[Con este post cerramos la serie sobre la guerra de la Triple Alianza y, de paso, nos vamos de vacas. Que lo paséis bien.]
Recuerda que de esta historia hemos escrito ya un prólogo, y que te hemos dado una primera visión muy general de la situación del Paraguay y sus vecinos. Además, te hemos explicado la situación y papel básico en la zona del Imperio brasileño. Luego hemos seguido con los dimes y diretes de la Confederación Argentina, y hemos contado la guerra del Uruguay. Una vez pasado este escalón, ha «comenzado» la guerra del Paraguay propiamente dicha, desarrollada inicialmente en el teatro argentino. Sin embargo, con el tiempo las tornas cambiarán, y la guerra se acercará al propio Paraguay. Inmediatamente te hemos contado la batalla de Tuyutí que, pese a haberse resuelto a favor de los paraguayos fue, paradójicamente, el hecho que alejó definitivamente la posibilidad de que éstos pudiesen ganar la guerra. A continuación hemos contado el hostión del cuarenta y dos que se llevaron los aliados en Curupayty. Luego te hemos contado el asalto de Humaitá. Luego ya, con la guerra irremisiblemente perdida para el Paraguay, hemos contado la batalla de Lomas Valentinas y la muy democrática forma como los ejércitos aliados se desempeñaron en Asunción.
Recuerda que de esta historia hemos escrito ya un prólogo, y que te hemos dado una primera visión muy general de la situación del Paraguay y sus vecinos. Además, te hemos explicado la situación y papel básico en la zona del Imperio brasileño. Luego hemos seguido con los dimes y diretes de la Confederación Argentina, y hemos contado la guerra del Uruguay. Una vez pasado este escalón, ha «comenzado» la guerra del Paraguay propiamente dicha, desarrollada inicialmente en el teatro argentino. Sin embargo, con el tiempo las tornas cambiarán, y la guerra se acercará al propio Paraguay. Inmediatamente te hemos contado la batalla de Tuyutí que, pese a haberse resuelto a favor de los paraguayos fue, paradójicamente, el hecho que alejó definitivamente la posibilidad de que éstos pudiesen ganar la guerra. A continuación hemos contado el hostión del cuarenta y dos que se llevaron los aliados en Curupayty. Luego te hemos contado el asalto de Humaitá. Luego ya, con la guerra irremisiblemente perdida para el Paraguay, hemos contado la batalla de Lomas Valentinas y la muy democrática forma como los ejércitos aliados se desempeñaron en Asunción.
Con la toma y
destrucción de hecho de Asunción, Caxias dio la guerra por
terminada. El 17 de enero, estando en misa, le dio un síncope que le
obligó a retornar a su país. Sin embargo, las jornadas siguientes
dejaron claro que todavía permanecía una importante resistencia
paraguaya, por lo que el Emperador brasileño toma la decisión de
poner al frente de las tropas a su yerno el príncipe Gastón María
de Orléans, conde D'Eu.
De hecho, la
resistencia sigue ahí. El 10 de marzo, unos brasileños que están
intentando cortar los abastecimientos de López son atacados por
paraguayos en el arroyo Ykyry. Sin embargo, el 5 de mayo los aliados
asestan un golpe fundamental a López, al tomar Ybycuí, lugar donde
el paraguayo había instalado una fundición que debía dotar de
armas y municiones a su ejército. El conde D'Eu pasa a cuchillo a
casi todos los prisioneros.
López en Azcurra
parece haber encontrado una posición prácticamente inexpugnable.
Las tropas brasileñas deberán flanquearlo, cruzando la sierra por
el llamado paso Valenzuela, para aparecer en la retaguardia
paraguaya. Tras haber hecho esa operación, atacan el 12 de agosto a
los paraguayos, que ya tienen una desventaja de medios de 1 a 12, con
un intenso bombardeo. Después del mismo, lanzan un ataque desde los
cuatro puntos cardinales. Obviamente, pese a la feroz resistencia
paraguaya, los aliados penetran y, una vez que lo hacen, se entregan
a una represión difícilmente imaginable. De hecho, fue tras esa
batalla que el conde D'Eu dio orden de realizar la más repugnante de
las acciones de la guerra de la Triple Alianza, cual ve sellar un
hospital de Peribebuy, lleno de heridos, mujeres, niños y ancianos,
y prenderle fuego. A los pocos inquilinos del centro de sanación
que, una vez producidas las llamas, consiguieron encontrar una vía
para salir fuera, los obligaron a volver a bayonetazos.
El 13 de agosto,
con los restos de su ejército, Solano se pone en marcha camino de
Caraguatay, población a la que llegó en el ocaso del día
siguiente. El conde D'Eu, que se iba encontrando ya poblaciones
abandonadas por las tropas paraguayas, se decide a perseguir una de
las dos columnas guaraníes en huida, la del general Bernardino
Caballero (la otra quedó al mando del general Resquín). El día 15,
Caballero es alcanzado por la vanguardia brasileña al mando del
general Vasco Alves Pereyra. Sabiéndose perdedor, Caballero se
encastilla tras el arroyo Yukyry, con una tropa formada casi en su
totalidad por adolescentes. Un historiador de aquella acción, Juan
José Chiavenatto, ha dejado escrito: «los niños de seis a ocho
años, en el fragor de la batalla, despavoridos, se agarraban a las
piernas de los soldados brasileños, llorando para que no los
matasen». Según la misma fuente, cuando terminada la batalla las
madres de aquellos niños, que habían asistido impotentes a la
matanza desde el bosque, salieran de entre los árboles para
enterrarlos o socorrerlos, el conde D'Eu hizo quemar el trozo el
selva para matarlos a todos.
La masacre llamada
de Acosta Ñu se produjo sobre la persona de 3.500 paraguayos que
estaban en la infancia. Por esta razón, tradicionalmente en su fecha
Paraguay ha celebrado (honradamente, no sé si sigue haciéndolo
actualmente) el Día del Niño.
Con ésta y otras
masacres a su espalda, López se retiraba hacia Cerro Corá con el
pálido reflejo de un ejército que le quedaba, y una respetable
muchedumbre de civiles. El 15 de agosto, declara capital del Paraguay
la villa de San Isidro de Caraguatay. Luego se dirige al norte, para
deternerse a finales de aquel año 1869 en la sierra Amambay. Cruza
la cordillera y acampa en Samacuá, para luego seguir al norte hasta
Punta Porá y, finalmente, llegar a Cerro Corá el 14 de febrero de
1870. Ni medio millar de soldados lograron llegar con él.
A finales de
febrero, sabedor de que sólo es cuestión de tiempo que los aliados
vayan a por Cerro Corá, otorga condecoraciones a los suyos y
comunica a quienes están con él su decisión de morir
defendiéndose. Los indios de la zona se ofrecieron para llevárselo
a lugares recónditos de la selva donde nadie lo encontraría,
ofrecimiento que López declinó.
El 1 de marzo,
López se levanta un poco antes que lo que tiene acostumbrado.
Reparte sus cosas, como recuerdos, entre varias personas. Sabe
perfectamente, por la información que recibe, que ha llegado al
final. Pocas horas después comienzan los bombardeos. López se sube
a su caballo y arenga a los poco más de 200 soldados para que lo
acompañen en una última acción. La carga es breve y su final,
previsible. López termina rodeado de brasileños que le intiman la
rendición, pero carga contra ellos; y en ese momento, un cabo
llamado Francisco Lacerda, aunque todos lo conocen como Chico Diabo,
le clava una lanza en el vientre; mientras cae, otro soldado le abre
la cabeza con un sable.
El día que llegó
a Buenos Aires la noticia de la muerte de Solano, Sarmiento hizo
formar una banda que se fue a tocar serenatas bajo la ventana de
Bartolomé Mitre. Y le escribe a un contacto inglés: «No crea que
soy cruel. Es providencial que un tirano haya hecho morir a ese
pueblo guaraní. Era preciso purgar la tierra de toda esa excrecencia
humana.»
La guerra en pro de
la religión, la humanidad y la civilización había alcanzado sus
últimos objetivos.
A modo de epílogo
La guerra del
Paraguay o guerra de la Triple Alianza es, como he dicho, un episodio
más perdido dentro de los muchos hechos ocurridos que las
generaciones posteriores han olvidado. Muy particularmente, da la
impresión, por cosas que he leído una vez me interesé por el tema,
que se trata de un hecho bélico y político que es víctima, como
otros muchos, de la suerte de complejo de superioridad que el hombre
contemporáneo tiene hacia el siglo XIX, habitualmente visto como una
especie de pre-modernidad en la que, comparada con los hechos
dramáticos del siglo XX, no pasó nada de importancia.
Lejos de ello, sin
embargo, el siglo XIX, desde luego el europeo, no digamos el
norteamericano, pero desde luego el suramericano y no digamos el
asiático, está trufado de hechos de gran importancia que a menudo
preterimos. Sin ir más lejos, la guerra del Paraguay explica que el
país que le da nombre experimentase una de las pérdidas de
territorio más dramáticas que se han dado en los últimos
doscientos años en cualquier parte del mundo; amén de una crisis
demográfica de la que, probablemente, nunca ha terminado de
recuperarse.
¿Caben enseñanzas
para el hombre moderno, o ésta es una de esas cosas que pasan en la
Historia y que, como son tan lejanas a nosotros, ya no nos importan?
En primer lugar, hay que decir que esta pregunta nos la hacemos por
una sola y simple razón: porque el territorio afectado por los
hechos, el Paraguay, es una cosa que la inmensa mayoría de nosotros
(y hablo aquí de los españoles) ni siquiera somos capaces de
señalar con éxito en un mapa físico de Sudamérica. La guerra de
la Triple Alianza fue casi contemporánea a la guerra civil
estadounidense, y a nadie se le ocurre ni por un momento poner en
duda que los rescoldos de esta última conflagración sigan ardiendo. Aceptamos con toda naturalidad que los EEUU de hoy en día
estén petados de gentes que todavía usan la bandera confederada y, de hecho, estamos bien informados por los telediarios patrios de los problemas que hoy, en el año 2015, está provocando dicho uso en muchos estados del sur;
pero, probablemente, si alguien nos dice que los guaraníes van dando
por saco con el tema de que si los diezmaron en la guerra, pensaremos
que hay que ver lo cascarrabias rencorosos que son estos tipos.
Es cierto que entre
las guerras ocurridas en el mundo antes de 1918 y después media una
diferencia importante, que es la existencia de instituciones
multinacionales. Ni Paraguay ni Uruguay contaron en su momento con
una suprainstancia de arbitraje, más o menos reconocida por todos,
para poder acudir en defensa de unos derechos; por mucho que esa
suprainstitución ha demostrado ya, en los últimos cien años, lo
inútil que puede llegar a ser. Pero, aun así, yo creo que estos
son unos hechos que no pueden ni deben ser olvidados. En primer
lugar, porque a los muertos se les debe un respeto, sobre todo a los
muertos civiles y los de reemplazo, que son los que la palman en las
guerras sin haber mediado por su parte una decisión consciente en
tal sentido. Pero, en segundo lugar, porque hechos como la guerra del
Paraguay nos colocan delante de realidades de las que estamos muy
lejos de habernos vacunado.
La guerra de la
Triple Alianza es la expresión de unos hechos ocurridos por mor de
una colonización económica, llevada a cabo fundamentalmente por
Inglaterra, que trata de eliminar un elemento incómodo y
rabiosamente proteccionista como fueron los gobiernos del doctor
Francia y la familia López. Es, también, la expresión de cómo el rey (en puridad, emperador) de una zona geográfica,
sintiéndose fuerte, impone sus reglas por encima de consideraciones
de una mínima justicia. Y es, también, la expresión de una doblez
se podría decir que repugnante por parte de no pocos actores de esta
Historia, los cuales, tras ser llamados a la alta magistratura de sus
naciones, malbarataron esa posición semidivina en querellas
personales, animadversiones adquiridas y el simple y puro interés a
corto plazo.
Es un hecho que
las escuelas en todo el mundo, cuando hacen algo por enseñar la
Historia, se centran en los hechos heroicos de su nación, bien sean
positivos, esto es victorias; o dulcemente negativos, como son las
derrotas nobles, tales como El Álamo para los estadounidenses, o los
últimos de Filipinas en el caso español (aunque de los últimos de
Filipinas ya no se habla en nuestras aulas desde hace medio siglo...)
Mi concepción de una auténtica educación del ciudadano es, lo
confieso, totalmente opuesta. El conocimiento y estudio de la Guerra
del Paraguay debería ser materia de obligado conocimiento en el
currículo de las escuelas brasileñas y argentinas, por el simple
hecho de que qué clase de ciudadano crítico vas a ser si ni
siquiera ejerces la crítica hacia lo que significa tu ciudadanía.
No hacer las cosas así acaba llevándonos a donde estamos, por
ejemplo, los españoles; quienes, pudiéndonos darnos justísimos
golpes de flagelo por episodios de latrocinio presentes en nuestra
Historia, acabamos refocilándonos en una invención del márquetin
protestante llamado Leyenda Negra, que es mercancía intelectual
averiada en sí misma.
Éste es un
elemento que siempre nos falta en nuestras supuestas conciencias
críticas que, como digo, no lo son tal. Todos los pueblos necesitan
que pasen los siglos para poder asumir los pasivos de su balance
histórico. Serán los niños japoneses del curso 3050-3051 los que
verdaderamente estudiarán y conocerán las atrocidades cometidas por
sus tatarabuelos en Manchuria, porque lo verán con los mismos ojos
con que nosotros vemos las bestialidades cometidas por los españoles
medievales. Cuando alguien nos cuenta que en la Semana Santa española
de muchos lugares se escogía a un judío de la comarca y se lo
flagelaba de verdad en la iglesia (el concepto es: devolverle
a los perros hebreos lo que le hicieron al Cristo), lo aceptamos sin
problemas porque eso es algo que pasó hace seiscientos años; ya
podemos estar tranquilos. Pero si nos dijeran que esa práctica se
realizó durante la segunda guerra mundial, ya no querríamos saber
nada de ella. Por no hablar, claro, de las atrocidades de nuestra
última guerra civil, sobre las que se produce el calculado y
consciente conocimiento, cuando se produce, de apenas el 50% que al
sujeto le interesa conocer.
Ponerse a pensar
que, en la antesala del tiempo nuestro, predicamos el genocidio y la
desaparición de un pueblo, y lo celebramos en las calles como quien
gana una Copa América, es cosa jodida. Se entiende. Pero es lo que
hay. Los hombres buenos son los que hacen las naciones prósperas;
pero son los hijos de puta los que las hacen fuertes. Si te gustan
tus músculos, habrás de saber que fue un hijo de perra quien los
alimentó. Y si no sabes eso, se podría decir, socráticamente, que
sólo sabes que no sabes.
Trabajo en el transporte de personas por cable, es decir, cabinero en el teleférico de Barcelona y me haces más sabio con cada cabina que pillo. Un saludo
ResponderBorrarTrabajo en el transporte de personas por cable, es decir, cabinero en el teleférico de Barcelona y tengo que decir que me haces más sabio con cada cabina que cojo. Un saludo
ResponderBorrarAntes de que se disipe la polvareda causada por sus notas acerca de la guerra de la triple alianza, quiero agradecerle esas notas. Creería que ha enfocado muy acertadamente al tema, sujeto aún hoy día a la polémica.
ResponderBorrarUruguay y Argentina le han devuelto al Paraguay los trofeos de guerra. Cuando la presidencia de Yrigoyen la Argentina dio por terminado el pago de la deuda de guerra que mantenía el Paraguay, mientras que en general los historiadores Brasileños siguen reivindicándola.
Y otro agradecimiento, la explicación de hacer el don Tancredo. Con su explicación terminé de entender un pasaje de un libro leído en 1978. El “Borrador de Memorias” de Conrado Nalé Roxlo. Allí cuenta que a inicios del siglo XX, de chico, su hermano hacía el don Tancredo entrando a un corral donde había vacas y toros, se quedaba tieso un rato y luego, tras pegar un grito salía corriendo, las mas de las veces perseguido por algún toro ya repuesto de la sorpresa.
Siempre pensé que era un nombre de fantasía que le daba al juego, ahora veo que no, que la cosa tiene sus antecedentes.
Lizardo Sánchez
Córdoba, Argentina
Vale señalar que los Roxlo tenían ascendencia criolla y española.
Vaya como ejemplo del profundo desequilibrio poblacional producido por la guerra,el hecho que luego de la reorganizacion nacional del Paraguay,se contemplase la legalidad de la bigamia,tan pocos hombres habian quedado.
ResponderBorrarCuando surgio el escandalo por los multiples hijos del ex-presidente(que ademas era sacerdote),a nadie extraño y mucho menos a los propios paraguayos.Un amigo mio paraguayo al que le pedi su opinion sobre el tema,me dijo:" Paraguayo que no tiene 2 familias,es puto".