viernes, noviembre 16, 2012

Soixante huit (3: Asambleas, asambleas, asambleas...)

De esta serie se ha publicado ya un primer y segundo capítulo.


Resumen de lo publicado: Aunque elfos, enanos, hobbits y otras razas se han mostrado unidos en su revolución contra Sauron, el Señor Oscuro, sus primeros actos y movilizaciones en la Tierra Media comienzan a mostrar ciertas desavenencias. Los enanos, sin ir más lejos, critican las protestas de los hobbits, ya que sostienen que son ellos, recios mineros acostumbrados al trabajo duro, quienes tienen que ser los líderes. Por su parte, los Rojirrim de la República Soviética de Pelennor afirman que, como su propio nombre indica, para rojos ellos; que Gandalf-Bendit es un piernas que apenas llega a revolucionario becario; y que la dirección de la guerra les corresponde a ellos.

Los nasgul, mientras tanto, clausuran la Tierra Media durante dos días para ver de calmar las cosas, pero eso en realidad no sirve de nada, porque los revolucionarios se desplazan a Minas Morgul, donde montan el pollo.

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El lunes 1 de abril, tal y como se había prometido, las clases comienzan de nuevo. El detalle más importante para esta historia de ese día es la aparición, por primera vez, de un actor importante en Mayo del 68: el SNE Sup, Syndicat National d’Enseignement Supérieur. Se trata de una organización amplísimamente difundida entre los profesores de Nanterre, de tendencia extrema izquierda alejada de la titularidad oficial comunista. De momento, el SNE Sup se limita a sacar un comunicado animando a profesores y estudiantes a intensificar su diálogo sobre los problemas planteados en los últimos días.

Los estudiantes, por otra parte, hacen saber al rector que el acuerdo tomado el fin de semana de cederles una sala les parece poca cosa. Ellos quieren, como mínimo, un salón de actos.

De las reivindicaciones, pasan a los hechos. El martes 2 de abril, por la mañana, más de 1.000 estudiantes (acompañados de 32 millones de progresistas españoles que, con los años, contarán ésta y otras batallitas cansinamente) ocupan un salón de actos. Comienza la pegada de carteles por todas las paredes con eslóganes más o menos imaginativos: uno que llegará muy lejos (hasta hoy): “El autoritarismo es el paternalismo de los maestros”.

La administración de la facultad deja el salón sin luz, Los estudiantes contestan dando vivas al Che Guevara (será porque le consideraban el Señor Oscuro…). Además, se llega al acuerdo de que, si no vuelve la luz en diez minutos, la asamblea se desplazará a la sede del Consejo de Facultad.

Pasa un minuto, y las luces se encienden.

Habla Cohn-Bendit: “Nos negamos a ser los futuros ejecutores de la explotación capitalista, razón por la cual hemos boicoteado los exámenes”. Es la primera vez, por lo tanto, que el Mago Gandalf de aquella movida reconoce, bien a las claras, que su revolución ha tomado un camino que instilará casi todas las protestas desde entonces hasta el día de hoy, especialmente en el ámbito laboral: el principio de que quien protesta (el estudiante que no quiere examinarse para que le conviertan en un capitalista) adquiere, en ese momento, el derecho a imponerle la protesta a los demás (impidiendo, mediante el boicot, que quienes sí quieren convertirse en unos sucios capitalistas, puedan hacerlo).

Veinte años después del final de la segunda guerra mundial, que teóricamente había acabado con esto, regresa la vieja teoría estratégica que impregnó tanto al leninismo como al fascismo, consistente en considerar la revolución como un proceso global y continuado. Por lo tanto, la revolución es todo: no tomar Coca-Cola es hacer la revolución; reivindicar una subida de salario es hacer la revolución; no ver la TF1 es hacer la revolución. En consecuencia, todo acto reivindicativo pasa a ser una pieza de esa misma revolución y, consecuentemernte, además de la propia carga reivindicativa, portará la voluntad de presionar para cambiar las cosas. Hoy nos hemos acostumbrado al concepto de "huelga política", pero entonces no estaba tan claro. En los primeros sesenta, lo que se pensaba, más bien, es que una cosa era hacer huelga para conseguir dos lonchas de jamón en lugar de una en el bocata de media mañana; y otra hacer huelga para socavar el sistema capitalista. De hecho, cuando uno lee las producciones de, por ejemplo, Ruedo Ibérico sobre el enorme proceso huelguístico que comenzó en Asturias en 1961 y acabó extendiéndose a toda España, apenas encuentra el concepto "tumbar al franquismo"; y sí lee mucho sobre jornadas laborales y salarios mínimos.

Danny, personaje de acendrada inteligencia estratégica pero una capacidad analítica del montón, baja, en su discurso, por derroteros que, en ocasiones, son casi ridículos. Por ejemplo: “es necesario denunciar el carácter cínico y represivo de la ciencia burguesa”. Cinismo cuántico, le podríamos llamar a esto; por si no lo sabéis, el bosón de Higgs es de derechas. Su argumento, en este sentido, es que “la ciencia ha participado en todas las masacres de nuestra época”. Afirmación que es, en sí, una pollada del tamaño de la Torre Eiffel; pues lo que él llama la ciencia (y digo esto porque para mí que confunde ciencia con ingeniería, pero, vaya, no nos vamos a poner estupendos) no sólo ha “participado” en las masacres de esta época, la burguesa; sino de todas, incluso aquéllas en las que la burguesía no existía; la "ciencia", como la llama Cohn-Bendit, ya estaba presente en las distantes épocas, antes de la existencia de las clases sociales, en las que un homo faber se dio cuenta de que afilando una lasca de pedernal, la piedra hacía mogollón de daño a sus enemigos.

De todas formas, Cohn-Bendit es un auténtico as del lenguaje. Pocos días después, por ejemplo, el movimiento que dirige, el 22 de marzo, hará público un manifiesto en el que, literalmente, se solidariza “con todos los estudiantes polacos en lucha contra el régimen burocrático”. Curiosa forma de referirse a un régimen comunista. Es más: en el párrafo siguiente, acusa a la prensa burguesa y “estalinista” de tratar de hacer pasar su movimiento como enemigo del comunismo. Cómo se podía, en abril de 1968, ser amigo del comunismo y al mismo tiempo de los polacos que luchaban contra él, es algo que Daniel no ha explicado nunca a fondo. Pero no hay que perder la esperanza.

Tras él, Karl Dietrich Wolff, líder del movimiento revolucionario alemán SDS (tras la movida del 68, se distanciaría de la labor política, convirtiéndose en editor, entre otras cosas de las obras completas de Hölderlin) explicó el programa de su organización, basado en el rechazo al apoyo de la RFA a la guerra de Vietnam, y el rechazo a un sistema educativo “que sólo forma idiotas especializados” (y consiguió reformarlo: el actual apenas está especializado).

El encuentro de la “oposición” tampoco es moco de pavo. La muy derechista FNEF, en este sentido, junta en su propia asamblea a no menos de 600 estudiantes (ninguno de ellos español… ¡por Dios!). Les pastorea Didier Gallot (no puedo jurarlo al 100%, pero tengo la sensación de que este Gallot es el Didier Gallot que se hizo juez y desarrolló su carrera como magistrado de primera instancia en Sables d’Olonne). Estos estudiantes denuncian el “terrorismo practicado a dos meses de los exámenes”.

Y aún hay una tercera reunión paralela en Nanterre esa mañana: la de la UEC, que condena sin paliativos los actos estudiantiles, “que le hacen el juego al poder”.

Para terminar con el retrato de aquel 2 de abril, la Alliance Républicaine, organización de extrema derecha dirigida por Jean Louis Tixier-Vignancour (para entonces, 1968, ya era bien famoso por haber sido abogado defensor del colaboracionista de Vichy Raoul Salan, así como activistas de la OAS; además, en 1965 fue candidato a las elecciones francesas, con un joven jefe de campaña que se llamaba Jean Marie Le Pen. Tras mayo del 68, se acercará a la UDR, y acabará recomendando a sus partidarios integrarse en ella para “derechizar la derecha”. Durante años, será el principal representante de lo que podríamos denominar el Tea Party del gaullismo) lanza un comunicado denunciando las movidas estudiantiles.

Con una notable falta de tacto, o más bien probablemente porque en ese momento no es consciente de a qué se está enfrentando, el gobierno filtra el miércoles a Le Monde la noticia de que pretende estatuir unas pruebas de acceso a la universidad, así como los numerus clausus en cada facultad.

En medio de estos dimes y diretes llegarán las vacaciones de Pascua o Semana Santa. Las cosas se tranquilizan. Sin embargo, están a punto de dar un giro inesperado.

A las cuatro y media de la tarde del día 11 de abril, un joven circula en bicicleta por la carísima, además de muy difícil de pronunciar, Kurfürstendamm de Berlín Oeste. Es Rudi Dutschke, portavoz del SDS. Según pasa, una persona le descerraja tres balas en la cabeza (sobreviviría al atendado, aunque con secuelas. Viajó a Reino Unido para buscar un tratamiento, pero meses después de haber llegado el gobierno conservador le expulsó a él y a su familia por "indeseables". Murió en la Nochebuena de 1979, mientras tomaba un baño; una de las secuelas que le había quedado del accidente era la producción de episodios epilépticos, tuvo uno, y se ahogó)..

Un joven de 23 años es casi inmediatamente detenido por los hechos. Se llama Joseph Bachmann (sería condenado por estos hechos a siete años de prisión. Cumplidos dos, en 1970, se suicidó en la cárcel. Lo realmente extraño es la manera que usó para matarse, porque se ahogó colocando una bolsa de plástico en su cabeza). Sin embargo, las organizaciones de izquierda apuntan rápidamente a otro culpable, a eso que hoy llamamos el “autor intelectual”: el grupo de prensa de Axel Springer, editor, entre otros, del periódico sensacionalista Bild Zeitung, cuyas técnicas son descritas por el periodista Günter Walraff en su libro El periodista indeseable. La misma tarde del atentado, se monta una manifestación frente a la sede de Springer en Berlín, un enorme rascacielos construido a propósito muy cerca del Muro para que la prosperidad occidental pueda ser contemplada por cualquiera desde el otro lado. Los manifestantes entran en el garaje y queman unos quince coches.

Al día siguiente, el atentado une en una sola convocatoria, en el Quartier Latin de París, al movimiento 22 de marzo, LA UNEF, la ESU (Étudiants Socialistes Unifiés, o sea el SEU del PSU, Partit Socialiste Unifié, de extrema izquierda), el CVN y la JCR. La manifa, apenas 2.000 personas, transcurre sin problemas. Frente al Odéon, el SRS afirma que el atentado forma parte de una estrategia más generalizada del “capitalismo alemán”. Se canta La Internacional.

Pero no es la única manifestación esa tarde. En otro punto de la ciudad, diez muchachos de L’Occident, una organización juvenil de extrema derecha, están destrozando una librería especializada en libros de izquierdas; además del pequeño cine Gît-le-Coeur, donde se proyecta una peli que no les gusta: Dix-septième parallèle, de Joris Ivens. Verla no os cambiará el sexo, pero no perderéis el tiempo rien du tout. En realidad, es un documental sobre el enorme puteo vivido por los habitantes de Vin-Lihn, un pueblo que está prácticamente en la frontera entre el Vietnam del Sur y del Norte (el paralelo 17), lo que hace que sufra las consecuencias de la guerra.

Al día siguiente, L’Humanité le dedicará algo de espacio a estos atentados, pero ningunea totalmente la manifa del Latin. Y anuncia para el lunes una manifestación, convocada por la UEC, de solidaridad con Vietnam. Ese lunes, el comunismo oficial junta entre 3.000 y 5.000 manifestantes, demostrando así que tiene más fuerza que los pelaos que la están montando en Nanterre. Está allí con todo lo gordo: UEC, UJCF (Union des Jeunesses Comunistes de France), UJFF (Union des Jeunes Filles de France). El mitin lo pastorea Jean Michel Cathala (dirigente de la UEC desde 1965, seguirá hasta 1976, que se dedicará a la abogacía).

Pero mientras Cathala les cuenta sus cosas a los manifestantes de la revolución oficial en el Odéon, L’Occident no se está quieto y, en la calle Etienne Marcel, donde se encuentran los locales del Comité Vietnam, no dejan demasiadas cosas enteras. Más: el miércoles, en la calle Soufflot, dos granadas se tiran contra el local de la UNEF. En posible respuesta, en el local de la derechista FNEF, en Nanterre, unas personas entran y se lían a puñadas con los que están dentro, provocando diversas heridas a un estudiante llamado Yves Kervenoaël (de quien no he encontrado más información, aunque sospecho, por las páginas de heráldica francesa, que debía de ser medio condesito).

Sobrados como de costumbre, los comunistas oficiales, que han hecho de la UEC su punta de lanza estudiantil, deciden hacerle una OPA al movimiento estudiantil de Nanterre, y con tal motivo, invitan al miembro del Comité Central del PCF Pierre Juquin para que dé una charla en la universidad. Es probable que lo recordéis: es el pollo al que vinos en la primera, embrionaria, manifa estudiantil con participación comunista; el tipo que luego se volverá rojiverde.

Pero Pedrito no tiene ni puta idea de la que le espera.

miércoles, noviembre 14, 2012

Cosas veredes (ampliación)

Aquéllos de vosotros que hayais echado un visual a mi post cosas veredes de ayer habréis reparado, en los comentarios, que mi estimado y muy meticuloso corresponsal Asmodeo ha hecho una investigación histórica urgente de la que surgen dudas sobre cómo, cuándo, y si realmente Lluis Companys dijo, en algún momento, las palabras Madrileños: ¡Cataluña os ama!

La base de la duda, ciertísima, es que el día 14 de marzo de 1937, en Barcelona, no hubo ningún mitin en la Monumental de Barcelona. Lo que hubo fue un acto de organizaciones estudiantiles en el Círculo de Bellas Artes barcelonés, en el que hablaron diversos dirigentes y en el que, días antes, se estaba anunciando la presencia de importantes intelectuales republicanos, tales como André Malraux e Ilya Ehrenburg, pero donde no se habló de Madrid.

A Asmodeo le ha picado la curiosidad, y a mí más. Así pues, he investigado un poco más, hasta llegar a la conclusión de que la frase, sí, fue pronunciada. Pero no se puede decir, realmente, cuándo ni dónde. Sospecho que la Monumental de la que habla el cartel, tal vez, sea la monumental de Madrid, no de Barcelona. Y que el cartel fue creado para ser exhibido en Madrid, no en Barcelona (a pesar de que, cuando menos en mi caso, yo lo encontré, y lo compré, en el fondo de una estantería mal iluminada, en un librero de viejo barcelonés; razón que me llevó a pensar, es muy probable que erróneamente, que era una pieza de propaganda para Cataluña).

La principal referencia que os puedo exhibir es ésta: se corresponde con la página 3 de la edición del jueves, 11 de noviembre de 1937, de La Vanguardia. En ella, Llamas, corresponsal en Madrid del periódico, da cuenta de una visita de una serie de intelectuales catalanes en Madrid, en una especie de viaje de hermandad en el que grupos folklóricos tocaron la cobla por la calle y organizaron un baile en el Retiro. La crónica del dicho corresponsal os la copio aquí, con las negritas mías en lo que reputo importante para lo que discutimos.


Madrid, 10.—En ocasiones diversas y en tiempos distintos, se han celebrado actos de sincera
confraternidad entre Cataluña y Castilla, entre Madrid y Barcelona, más concretamente. De ellos salieron los esperados frutos que no pueden ser otros, puesto que no existía más que la sombra  de animosidad que divulgaban los que se dedicaban a dar noticias de un falso españolismo, que tuvo líderes tan destacados como Mari Fócela y Royo Vilanova.

Y todavía en plena guerra pretenden los que se llaman nacionalistas, asimismo, correr la especie de que Cataluña está "desconectada" del resto de España.

Lo dicen ellos mismos por mentir y sabiendo que mienten. Pero, por si en la zona leal hubiera todavía dudosos o inocentes, hace poco estuvo en Madrid Companys, recibiendo el afecto de este pueblo sufrido. Y Companys, en llanas palabras, gritó al pueblo de Madrid: «¡Madrileños: Cataluña os ama». En carteles murales y en cada esquina, el transeúnte ha tropezado con esas palabras de afecto de Cataluña.

Luego, ha sido el Gobierno de la República el qué ha recogido el afecto del pueblo catalán, al fijar incidentalrnente su residencia en Barcelona. Mas, si todo esto tuviera poco valor, precisamente por el alto valor oficial de las personas, por eso casi concedemos más importancia a la delegación catalana que actualmente convive con los madrileños. Ha llegado a Madrid una embajada artística, con Jaime Míravitlles a la cabeza. Las danzas regionales han puesto una bella nota de color en el Retiro y en la plaza de Santa Ana, bajo los balcones del Casal de Cataluña.

Esta embajada artística constituye la personificación de la frase del presidente de la Generalidad, que durante varios días ha venido a vivir nuestra vida. No ha sido, pues, una excursión placentera, de recepciones y banquetes. Madrid no puede ofrecer al huésped otra cosa que el espectáculo de su heroísmo y las ruinas de sus muchos edificios. Por la noche, la serenata de las explosiones en los frentes cercanos. Pero Madrid, representado esta mañana por auténticas gentes del pueblo, sorprendido por el concierto de la «cobla» en plenas calles, ha rendido cariñoso homenaje a Cataluña con aplausos y vítores.

Cuando nuestros hermanos emprendan el regreso a su región, se llevarán de Madrid las mejores impresiones. Y en Madrid quedará el eco de las palabras de Companys: «Madrileños:
Cataluña os ama». El eco y el convencimiento.

De este texto, mis conclusiones son las siguientes:
1) La frase de Companys no fue pronunciada en Barcelona. Fue pronunciada en Madrid, quizás en algún mitin que se celebró en la Monumental... pero de Las Ventas.

2) En ese caso, evidentemente el cartel está mal fechado, a menos que Companys se las arreglase, el 14 de marzo, para estar en Barcelona primero y Madrid después. De hecho, las crónicas del acto de Bellas Artes citan que Companys "tuvo que ausentarse" del acto... ¿tal vez para viajar a Madrid? 

3) El cartel fue exhibido en Madrid, no en Barcelona. Debió de ser pegado también la ciudad condal, o tal vez lo adquirió un (evidentemente ya fallecido) coleccionista catalán, de cuyo fondo de armario acabó en los anaqueles del librero que me lo vendió. 

Son, por supuesto, conclusiones provisionales. Seguro que ahora llega Asmodeo y nos demuestra que el 14 de marzo de 1937, a las seis de la tarde, Companys estaba en Diagonal 32, cuarto derecha, tomando café con pastas con tres señores, uno de ellos bizco :-DDDD

Soixante huit (2: Pero... ¿quién cojones es la vanguardia revolucionaria?

De esta serie se ha publicado ya un primer capítulo.

Resumen de lo publicado: De un tiempo a esta parte, los hobbits andan revueltos por varias causas, entre las cuales cabe citar: lo poco que se folla en la Tierra Media; lo pequeñas que son sus casas; last but not least, lo rematadamente mal que se porta con ellos Sauron, el Señor Oscuro. La decisión de Sauron de entrar en guerra en Mordor contra unos chinorris inocentes sirve para aglutinar a los hobbits, normalmente propensos a abrazar ideologías de izquierdas con elevada desviación estándar; proceso en el que colabora, y mucho, la aparición de un líder, el mago Gandalf-Bendit, apodado El Rojo.

La Tierra Media vive en un equilibrio inestable hasta que Sauron, hasta los cojones de los hobbits en la misma proporción que los hobbits están hasta los cojones de él, decide mandarles unos nasgul para que les den una mano de hostias. En el Ateneo Estudiantil de Minas Tirith se celebra una Asamblea, donde hobbits, enanos, elfos y otros muchos (incluso los Rojirrim de la Unión Soviética de Pelennor envían delegados) deciden hacer la Revolución.
 
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El primer comunicado del movimiento 22 de marzo, tras la asamblea del mismo día, suena raro, en algunas de sus esquinas, al lector actual. Reacciona contra “la represión de la clase dominante a todos los niveles”, lo cual no es mucha novedad. Sí lo es, sin embargo, que entre esos elementos de represión, aquellos revolucionarios incluyesen “la integración de la Seguridad Social”. Como quiera que aquellos jovenzanos son hoy provectos jubilados, es probable que a día de hoy “la integración de la Seguridad Social” haya pasado a parecerles una idea cojonuda. De hecho, absolutamente todos sus herederos ideológicos, sin faltar uno, saltan a la calle en todo Occidente a montar unos pollos de la hostia cada vez que alguien habla, aunque sea, de vender una máquina de escribir vieja propiedad de la Seguridad Social.

Otro detalle muy de aquellos tiempos, en esa nota que es una especie de aluvión de ideas o carta revolucionaria a los Reyes Magos, que se queja absolutamente de todo, es la referencia a la “automatización y cibernetización [hoy diríamos informatización] de nuestra sociedad”. Tampoco parece que los indignados de hoy en día estén muy por la labor de renunciar a sus esmarfóns, tabletas, blaberris, aipás, y demás cacharras.

Los años sesenta, lo digo sobre todo para mis lectores más jóvenes, son tiempos de un moderno luddismo. El luddismo fue una práctica surgida sobre todo en Inglaterra a principios del siglo XIX; organizaciones obreras más o menos cohesionadas, ante las primeras automatizaciones producidas en la llamada Revolución Industrial, llamaban a los trabajadores a destruir esas máquinas, convencidos como estaban de que las hiladoras automáticas les dejarían en la calle. Como digo, en los años sesenta y siguientes (todavía en 1982, en su mítica gira Rock & Ríos, cantaba Migué: Ésta es la era de Mister Chip/microordenador de tu porvenir/que por lo pronto te quita el curro/además de ser tu ficha sin fin) se produce la misma tendencia, aunque esta vez en contra de los ordenadores. Era una creencia general, no sólo de la izquierda: al comediante orgánico Paco Martínez Soria, en una de sus películas, lo echan de su puesto de contable porque la empresa compra un ordenata que hace su trabajo [pequeño inciso: ninguna película, en mi opinión, expresa mejor ese choque de la modernidad en el caso de España que el film de Roberto Bodegas Los nuevos españoles; es un truño, pero no te la pierdas].

Así pues, la progresía de los sesenta, por mucho que le pueda extrañar a la progresía del fin de la Era Maya, estaba en contra de la informatización. La consideraba lo peor de lo peor y abrazaba, como sus tatarabuelos luddistas, la teoría (nunca suficientemente demostrada con modelos precisos) de que las máquinas colocarían masas de obreros en la puta calle (como veis, el mito de Terminator es bastante antiguo). En otras palabras, ellos, como sus antecesores, no tenían en cuenta los incrementos de productividad generados por la mecanización y, sobre todo, la aparición de nuevas labores, nuevos servicios, nuevas ofertas, inherentes a la utilización de la informática en la producción. Se equivocaron, claro (y rara vez lo reconocieron); pero quede aquí escrito, para las generaciones más jóvenes, el hoy increíble mensaje de que hubo un tiempo en la Historia del Mundo en la que ir de yo no uso calculadora, yo sumo por mí mismo, yo no uso ordenador, era estar a la última. Cómo ha cambiado el cuento, ¿eh?

Sigamos. El proceso revolucionario está ya lanzado. El día 25, se celebra en Nanterre una reunión de profesores de español, y los estudiantes penetran en la sala conminándoles a firmar un documento de condena a la dictadura del general Franco. Por supuesto, todo profesor que se niega a firmar es apelado por la masa de fascista (pese a que así, en frío, lo fascista es, más bien, obligar a alguien a firmar un papel sí o sí).

Pronto se va a ver que la movida alcanza tal calibre que la vida normal de la universidad es imposible. El rector de Nanterre, de hecho, suspende los exámenes parciales (recordemos que estamos en marzo, à la coté del final de curso) de sicología, sociología y filosofía, ante la imposibilidad de examinar adecuadamente a los alumnos. Esto es así porque la teoría de los estudiantes liga las enseñanzas de la universidad a la dominación burguesa sobre el proletariado (nos enseñan estas cosas para que estemos calladitos, para que seamos epsilones huxleianos; aunque Brave new world es una novela escrita en 1931 y situada en el año 2540, es muy influyente en la juventud del momento), por lo que boicotear e impedir los exámenes es una parte de la protesta. Precisamente por eso, las organizaciones estudiantiles de derecha (ACED, Association Corporative des Étudiants en Droit; y FNEF, Fédération Nationale des Étudiants en France) protestan por lo que consideran “terrorismo de las organizaciones de extrema izquierda”. Pronto veremos que los estudiantes de derechas decidirán hacer algo más que protestar.

El día 26 de marzo por la tarde, Pierre Grappin, 53 años, rector de Nanterre (conviene decir también que Grappin, notable germanista y autor de hecho de un diccionario francés-alemán conocido como Le Grappin, no era ningún facha: poseía la Croix du combattant volontaire de la Résistance, así como la Médaille des Évadés, creada a favor de los prisioneros de guerra evadidos; falleció en 1997), convoca una reunión del Consejo de la universidad para estudiar posibles medidas ante el caos que se está formando. Pero no sale nada en claro.

El jueves, o sea el 28, comienzan a verse las primeras diferencias teorizantes que habían aflorado, tímidamente, durante la asamblea del 22. La UJC(ml) (que, por cierto, será ilegalizada por el gobierno en junio de ese mismo año, tras la muerte de Gilles Tautin en la movida de la factoría Renault de Flins), a la que ya hemos saludado en estas notas y que acaba siendo tomada al completo por los militantes prochinos (maoístas, diríamos hoy, que China ha adoptado tantos rostros sin salir del comunismo), saca un manifiesto… ¡condenando la agitación estudiantil!

¿Se han vuelto amantes del orden los admiradores de ese señor que en ese momento está matando, mayormente de hambre, a millones de administrados por no entender el comunismo? Va a ser que no. Los prochinos, lo acabamos de decir, son maoístas. Y su carácter de maoístas hace que otorguen a la clase proletaria, no a los estudiantes, el carácter de vanguardia revolucionaria. Es un matiz importante. Importantísimo. Yo diría que un matiz sin el cual Soixante Huit no se entiende pas. Entiéndase: no estoy diciendo que M68 sea una movida maoísta; estoy diciendo que la impronta de los maoístas es connatural a la evolución final de esta revolución, que busca, obtiene y, finalmente, trata de llevar hasta sus últimas consecuencias, la alianza con las fuerzas obreras.

El manifiesto de la UJCML dice: “los estudiantes no son la fuerza que transformará la universidad. Mucho menos los trotskistas y revisionistas [esto último va por los prosoviéticos, porque a los maoístas les está permitido poner a parir a la URSS, pero no citarla] que trabajan en contra de la lucha del proletariado, única fuerza social capaz de transformar la universidad”.

Este texto, ya lo he dicho y lo repito, tiene su importancia. El 28 de marzo de 1968, ya no se puede decir, en mi opinión, que el movimiento de mayo sea la imaginativa protesta de un grupo de indignados iconoclastas, prohibido prohibir y todas esas cosas de mayor o menor inteligencia. Además de eso y, como se demostrará con el tiempo, más que eso, mayo del 68 son dos cosas: una, una revolución social de libro, que busca darle la vuelta al sistema; y, dos, una competición entre diferentes fuerzas de ultraizquierda para controlar dicho proceso.

A las cuatro de la tarde de ese día, se anuncia para las seis una intervención del rector Grappin. Cuando el jefe de la universidad baja, una multitud de estudiantes le está esperando. Y no se corta un pelo. Pam: la situación impide dar clase adecuadamente. Pam: profesores y personal administrativo están de acuerdo en esto. Pam: en consecuencia, les cours seront suspendus. Dos días, nada más (viernes, y sábado; hubo un tiempo, querido joven lector, en el que se curraba los sábados por la mañana). Como advertencia. A las siete y media de ese día, la universidad debe quedar vacía. Pocos minutos después, diez lecheras (ensaladeras, creo que le llaman los franceses) de los CRS (los grises) se asientan en el campus.

Grappin ha tomado una medida quizá necesaria, pero torpe. Por limitada. Las clases han quedado anuladas. Pero los estudiantes tienen convocada para el 29 una jornada de discusiones y asambleas, que no reputan afectada por la prohibición (en realidad, porque les da la gana entenderlo así; porque Grappin ha sido bien claro al decirles que no deben pisar la universidad en los dos días de cierre).

Esa misma tarde-noche, se produce en el Quartier Latin una pequeña manifestación, unas mil personas, la primera de muchas, convocada por la UNEF (Union Nationale des Étudiants de France, el mayor sindicato de estudiantes de Francia. Tiene dos tendencias: los llamados minoritarios son, paradójicamente, la mayoría, y son de extrema izquierda; los llamados mayoritarios son los menos, y son mayormente apolíticos). Lo curioso de esta manifestación, teniendo en cuenta el divorcio que pronto experimentará el comunismo francés oficial y M68, es la elevadísima representación comunista en la misma: Paul Laurent (hombre de partido de toda la vida, de hecho padre de Pierre Laurent, secretario nacional del PCF); Pierre Juquin (devoto PCF hasta el 87, que lo echaron, se apunta a la movida de las coaliciones rojiverdes. Fue candidato a las presidenciales en representación de un extraño gazpacho de trotskistas, ecologistas y tal, y luego ha acabado cayendo en la órbita socialista, apoyando a Laurent Fabius, pero no a Segolène Royal); Jacques Chambaz (aparachitnik del PCF durante mucho tiempo, especialmente en los setenta y ochenta); Lucien Villa (que también tendría una carrera como diputado comunista), Raymond Barbet (entonces alcalde de Nanterre y diputado comunista, falleció en 1978) y Pierrette Petiot (de quien no se encuentra fácilmente información, pero que entonces era alcalde de Villetaneuse, la villa donde estaba previsto construir una facultad de Ciencias).

A la mañana siguiente, 29 de marzo, se produce una reunión de unos 300 estudiantes en la residencia estudiantil. Reunión a la que, sin embargo, la UEC (Union des Étudiants Communistes; me resulta difícil localizar la afiliación de este grupo, aunque lo reputo trotskista. En todo caso, quien quiera averiguarlo, siempre puede ir a su web). La UEC considera que la agitación de los días anteriores es una irresponsabilidad, y así lo expresa. Poco a poco, sin embargo, las gentes se van dispersando.

En realidad, no es que ya no pase nada. Es que el escenario ha cambiado.

En la Sorbona, se produce el primer acto de ocupación simbólica. Es sólo un salón de actos, l’amphi Descartes, pero ya es algo. La reacción de la administración de la universidad es inmediata: a pesar de que la acción no es gran cosa, la prohíbe formalmente, llama a la policía, y los grises pueblan el campus. A eso de las ocho, llega a la vieja universidad parisina una delegación de estudiantes nanterrinos, con Cohn-Bendit al frente. Todos ellos penetran en el salón ocupado; es la primera vez que en la Sorbona se ocupa una dependencia universitaria contra la expresa prohibición de su rectorado.

La asamblea del Descartes está repleta de esa ilusión, entre muy histórica, muy naïf y, por qué no decirlo, algo pollas, que tienen siempre esas primeras asambleas enragées en las que todo lo que está mal se va a cambiar; ese tipo de reuniones en plan “todo Dios se ha equivocado hasta que hemos llegado nosotros, los listillos”. En medio de un follón de mil demonios (la mayoría de los estudiantes no está sino pendiente de que lleguen los flics a echarlos a hostias de allí), diferentes ponentes, sobre todo extranjeros (allí hay franceses, alemanes, belgas, holandeses, italianos... y, a juzgar por las confesiones de más de un revolucionario de saloncillo con edad suficiente, no menos de dos o tres millones de españoles), contando su movida. Todo es revolución espontánea. Cada vez que surge algún malentendido o diferencia, se acude con automatismo al asuntillo de Vietnam, y allí todos están de acuerdo. La mayoría de los estudiantes abogan por “una universidad gestionada por los estudiantes”. Son los tiempos, esos felices años sesenta de la antisiquiatría (los manicomios los gestionan los locos) o de la inserción penitenciaria (los presos gestionan las cárceles), de donde nos va a quedar, hasta el día de hoy, ese espíritu de que, en el aula, alumno y maestro son personajes de la misma alcurnia.

Sin embargo, el desacuerdo llegará.

Los estudiantes de la Sorbona propugnan la creación de un MAU (Mouvement d’Action Universitaire) que centralice las movidas. A Cohn-Bendit y sus chicos del M22 la cosa no les hace ni puta gracia. Ellos quieren seguir pensando en la movida como un “frente revolucionario universitario” capaz de decidir, en cada momento, qué hacer. Mucho más anarquista que marxista en su corazón y en su cerebro, Cohn-Bendit recela de los movimientos desde arriba. Pero, como decimos los gallegos, habelos, hainos.

El sábado, es decir al día siguiente, Grappin reúne de nuevo a la asamblea profesoral de Nanterre, que decide poner una sala a disposición de los estudiantes, cuyo uso será gestionado por una comisión. La preocupación fundamental de la universidad en ese momento es poner los medios para que los estudiantes puedan preparar los exámenes, y deciden hacerlo aceptando el derecho de los estudiantes a realizar debates políticos, pero de una forma encauzada y formal.

Otros indicios indican que, efectivamente, el, por así llamarlo, poder constituido trata de realizar tímidos movimientos que le permitan controlar la situación. El ministro de Educación, Alain Peyrefitte, anuncia la creación de órganos específicos para mejorar la representación estudiantil en la universidad, así como la aceleración de infraestructuras y mejoras en los transportes.

Al día siguiente, domingo, L’Huma, vocero del Partido Comunista, publica una entrevista con François Hilsum, secretario general del MJC (Mouvement de la Jeunesse Communiste, de la cuerda oficial) (Hilsum, de hecho, es miembro del Comité Central del PCF desde 1967; en los años ochenta, será jefe de redacción del periódico que ahora lo entrevista, L'Humanité Dimanche).

Con ese sobramiento propio del comunismo oficial, que se siente con derecho a ocupar el ámbito todo de la revolución, Hilsum coloca las movidas nanterrinas al mismo nivel que los intentos de Georges Pompidou o Valery Giscard d’Estaing para ganarse a la juventud: “especulando [al loro con el verbo] con la legítima aspiración de los jóvenes a la justicia, con la cólera sana que les toma cuando se enfrentan a las dificultades que les plantea el sistema capitalista, pretenden ser los portavoces de las generaciones jóvenes y de sus sentimientos revolucionarios. Son, simple y llanamente, la falsa moneda de la revolución” (las cursivas son mías).

Con cosas así, publicadas negro sobre blanco a finales de marzo, reputo bastante complicado considerar a Mayo del 68 como una revolución. La verdad es que fueron varias. Y no demasiado bien avenidas.

martes, noviembre 13, 2012

Cosas veredes...


Una fotico de mi fondo de armario...

lunes, noviembre 12, 2012

Por si queréis dejaros de polladas

Os tengo un poco abandonados, lo sé. Me fui de puente y además, por esas circunstancias, no lo tengo fácil para pasar más de dos horas junto a mi ordenador y mis libros. Y este blog, la verdad, no puede escribirse en cualquier parte. Yo tendría que ser un privilegiado como dicen que era El Greco, que viajaba acompañado por un nutridísimo séquito de criados y, lo que es más importante, todos o casi todos sus libros en carros. Como no lo soy, tengo que esperar a que la vida se aquiete y se normalice para escribir.

No obstante lo dicho, me asomo a esta ventana para colocar un off topic total, cosa que mis seguidores habituales sabrán ya que hago de vez en cuando y con total desvergüenza. Quisiera recomendaros la lectura de un pequeño informe que encontraréis aquí. Se trata del resumen de una conferencia dictada recientemente, en el Club Empresarial ICADE, por el economista Jesús Fernández-Villaverde, sobre la crisis económica actual y las políticas a seguir para superarla.

Querido lector, que lees esto (y por eso eres lector, claro), puedes ser de uno de dos tipos. Puedes ser de ese tipo de personas que gustan de las polladas. Para saber si eres de ésos, sólo tienes que preguntarte si los debates que ves en la tele te llenan. O si te llena el discurso oficial de algún partido político o sindicato. Si es así, amigo mío, te van las polladas, y deberías dejar la lectura de este post en este mismo punto.

Caso de que hayas llegado hasta esta línea y, por lo tanto, cuando menos consideres de ti mismo que te gustaría tener algo más que la recetita de salmorejo ideológico con que te proveen los voceros de los tuyos o los sesudos analistas televisivos, que en minutos quince son capaces de hablar de Cataluña, de la prima de riesgo, del Real Madrid y de la hipercolesterolemia; si necesitas, digo, algo más que esto, pincha en el enlace, y/o sigue leyendo.

Verdaderamente, este pequeño discurso de Fernández-Villaverde, joven economista de sonoro e histórico apellido (será, digo yo, pariente del Villaverde que salvó España una vez) residente en Estados Unidos, tiene más enjundia que un año de tertulias, se produzcan éstas bajo palio o al rojo vivo, eso da igual.

El discurso de Villaverde empieza mal, para qué negarlo. Nos dice: "la economía española está en una situación muy mala y sufrimos esta situación desde enero del 2008". Frase que, en sí, no dice nada que no sepamos ya, ergo suena a deyección de tertuliano. Eso sí, el conferenciante rápidamente salpimenta la afirmación con una interpretación histórica, o tocante a la Historia, que, amén que atractiva, es coincidente, cuando menos en parte, con otros analistas del devenir económico de España en el tiempo, como Juan Velarde.

Según Villaverde, o tal lo interpreto yo, la economía española mantiene un tono decepcionantemente estable (encefalograma plano, pues) hasta el Plan de Estabilización del 59, que es el que dispara el bienestar español, en una proporción muy superior a la evolución del mismo en los grandes países del entorno, hasta conseguir, en la última década del siglo, la práctica convergencia con Estados Unidos y otros países híper-desarrollados. Como digo, esta tesis es muy coincidente con la de Velarde, que la adorna con muchos más datos en su Historia reciente de la economía española; y lo hace por interés personal, claro, pues fue él, junto con otros jóvenes economistas de la época, quien colaboró para maquinar aquel cambio radical de política económica.

Velarde, con una ausencia total de proclividad hacia lo políticamente correcto, sostiene que el Plan de Estabilización de 1959 y el primer mandato Aznar son los dos únicos momentos en los que, de verdad, en España se hizo buena política económica. Villaverde nada dice de la etapa Ansar, tal vez porque es más cauto o menos fogoso, pero ambos mensajes convergen en lo esencial. Eso sí, la interpretación de Villaverde añade un matiz realmente importante.

En su opinión, el diferencial de renta de España respecto de los países más desarrollados ha hecho que, durante 50 años, no hayamos pensado en otra cosa que en converger. Lo hemos sacrificado todo a cambio de poder darle un mordisco más a nuestro diferencial de renta. Sin embargo, una vez que esto se consigue, ¿qué se hace? En opinión de Villaverde, lo que se tenía que haber hecho era sentarse a repensar España. A pensar, dice él, "las bases del crecimiento económico de las siguientes décadas", que ya, añado yo, no podían ser las mismas que en el pasado. Pero lo fueron. Lo que tuvimos, una vez alcanzados nuestros competidores en nivel de renta, fue una continuidad de esa política de crecer como sea, o sea burbuja, o sea hostión.

De los siete grandes problemas que aquejan a nuestra situación actual (que no te voy a copiar aquí, ni siquiera los voy a comentar todos, para que así leas al autor y no, o no sólo, al amanuense), el que más certeramente analiza Villaverde es el relativo a la actual estructura institucional española. Es donde mayor clarividencia derrocha el conferenciante, quizá porque, como demuestran sus ejemplos, vivir en Estados Unidos le hace ver cosas que tal vez otros no vemos.

Resumiré lo que yo creo que dice el autor con mis propias palabras. Para juzgar si soy justo en la recensión, siempre está la fuente originaria.

La cosa es que yo estoy bastante de acuerdo con lo que leo, o creo leer, en la conferencia. España tiene hoy una estructura civil, social, en la que los partidos políticos lo son todo. Los partidos políticos nombran el gobierno de los jueces. Los partidos políticos engrosan las estructuras que deciden si ha habido o no comportamientos reprobables en los medios de comunicación. Los partidos políticos, shit you little parrot, nombran al tipo o tipa cuyo trabajo consiste en proteger a la gente de los políticos (Defensor del Pueblo, lo llaman). Los partidos políticos se colocan, con luz y taquígrafos, detrás de las personas que pretenden ser rectores de universidad, o presidentes de colegios profesionales. Cuando no son los partidos políticos los que actúan, lo que se hace es darle vitola de representantes de la sociedad a personas que tampoco se han sometido jamás a ningún tipo de escrutinio por parte de dicha sociedad (como, por ejemplo, las organizaciones ecologistas) y que, además, no están muy alejadas de los partidos políticos, entre otras cosas porque según qué partido gobierne, les cae o no les cae la subvención que les paga la sede, la mecanógrafa y, tal vez, un pequeño excedente, que hay que vivir.

Los partidos políticos son como iglesias. "Sólo sois una pandilla de curas", les espeta Imanol Arias a sus ya ex compañeros batasuneros, en La muerte de Mikel. La iglesia católica es: jerarquía estricta (el párroco López manda menos que Rouco, y Rouco manda menos que Benedicto) e interpretación única de las escrituras (Catecismo). Los partidos políticos no se mueven ni un ápice de este punto. En un sistema de listas cerradas, la jerarquía lo es todo: si el número 2 por Logroño es puesto seguro, sólo irás de número 2 por Logroño si Mariano quiere. Si Mariano no quiere, ya puede la gente de Logroño saludarte por la calle haciendo genuflexiones y cantándote Hosanas mientras recorres la ciudad en pollino, que da igual. 

Pero está la segunda cosa: la explicación catecumenal. La ideología política, convenientemente gobernada por el partido, establece interpretaciones unívocas para las cosas. A pasa porque B. No te pedimos que pienses en A, ni en B; te pedimos, simplemente, que repitas, en tu perfil de Facebook, en tu Twitter, en la barra del bar: A pasa porque B. B es un cabrón. B tiene la culpa.

"No es una casualidad", dice Villaverde, "que nos hayan tocado los presidentes del Gobierno que hemos tenido". Desde luego. Nos han tocado los gobernantes que hemos querido; los más ajustados a la explicación catecumenal mayoritaria. De ahí, entiendo yo, que sean tan frecuentes las acusaciones a los gobernantes en el sentido de incumplir los programas electorales. Porque la gente, en España, no te vota porque piense que vas a ser un buen gobernante; te votan para que cumplas el Catecismo.

La crítica a las instituciones ultrapolitizadas alcanza, en la conferencia de Villaverde, cotas elevadísimas en el momento en que compara los portales en internet de su lugar de residencia (Lower Merion, Penn) y una ciudad semejante de España: Majadahonda. En la web de Majadahonda hay un huevo de fotos y noticias del alcalde, por aquí, por allá, y 7 páginas de información presupuestaria. En la de Lower Merion el alcalde no se llama major, sino city manager; no aparece en la portada de la web (el que aparece es el director de una bibioteca recién inaugurada); y hay un documento presupuestario de 340 páginas.

Eso sí, el city manager es un señor con estudios, másteres y experiencia laboral en gestión local... y cobra 275.000 euros. Mientras que, en España, "elegimos un alcalde politizado. Como es un alcalde politizado, que nunca ha hecho nada en la vida profesional o privada, nos parece mal pagarle, con lo que su sueldo es de 50.000 euros. Y el tipo tiene una tentación muy grande de corrupción". Bull's eye: lo que hay que hacer con los políticos no es pagarles menos, sino pagarles más. Eso sí, exigiéndoles... que dejen de ser políticos (váyase el lector a la página web de Lower Merion y cuente los clics que le cuesta conocer la afiliación partidaria o ideológica del alcalde).

Más demoledora aún es la comparación entre la actual presidenta de la Securities and Exchange Commission y la de la CNMV española. Mary L. Shapiro tiene titulaciones específicas y lleva 29 años trabajando en materias relacionadas con los mercados de valores. Elvira Rodríguez ha sido alta funcionaria en materia de presupuestos; ministra de Medio Ambiente (WTF?); Consejera de Transportes (Ein?); Presidenta del parlamento regional madrileño (What?) y senadora. Y, ahora, tiene la última palabra a la hora de decidir la posición del mercado español de valores sobre tal o cual operación. Como dice Villaverde con sorna, resulta difícil de creer que, en esa situación, "va a poner los intereses de los inversores por encima de los de Cristóbal Montoro". Por cierto, Shapiro, a lo largo de su carrera profesional, ha sido nombrada bajo las administraciones Reagan, Bush padre, Clinton, Bush hijo y Obama. ¿Es imaginable un alto cargo técnico en España fue fuese nombrado durante las teóricas presidencias del gobierno de Aznar, Zapatero, Rajoy, Rubalcaba, Esperanza Aguirre y Tomás Gómez?

Desarrolla también Villaverde la personalidad y proceso de nombramiento del actual rector de la universidad de California, Mark Yudof. Para empezar, Yudof ha dirigido antes otras universidades (Minnesotta y Texas); o sea, que gestionar la universidad, lejos de un cargo, es un trabajo. Lo selecciona un comité de notables y lo nombra, finalmente, governator Arnold Schwartzennegger. ¿Destaca el gobernador la ideología del rector? Pues no. No existen indicios de que la conozca siquiera. Sin embargo, nos recuerda Villaverde, el nombramiento del nuevo rector de la Complutense es saludado con el siguiente titular periodístico: La izquierda mantiene su bastión en la Complutense con la victoria de Carrillo.

Ninguna universidad española está entre las 200 mejores del mundo. Será por el mal olor de los baños, quizá.

Más. Nos informa Villaverde del Civil Service First Stream, que es un sistema británico de selección de funcionarios, en los que los candidatos no son enviados a una academia a estudiarse decenas de temas de Derecho Administrativo, sino que "se les sienta en una habitación, se les dan correos electrónicos y se mide la capacidad que tienen de procesar esos correos electrónicos, de presentar la información de manera adecuada y de proponer soluciones a los problemas ficticios que tienen esos casos".

Otro mal que toca de pasada Villaverde en su texto, y que me ha arrancado una sonrisa de aficionadillo a la Historia, es el ligado a la famosa frase de Romanones: haga vuecencia las leyes, que ya haré yo los reglamentos. Doy fe que esta frase es notablemente exitosa en los corrillos de coleguitas en el extranjero. A los británicos, especialmente, les hace mucha gracia.

La dicotomía ley/reglamento en España tiene que ver con dos cosas que, desgraciadamente, en mi opinión Villaverde apenas apunta en su conferencia. La primera es bastante evidente y tiene que ver con la querencia de los partidos políticos por hacer a su interés. Y la segunda tiene que ver con la ausencia de debate naciente del hecho de que, si los partidos políticos han instilado toda la sociedad española, su presencia es, más que abrumadora, aplastante, en los medios de comunicación, que son los que deberían articular dicho debate.

El ejemplo que pone Villaverde es sangrante. El Congreso modifica la Constitución para elevar el equilibrio presupuestario a la categoría de dogma. Pero deja el desarrollo real de ese compromiso para una ley que, sucintamente, dictamina que tanto las previsiones presupuestarias como el cuadro macroeconómico y la comprobación de lo que se ha hecho corresponden al mismo actor: el Gobierno. Dicho de otra forma: yo soy el violador y, al mismo tiempo, el forense que dictamina si hubo consentimiento. Con un par.

... y no pasa nada. No pasa nada, entre otras cosas, porque la prensa, el día que llegó al Congreso el borrador de esa ley, estaría hablando de Belén Esteban. Bueno, eso la mitad de la prensa. Porque la otra mitad, simple y llanamente, recibió una llamada de alguien que susurró: hoy llega nuestro proyecto de ley al Congreso; cumple con tu obligación, camarada. Aun queda otra opción, desgraciadamente no desdeñable: esa noche, la mitad, si no dos tercios, si no la totalidad, de los contertulios que se sentaron en cualquier plató a discutir, no distinguían una Ley Orgánica de un soplete oxiacetilénico.

La penetración política en los medios de comunicación es algo bien perceptible hoy en día en Cataluña, por ejemplo. Los medios de comunicación allí, como en el resto del Reino, tienen eso que se llama una narrativa. Es decir, un relato de los hechos al que se ciñen, y al que van a adaptando los hechos que ocurren en cada momento. Se parecen a aquel periódico conservador alemán que jamás escribió las palabras Deutsche Democratische Republik y para el cual, por lo tanto, nunca hubo reunificación alemana, porque nunca hubo partición. Con las mismas, nunca ha habido, ni habrá, secesión de Cataluña, por la simple y pura razón de que nunca hemos estado unidos. Et voilà!

Cuando Villaverde entra en el campo económico, que es su terreno, la cosa va incluso a peor. Se sorprende, y es que es como para sorprenderse, cómo es posible que en España, en los tiempos recientes, hayan caído el PIB y el empleo mientras el salario medio subía. Como bien dice, la ley de la oferta y la demanda prevé que, por lógica, bajará. Pero Spain is different. Al loro con el palito que les endiña a los sindicatos...

¿La educación? Pues qué queréis que os diga. En Shangai, nos dice Villaverde, el 26,6% de los estudiantes son excelentes en matemáticas;  en Madrid, el 1,9%. Añado yo: en China no sé; pero, en Madrid, España, además de excelentes, son raritos, asociales, odiosos, capullos y membrillos. Opinión de ellos que tienen muchos de sus compañeros, y algunos de sus profesores, que cuando eran estudiantes eran tanto o más bandarras que los tipos a los que ahora suspenden.

¿Cuál es el corolario de todo esto? A mi modo de ver, el corolario de todo esto es lo que tenemos. Lo que se percibe después de un cuarto de hora en Facebook o en cualquier otro lugar no eremítico. Lo que tenemos son personas que realizan interpretaciones unívocas, y de una extremada sencillez, de la realidad. Personas que se pasan la vida creyendo en la absoluta maldad de los que no son los suyos, y confiando en la absoluta habilidad de los suyos para resolver sus problemas. Personas que no quieren hablar de las carreteras que hay que construir en los próximos 50 años, sino de quién les va prestar 10 pavos para irse a casa en taxi dentro de media hora. Personas que sólo trabajarán para arreglar las cosas con los suyos. España es un trineo en el que cuando tiran los huskies, los malamute se tumban, y viceversa.

Estamos, más que probablemente, exactamente en el punto en el que nuestras élites quieren que estemos.