miércoles, septiembre 11, 2024

Mao (6): Sólo las mujeres son capaces de amar en el odio

Papá, no quiero ser campesino
Un esclavo, un amigo, un servidor
“¡Es precioso, precioso!”
Jefe militar
La caída de Zhu De
Sólo las mujeres son capaces de amar en el odio
El ensayo pre maoísta de Jiangxi
Japón trae el Estado comunista chino
Ese cabronazo de Chou En Lai
Huida de Ruijin
Los verdaderos motivos de la Larga Marcha
Tucheng y Maotai (dos batallas de las que casi nadie te hablará)
Las mentiras del puente Dadu
La huida mentirosa
El Joven Mariscal
El peor enemigo del mundo
Entente comunista-nacionalista
El general Tres Zetas
Los peores momentos son, en el fondo, los mejores
Peng De Huai, ese cabrón
Xiang Ying, un problema menos
Que ataque tu puta madre, camarada
Tres muertos de mierda
Wang Ming
Poderoso y rico
Guerra civil
El amigo americano
La victoria de los topos
En el poder
Desperately seeking Stalin
De Viet Nam a Corea
El laberinto coreano
La guerra de la sopa de agujas de pino
Quiero La Bomba
A mamar marxismo, Gao Gang
El marxismo es así de duro
A mí la muerte me importa un cojón
La Campaña de los Cien Ñordos
El Gran Salto De Los Huevos
38 millones
La caída de Peng
¿Por qué no llevas la momia de Stalin, si tanto te gusta?
La argucia de Liu Shao Chi
Ni Khruschev, ni Mao
El fracaso internacional
El momento de Lin Biao
La revolución anticultural
El final de Liu Shao, y de Guang Mei
Consolidando un nuevo poder
Enemigos para siempre means you’ll always be my foe
La hora de la debilidad
El líder mundial olvidado
El año que negociamos peligrosamente
O lo paras, o lo paro
A modo de epílogo  



Mao tomó el mando del ejército en diciembre de 1929, en la ciudad de Gutian. Que era consciente de que tenía que construir una popularidad entre las tropas que no tenía lo demuestra el hecho de que nada más llegar se convirtió en partidario de eliminar la medida de ejecutar a los desertores, que todo el mundo sabía era la medida que más odiaban los soldados. Pero también trabajó en la dirección contraria. Uno de sus principales problemas de imagen estribaba en que era un vividor, un tipo al que le gustaba vivir a todo lujo (ya sabéis: “ser comunista no significa que tengas que vivir como un monje”), mientras que el general Zhu vivía en tiendas de campaña con sus soldados, compartiendo las chinches y la mierda. Lo fácil habría sido proletarizar su vida; pero no fue por ahí. Mao se inventó el delito de absoluto egalitarismo, y comenzó a castigarlo duramente.

Los hechos, en todo caso, son éstos: Mao Tse Tung, que había mentido, que había engañado, que había enviado reportes falsos a sus mandos, que les había desobedecido, que había demostrado claramente que iba básicamente a lo suyo; ese Mao Tse Tung había recibido de Moscú el mando del mayor ejército comunista existente fuera de la URSS. Eficiencia revolucionaria; la verdad, la razón, lo justo, ni ha importado nunca, ni importa, ni importará.

Desde 1928, cuando tomó el control del país, Chiang Kai Shek se había aplicado a la labor de crear un ejército nacionalista chino. Como ya os he explicado, en realidad lo que había en aquella China era muchos señores de la guerra locales, que eran dueños de vidas y haciendas dentro de sus fronteras, que se adscribían al comunismo o al nacionalismo por conveniencia, pero en realidad se servían a sí mismos. Chiang sabía que si quería dominar China con estabilidad y a largo plazo necesitaba que todos esos reyezuelos se sometiesen a una autoridad superior: la suya. Pero eso no era nada fácil. El serio enfrentamiento interno entre nacionalistas abría muchos espacios para los comunistas.

Chou En Lai tomó un avión para Moscú en marzo de 1930. Lo habían llamado para discutir un tema muy importante: la constitución de un Estado comunista en China. Chou informó a sus colegas soviéticos de que los comunistas contaban en el país con unos 67.000 combatientes distribuidos en 13 grupos de ejército o ejércitos, presentes en 8 provincias. Un cuarto de todos esos efectivos era el llamado ejército Zhu-Mao.

En ausencia de Chou, quien llevaba los negocios comunistas en Shanghai era Li Li San, un natural de Hunan y, por lo tanto, paisano de Mao. Li era un expansionista decidido, un tipo de ésos que cree que la vida es un videojuego y que, por lo tanto, eso de tomar territorios y someter pueblos está chupado. De hecho, diseñó un plan que contemplaba la ocupación por los comunistas de un área muy importante de la China central, incluyendo ciudades como Nanchang y Changsa, formando un ejército rojo en Wuhan. En ese plan, a Mao le tocó tomar Nanchang, la capital de la provincia de Jiangxi.

A Mao, dejémoslo claro, el plan de Li Li San siempre le pareció una mierda. Era, como todo lo que hacía aquel tipo, un portento de optimismo antropológico. Sin embargo, tras reflexionarlo un poco, pasó, de la noche a la mañana, de criticarlo a decir que no veía la hora de llevarlo a cabo. La razón, siempre la misma: había encontrado un importante beneficio para sí mismo: el control sobre las tropas comandadas por Peng De Huai.

Peng era cinco años más joven que Mao, y también era de Hunan como él (nacido en Xiangtan, una ciudad tan poco importante que a día de hoy apenas tiene 2,7 millones de habitantes de nada). Con el tiempo, Peng, que sería el primer ministro de Defensa del gobierno comunista chino, se habría de convertir en el principal divieso en la cacha izquierda del culo de Mao.

Peng es un raro especimen de comunista; uno de ésos que verdaderamente vienen de la pobreza, y no de los cómodos sofás situados en los salones de las casas de Pozuelo de Alarcón. De hecho, Peng era tan pobre que, como recordó muchas veces a lo largo de su vida, la muerte de su madre había causado, de forma inmediata, la muerte de hambre de su hermano pequeño, que literalmente sólo tenía lo que su madre pudiera sacarse de las mamas para alimentarlo. Esto hizo que Peng fuese toda su vida un hombre de gesto adusto, al que pocos vieron sonreír y mucho menos carcajearse de alegría.

Se hizo comunista en 1928. En dicho año, hizo que 800 soldados nacionalistas desertasen a su mando. El Partido le ordenó contactar con Mao, que estaba entonces en la sierra de los bandoleros. Mao, que toda su vida fue un valiente, le dijo que él se abría, pero que Peng se quedase defendiendo la zona. Básicamente, lo mandó a la muerte. Peng, sin embargo, logró retirarse en condiciones extremas, atravesando en pleno invierno pasajes de alta montaña nevados.

Desde entonces, Mao siempre trató a Peng como un subordinado, y él no se rebeló. Sin embargo, dado que Shanghai no había extendido el mando de Mao más allá del ejército Zhu-Mao, eso en realidad no era así. Como consecuencia, a principios de 1930, cuando Chou y las gentes de Moscú organizaron el ejército comunista con la vista puesta en la creación de un Estado comunista chino, el ejército de Peng, que tenía unos 15.000 efectivos como el de Mao, se mantuvo independiente.

Fue en este entorno en el que Mao se convirtió en un apasionado partidario del ataque de Nanchang. Calculó que si se movía hacia allí, en lugar de quedarse en Fujian, estaría más cerca de Peng. Pero no perdáis de visa los hechos: no le interesaba en absoluto cumplir con las órdenes del Partido. Él lo que quería era doblar las tropas que controlaba.

Así que salió hacia el norte. A finales de julio estaba en las afueras de Nanchang, su teórico objetivo. Pero apenas la atacó e, inmediatamente, se puso en movimiento hacia Changsa, ciudad que Peng había tomado el 25 de julio, y era la única capital de provincia en poder de los comunistas.

El establecimiento del régimen comunista de Changsa por parte de Peng De Huai disparó las primeras alarmas serias en Washington. En parte, eso fue porque en el combate de Changsa había muerto un estadounidense: el marinero de primera clase Samuel Elkin, que servía en el USS Guam, que estaba en el río Xiang y que fue bombardeado por los chinos el 4 de julio. De hecho, Peng fue desalojado de la ciudad el 6 de agosto, y los estadounidenses no fueron ajenos a ello.

A mediados de agosto, Mao estaba yendo para “ayudar” a Peng. El 19, Mao comunicó la circunstancia a Shanghai con tonos de urgencia (que justificaban que hubiera abandonado la asignación relativa a Nangchang). Peng, sin embargo, le contestó que él estaba lejos de estar sufriendo graves problemas. Entonces Mao le escribió pidiéndole que acudiese en su ayuda, pues estaba a punto de atacar una ciudad llamada Yonghe.

Peng, creyendo que su camarada estaba efectivamente en una situación jodida, se trasladó a la posición que Mao le marcó. Nada más llegar, Mao declaró que los dos ejércitos quedaban fusionados bajo su mando. Peng fue nombrado vicecomandante, es decir, fue colocado no sólo bajo el mando de Mao, sino de Zhu De. A continuación, le envió una carta a Shanghai argumentando que la fusión era necesaria para atacar Changsa una segunda vez (operación que ni Peng ni Zhu consideraban posible). Mao, sin embargo, le aseguró a Shanghai que el ejército tenía capacidad suficiente para controlar Changsa y luego avanzar hacia Wuhan y generar un levantamiento general en toda China. Todas estas operaciones, dijo, eran inminentes.

Obviamente, tenía que tirar para delante; así pues, ordenó el ataque contra Changsa. La operación, ya os lo he dicho, olía muy mal; pero a Mao, durante toda su vida, todo esfuerzo en el que no se jugase nada él personalmente, lo daba por bien invertido. El resultado es que los comunistas chinos se dieron un hostión contra una muralla de cemento, y perdieron efectivos a cascoporro. Por supuesto, dichas pérdidas fueron mucho mayores entre las unidades de Peng, porque ya se había preocupado Mao de dejar las suyas en retaguardia haciendo ganchillo.

Mao aguantó tres semanas de asedio sufriendo enormes pérdidas, tras lo cual suspendió la operación. Los dos ejércitos se retiraron juntos y, a partir de ese momento, comenzó una purga en las unidades de Peng.

Por lo demás, el asedi de Changsa fue contemporáneo de la creación por Mao de un sedicente Comité Revolucionario Chino, bajo su presidencia, y con mando teórico sobre todos los ejércitos comunistas, gobiernos y organizaciones del Partido. Este anuncio, que fue enviado a la Prensa, provocó la reacción de Shanghai en el sentido de que la presidencia de ese órgano le correspondía al secretario general, o sea el del puerto (Hsiang Chung Fa). Esto, sin embargo, no significa que Mao fuese castigado. Recordad: eficiencia revolucionaria. De hecho, Mao Tse Tung recuperó el 20 de septiembre su estatus de miembro suplente del Politburo. Moscú, en todo caso, había rechazado la idea de centrar el Estado comunista en Wuhan; lo quería en Jiangxi.

Para liberarse de responsabilidades incómodas, Mao responsabilizó de la cagada de Changsa a Li Li San, no sé muy bien si sabiendo, o no, que el propio Stalin albergaba dudas sobre el chavalote. En efecto, el camarada secretario general del PCUS interpretaba la impulsividad de Li como un intento por su parte de arrastrar a la URSS a una guerra con Japón. Li, además, iba por ahí diciendo que la Mongolia que los soviéticos se habían anexionado era, en realidad, territorio chino. El 25 de agosto, la Komintern condenó a Li Li San. Fue llamado a Moscú, donde Stalin lo mantuvo como una especie de pelele al que culpaba de todo lo que no quería que tuviera otro responsable.

Cuando Mao se presentó en Changsa para realizar el desgraciado segúndo asedio de la ciudad, su ex esposa Kai Hui todavía vivía en las afueras de la ciudad con sus tres hijos. Allí vivía razonablemente tranquila, puesto que el general Ho Chien, señor de la ciudad, nunca había querido molestarla. Sin embargo, ahora, el 24 octubre fue arrestada junto con su hijo mayor, Ang Ying, que tenía ocho años.

Kai Hui recibió una oferta: tendría la libertad a cambio de una declaración pública en la que informase de su divorcio de Mao Tse Tung y lo denunciase. Se negó a ello y fue inmediatamente ejecutada, el 14 de noviembre de 1930. Como era tradición entonces en China, una vez pronunciada la sentencia de muerte, Kai Hui fue despojada del vestido azul que había llevado en el juicio, y hubo de presentarse en el cadalso vestida por una simple blusa.Tenía 29 años. La pasearon por las calles atada. Fue ejecutada bajo una de las puertas de la ciudad, entre las tumbas de otros ejecutados anteriores. Fue fusilada y, tras haber recibido los disparos, varios de los soldados del pelotón le quitaron los zapatos y los tiraron lo más lejos que pudieron; lo hicieron para evitar que, según las supersticiones chinas, pudieran ser seguidos por los espíritus hasta su casa y, allí, atormentados.

Kai Hui, sin embargo, no había muerto. Alguien se dio cuenta de que era así, y fue a buscar al pelotón de fusilamiento, que estaba comiendo. Siete de los miembros regresaron y la remataron.

El hijo fue liberado y, meses después, Tse Min, el hermano de Mao, se las arregló para conseguir que los tres niños viajasen a Shanghai.

Los síntomas son muchos de que entre Kai Hui y Mao había amor. Ello es evidente en el gesto de ella de enfrentar una muerte, sazonada con la incertidumbre sobre el futuro de sus hijos, por no querer hacer algo que, realmente, no le hubiera supuesto un gran esfuerzo. Por lo que se refiere a Mao, el dictador fascista comunista chino fue conocido por hablar con relativa frecuencia a lo largo de toda su vida de Kai como el amor de su vida; y es bastante evidente que recibió con una sincera tristeza la noticia de su ejecución.

Pero, ojo, que no todo el monte es orgasmo. En 1982, durante unas obras de reforma en la que había sido su casa, emparedados aparecieron siete poemas escritos por Kai Hui; en 1990, de nuevo en unas obras, apareció un octavo. Un manto de secreto existe sobre estos poemas, hasta el punto de que se dice que sus peores pasajes han sido sistemáticamente ocultados. Son, al parecer, poemas de una mujer que no logra entender la frialdad de un marido que la abandona, a ella y a sus hijos, con tanta tranquilidad; y, también, aquí probablementge está la clave de tanto secreto, una comunista que ha terminado decepcionada con el comunismo. La pregunta que queda aquí para el análisis es por qué una mujer en esa situación decidió enfrentar la muerte por defender a un marido hacia el que tenía tan graves reproches. Esto la convierte en la mujer que supo amar incluso en el odio.

Pero Mao tenía lo que quería. Había conseguido el control sobre un ejército propio y, más allá, se había hecho con el control del ejército de Peng De Huai. Controlaba una base en Fujian. Esto quiere decir que tenía bajo su sobaco casi todo el poder efectivo que tenían los comunistas chinos. Le quedaba otro ejército rojo por conquistar: el de Jiangxi.

El comunismo en Jiangxi respondía al mando de un líder bastante carismático llamado Lee Wenlin. Mao y Lee se habían conocido cuando Mao abandonó la sierra de los bandoleros. De hecho, cuando ambos ejércitos habían contactado, Mao había decidido dejar en Jiangxi a su hermano pequeño, Tse Tan. Lo hizo, en realidad, para que su hermano tomase control de aquel ejército; pero Tse Tan carecía de las habilidades de su hermano para ese tipo de mierdas. Por ello, Mao envió a la zona a Lieu Shi Qi, paisano suyo de Hunan; de hecho, Lieu no sólo controló a Tse Tan, sino que le robó la novia, Ho Yi, que era hermana de Gui Yuan, la mujer de Mao; Lieu, por lo tanto, se convirtió en cuñado de Mao.

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