Una política cuestionable
Peseta grande, ande o no ande
Secos de crédito
Conspiradores
Las cábalas de Mussolini
March
Portugal
Los sueños imposibles del doctor Negrín
Dos modelos enfrentados
Dos bandos, dos modelos
La polémica interminable sobre la eficiencia del gasto bélico
Rosario de ventas
De lo necesario, y de lo legal
¿Y si Putin tiene una colección de monedas de puta madre?
La guerra del dinero
Echa el freno, Madaleno
Un mundo sin bancos
“Escuchado en la radio”
El sindiós catalán
Eliodoro de la Torre, el más vasco entre los vascos
Las repúblicas taifas
El general inflación
Bombardeando pasta
Los operadores económicos desconectados
El tema impositivo (y la recapitulación)
A los dos meses de iniciada la guerra, la república había entrado en los consejos y en las direcciones de los bancos a saco y las había dejado, que diría Alfonso Guerra, que no las reconocería ni la madre que los parió. Eso sí, contrariamente a lo que esperaban muchos de los prohombres republicanos, eso no supuso que las personas comenzasen a encontrar longanizas colgando de los árboles, sino todo lo contrario. Los bancos, faltos de gerentes y de personas que supiesen hacer las cosas, comenzaron a capotar.