A finales del siglo XVI, los beneficios eran muchos del Nuevo Mundo; pero las cargas también; muy especialmente, en realidad casi únicamente, para los habitantes de Castilla. En esos momentos, se ha estimado que los campesinos castellanos llegaban a trabajar un tercio del año para poder pagar impuestos; lo cual, hoy en día, es una presión fiscal relativamente baja, pero entonces era decididamente prohibitiva, en un Estado sin sanidad ni educación, y en el que las putas y las mariscadas se las pagaba cada uno de su bolsillo.