Si al final del anterior post de esta serie veíamos que Estados Unidos jugó, al final de la guerra mundial, con fuerza sus cartas a favor de la independencia siciliana, hay que reconocer que el propio gobierno italiano no se quedó corto. Por aquellas mismas fechas, el comisario policial de una localidad llamada Agnesina coordinó una ambiciosa operación por la cual los dos principales dirigentes del movimiento independentista, Finocchiaro Aprile y Varvaro, fueron secuestrados en plena calle y llevados a un barco de la armada italiana, el Pomona. Aquella acción no fue sino el principio de una guerra sin cuartel del gobierno romano de Ferruccio Parri contra el independentismo siciliano; guerra en la cual cayeron el abogado del movimiento Castrogiovanni, más de 130 miembros del EVIS detenidos en una operación en Caltanisetta, el abogado Restucia e incluso un jefe mafioso llamado Rindone, que fue detenido junto con 72 de sus pisciotti. En 48 horas, las sedes del movimiento independentista siciliano fueron clausuradas.
Todas estas acciones están relacionadas con la conferencia de Londres, celebrada poco tiempo antes de estas acciones. En dicha conferencia Estados Unidos, creyendo jugar sobre seguro en su apuesta, emplazó a la república italiana presidida por Alcide di Gasperi a que en seis meses demostrase que era capaz de gobernar su territorio. Con toda claridad, si Washington se lanzó aquel órdago a juego es porque estaba convencido de que Di Gasperi llevaba la jugada de Perete. No contaba, sin embargo, con la inteligencia de dos personas: el jefe de la diplomacia soviética, Molotov, y el alto comisario italiano para Sicilia, Aldisio. Molotov le rompió las pelotas a la propuesta del primer ministro laborista inglés, Clement Attle, de celebrar un referéndum en Sicilia, a base de proponer la misma solución para Grecia, un territorio de influencia británica en el que Londres por los cojones treinta y tres quería dar voz al pueblo para que decidiera. Por lo que se refiere al funcionario italiano, decidió movilizarse dentro del complejo sistema de influencias que era la política siciliana y buscó un aliado inesperado. Aquellos que seais aficionados al ajedrez me entenderéis si os dijera que esta jugada habría que describirla seguida de un par de signos de admiración.
Buscó la ayuda de la Iglesia.
El propio Calogero Vizzini tenía varios parientes directos que eran curas. Y la Iglesia, además, era y es una institución con una diplomacia lo suficientemente fina como para percibir los beneficios existentes en una solución autonómica para Sicilia, con un parlamento local controlado por los barones. Aldisio comenzó a vender esta solución y la jerarquía eclesiástica la compró y se la transmitió al jefe mafioso; con ello, lentamente, se comenzó a labrar el cambio de orientación de la Mafia en la cuestión siciliana.
Pero toda situación que está jodida es siempre susceptible de empeorar. En el tablero hay una pieza más, con ganas y capacidad de moverse: los comunistas. Se moverán, y su movimiento desencadenará la tragedia.
Es el 16 de septiembre de 1944. Estamos en la pequeña localidad de Villalba, centro neurálgico de la provincia de Catalanisetta; la población de origen, el Corleone de Calogero Vizzini. Al pueblo entran camiones de militantes comunistas, que se bajan de los mismos profiriendo cánticos. Es una demostración en el mismo epicentro de la Mafia organizada por Girolamo Li Causi, el dirigente local que acompañó al embajador soviético en su visita al coronel Poletti.
Mafioso y comunista se encuentran frente a frente en plena calle. Como en una escena de spaguetti western, ambos llevan en los ojos el mensaje de que los dos a la vez no caben en el mismo pueblo. Vizzini conmina a Causi a que se marche con sus militantes. El comunista se niega. Vizzini parece ceder, y le invita a tomar café en una taberna que está cerrada, pero que abre por arte de magia nada más acercarse a ella el jefe mafioso. En la trastienda, se sientan Vizzini, su confidente don Lumia, Li Causi y Michele Pantaleone, militante socialista. Allí, el mafioso vuelve a exigir que se vayan. Y los comunistas se vuelven a negar.
Llegan las tres de la tarde. A las tres de la tarde, la treintena de comunistas llegados en camión más algunas decenas de braccianti, jornaleros, atienden al estrado de los oradores. Al fondo de la plaza, don Calo con medio centenar de pisciotti observa la escena en silencio.
Li Causi toma la palabra. Habla de las razones por las que el PCI ha decidido apoyar al gobierno Badoglio. Y también conmina a los sicilianos a liberarse de la Mafia, una organización criminal, dice, cuyo principal jefe está al fondo de la plaza.
Don Calo ruge.
Los pisciotti amartillan sus armas.
Y disparan.
Es difícil de creer, pero aquella tarde, en Villalba, hubo 18 heridos, pero ningún muerto. Entre los heridos estuvo Causi, que recibió un balazo en un muslo. Nadie fue jamás encarcelado por esta acción, que fue sobreseída definitivamente catorce años después.
No será ésta la única tragedia del año. El 19 de octubre de 1944, unas sesenta mil personas se manifiestan por la escasez de abastecimientos en Sicilia. Toda Italia sufre racionamiento, pero en la península es más fácil encontrar abastecimientos que en Sicilia, porque en la isla, además de la escasez, hay una Mafia que se lucra de la misma. En la manifestación se producen disparos contra el ejército, hasta que un soldado resulta muerto. En ese momento, el alto comisario Aldisio ordena una carga contra los manifestantes. Dicha carga provoca nada más y nada menos que 107 muertos, de los cuales 17 son niños que, en su mayoría, murieron aplastados por la multitud.
Tras esta manifestación, que no hace sino alimentar la idea general de que Italia es responsable del hambre siciliana, el independentismo recrudece su política. Comandos del ejército independentistaq incendian ayuntamientos, comisarías y edificios oficiales. Además, encienden los ánimos de los jóvenes que están siendo llamados al servicio militar, y que desertan en masa. En Ragusa, nueve desertores son detenidos, hecho que provoca una violenta rebelión social que se extiende a Comiso, Vittoria, Giarratana. Finocchiaro Aprile, ya libre, reclama... la reocupación de Sicilia por los aliados (o sea, por los Estados Unidos del coronel Poletti).
En marzo ya de 1945, el independentismo siciliano fue a más aflorando la acción contra el extranjero. Para ello, sus impulsores se inspiraron en una vieja tradición conocida como vísperas sicilianas. Según esta historia, en 1282 los sicilianos salieron a la calle con sus cuchillos y pararon a la gente en la calle, conminándola a pronunciar la palabra Cicerone. Aquél que lo hacía de forma defectuosa era considerado franco-normando, y degollado. Siguiendo esta tradición, el nacionalismo siciliano impulsa acciones defendiendo la idea de que Sicilia debe ser sólo para los sicilianos. No obstante, los independentistas tienen una grieta en el casco. Esa grieta se llama Mario Turi, o sea Antonio Canepa, uno de los líderes más carismáticos del EVIS, el cual ha desarrollado una animadversión clara hacia los mafiosos y, además, parece querer iniciar acercamientos con los comunistas.
El 17 de junio de 1945, en Randazzo, Canepa y los comunistas tienen una cita para hablar de la posibilidad de una Sicilia autónoma dentro del Estado italiano que pueda placer a todos. A las doce menos cuarto de la mañana, una moto con sidecar conduce por la carretera de Catania a Randazzo, que transcurre por las laderas del volcán Etna. En un solitario punto del camino, al paso del vehículo, ráfagas de ametralladora. Lo Giudice, el joven que conduce la moto, muere casi antes de soltar el manillar. Los otros dos viajeros también están muertos: Antonio Canepa y Rosano, su principal lugarteniente. Dos pájaros de un tiro. El independentismo siciliano se ha quitado de en medio a un tibio y, de paso, lo ha convertido en un mártir.
Vizzini no da hilo sin puntada. Es probable que mucho antes de la muerte de Canepa ya estuviera pensando en la posibilidad de colocar a Salvatore Giuliano en su puesto de jefe militar del independentismo. Giuliano, a quien todos llaman Lo Turridu, es un malhechor de pies a cabeza con un temible estado mayor: Gaspare Pisciotta, que tendrá una importancia crucial en su vida; Pasquale Sciortino, Antonio Terrano, Guiseppe Zito, Antonio Cucunella... Todos ellos pasarán a la Historia por caminos malolientes.
Hablamos de la tragedia de Portella della Ginestre.
Es el 1 de mayo de 1947. Lo que significa el día del trabajo para los comunistas supongo que no hay que explicarlo. En la localidad de Portella della Ginestre, los militantes y simpatizantes comunistas de San Ciripello, de San Giuseppe Juto, de Piana dei Greci, se han ido acumulando en la plaza del pueblo para un mitin de celebración. Salvatore Giuliano los observa desde unas peñas cercanas. Cuando ya hay formada una multitud de centenares, entrada la mañana, Giuliano se levanta y da una señal. Lo siquiente que se oye es el paqueo de las armas.
Dispararon durante doce minutos sobre hombres, mujeres, niños y animales. Hubo once muertos, de ellos cuatro mujeres y cinco niños, amén de 56 heridos muy graves, varios de los cuales morirían en los días por venir.
La matanza de Portella della Ginestre marca el punto más elevado del poder de la Mafia separatista siciliana. Si Giuliano se atrevió a llevarla a cabo era porque no sólo contaba con la capacidad de mando de la Mafia en Sicilia, sino con connivencias al más alto nivel en el gobierno italiano. Sin embargo, hay una cosa que la Mafia había olvidado. Una cosa que sustenta la idea de que, pase lo que pase, un régimen democrático no debe nunca dejar de serlo. Porque en una democracia hay siempre un factor que, por mucho miedo que se genere, siempre es incontrolable; y ese algo es el voto. Las personas pueden vivir con miedo; pueden no decir nunca en público una palabra más alta que la otra. Pueden mostrar respetos casi perrunos y callar sus opiniones. Pero, al final, en una democracia hay una cabina, la soledad, y un sobre. Ahí reside su grandeza.
El 2 de junio de 1946 hay elecciones, y el separatismo se queda muy lejos de conseguir los resultados apetecidos. La Mafia se da cuenta de que ha llegado el momento de plegar velas, de volver grupas sobre el secesionismo.
Y ya casi hemos terminado.
Perdona pero no entiendo la cronología del final. La matanza es en el 47 y las elecciones en el 46.
ResponderBorrargus
Eso iba a comentar yo...
ResponderBorrarMe está interesando el tema. ¿Puedes recomendar algo de bibliografía para ampliar conocimientos? ¿Qué fuentes has utilizado?
ResponderBorrarBufff... libros sobre la Mafia hay un huevo. Todos cuentan cosas comunes y todos también incluyen elementos distintos, normalmente a partir de estudios de áreas concretas.
ResponderBorrarPor hacer alguna recomendación personal, yo citaría la Historia de la mafia de Giuseppe Carlo Marign, o la Cosa Nostra escrita por John Dickie. También es muy interesante el libro de David Lane Into the Heart of the Mafia.
Sobre la mafia americana hay un libro que me parece sencillamente cautivador, aunque no es un libro que trate de aspectos generales: Murder Machine. Este libro fue escrito por dos reporteros neoyorkinos, Gene Mustain y Jerry Capeci (el segundo de los cuales ha escrito, por cierto, un libro excelente sobre la figura de John Gotti) y cuenta la vida de Roy de Meo, un asesino a sueldo de la mafia neoyorkina de Paul Castellano, a quien se le atribuyen nada menos que 300 asesinatos. Ni Lepke llegó a tanto.
Sobre la Mafia norteamericana no sé si has leido "Fuego cruzado" (Double Cross), escrito por e hermano y el sobrino de Sam Giancana, y que pese a ser un libro con una visión muy parcial (la del hermano del capo arrinconado por éste en la estructura de la familia) tiene una peculiar credibilidad (por lo menos a mis ojos). Por ejemplo, su teoría sobre la participación de la Mafia en la muerte de Kennedy es curiosísima: saber, saber, él no sabe quien se lo cargó y no cree que la Mafia estuviera demasiado implicada, pero Santo Trafficante vio la oportunidad al vuelo y ordenó al que todos sabían que era su hombre en Dallas, Jack Ruby, que se cargara a Oswald, para que sin abrir la boquita pudiera fardar de cargarse al ingrato irlandés con sus coleguis de la Cosa Nostra.
ResponderBorrarEl libro está lleno de batallitas como esta y es tan humilde al explicarlas (es decir, admite tan a menudo que hay muchas cosas que no sabe) que hasta te las crees. Muy recomendable, en mi opinión, y creo que encontrable en liberías de viejo o similar.
Un saludo.