Seiichi Ito, asistido por el contraalmirante Nobuei Norishita. Tenía un gran acorazado, el Yamato, al mando del contraalmirante Kosaku Aruga, donde iba Seiichi Ito; un crucero ligero, el Yahagi, al mando del capitán de navío Tameichi Hara, nave almirante donde iba el contraalmirante Keizo Komura; tres destructores formando la XVII división, al mando del capitán de navío Kiichi Shintani (Isokaze, al mando del capitán de fragata Saneo Maeda; Hamakaze, al mando del capitán de fragata Isamu Mukoi; y Yurikaze, al mando del capitán de fragata Masamichi Terauchi); otros tres destructores formando la XXVII División, al mando del capitán de navío Hisao Kotari (Asashimo, comandado por el capitán de fragata Yoshiro Sugihara; Kasumi, al mando del capitán de fragata Hirao Yamana; y Hatsushimo, al mando del capitán de fraga Masazo Sato); y la XLI División de destructores, al mando del capitán de navío Masayoshi Yoshida (Fuyutsuki, al mando del comandante Hidechika Sakuma; y Suzutsuki, al mando del capitán de fragata Shigetaka Amano).
Esto, como digo, era todo lo que le quedaba a Japón frente a las Task Force aliadas.
Las órdenes era oponerse hasta lo que se pudiera y, después, desembarcar para crear cabezas de puente que, haciendo uso sobre todo de la artillería, dañasen en lo posible los medios del enemigo. Los buques fueron aprovisionados de combustible para la ida.
Los marinos no recibieron aquella noticia con el ardor de los aviadores. Para ellos, la noticia de que el Alto Mando estaba dispuesto a sacrificar el Yamato, que era un buque con fuerte valor simbólico, venía a significar la derrota en mayor medida que cualquier capitulación. En el curso de su rearme, en 1937, Japón había construido dos grandes destructores: el Yamato y el Musashi. Con una envergadura de 263 metros y una capacidad de desplazamiento de 73.000 toneladas, ambos estaban armados con nueve piezas de 457 milímetros, el mayor calibre que se había visto en la mar. El Musashi había sido hundido el 24 de octubre de 1944 en el mar de Sibuyan y, en consecuencia, el orgulloso Yamato permanecía como el mayor destructor del mundo. En el curso del llamado cuarto programa de refuerzo naval, en 1939, se abordó la construcción de un tercer gran destructor, el Shinano. Este barco, sin embargo, fue convertido en portaaviones después de la batalla de Midway. Era el mayor portaaviones del mundo en su momento; pero no demuestra otra cosa que el principio caballo grande, ande o no ande, no es tan cierto cuando se trata de navegar. En su primera acción de guerra, el 29 de noviembre de 1944, el submarino enemigo USS Archerfish le metió un pepino por el culo y lo mandó al fondo del mar, al sur de Shionomisaki.
A mediodía del 5 de abril, en la base de Tokuyama, los oficiales convocaron a los diferentes mandos de los barcos para explicarles la misión. Se informó de que la flota partiría sin cobertura aérea y sin combustible para volver. Era, por lo tanto, algo así como una misión kamikaze; pero más absurda de lo normal. En otras palabras, los mandos no le escondieron a sus subordinados el dato de que navegaban a la muerte.
Las cosas no fueron como entre los aviadores. En este caso, hubo voces contrarias a la estrategia, y muy críticas con el mando de la Marina. A la una de la tarde, el contraalmirante Komura decidió ir al Yamato para comunicar el resultado de la reunión; en las cubiertas de los barcos, los marineros comenzaron a comentar entre ellos. Aquellos marinos se sentían un poco como los que había en Cartagena al final de la Guerra Civil Española; tenían la sensación de que luchar ya era inútil, y les costaba entender el sacrificio al que eran llamados.
Komura regresó al Yahagi a primera hora de la tarde. Le explicó a la asamblea de oficiales que le había explicado al mando la posición escéptica que él dijo compartir. Sin embargo, explicó, el almirante Kusaka le explicó que la operación Ten-go (así se llamaba) tendría por objetivo crear una diversión y atraer la atención de la aviación enemiga, dando espacio para un gran golpe de la fuerza Kikusui. Que entre los generales ya nadie creía en la victoria, y que todo se trataba de infligir un daño suficiente como para impetrar una paz honrosa.
Que las explicaciones no fueron muy bien recibidas lo demuestran gestos como el del capitán de navío Tameichi Hara, quien comunicó a su tripulación que aquél que considerare que podía servir al Imperio mejor de otra manera desembarcase antes de partir.
A las seis de la tarde del día 6, los buques, habiendo ya partido, estaban en el canal de Bungo, entre las islas de Shikoku y Kyushu. Ya de madrugada (a las tres menos cuarto) el submarino USS Hackleback localizó a la flota. Los operadores de radio japoneses captaron sus señales; pero nadie atacó a nadie.
Un cuarto de hora más tarde, el almirante Spruance era levantado de la cama para ser informado de que el Yamato había sido avistado fuera de su base. Spruance ordenó que se enviase un mensaje a Marc Mitscher, para que se ocupase del tema.
Para entonces, la flota japonesa navegaba realizando virajes de 45 grados a estribor, seguidos de 90 a babor y otros 45 a estribor, buscando un zigzag que se lo pudiera difícil a los submarinos. A las cuatro de la mañana, el almirante Ito ordenó ruta oeste-norte-oeste; quería que los estadounidenses pensaran que su objetivo era el oeste de Kyushu, es decir, Sasebo.
A las 7, se ordenó otro cambio de dirección. Se ordenó un curso de 210 grados (suroeste); además, la flota formó en círculo, buscando la mejor protección antisubmarina.
A las siete y media, varios cazas Zero de la V Flota Aérea sobrevolaron a los barcos, y les dieron cobertura hasta las 11 de la mañana. A las 8 había comenzado a llover, reduciendo la visibilidad.
Por lo que toca al enemigo, los barcos a cargo de Mitscher habían puesto rumbo nor-noreste a las cuatro de la mañana. Asimismo, la flota al mando del contraalmirante Morton Deyo, comprensiva de 6 acorazados, 7 cruceros y 21 destructores, se había emplazado al norte-noroeste, con el fin de interponerse entre los barcos japoneses y la lucha en Okinawa.
A las 8 de la mañana, el primer avión de reconocimiento, despegado del Essex, tomó contacto por radar con la flota japonesa. Mitscher contaba con 386 aviones en sus buques; ordenó prepararlos en dos oleadas de ataque.
A eso de las 9, en el destructor Asashimo se debió romper el palier o algo así, porque el barco perdió velocidad y comenzó a quedarse atrás. A las 9,10, el almirante Ito, contrariado por esta novedad, ordena ruta norte-noroeste, buscando facilitarle al Asashimo recuperar la formación. A las 10, sin embargo, la flota lo perdió de vista.
A esa misma hora, la Task Force 58 alcanzó el punto de despegue de sus aviones. Los operadores de radio japoneses, por otra parte, captaron mensajes claros que demostraban que los americanos les habían espoteado. Así las cosas, Ito respiró hondo, y ordenó ruta suroeste. O sea: a por ellos. A eso de las 11,30, los japoneses ya sabían que la primera oleada de Mitscher había despegado y venía hacia ellos. El ataque, efectivamente, llegó justo una hora después, con especial atención hacia el Yamato. A las 12,40, dos bombas estallaron al pie de su torre; pocos minutos después, un torpedo le acertó en todo el plexo solar. La segunda oleada de aviones, de hecho, se habría de encontrar al barco seriamente inclinado sobre la línea del mar, hecho una braga.
A las dos horas y cinco minutos de la tarde, el almirante Ito ordenó la evacuación del Yamato. Los marineros se tiraron al agua; pero tanto Ito como Aruga, por mucho que les imploraron, decidieron quedarse. A las 14,17, un nuevo torpedo (iban ya más de diez impactos directos) estalló y rompió el barco. A las 2,23, el barco se hundía, chupando con ello a muchos de los que habían huido de la cubierta.
Para entonces, el Yahagi era un recuerdo de barco. Los destructores Isokaze, Kasumi, Hamakaze y Asashimo también habían sido destruidos. Los destructores Fuyutsuki, Suzutsuki y Yukikaze estaban dañados, pero pudieron navegar hacia Sasebo cuando terminó la segunda oleada de ataque. El único buque más o menos indemne era el Hatsushimo, por lo que se dedicó a rescatar a centenares de náufragos, que desembarcaron en Sasebo a mediodía del 8 de abril.
Hablamos de la batalla de Bonomisaki. Una batalla en la que 3.665 marinos japoneses encontraron la muerte, básicamente, para nada.
Un elemento fundamental de la batalla Bonomisaki fue la total ausencia de aviación japonesa. Los estadounidenses apenas perdieron 10 unidades de 386 que pusieron en juego. La cosa es que la operación Ten-go esperaba cierta ayuda de la II Flota Aérea. Pero ésta había quedado totalmente diezmada por el ataque del 6 de abril que, por lo visto, había sido un gran éxito.
Aún así, algunos aparatos llegaron a volar hacia la Task Force 58. Un kamikaze se estrelló contra el portaaviones Hancock, matando a 43 marineros y obligando al navío a irse a la base de Ulithi. Otro avión se estrelló contra el acorazado Maryland, causando muy graves incendios y vías de agua; finalmente, fue enviado a Estados Unidos. Otros tres barcos menores también fueron dañados; pero los japoneses perdieron un centenar de aparatos con la tontería.
En tierra, sin embargo, los estadounidenses se enfrentaban a una situación de resistencia nipona creciente, tanto en el norte de Okinawa (Motobu) como en el sur (Machinato). Los japoneses diseñaron una estrategia basada en hacer creer al enemigo que abandonaban la isla, hacerle confiarse en exceso, y luego atacarle, aprovechándose de los muchos pertrechos que los estadounidenses tenían emplazados ya en la isla. Al mismo tiempo, el almirante Ugaki logró recibir nuevos refuerzos del Alto Mando que le permitieron diseñar un nuevo ataque masivo Kikusui.
Los estadounidenses habían observado desde el 10 de abril una mayor frecuencia de vuelos japoneses de reconocimiento, lo que les hacía pensar que estaban preparando un nuevo ataque. En la mañana del día 12, los primeros grupos Kikusui salieron de sus bases al sur de Kyushu y de Kanoya. Eran más de 350 aparatos. Se dividieron en muchos grupos, con el objetivo puesto en la Task Force 58. Tras el ataque, los grandes portaaviones Essex y Enterprise estaban averiados, al igual que el acorazado Missouri y dos destructores: entre ellos, el Kidd había recibido un kamikaze en su casco, pero su flotabilidad no estaba comprometida. Más cerca de Okinawa, los acorazados New Mexico, Tennessee y Idaho fueron alcanzados cada uno por un avión, y tenían averías importantes. En otro área, el acorazado ligero Oakland, dos destructores, dos destructores de escolta, tres dragaminas, dos cañoneros y un navío de desembarco habían recibido jibaku, debiendo salirse de la zona de combate.
La única pérdida del ataque la provocó un proyectil Okha en el destructor Mannert L. Abele, tocado, partido en dos y hundido.
Los japoneses perdieron 330 aviones. Al día siguiente, 13 de abril, las Kikusui lanzaron otro ataque, pero ya en mucho menor número, y sin causar grandes daños.
Esta continuidad de los ataques hizo que el almirante Spruance ordenase nuevos raids aéreos sobre las bases niponas de Okinawa, buscando cortar aquella amenaza en la raíz. Al mismo tiempo, lanzó su Task Force 58 sobre el norte.
El 15 de abril, una oleada de aviones atacó las bases del sur de Kyushu; al día siguiente, el ataque se repitió, con un saldo de 55 aparatos japoneses destruidos en tierra. El 16, Ugaki les lanzó una oleada de ataque. Cerca de 155 kamikazes y aparatos Tokubetsu generaron nuevos daños al enemigo. El portaaviones Intrepid, impactado por al menos dos kamikazes, fue pasto de un enorme incendio, por lo que fue retirado del teatro de guerra. El destructor Pringle, alcanzado por un avión suicida, se hundió en pocos minutos. El destructor dragaminas Harding quedó tan estropeado que se renunció a su reparación. Otros tres destructores, dos dragaminas,. Dos cañoneros y un petrolero fueron seriamente dañados.
La segunda quincena de abril se vio marcada de diversas misiones suicidas, pero de menor importancia. Tan sólo se consiguió, el 22 de abril, dejar inútil el dragaminas Swallow.
A finales de mes, la flota Kikusui lanzó un nuevo ataque, el 28. 65 kamikazes y 50 Tokubetsu formaron parte de la movida. Dañaron el destructor Hutchins, que fue abandonado; así como un navío de carga. Aunque los ataques fueron muy dispersos para evitar las defensas enemigas, cinco destructores, un transporte y otros navíos sufrieron ataques. En la noche del 28 al 29, un kamikaze se estrelló contra el buque-hospital Comfort, que navegaba iluminado confiado en la inmunidad de la Cruz Roja. Afortunadamente, no hubo víctimas.
Los ataques continuaron hasta el 29 por la mañana. El último objetivo fue el destructor Haggard, que se hundió.
Una pequeña corrección: el Yamato y el Museshi no eran destructores sino acorazados. Cosa que iba a ser el Shinano antes de su conversión en portaaviones.
ResponderBorrarLizardo Sánchez, Córdoba, Argentina.