lunes, junio 23, 2025

Viet Nam antes de Viet Nam (39): El doctor Thinh, ese pringao)

 




Las primeras relaciones
Reyes y revoluciones
Nunca te fíes de un francés
Nguyen Ai Doc
Tambores de guerra
El tsunami japonés
Grandeza y miseria de la Kempeitai
El Viet Minh
Los franceses hacen lo que mejor saben hacer (no definirse)
Dang vi qui, o sea, naniyori mo hitobito
El palo y la zanahoria comunistas
Puchimones contra podemitas
Aliados a pelo puta
Franceses y comunistas chapotean para no ahogarse
Vietnamitas listos + británicos estúpidos + periodistas gilipollas = muertos a decenas
Si tu ne voulais pas de bouillon, voici deux tasses
Francés busca indochino razonable
Los problemas del comunismo que se muestra demasiado comunista
Echa el freno, Madaleno
El factor chino
El factor USA
El problema de las tres mareas
Orchestal manoeuvres in the dark
O pacto, o guerra
El acuerdo de 6 de marzo
Buen rollito por cojones
El Plan Cédiletxe
No nos queremos entender
Dalat
Las inquietudes y las prisas del almirante D’Argenlieu
Calma tensa
La amenaza nacionalista
Fontainebleau bien vale unos chinos
Francia está a otras cosas
Memorial de desencuentros
Maniobras orquestales en la oscuridad (sí, otra vez)
El punto más bajo de la carrera de Ho Chi Minh
Marchemos todos, yo el primero, por la senda dictatorial
El doctor Trinh, ese pringao
Allez les bleus des boules!
D’Argenlieu recibe una patada en el culo de De Gaulle
París no se entera
Si los Charlies quieren pelea, la tendrán
Give the people what they want
Todas las manos todas, amigo vietnamita
No hay mus
El comunista le come la tostada al emperador
El momento del general Xuan
Conditio sine qua non con un francés: cobra siempre por adelantado
La ocasión perdida
El elefante chino entró en la cacharrería 

  

El programa expuesto por Trinh Van Binh ante el Comité Central Viet Minh presentaba un pequeño problemilla de cinismo; aunque hay que ser justos y reconocer que ese tipo de dobles lenguajes, aunque son producción industrial entre las ideologías comunistas, no son en modo alguno específicas de ellos. Todo político las usa.

En el caso vietnamita, el problemilla era que centralizar la economía y crear un Estado comunista en el Viet Nam no era, ni de lejos, lo que le habían prometido los negociadores de Fontainebleau a los maulas de los negociadores franceses; los cuales, en su mayoría, rechazaban con papirotazos y entre sonrisitas superiores las noticias que surgían en la prensa de derechas en las que “esos fachas” (en todo tiempo y hora hay de eso) les trataron de advertir de que aquellos tipos que habían viajado a Francia para negociar eran más leninistas que Lenin. Y así les fue, claro.

La reacción a esta situación fue intentar soltar lastre por otros lados de la cabina del globo aerostático. El Viet Minh decretó que, como consecuencia del acuerdo alcanzado con los franceses, toda hostilidad debería cesar el 30 de octubre. Y se puede decir que, en general, la orden se cumplió en todo el país; si bien, en Conchinchina, había grupos no comunistas que se habían adherido al frente de Nguyen Binh, como los Hoa Hao, que no se sentían en modo alguno vinculados por Fontainebleau, y actuaron en consecuencia. De todas maneras, como veremos en este mismo post, esa oferta duró lo que unos peces de hielo en un whisky irlandés.

La situación en Conchinchina era bastante más virtuosa para el Viet Minh de lo que hubiese querido el almirante D'Argenlieu. Aunque los franceses estaban sólidamente establecidos en los principales puntos de la región, el Viet Minh controlaba unas tres cuartas partes de la misma, y eso hacía muy difícil el proyecto catalano-euskaldún de los franceses.

Los comunistas del norte controlaban los arrozales, es decir, mecían la cuna de la Conchinchina. El gobierno Thinh yo creo que no había intentado en serio imponerse; pero lo que es un hecho es que no lo había conseguido, sobre todo porque su cabeza era un hombre que repugnaba casi cualquier uso de la fuerza. Además, dado que era un demócrata mucho mas aseado de lo que se estilaba en aquel Viet Nam (y en esta España), el doctor Thinh había sentido la necesidad de ampliar la base parlamentaria de su gobierno, introduciendo representantes de todas las provincias. Así conformado el Comité Consultivo y la Asamblea, ahora nombrada Consejo de Conchinchina, Thinh se había sorprendido al verse falto de apoyos. De hecho, básicamente el único que quería unas relaciones de buen rollo con los franceses era él, aunque el coronel Xuan siempre lo apoyaba. 

El 15 de julio, en el Hôtel de Ville de Saigón, se creó una difusa organización de colonos y funcionarios franceses, bautizada Union por la Défense de l'Oeuvre Française en Indochine (UDOFI), presidida por el periodista Henry de Lachevrotière. La UDOFI, por supuesto, tenía derecho a existir, como cualquier otra organización dentro de un marco constitucional y democrático. El problema, sin embargo, no fue tanto su existencia, como su actitud. Para los miembros de aquella unión que, no se olvide, era una unión de franceses, el gobierno conchinchino del doctor Thinh venía a ser como un grupo de pringaos que estaban allí para obedecerlos a ellos y hacer en cada momento lo que el amo listo tuviese a bien mandar. Esto quedó bastante claro desde la primera reunión del Consejo de la Conchinchina, el 29 de julio.

En aquella reunión, Bazé, uno de los principales portavoces dela UDOFI, presentó una moción violentamente anti Viet Minh, en la que se decía que Ho Chi Minh estaba rodeado de “antiguos colaboradores pro japoneses”, y lo apelaba de “responsable de la muerte de miles de franceses y conchinchinos”. Calificaba el régimen de Hanoi de “dictadura inhumana” y abogaba por que sus prácticas violentas no se impusieran nunca en Conchinchina. Así las cosas, por supuesto, la Conchinchna habría de permanecer autónoma en el marco de la Federación Indochina y la Unión Francesa.

En realidad no era el qué, pues, ciertamente, ni una sola de las afirmaciones que recogía el comunicado era mentira. Ni Ho Chi Minh ni sus hochiminheros podrían exhibir credenciales pro aliadas indubitables (aunque los franceses tampoco, para qué negarlo); y tampoco la intención del Viet Minh, allí donde gobernaba en el norte, era ser ni medio demócrata. El problema no era el qué; era el cómo. El Consejo aprobó la moción, con 29 votos a favor, tres en contra y tres abstenciones, pero el debate fue muy desabrido.

Pero el elefante estaba en la habitación. Ese elefante era el hecho palmario, para cualquiera que se molestase en comprobarlo, de que los habitantes de Viet Nam Herria, es decir de la Conchinchina, ni se sentían diferentes, ni se sentían no-annamitas, ni una mierda. La escasez de conchinchinos autonomistas era tan grande que incluso el doctor Thinh había tenido que designar para la secretaría del Consejo de Conchinchina a un político, Nguyen Van Ty, que no escondía sus seritísimas dudas en torno al tema.

Para poder estructurar el catalanismo conchinchino, su principal formación política, el Partido Conchinchino, había mutado en mayo a un Mat-Tran Bin-Dan Nam-Ky, esto es, Frente Popular de la Conchinina (no lo confundáis con el Mat-Tran Nhan Dan Lien Minh Cao Mien, muy usualmente traducido también como Frente Popular de Conchinchina, que fue una coalición formada en 1936 y de la que formaron parte los comunistas), dirigido por Phong Tang, que quería constituir un ejército propio. Y lo consiguió. Muy pronto, en una imagen que a los que hemos leído sobre la GCE se nos hace familiar, el ejército no oficial del Frente se convirtió en la fuerza policial de facto de la Conchinchina; lo cual no sirvió para otra cosa que para que la gente les cogiese un gato de la hostia.

En marzo de aquel año había aparecido otro movimiento nuevo: el Movimiento Popular de la Conchinchina. Lo fundó Le Van Truong, un político de izquierdas con bastante carisma que propugnaba políticas socialdemócratas muy centradas en la necesidad de una reforma agraria. En materia constitucional, el MPC quería una Conchinchina autónoma federada con el resto de los ky; una especie de Plan Ibarretxe, pues. Este movimiento, al lanzar los típicos mensajes de izquierdas en plan Kalise para todos que ya lo pagará alguien, fue muy atractivo y le comió bastantes tostadas al Viet Minh, que, al fin y al cabo, era visto por muchos como un grupo de matones.

Otro grupo social y político importante era la típica reunión de intelectuales; aunque, en ese caso, dado el escaso desarrollo que había alcanzado por entonces el cine vietnamita, se trataba de intelectuales bastante auténticos y no soplapollas con ceja. Estos intelectuales estaban llamados por el destino, por así decirlo, a haber terminado atraídos por el turbión del Viet Minh, pues ya se sabe que el comunismo siempre le es bastante atractivo a los teóricos. Sin embargo, el hecho de que la mayoría de ellos habían sido colaboracionistas con los japoneses les había terminado por alejar de los comunistas, y les había acercado a los nacionalismos; y, de allí al conchinchinismo, les fue bastante fácil cruzar el istmo. Eran personas como Nguyen Van Sam, y su principal némesis era el caudillo comunista terrorista, Nguyen Binh.

Los partidarios de un Viet Nam unido centraban su estrategia en criticar el gobierno Thinh. Y, la verdad, tenían mucho terreno para hacerlo porque, las cosas como son, el gobierno autónomo de la Conchinchina era, como todo trampantojo creado por franceses, una puta ful. Tanto que se ha dicho siempre en la Leyenda Negra sobre lo malos malísimos que fueron los españoles con los indígenas que colonizaron, lo cierto es que allí donde mandaron los españoles se creó una clase intermedia, la clase criolla, formada por aquéllos que aceptaron la única conditio sine qua non exigida por los españoles (abrazar la religión verdadera) y se mezclaron con el invasor. Estos criollos mandaron en sus territorios todo lo que quisieron. Sin embargo, en el año 1946 todos los jefes de gabinete y todos los directores generales de la Administración de Conchinchina eran franceses; no fuese a ser que aquellos monos amarillos fuesen a tomar alguna decisión y hacerse daño. Oficialmente se había anunciado un traspaso de poderes; pero la cosa es que eso nunca se había realizado en serio.

Desconectado de la calle, el doctor Thinh se veía impelido a enfrentarse a una sesión tras otra del parlamento conchinchino totalmente dominadas por los franceses y sus fobias (lo que, tal vez, acabaría por provocar su muerte, aquel mismo 1946, de un ataque al corazón). En la reunión del 26 de agosto, el grupo francés incluso presentó una moción con una acerada crítica hacia la delegación conchinchina en la conferencia de Dalat, con el coronel Xuan al frente, a pesar de que era uno de sus pocos aliados netos.

En la calle, y en el campo, las cosas empeoraban. En junio, tras semanas de replanteamiento estratégico y reabastecimiento, Nguyen Binh se encontró en una situación lo suficientemente fuerte como para iniciar una contraofensiva. Las acciones, entre bélicas y terroristas, se comenzaron a multiplicar, y la milicia de Binh comenzó a avanzar, situándose incluso muy cerca de Saigón. El ataque era total, con muchos frentes multiplicados, lo que complicaba enormemente las cosas a los franceses. Lo que siguió fue una desordenada guerra no declarada cuyo principal pagano fueron los civiles, que en número de miles tuvieron que abandonar sus pueblos y aldeas, cogidos como estaban entre dos fuegos.

Estratégicamente hablando, el Viet Minh, a quien las cosas le iban bien en el campo de batalla, tenía problemas en el de la propaganda. Los franceses los atacaban mucho con el argumento de que estaban usando a los últimos residuos de tropas japonesas que quedaban en el país, lo cual era verdad. Por eso, los comunistas, que efectivamente estaban usando a los japoneses en primera línea porque eran unos soldados de primera, tuvieron que desplazarlos a retaguardia, y esconderlos allí para poder decir aquello de pío pío que yo no he sido. Hicieron lo mismo de hecho, con los combatientes tonkineses, para que no pareciese que luchaban en Conchinchina con una milicia extranjera. Le exigieron, y obtuvieron, de Nguyen Binh, una estricta disciplina de sus tropas; no querían que las victorias se convirtiesen en derrotas por la vía de la violencia respecto de los civiles. Binh cumplió y, con ello, los sudvietnamitas comenzaron a sentirse seguros cada vez que el Viet Minh pasaba a dominar sus aldeas.

El principal problema para la UDOFI, sin embargo, no era tanto la guerra en la Conchinchina. En ese terreno, los franceses colonialistas pensaban que todo era cuestión de que llegase un momento propicio en París para enviar a Viet Nam más tropas. Muchos de los estrategas franceses locales consideraban que habían conseguido cantar el verdadero bingo de importancia cuando habían separado al Viet Minh de los chinos. Cuando una guerra coge momento, venían a pensar, todo viene a ser cuestión de quien domine el aire y ponga más blindados en juego; y en eso estaban convencidos de que los vietnamitas tendrían siempre las de perder (o sea, como es lógico para la fecha, no contaban con Mao).

Como consecuencia de todo lo dicho, el problema para los franceses no era Hanoi; era París.

En aquel momento, las cosas como son, nadie quería unas elecciones en Conchinchina; de hecho, la situación era tal que se asumía que eran imposibles de convocar. Pero, ¿y el referendo? Los franceses sabían que Ho Chi Minh tenía razón cuando decía que la integración de Conchinchina en el Viet Nam se conseguiría con o sin referendo, porque si se convocaba la consulta, los integracionistas lo ganarían con la punta del nabo, porque Conchinchina no tenía ninguna vocación de ser el Euskadi de Indochina. Así las cosas, el peor de sus sueños era que París aceptase convocar el referendo.

Pero la situación del no referendo tampoco era la mejor. Nguyen Binh, con sus fuerzas reagrupadas, presionaba cada vez más y, allí donde llegaba, creaba Comités del Pueblo, garantizaba la vida de las personas de andar por casa pero, al mismo tiempo, expropiaba las propiedades de los ricos y, de hecho, a los notables los solía ejecutar, a menudo de formas muy crueles. Allí donde se establecía, el Viet Minh ganaba adeptos para su planteamiento estratégico: el modus vivendi no había sido sino el primer paso hacia la independencia y el establecimiento en la Conchinchina del gobierno de Hanoi.

El 13 de septiembre, apenas 24 horas después de que los contactos se hubiesen roto en Fontainebleau, un denominado decreto 182 del Gobierno de la Resistencia (Hanoi) ordenó la reestructuración del Comité de Resistencia del Sur de Viet Nam que, a partir de ese momento, era el responsable último de la resistencia en Conchinchina y el sur de Annam. El 22, el Comité Ejecutivo provisional del Nam Bo, del que nada se sabía de tiempo atrás, salió a la luz con una proclama en la que se declaraba la única autoridad existente en la Conchinchina. El 13 de octubre, Hanoi anunció la reorganización del propio Comité; y lo hizo, dijo, en aplicación de los acuerdos del 6 de marzo con los franceses que, según su interpretación, convertían al Nam Bo en la única autoridad en la Conchinchina. Afirmó su voluntad a reprimir en todo momento, y con toda fuerza, cualquier complot destinado a obstaculizar la colaboración entre vietnamitas y franceses. Como puede verse, el Viet Minh nunca abandonaba la fachada colaboracionista, aunque era bien consciente de estar librando una guerra con su presunto socio.

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