Andreu Nin nació en 1892 en El Vendrell, en una familia dedicada al negocio de la zapatería. Hijo pues de una familia con recursos modestos y, además, de extracción más bien rural, dándosele razonablemente bien eso de estudiar era bastante lógico que su destino tuviese que ver con el magisterio. Por eso estudió para ser profesor y, una vez terminados los estudios, se colocó en la Escuela Oraciana y en el Ateneo Obrero que, en 1911, estaba situado en el barrio de La Barceloneta. Sin embargo, el contacto con la cultura y el saber forjan rápidamente en él otra vocación: el periodismo. Cuando lleva tres años de maestro, abandona este trabajo para comenzar a escribir para publicaciones de corte progresista, tales como Justicia Social (socialista), Poble Catalá (nacionalista de izquierdas) y, por supuesto, la Revista Pedagógica.
Desde 1911, año de su primer trabajo como hemos visto, es miembro del Partido Socialista. Sin embargo, a partir de 1915 comienza a tener problemas con el partido, a causa de discrepancias ideológicas y, por qué no decirlo, también porque Nin, como casi todos los líderes, tenía madera de líder casi desde el primer minuto de su vida. En un primer momento, Nin intenta compaginar su actividad política con la generación de valor añadido, y se desplaza nada menos que a Egipto, donde colabora con la gestión de un negocio de importación y exportación. Sin embargo, vuelve a España en 1917, el año de la revolución rusa y de la huelga general revolucionaria (HGR) del PSOE (la que podríamos denominar HGR1, ya que la HGR2 es la mal llamada Revolución de Asturias). Estos hechos hacen hervir la sangre del joven ideólogo, quien se decide a convertirse en un revolucionario full time.
En 1920 lo encontramos siendo detenido por mogollón de policías, tal que fuese Jason Bourne, en su condición de dirigente del sindicato de profesiones liberales de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT). Este dato nos indica que, para entonces, Andreu Nin ha dejado de ser un socialista y ha pasado a creer en listones revolucionarios más altos, o sea más radicales. En mayo de dicho año será designado para representar a los anarcosindicalistas en el primer congreso de la Internacional Sindical Roja. Trabaja de hecho para esta organización en Berlín, aunque es finalmente expulsado de Alemania tras el asesinato en Madrid del primer ministro Eduardo Dato (8 de marzo de 1921), en el que la policía cree ver clara la implicación de Nin, motivo por el cual solicita su extradición. Alemania no debía de ver tan claras las cosas porque no concedió dicha extradición, aunque sí expulsa a Nin a la URSS. Allí ingresa en el Partido Comunista, donde llegará a ser secretario del soviet de Moscú, lo cual no sé si daba mucho trabajo, pero tiene pinta de ser una credencial marxista de cierta enjundia.
En 1927, sin embargo, Nin fue expulsado del PCUS por sus inclinaciones troskistas. Para entonces ya había muerto Lenin, mandaba Stalin y ya se sabe lo que hizo Stalin con los troskistas e, incluso, con muchos que no lo eran. De todas formas, esta expulsión será oro molido para los comunistas en 1937, cuando monten su campaña contra el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) dirigido por Nin, a quien, echando mano de estos antecedentes, apelarán de troskista y de traidor a la causa de la II República Española. Sabido es que en esto de la República y la Guerra Civil hay muchos lugares comunes que han sido aceptados acríticamente durante décadas incluso por sesudos historiadores. El que aquí nos ocupa es ese que dice que el POUM era un partido troskista. Lo cierto es, o por lo menos eso pretendo exponer en este post, que el POUM no era troskista. Pero es que, además, hay un vicio de partida en toda esta historia, pues, ¿y si lo fuera? En una República en la que cabían la socialdemocracia, el socialismo marxista, el comunismo estalinista, el anarcosindicalismo, el anarquismo a secas, el radical-socialismo, la izquierda burguesa, el republicanismo conservador, el nacionalismo vasco católico, el aconfesional, el nacionalismo catalán burgués, el pequeño burgués, el independentismo y unas cuantas cosas más, ¿por qué extraña razón no cabía el troskismo?
Todo esto se resume en una pregunta: ¿por qué razón, exactamente, torturó y asesinó la URSS a Andreu Nin?
En fin, continuemos con la historia. Aún en su etapa troskista, nuestro aún joven Andreu Nin funda Izquierda Comunista, una formación con dicho corte. Pero aquí las cosas empiezan a no cuadrar, pues en fecha tan pronta como 1934, León Trosky rompe con IC, formación a la que considera claramente fuera de sus postulados. ¿Se puede ser troskista sin Trosky? Según los estalinistas, sí.
La IC de Nin, sin embargo, es una mierdecilla dentro del proceloso horizonte de organizaciones obreristas crecidas al amparo de la avenida de la República y de la democracia. Es por ello que acabará haciendo caso de las apelaciones de un colega suyo, Julián Gorkin, quien le convence de ir a una fusión con un grupúsculo liderado por quien, para mí, fue la auténtica materia gris de aquella formación: Joaquín Maurín. Maurín había fundado el Bloc Obrer y Camperol, o sea Bloque Obrero y Campesino, otra mierdecilla que, unida a IC, se fue convirtiendo en algo más oloroso. Luego se les unió Jordi Arquer, otro teórico marxista que tenía su propio grupo, ampulosamente denominado Partit Comunista Catalá. La suma de IC, BOC y PCC es el Partido Obrero de Unificación Marxista, o POUM, cuya creación se produjo el 29 de septiembre de 1935.
Las cosas con Trosky iban, ya lo he dicho, de puta pena desde 1934. Pero en 1936 fueron a peor, cuando el POUM tomó la decisión, sabia decisión en mi opinión, de entrar en el Frente Popular. Digo sabia porque, aunque el POUM era especialmente fuerte en algunas áreas de Cataluña, singularmente Lérida, presentando candidaturas propias difícilmente podía aspirar a nada en aquellas elecciones, e integrado en el Frente Popular consiguió tocar pelo y colocar algún diputado. A Trosky, sin embargo, estos matices le traían al fresco y por eso los denunció por traidores. Aún así Nin, que ya establecido en Barcelona se gana la vida traduciendo del ruso, se ocupará de verter al catalán la Historia de la Revolución Rusa de su otrora amigo político Lev Davidovich.
¿Por qué nunca llegaron a entenderse el POUM y los otros comunistas o, si se prefiere, los comunistas y los otros comunistas del POUM? Como ya he dicho, en no pocos libros de Historia y resúmenes varios se nos quiere vender la milonga de que aquello fue la exportación a España del conflicto surgido en la URSS entre dos tendencias bolcheviques: el estalinismo y el troskismo. A mí me parece más bien cierto que eso no tuvo demasiado que ver. La pugna entre Stalin y Trosky no afectó en España gran cosa, pues la izquierda marxista española tenía otras muchas cosas en las que pensar, bastante más cercanas.
El problema entre los partidos marxistas obreros, planteado prácticamente desde el primer día de la República, fue una suerte de competición a ver quién meaba, revolucionariamente hablando, más lejos. En el entorno del obrerismo patrio encontramos, como principales tendencias, al socialismo (PSOE), el comunismo (las Juventudes Socialistas y, luego, el Partido Comunista), el otro comunismo (sobre todo, el POUM) y los anarquistas (CNT y FAI). Cuatro viajeros en el mismo coche, tres de ellos marxistas y el cuarto aún más radical. En esas circunstancias, era sólo cuestión de tiempo que se plantease el conflicto entre pragmatismo y revolución.
En sus juicios autoexculpatorios de la guerra civil (es decir, la literatura sobre el asunto publicada en Moscú en los treinta años posteriores al conflicto), el Partido Comunista se declara culpable de no haberse dado cuenta, en 1931, de que la avenida de la República era una revolución de corte burgués, aunque terminó por darse cuenta de ello. Si tomamos un diccionario marxista-español, español-marxista, veremos que ese concepto quiere decir que el PC decidió defender una postura tendente más a apoyar la consolidación de la República que la consecución de la dictadura del proletariado en el corto plazo. Sin embargo, no fue ésta la postura de los anarquistas. La CNT llevaba ya años, desde los del pistolerismo, soñando con huelgas revolucionarias cuyo objetivo no era obtener mejoras salariales sino, pura y simplemente, cargarse el sistema para implantar el comunismo libertario.
Dentro de la izquierda obrerista republicana, pues, existen dos tendencias claras: la pragmática, que prefiere consolidar la República burguesa y deja los sueños de Engels para más adelante; y la nidecoña, que decía algo así como lo que diría, décadas después, Jim Morrison, el líder de los Doors: We want the World, and we want it, now!
La mal llamada Revolución de Asturias es un resultado de estas tensiones. Es la decisión por parte del PSOE (bueno, en realidad, de la UGT) por tratar de ocupar un espacio, el espacio revolucionario, que los anarcosindicalistas les estaban guindando por la jeró. Y, en todo este orden de cosas (más bien desorden), el POUM toma una decisión. El ticket Nin-Maurín decide que se apunta a lo de la revolución permanente. En febrero de 1936, pocas jornadas después de la victoria del Frente Popular, el mismísimo Andreu Nin escribirá estas palabras en la revista del partido Nueva Era: «La contradicción fundamental entre las aspiraciones históricas del proletariado y los partidos republicanos no tardará en manifestarse. Los dos sectores que han participado en la lucha se proponían contener el avance de la reacción; pero llegará indefectiblemente el momento en que la burguesía republicana se estacionará en un punto determinado, mientras la que clase obrera empujará la revolución hacia delante».
Éste fue el pecado de Nin y del POUM: apuntarse al bando nidecoña. Decisión en la que la opinión de Trosky pesó más o menos lo mismo que pesa la mía cuando se trata de que mi mujer y yo decidamos qué peli vamos a ver.
Los dos compromisarios del POUM en la elección del presidente de la República tras el cese de Alcalá-Zamora no votaron a Azaña, como hicieron las fuerzas del Frente Popular. Votaron a Ramón González Peña, líder sindicalista asturiano que se había destacado durante el golpe revolucionario del 34.
En enero de 1936, otro miembro del POUM, Ignacio Iglesias, escribía esta perla en la misma revista: «Nada más alejado del marxismo que el pacifismo. Un marxista jamás es pacifista. Estamos contra la guerra imperialista porque estamos por la guerra civil». Con un par.
De donde se deduce que el POUM fue anchamente satisfecho en sus aspiraciones.
El conflicto entre los partidos obreros existente en tiempos de paz (pragmáticos contra nidecoñas) se transmitió a la propia guerra civil, mutando en un conflicto ligeramente diferente en su superficie, pero igual en su base. La izquierda obrera se dividió entre los pocoapoco, partidarios de ganar la guerra y después hacer la revolución; y los nihartodevino, partidarios de hacer la revolución al mismo tiempo que trataban de ganar la guerra.
Fuerza fundamental de los nihartodevino fue, claramente, el anarcosindicalismo de la CNT y el anarquismo de la FAI. Pero no hay que olvidar al POUM. El POUM, desde apoyos populares más modestos ciertamente, hizo lo único que podía hacer en coherencia con sus actos, pues parece lógico que quien ha sido un nidecoña en tiempos de paz, sea un nihartodevino en tiempo de guerra.
Algún día hablaremos de esto más a fondo. En todo caso, baste con exponer aquí que el laboratorio en que la CNT-FAI-POUM pudieron poner en marcha sus ideas, Cataluña y Aragón, se sumió en un caos revolucionario de tal calibre que, por mucho que no nos guste a casi nadie reconocerlo, lo cierto es que cuando los franquistas llegaron a Barcelona la gente aplaudía con las orejas por las calles, porque en su mayor parte estaban, simple y llanamente, hartos. En el batiburrillo de la reacción contra los golpistas de Barcelona, la CNT se apropió de 30.000 fusiles que había en el cuartel de Sant Andreu; con esas armas blindó a sus militantes y creó un poder omnímodo de facto ante el cual las instituciones legales, es decir la Generalitat de Lluis Companys, mandaba menos que un gitano en un cuartelillo de la guardia civil.
Pero alguien dijo basta. Y ese alguien eran, además, los comunistas. Los que habían traído al primo de Zumosol del bando republicano, es decir las armas y los cooperantes rusos. Socialistas y comunistas, con la anuencia más o menos muda de los catalanistas, decidieron que ya estaba bien, y que a aquellos tipos había que darles en todo el bebe. Eso fueron los sucesos de mayo del 37, una auténtica miniguerra civil dentro de la guerra civil, que se merecen que los dejemos aquí, apenas formulados, para algún día, si hay tiempo y ganas, contarlos más a fondo. Dejémoslo por el momento en que, tras aquellos sucesos, el poder de la CNT quedó seriamente recortado en toda Cataluña y el POUM, como especie de franquicia marxista que era de estas fuerzas, cayó en picado.
El 16 de junio de 1937, en el crepúsculo de los sucesos de mayo pues, Andreu Nin fue detenido en la sede del Comité Ejecutivo del POUM por un grupo de policías llegados expresamente de Madrid para realizar la detención. Lo trasladan a Valencia, sede del gobierno central, donde pasa unas horas, tras las cuales es trasladado a Madrid. Pasa un par de días preso en una checa que había en el mismo paseo de la Castellana (entonces bastante más corto que hoy en día) para ser finalmente trasladado a Alcalá de Henares, donde llegará a hacer hasta cuatro declaraciones. Se desconoce hasta que punto lo habían dejado blandito a hostias durante las mismas.
El 25 de junio, el periódico del PC, Mundo Obrero, lanza una campaña al más puro estilo de Stalin. En un artículo titulado La fuga del bandido Nin, relata una presunta fuga del líder del POUM de Alcalá de Henares que no se la creería ni Peter Griffin después de haberse tragado un tripi. Según Mundo Obrero, Nin se había fugado de su prisión gracias a la ayuda de agentes de la Gestapo disfrazados de brigadistas internacionales. Unos activistas nazis, pues, que además de nazis eran tontos del culo puesto que, siempre según esta versión tan sólida, se habían dejado olvidada su documentación auténtica en el lugar del suceso (como todo el mundo sabe, cuando un espía se aventura en zona enemiga para realizar una operación secreta jamás olvida su carné, su pasaporte, su libro de familia y el certificado de penales). Cuando los comunistas ofrezcan esta misma versión al subsecretario de Justicia, Juan Simeón Vidarte, éste se limitará a preguntarles si es que piensan que él es retrasado mental o qué.
Tiene su lógica el cabreo del gobierno republicano. Nin, junto con José Calvo Sotelo y Antonio Sesé, pueden considerarse los tres crímenes más antijurídicos de la República y la guerra civil. Calvo Sotelo, porque era diputado cuando lo sacaron de su casa para matarlo; Sesé, porque era conseller de la Generalitat como tal nombrado cuando alguien se lo apioló a tiros (de hecho, lo mataron cuando ibaa tomar posesión); y Nin, porque había sido también conseller de la Generalitat, así pues era una persona aforada que, de ser condenada por algo, lo tenía que ser con la intervención del Tribunal de Garantías Constitucionales.
Lo que daría yo por tener una filmación del Consejo de Ministros en el que estalló este conflicto. En el gobierno republicano había entonces dos ministros comunistas, Uribe y Hernández. Medio gobierno (Indalecio Prieto, Irujo, Velao y Giner de los Ríos) se les tiró a degüello, exigiendo que revelasen el paradero de Nin. Los comunistas se defendieron como pudieron, o sea mal. A finales de junio, es Companys quien trata de presionar al primer ministro Negrín y al presidente Azaña. Claro que para entonces Azaña ya piensa de Companys que es una especie de mamón calzonazos, así pues no le hace ni puñetero caso.
Miguel Moreno Laguía, juez instructor del sumario de la desaparición, concluye la instrucción del mismo sin poder dirimir si Nin está preso, si ha huido, o siquiera si está vivo. El líder de POUM está cubierto por un sudario de oscuridad como sólo sabía ponerlos el padrecito Stalin, uno de los más afamados undertakers de la Historia Universal.
Hoy damos por hecho que Nin fue torturado hasta la muerte y/o ejecutado por la NKVD, antecedente de la KGB soviética. Así lo han venido a reconocer, tácitamente, algunos protagonistas de aquella época y, al parecer, llegó a averiguar el comisario especial que fue puesto tras las pistas.
Creo que el cuerpo de Nin nunca ha sido encontrado. Si es así, es uno de esos esqueletos que siguen esperando ser exhumados algún día. Lo que no sé es si su búsqueda cuadra o cuadraría mucho con el discurso de la Memoria Histórica. Al fin y al cabo, es un raro represaliado. Represaliado por sus coleguitas, cuando menos teóricos.
Muy bueno. Me ha gustado mucho esta introducción. Le ruego persevere en el tema, por el que tengo un interés personal.
ResponderBorrarNo sé qué le extrañó tanto a nadie de que los supuestos agentes nazis se dejaran la documentación tirada por ahí. Hoy todo el mundo se queda tan contento al ver que los integristas islámicos se dejan cintas coránicas en las furgonetas - limpias, por lo demás, de cualquier otra huella - que han usado para ir a volar los trenes, entre trapicheo con drogas y trata de blancas (típicas actividades del integrista musulmán medio), y a los que manifestamos cierta extrañeza se nos tilda de conspiranoicos, y tenemos que callarnos y decir que sí a todo para no ser fascistas cómplices de Aznar. Es el progreso. O la memoria histórica, ya no sé bien.
ResponderBorrarBueno ya puestos Allende tenía pornografía pedófila y alcohol para arder París cuando se "suicidó"...
ResponderBorrarO sea, nada nuevo bajo el sol, seguro que en las intrigas senatoriales romanas encontramos algún ejemplo adhoc. :-)
Salud, estupendo post
Superior. Dicen que lo bueno si es breve, dos veces bueno. Yo digo que esto es bueno, muy bueno y cuanto más largo, más bueno.
ResponderBorrarUn buen fondo, interesante y polémico, con una forma que lo hace ameno y adictivo.
Muy buena manera de explicar las diferencias: los pocoapoco, los nihartodevino y los nidecoña.
Buf... lo de los "espías alemanes", tela.
Da gusto leer historia sin histeria.
Un saludo
Me permito añadir un ingrediente más a la salsa del Consejo de Ministros en que estalló el asunto: no conviene olvidar que Jesús Hernández, ministro comunista de Instrucción Pública, había estado preso 15 años antes por intentar asesinar a Indalecio Prieto.
ResponderBorrarNi me imagino el buen rollito que debía haber en aquellas reuniones de coleguitas.