Últimas esperanzas
La ofensiva de Cataluña
El mes de enero de las chinchetas azules
A la naja
Los tres puntos de Figueras
A Franco no le da una orden ni Dios
All the Caudillo's men
Primeros contactos
Casado, la Triple M, Besteiro y los espías de Franco
Negrín bracea, los anarquistas se mosquean, y Miaja hace el imbécil (como de costumbre)
Falange no se aclara
La entrevista de Negrín y Casado
El follón franquista en medio del cual llegó la carta del general Barrón
Negrín da la callada en Londres y se la juega en Los Llanos
Miaja el nenaza
Las condiciones de Franco
El silencio (nunca explicado) de Juan Negrín
Azaña se abre
El último zasca de Cipriano Mera
Negrín dijo “no” y Buiza dijo “a la mierda”
El decretazo
Casado pone la quinta
Buiza se queda solo
Las muchas sublevaciones de Cartagena
Si ves una bandera roja, dispara
El Día D
La oportunidad del militar retirado
Llega a Cartagena el mando que no manda
La salida de la Flota
Qué mala cosa es la procrastinación
Segis cogió su fusil
La sublevación
Una madrugada ardiente
El tigre rojo se despierta
La huida
La llegada del Segundo Cobarde de España
Últimas boqueadas en Cartagena I
Últimas boqueadas en Cartagena II
Diga lo que diga Miaja, no somos amigos ni hostias
Madrid es comunista, y en Cartagena pasa lo que no tenía que haber pasado
La tortilla se da la vuelta, y se produce el hecho más increíble del final de la guerra
Organizar la paz
Franco no negocia
Gamonal
Game over
Este mismo día 25, Franco reacciona a las dos reuniones del SIPM con Casado. Y su reacción es fría y distante. El Generalísimo, según todas las trazas, no comparte el optimismo de sus interlocutores sobre lo bien que va la negociación de la rendición. Se podría decir que Franco, que la verdad para estas cosas se vestía por los pies, ha calado a Casado. El coronel le vendió a Centaño y a Guitián que tenía la intención de favorecer algo así como un espectáculo mundial, consistente en la entrada en triunfo de las tropas nacionales en Madrid. Aparentemente, sin embargo, Franco ha decidido que todo eso es farfolla, oropel, y que lo que verdaderamente pretende Casado es lo que, en efecto, pretenderá al inicio de las negociaciones de Gamonal: convertir una rendición en un armisticio. Convertir una derrota en un pacto. Convertir la imagen de Vercingetórix entrando en Roma cargado de cadenas por el cuadro de la rendición de Breda.
Y Francisco Franco Bahamonde no está dispuesto a eso. Ni de coña. Franco ha ganado la guerra y, consiguientemente, lo que quiere es poder redactar un parte diciendo que cautivo y desarmado el ejército rojo blablablá.
El día 25, Franco comunica a su Estado Mayor que la rendición republicana “debe ser sin condiciones”; y añade que los problemas de Casado son de Casado, no suyos. Franco le recuerda a sus propios oficiales que el ejército nacional tiene recursos suficientes para aplastar a lo que queda de la República; y que, por lo tanto, está en condiciones de exigir una solución, además, rapidita. Con bastante clarividencia, argumenta Franco que, cuanto más tiempo pasa, más favorece la rendición a los vencidos. Así pues, resume: “si el jefe de Madrid [Casado] se entrega, no combatiremos; si no lo hace, lo tomaremos por la fuerza, que no nos preocupa”.
El efecto que causó en Casado esta reacción lo veremos en dos días. Lo que sí adelantaré es que provocó una reacción por parte del general Matallana, quien se apresuró a informar al Cuartel General de Burgos de la situación de los frentes y fortificaciones republicanos; información que llegaría a Burgos el 5 de marzo.
Con fecha 26 de febrero, el embajador Azcárate tiene una larga conversación con Lord Halifax en la que éste le anuncia que, al día siguiente, Inglaterra va a reconocer a Franco. Azcárate llevó una carta que, según se deriva de la redacción de sus memorias, era una iniciativa personal (esto es: ni para esto le ayudó Negrín) estableciendo tres condiciones basadas en el principio de evitar las represalias, en un último intento de que Inglaterra hiciera algo más que blanquear a Franco sin más, dejándole las manos libres para hacer lo que hizo. Azcárate, sin embargo, sabía que su interlocutor, sin tener seguridades de que tenía al gobierno republicano detrás de esa carta, no haría nada.
Ese mismo día, cuando los Azaña todavía están desempacando en Collonges, llega a la villa un emisario de Méndez Aspe. Le traía el decreto de los barquitos, que tenía mucho interés en que Azaña firmase, porque él también sabía que al día siguiente caería la bomba y esperaba que el presidente dimitiese. Azaña firmó, con sus cojones morenos.
Aquel mismo día, por la tarde, llegó otro mensajero con un telegrama de Negrín. El telegrama había llegado a la Embajada en París, Méndez Aspe lo había leído, y había ordenado que no se le entregase al presidente hasta que no hubiese firmado el decreto. Negrín, en la comunicación, instaba a Azaña a presentarse en Madrid, y le decía que, si lo consideraba necesario, tenia su propia dimisión a su disposición. Le hacía responsable de lo que ocurriese si no se trasladaba. Como digo, este telegrama, está perfectamente estatuido, le pudo ser entregado en París. Sin embargo, Aspe decidió que no fuese así, para que el gordo no se rebotara.
El mismo día 26 de febrero, por la noche, Vicente Guarner, que era coronel del ejército y agregado militar de la embajada española en Tánger, se había desplazado a Fez para tener una reunión de gran importancia. En la habitación donde estaba se encontraban también representantes de un montón de kábilas marroquíes: de Gomara, de Fageloni, de Ketama... Asimismo, estaba el jefe de los Beni Hasán. Todos ellos habían llegado para discutir la posible rebelión de las kábilas, el aislamiento de Melilla y, consecuentemente, buscaban crearle al bando franquista un problema en el lugar más inesperado para ellos.
El gran factótum de ese proyecto era Guarner, un diplomado de Estado Mayor que llevaba toda su carrera militar en África, que conocía bien a la población local y que, además, había establecido contactos con militares franceses simpatizantes con la República. De todas formas, no era el primer proyecto de estas características. Unos conspiradores, tal vez ligados a la UGT o a la CNT, lograron desembarcar un alijo de armas en cabo Espartel; pero su desconocimiento del terreno les había llevado a fracasar. Hubo enfrentamientos, dos policías internacionales resultaron muertos y, al final, una treintena de personas fue detenida, y dos de ellos fueron condenados a muerte. La embajada había logrado esconder a tres más. Guarner consiguió la conmutación de las dos penas de muerte.
La reunión del 26 de febrero, sin embargo, no habría de servir de nada. Horas después, el sultán de Marruecos reconoció a la España nacional, y ya no hubo posibilidad de hacer nada.
El 27 de febrero conocemos, por un mensaje que envía el SIPM al Cuartel General de Burgos, la reacción de Casado al planteamiento de callejón sin salida de Franco que hemos analizado el 25. El mensaje del SIPM dice: Mañana martes se constituye Junta Liquidación. Pedimos placet para Besteiro y coronel Ruiz Fornells [Ramón Ruiz Fornells, que había comandado el XVIII y VI Cuerpo de Ejército, y el Ejército de Extremadura] trasladarse avión zona nacional con agentes servicio formalización rápida capitulaciones. Indiquen aeródromo, día y hora a partir miércoles.
A Franco, este mensaje no le gusta nada. La perspectiva de que, algún día, los libros de Historia puedan decir que, en el aeródromo de Gamonal o en cualquier otro, él mismo, o cualquiera de sus oficiales, se reunió con Besteiro, le causa ronchas. Ésa no es la capitulación con la que él sueña. Como militar, Franco considera que, cuando un ejército está vencido, simplemente reconoce que lo está, y punto. Franco sueña, por lo tanto, con la rendición alemana frente a Montgomery del Brezal de Luneburgo (sí, ya sé que se produjo años después; es una licencia poética).
Así pues, el Caudillo contesta a sus espías, y en la contestación les arrea tres zascas:
Primer Zasca: “la España nacional sólo acepta la rendición sin condiciones”.
Segundo Zasca: a la República lo que le queda es sujetarse “a la generosidad ofrecida y determinada en telegramas anteriores”. Esto es: no se va a negociar una mierda, ni con Besteiro, ni con Besteira, ni con Besteire.
Tercer zasca: “sólo para ilustrar sobre forma llevar a cabo rendición pueden venir uno o dos militares profesionales confianza mando rojo debidamente acreditada, siendo inaceptable presencia Besteiro u otros paisanos”.
El sitio, el aeródromo de Gamonal. La fecha, el 2 de marzo. Es notable destacar que este esquema que impone Franco el 27 de febrero es exactamente el mismo que se llevará a cabo un mes después. Este tipo de cosas, en mi opinión, son las que ayudan a acercarse a la sicología del personaje.
El Consejo Asesor del SIE, ya rebautizado Comité Técnico de la Junta Política de FET y de las JONS, volvió a reunirse ese 27 de febrero de 1939. De nuevo, en su acta no encontramos ni traza de estos importantes intercambios de información que se están produciendo en el ámbito franquista; si esto significa que no lo sabían o que fueron lo suficientemente discretos como para no ponerlos por escrito, es algo que dejo a vuestro albedrío. Pero, desde luego, ya os digo que en el libro de Taboada Lago, publicado tres décadas después, no hay una sola traza, ni dentro ni fuera de las actas, de que tuviesen información precisa sobre la materia.
Tráver, a cargo de la reunión en ausencia de Taboada, dio cuenta de que éste había pasado las líneas sin problemas, e informó de la dimisión de Azaña y su salida de París. Asimismo, informa que se ha celebrado una entrevista con Besteiro, Casado y el gobernador civil de Madrid, y que “se ha pedido con toda urgencia una lista del personal que desea ausentarse de Madrid”.
La información que tiene el SIE en ese momento es que las conversaciones entre los nacionales y Casado están llegando a su fin, y que es inminente que el coronel asuma el mando único, aunque “por indicación de la zona nacionalista, la entrega tomaría aun unos días”. El Partido, se dice, está totalmente preparado para actuar en apoyo de Casado en el momento que lo precise. Los problemas de coordinación, sin embargo, persisten; en el acta se informa de que la Junta Política ha tenido que trasladar una instrucción a los jefes de sindicato en el sentido de que, hagan lo que hagan, y recluten a quien recluten, deben de actuar coordinadamente con el SIE.
Ángel García de Vinuesa, por su parte, propone que se ponga vigilancia desde ya sobre el lugar donde se encuentra archivada la documentación correspondiente a las incautaciones de inmuebles realizadas tras el estallido de la guerra, para evitar su destrucción, ya que considera que esos documentos serán necesarios para las oportunas reclamaciones que llegarán en la posguerra. No se puede adverar, pero es posible que el propio García, o alguien cercano a él, tuviese un interés propio en que dicha documentación se conservase.
El 27 de febrero, por lo demás, se produce, como ya esperaban todos los republicanos bien informados, la noticia-aldabonazo-tremendo zasca para la República; fruto, en buena parte y como hemos visto, al hecho de que Negrín, por desidia, por deseo o por miedo que eso no lo sabemos, haya estado dándole largas y contestándole con largos silencios a su embajador en Londres respecto de las tentativas británicas de impulsar la paz. El día 27, efectivamente, París y Londres toman la iniciativa concertada de reconocer diplomáticamente al régimen de Franco. De un plumazo, pues, las fronteras quedaron cerradas para la República; no habría nuevo material, ni siquiera en los sueños húmedos del primer ministro. Asimismo, Franco dejaba de ser un apestado internacional (aunque volvería a serlo con la creación de las Naciones Unidas). Incluso una eventual (y muy remota) decisión de Stalin en el sentido de mantener su ayuda militar sería imposible de llevar a cabo, porque la España republicana y la URSS carecían de frontera.
El gobierno estadounidense no llegó tan lejos pero, con el pretexto de que tenía que hacer consultas, le ordenó a su embajador en Madrid, Claude G. Bowers, que regresase a la base como cualquier Roomba. Bowers, que ni siquiera estaba en Madrid sino en San Juan de Luz, era un decidido profranquista.
Como ya os he contado, es posible, aunque también es posible que no, que Negrín supiera que la mala noticia iba a llegar, puesto que su embajador en Londres sí que lo sabía desde el día anterior. Sin embargo, las dificultades de las comunicaciones no permiten asegurar que lo supiese. Pero si no lo sabía, se lo barruntaba. Por eso, yo por lo menos tiendo a pensar que la reunión de Los Llanos fue un paripé que se montaron Negrín y Miaja para darle al primero de ellos la disculpa de que había recibido el aval de su opción de resistir hasta el final. En apoyo de esta tesis, y sigo expresando mi personal opinión, está el dato de que Negrín, a pesar de que tenía que saber muy bien cuál era el estado de ánimo entre sus generales, no se preocupó de rodearse en la reunión de fieles militares y militantes comunistas que, de seguro, le habrían apoyado. Hubiera sido de plena lógica que Hidalgo de Cisneros, Cordón, o Tagüeña, hubieran estado en esa reunión; si no estuvieron, creo, fue porque Negrín sabía que no los necesitaba. Tenía al Nenaza y sabía muy bien lo que iba a decir.
Con fecha 27, Azaña, conocedor ya del reconocimiento de Franco, redactó su carta de dimisión, aunque no fue dada a conocer público hasta el 28. Sin embargo, a Martínez Barrio se la mandó el mismo 27.
Tengo la impresión que Negrín supo desde sus comienzos la conspiración de Casado y Besteiro. Con la guerra perdida y pese a su retórica de resistencia no parece que Negrín quisiera ponerse al frente de las unidades leales del ejército para capitanear la última derrota militar de la guerra. Y le dejó a Casado la responsabilidad de rendirse a Franco. A costa de la vida de los comunistas que se opusieron al golpe casadista. Hernández mantiene en sus memorias que había fuerzas militares suficientes para frenar a Casado y a los anarquistas. Pero al final nadie quería ser el protagonista de la rendición. Casado y Besteiro lo asumieron de diferente modo. Uno en Londres y otro en Carmona.
ResponderBorrarNo he querido entrar en este tema en mis notas para no contaminarlas con ucronías. Pero mi idea personal es que la prioridad de Negrín cuando regresó a España tras la caída de Cataluña fue garantizar el paso a Francia de un número suficiente de riquezas. La resistencia era un montaje para permitir esa salida de recursos, los bien intencionados dirán que para auxiliar a los exiliados, los mal intencionados dirán otra cosa. El golpe de Casado jodía esta estrategia.
BorrarPor esa razón, yo creo que el gran golpe para Negrín fue perder la Flota. De haber tenido la Flota, nunca habría existido el Vita.