El business model
Vinos y odres
Los primeros pasos de los liberales
Lo dijo Dios, punto redondo
Enfangados con la liturgia
El asuntillo de la Revelación
¡Biscotto!
Con la Iglesia hemos topado
Los concilios paralelos
La muerte de Juan XXIII
La definición de la colegialidad episcopal
La reacción conservadora
¡La Virgen!
El ascenso de los laicos
Döpfner, ese chulo
El tema de los obispos
Los liberales se hacen con el volante del concilio
El zasca del Motu Proprio
Todo atado y bien atado
Joseph Ratzinger, de profesión, teólogo y bocachancla
El sudoku de la libertad religiosa
Yo te perdono, judío
¿Cuántas veces habla Dios?
¿Cuánto vale un laico?
El asuntillo de las misiones se convierte en un asuntazo
El SumoPon se queda con el culo al aire
La madre del cordero progresista
El que no estaba acostumbrado a perder, perdió
¡Ah, la colegialidad!
La Semana Negra
Aquí mando yo
Saca tus sucias manos de mi pasta, obispo de mierda
Con el comunismo hemos topado
El debate nuclear
El triunfo que no lo fue
La crisis
Una cosa sigue en pie
La discusión independiente del esquema sobre la Virgen fue una idea patrocinada por los progresistas, porque estaban convencidos de poder llevar dicha discusión a donde querían. Y eso que querían no era, desde luego, arrebatarle a la Iglesia la figura de la Virgen, pues eso, creo yo, es absolutamente implanteable en el seno de la ICAR; pero sí, diría yo, bajarla un par de peldaños.
La Virgen María se hizo pronto depositaria de la parte del
discurso cristiano que tiene que ver con la pureza, la humildad y la vida bien
vivida desde el punto de vista cristiano. Al fin y al cabo, la Virgen no deja
de ser una mediopensionista más, un ser humano más, por mucho que los relatos
evangélicos la hagan proceder de una familia un tanto especial y santa; así las
cosas, el ejemplo de su virtud y de su sumisión, acrisolado en su famosa
respuesta hágase en mí según tu Palabra, en una situación en la que la
mayoría de nosotros habríamos contestado: pero, ¿qué película me estás
contando, tío?; su sencillez, humildad, pureza y sumisión, digo, son un
ejemplo para quien quiera vivir una vida cristiana. Y un ejemplo, de esto se
dieron pronto cuenta los predicadores y propagandistas del cristianismo, mucho
más eficiente que el ejemplo de Jesús; pues Jesús es, por así decirlo, un canon
inalcanzable. Nadie puede vivir como Jesús, porque para eso hay que ser Jesús.
Pero la Virgen es goodfella; una de los nuestros (al tiempo que es Godfella, una de los suyos).
El problema para el cristianismo, problema que también ha
tenido con algún que otro santo, es que con el tiempo comenzó a pasarse la cosa
de frenada. Como prueba, yo tan sólo os invito a que os preguntéis si el
almonteño average cree más en Dios que en la Virgen esa del salto de la
reja, o al revés. La salida de pata de banco de Martín Lutero fue, entre otras
muchas cosas, una reacción contra el culto mariano que, en opinión de los
protestantes, aleja al creyente del verdadero centro de la Fe. Por eso hay tan
pocas vírgenes en la imaginería protestante; y por eso la imaginería barroca
postrentina se dedicó a pintar y a esculpir vírgenes como si no hubiese un
mañana.
Si os digo, como ya os he dicho, que una de las
aspiraciones de los padres conciliares progresistas, como buenos alemanes, era
girar el gobernalle de la Iglesia para conseguir un mayor acercamiento al
protestantismo (eso que se dio en llamar ecumenismo), supongo que entenderéis
el tipo de tratamiento que le querían recetar a la Madre de Dios. Madre, sí;
fuente de inspiración para cualquier cristiano, desde luego; ma non troppo.
No por casualidad, queridos niños, cuando la Iglesia posconciliar decidió
elegir a un Francisquito polaco (léase: anti alemán) más de derechas que Don
Pelayo, el elegido seleccionó como lema de su papado Totus tuus, todo
tuyo, que es una admonición que está dirigida a la Virgen María. Zas, en
toda la boca.
Los padres alemanes y austríacos habían recibido el
borrador del esquema con tiempo para discutirlo en Fulda. Le encargaron al
padre Rahner la revisión. Los padres Gruillmeier, Semmelroth y Ratzinger
también fueron de la pomada. Y no les gustó nada, nada y nada. En sus
comentarios a la conferencia de Fulda, Rahner decía, negro sobre blanco, que
aquel texto, de ser finalmente aprobado por el concilio más o menos como estaba
en fase de borrador, causaría “un daño inimaginable desde el punto de vista
ecuménico, tanto de cara a las iglesias orientales como a la protestante”. De
hecho, amenazó, mantener el esquema en su redacción de borrador acabaría con
todos los éxitos ecuménicos que se pudieran producir en otros ámbitos.
El susto que tenía Rahner con el texto sobre la Madre de
Jesús era tan grande que llegaba a proponer algo que yo creo (es mi teoría) iba
en contra de lo que había sido la estrategia de los progresistas. Pues el
teólogo propugnaba ahora que el esquema sobre la Virgen fuese convertido en un
mero capítulo del esquema de la Iglesia; al ser un texto menor, pensaba, se le
podrían quitar cosas. Como poder, puede ser que quien propugnase la discusión
separada del texto sobre la Virgen fuesen los conservadores; pero, atendiendo a
la gran fuerza que tuvieron los progresistas durante la primera sesión, se hace
difícil de creer.
Bajando por la cuesta del cabreo de culo y sin frenos,
Rahner afirmaba en su análisis que los redactores del esquema habían usado
“tácticas deshonrosas”. Que declaraban que no era su intención generar nuevos
dogmas, pero al mismo tiempo presentaban ciertas ideas nuevas como si ya
perteneciesen al caudal doctrinario de la Iglesia.
El principal punto de ataque de Rahner, yo lo comprendo, no
os será fácil de entender si no estáis medianamente metidos en el asunto de la
creencia; y aún si sois creyentes de ésos que, en materia religiosa, leen fundamentalmente a Epílogo y a Prólogo, no os resultará fácil. El meollo de la
cuestión estaba en que el esquema sobre la Virgen la calificaba de Mediatrix
de todas las gracias. La calificaba, pues, de mediadora entre Dios y los
hombres; le otorgaba la capacidad de señalar el camino de los creyentes hacia
La Gracia de Dios. Rahner quería que esa condición de mediadora le fuese
retirada a la madre de Dios o, en todo caso, que se explicase bien (léase: que
se la vaciase de significado).
La conferencia de Fulda respaldó, como no puede ser de
otra manera, las posiciones de Rahner y los otros teólogos peritos. Sin
embargo, en el tema central, yo creo que los obispos germanoparlantes se fueron
por los panties y decidieron ser prudentes. El texto final enviado a Roma decía
que los obispos germanoparlantes y escandinavos “no son totalmente opuestos” al
uso de las palabras mediatrix y mediación en el esquema; pero proponían
que la expresión “Mediatrix de todas las gracias” fuese retirada. De
esta manera, se evitaría el problema de explicar “cómo se puede ser la
mediadora de las gracias sacramentales que proceden de la misma naturaleza de
los sacramentos ellos mismos”; que es una forma muy, muy oscura de decir que
hay cosas que la Virgen no puede mediar, porque sólo están en manos de Dios; y ella es sólo su señora madre.
La conferencia no se cortó un pelo. Citó al obispo
evangélico alemán Friedich Karl Otto Dibelius cuando escribió que la enseñanza
católica sobre la Virgen era uno de los principales obstáculos para la reunión
de las iglesias. Que las teorías católicas sobre la Virgen no hacían sino
levantar un muro entre ellas.
Cuando comenzaron las sesiones de trabajo de la segunda
sesión del Concilio, en septiembre de 1963, comenzaron por el esquema sobre la
Iglesia tal y como estaba previsto; pero registraron una primera intervención,
del cardenal Frings de Colonia, defendiendo la idea, que ahora era fundamental
para los progresistas, de incluir dentro del texto del esquema el relativo a la
Virgen. Esta propuesta obtuvo el apoyo de buena parte de los obispos
latinoamericanos, en nombre de los cuales habló el cardenal Raúl Silva. El
chileno explicó que, en Latinoamérica, la devoción mariana iba incluso más allá
de la creencia cristiana; es decir, vino a decir que la devoción a la Virgen
venía a mezclarse con creencias no cristianas que habían sido sostenidas por
los pueblos indígenas; y que, por lo tanto, si a la Virgen se le otorgaba, al
final del día, una constitución dogmática propia, se estaba como mandando un
mensaje en esa misma dirección. El arzobispo de Toulouse, Gabriel Garrone, le
dio a Frings la alegría de formular el apoyo de los obispos franceses; habló
Garrone de la necesidad de un “antídoto ante los excesos devocionales” y de que
“la Virgen no debe aparecer fuera del plan providencial de la salvación”. Estas
intervenciones nos vienen a decir que la asonada progresista contra el esquema
de la Virgen María venía a asentarse en dos deseos diferentes, pero aliados:
por un lado, el deseo de acercarse a las confesiones cristianas para las cuales
la figura de María no es gran cosa, si es que es algo; y, por otro, reaccionar ante
el hecho de que la Virgen se había convertido, en algunos sitios, en el objeto
de una especie de acercamiento neopagano al cristianismo.
El mantenimiento del esquema de la Virgen tuvo, sin
embargo, sus partidarios, obviamente desde el campo conservador. Y
especialmente destacable dentro de esas defensas es, para nosotros, la
intervención del cardenal Benjamín de Arriba y Castro, de Tarragona; quien
habló en nombre de 60 prelados, la mayoría españoles. Habló de la importancia
que tenía la Virgen para la redención (como bien demuestra, esto lo digo yo, esta obra cumbre de nuestra literatura que son Los milagros de Nuestra Señora); vino a decir, por lo tanto, que la
figura de la Madre de Dios era lo suficientemente importante como para tener su
propia constitución dogmática.
Christopher Butler, abad de los benedictinos ingleses,
preparó el texto de lo que esperaba fuese un capítulo sobre la Virgen dentro
del esquema sobre la Iglesia y, con el apoyo de la conferencia episcopal de
Inglaterra y Gales, lo vio distribuido entre los padres conciliares. No fue el
único. La orden de los Servidores de María hizo el suyo propio (propugnando una
especie de vía intermedia al defender que la Virgen podía ser apelada de
Mediatrix Coredemptrix, es decir, mediadora de la redención, pero siempre en
cogobernanza; otros padres propusieron llamarla también Reparatrix). U otra
propuesta del padre Carolus Balic, perito de la Comisión Teológica, en defensa
de los planteamientos conservadores. El cardenal Silva también elaboró un
esquema propio alternativo. El 25, cinco prelados del rito oriental firmaron y
publicaron una carta en la que venían a decir que la Virgen era la leche para
ellos, y que el esquema debería seguir siendo independiente.
El tema ya sólo se podía resolver votando. El 29 de
octubre, efectivamente, se sometió a votación la independencia o dependencia
del texto sobre la Virgen. En una decisión que tenía que pasar con 1.097 votos,
los partidarios de integrar el texto en el esquema sobre la Iglesia fueron
1.114. Esto es: ganaron por un cortacabeza. Pero eso ya lo sabéis, puesto que
doy por hecho que, si habéis entrado en el aula, es porque habéis estudiado, y consiguientemente ya sabéis que el texto sobre la Virgen es, hoy, un capítulo
de la constitución dogmática sobre la Iglesia.
Un texto que ocupa el capítulo VIII de la constitución,
con el título La bienaventurada Virgen María, Madre de Dios, en el misterio
de Cristo y de la Iglesia. Como siempre, es un texto que no está exento de
equilibrios. A los muy marianos los retribuye afirmando (parágrafo 53) que la
Virgen “sobrepuja con mucho a todas las demás criaturas celestiales y celestes”
(¡Chúpate esa, San Pedro!) y la considera “miembro sobresaliente y
singularísimo de la Iglesia, su prototipo y modelo más ilustre en la fe y el
amor”.
El parágrafo 60 es el texto en el que, por así decirlo, el
aliento progresista ataca el asunto que le interesa. Os lo copio tal cual: Uno
solo es nuestro mediador según las palabras del Apóstol: “Porque uno es Dios y
uno el Mediador de Dios y de los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó
a sí mismo como redención por todos”. Pero la función maternal de María para
con los hombres de ninguna manera oscurece ni disminuye esta única mediación de
Cristo, sino más bien muestra su eficacia. Porque todo el influjo salvador de
la Bienaventurada Virgen hacia los hombres, no nace por ley alguna necesaria
sino que brota del beneplácito divino y de la sobreabundancia de los méritos de
Cristo, se apoya en su mediación, depende totalmente de ella, saca toda su fuerza
de la misma y, lejos de impedir la unión inmediata de los creyentes con Cristo,
la fomenta. Y de nuevo (62): La Bienaventurada Virgen es invocada en la
Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora. Sin
embargo, se entiende de manera que no quite ni añada nada a la dignidad y
eficacia de Cristo, único Mediador.
Esto, por la parte de la Virgen Mediadora. Un conflicto que, como veis, se resuelve muy a la forma de los Francisquitos, o sea: diciendo una cosa, y su contraria. Pues la constitución dogmática no deja de decir que la Virgen es Mediadora pero que, al mismo tiempo, el único Mediador es su hijo.
Cosas de la teología de Karl Rahner y Joseph Ratzinger.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario