miércoles, junio 04, 2025

Viet Nam antes de Viet Nam (26): Buen rollito por cojones




Las primeras relaciones
Reyes y revoluciones
Nunca te fíes de un francés
Nguyen Ai Doc
Tambores de guerra
El tsunami japonés
Grandeza y miseria de la Kempeitai
El Viet Minh
Los franceses hacen lo que mejor saben hacer (no definirse)
Dang vi qui, o sea, naniyori mo hitobito
El palo y la zanahoria comunistas
Puchimones contra podemitas
Aliados a pelo puta
Franceses y comunistas chapotean para no ahogarse
Vietnamitas listos + británicos estúpidos + periodistas gilipollas = muertos a decenas
Si tu ne voulais pas de bouillon, voici deux tasses
Francés busca indochino razonable
Los problemas del comunismo que se muestra demasiado comunista
Echa el freno, Madaleno
El factor chino
El factor USA
El problema de las tres mareas
Orchestal manoeuvres in the dark
O pacto, o guerra
El acuerdo de 6 de marzo
Buen rollito por cojones
El Plan Cédiletxe
No nos queremos entender
Dalat
Las inquietudes y las prisas del almirante D’Argenlieu
Calma tensa
La amenaza nacionalista
Fontainebleau bien vale unos chinos
Francia está a otras cosas
Memorial de desencuentros
Maniobras orquestales en la oscuridad (sí, otra vez)
El punto más bajo de la carrera de Ho Chi Minh
Marchemos todos, yo el primero, por la senda dictatorial
El doctor Trinh, ese pringao
Allez les bleus des boules!
D’Argenlieu recibe una patada en el culo de De Gaulle
París no se entera
Si los Charlies quieren pelea, la tendrán
Give the people what they want
Todas las manos todas, amigo vietnamita
No hay mus
El comunista le come la tostada al emperador
El momento del general Xuan
Conditio sine qua non con un francés: cobra siempre por adelantado
La ocasión perdida
El elefante chino entró en la cacharrería 



 



A Giap lo sucedió en la tribuna Vu Hong Khanh, el líder del VNQDD y cosignatario del acuerdo. Hizo un discurso sin grandes novedades, básicamente los puntos que ya había tocado su antecesor en el uso de la palabra, y en general torpón y atropellado. Se diría que el líder nacionalista no quería estar ahí y, además, sabía bien que la audiencia no le iba a aplaudir. Después, en un golpe de efecto, apareció Ho Chi Minh, que fue aclamado por las masas.

Las palabras del presidente fueron vibrantes y elocuentes, en su línea. Desde agosto de 1945, vino a decir, Viet Nam es una nación independiente de facto. El acuerdo con los franceses no es sino la vía que hemos conseguido para lograr lo que no hemos tenido hasta ahora, que es el reconocimiento internacional de esta circunstancia. Las tropas francesas no tendrán más de 15.000 efectivos, y no se quedarán más de cinco años. Llamó a sus militantes a guardar la calma y la disciplina pero, eso sí, les dijo que tuviesen claro que “no podremos apoyarnos en la amistad del pueblo chino”.

Como complemento a estas palabras, el mismo día 7 se reunió el Tong Bo, es decir el Politburo del comunismo vietnamita, y emitió la orden general de buen rollo con los franceses. En un cambio de tornas acojonante que sorprendería a cualquiera que no esté acostumbrado a la Historia de los movimientos comunistas, tan dados ellos al cambio de opinión, el Tong Bo concluyó que las luchas del pueblo francés y el vietnamita eran ahora luchas parejas (tomayá), y que “no hay que excitar el militarismo chino”. “Nuestro único enemigo”, decretó el máximo órgano del Viet Minh, “es el partido francés de la reacción”, por lo que había que liquidar el régimen colonial al tiempo que se colaboraba “con todo francés de convicción democrática”.

Como siempre ocurre en las colectividades humanas, y un Politburo no deja de ser eso mismo aunque con su propia dinámica, esta toma de posición, aparentemente firme y consensual, tenía sus mierdas. Dentro del Tong Bo había gente que, haciendo piña con Ho Chi Minh, consideraba que la nueva orientación era la necesaria: acercarse al francés para tenerlo cerca, usando el acuerdo como un paso hacia el reconocimiento internacional de un Viet Nam independiente. Sin embargo, también había entre los comunistas los que no se fiaban ni un pelo de su nuevo amigo. Esta tendencia era claramente prochina, entre otras cosas porque entre los comunistas vietnamitas empezaba a haber algunos que creían que en China acabarían por prevalecer los comunistas; algo que Ho Chi Minh en ese momento no veía tan claro. Por lo tanto, estos miembros del Politburo consideraban que el alejamiento respecto de los chinos era un golpe estratégico notablemente erróneo, y que lo que había que hacer era prepararse para una guerra duradera y a gran escala. Hay que decir, desde luego, que esa facción, que en ese momento aparecía como radical y un tanto desconectada con el mundo real, era la que tenía, a la larga, las cosas más claras, pues las dos cosas que esperaba fueron, precisamente, las que ocurrieron.

Esta tendencia más radical, sin embargo, tenía las de perder, sobre todo a causa de la formación del gobierno multipartidario. El Ministerio de Asuntos Exteriores le había sido adjudicado al VNQDD (Nguyen Tuong Tam). Tam fue totalmente escondido en las horas del acuerdo de 6 de marzo, que no firmó aunque debería haberlo firmado; y no reapareció hasta el día 12, cuando hizo unas declaraciones sobre la responsabilidad de China y Estados Unidos a la hora de garantizar la paz en Extremo Oriente. Fue la manera que encontraron los nacionalistas del VNQDD de decirle a sus conmilitones del gobierno que ellos no pensaban seguir la tendencia anti china. La siguiente prueba de esta convicción fue el envío casi inmediato por parte del Ministerio de una misión de amistad a Chungking, es decir, a la casa de Chang Kai Chek. Tam quería darle tanto pote a esa misión que propuso que el ciudadano Vinh Thuy, o sea Bao Dai el emérito, formase parte de la misma. En Chungking, además de Chang, estaba el general Marshall; y Tam consideraba que si había en Viet Nam una persona con perfil y capacidad de conseguir el apoyo de ambos, ése era el ex emperador. En realidad, era más un movimiento por parte del VNQDD para monopolizar la lucha por la independencia, contraprogramando al Viet Minh. Sin embargo, durante toda la Historia de su vida, Ho Chi Minh siempre mostró una gran habilidad para el judo, ese deporte que, dicen, consiste en derribar a tu contrario usando la fuerza con la que te ataca. Así pues, el día 16, fue el propio presidente del gobierno quien le comunicó a Thuy que se preparase para viajar a China. El 18 la delegación, con Bai Dai entre ellos, partió hacia Chungking en un avión estadounidense.

El VNQDD, el Dai Viet y el Dong Minh, es decir las formaciones nacionalistas, estaban muy nerviosos desde que los acuerdos del 6 de marzo habían santificado el proyecto de una salida rápida de los chinos. Para ellos, el apoyo de Chungking era fundamental; como movimientos políticos, no eran movimientos de masas, ni se habían preocupado de serlo. Exactamente igual que mucho proyecto político español actual, y no necesariamente de derechas, no es sino falangismo reciclado, en el fondo muchos de los movimientos nacionalistas vietnamitas no eran sino mandarinatos reciclados. En consecuencia, necesitaban el apoyo chino como el comer, y la perspectiva de verlos marchar hacia el norte tan pronto no les hacía ninguna gracia. Para los nacionalistas, pues, el acuerdo del 6 de marzo era, más que nada, un acuerdo que venía a rubricar la colocación del Vier Nam bajo el dominio comunista.

El punto de vista del Viet Minh, obviamente, era justo el opuesto: cuanto antes y mejor funcionase el acuerdo con los franceses, mejor. Desde el mismo 7 de marzo, Giap se había puesto en contacto con el Estado Mayor camembert. Cuando tuvo que marchar a Hanoi para el gran mitin, dejó en Hai Phong a Phan My, hermano del ministro de Defensa, para que siguiese con las conversaciones con Leclerc.

Las cosas, sin embargo, no fueron como esperaban los vietnamitas. La entrevista entre My y Leclerc duró cinco minutos. En la misma, el general francés estuvo en eso: en general pero, sobre todo, en francés de pura cepa. Con ese tono sobrado que sólo son capaces de desarrollar la mayoría de los franceses y algunos vascos, le soltó, por todo saludo, al indochinorri: J'etais parti, et je serais venu avec ou sans votre accord. O sea, más o menos: nos fuimos por lo que nos fuimos; pero vamos a volver, os pongáis decúbito supino o decúbito prono; eso a nosotros nos la suda. Se felicitó el francés de que todo se hubiese acordado pacíficamente (una forma elegante de sugerir que, de haber tenido que darse de hostias, tampoco habría tenido problema) y, continuó: “es responsabilidad del gobierno vietnamita de mostrar la autoridad de que dispone y de normalizar sus relaciones con los franceses”. Y siguió: “las tropas francesas van a relevar a las chinas, relevo al cual "las tropas vietnamitas serán invitadas a participar”.

Tras esta conversación, que como podéis ver no fue como probablemente la había imaginado el pobre Phan My, se abrió un grupo de trabajo destinado a acordar con los vietnamitas más o menos el mismo acuerdo de desembarco al que ya habían llegado los franceses y los chinos; es decir, un pequeño órgano destinado a repartir las últimas migajas de un pastel que ya se había servido. Sin embargo, los vietnamitas se rebotaron, y se negaron a firmar acuerdo alguno, pretextando que tenía que estar Giap. El líder del Viet Minh llegó el 8. Tuvo una reunión técnica con Valluy y después fue recibido por Leclerc. Buen conocedor de la instrucción del Tong Bo en el sentido de no abrir espacios de confrontación con los franceses, Giap se mostró conciliador y repitió las veces que hicieron falta que estaba allí para colaborar. Muy probablemente a Leclerc, que conocía bien la geografía del movimiento vietnamita y, por lo tanto, sabía bien con quién se estaba entrevistando, esa actitud (que yo creo, aunque no puedo jurarlo, que no fue la de Phan My horas antes) le hizo bastante pandán; así pues, tiró del catón del buen rollito y le vino a decir al vietnamita que todos tenían una misión común, que era ponerle nombre y apellidos a la Unión Francesa. Los franceses, como siempre, tratando de convencerse de que a los demás les importan sus mierdas lo mismo que a ellos.

Aquello era una partida entre sirleros. Y esta vez era Giap, que no estaba acostumbrado a perderlas, quien la había perdido. El número dos del Viet Minh se quedó pijarriba cuando se aprestó a regresar a Hanoi. Lo hizo en un vehículo anfibio estadounidense, concretamente el del comandante Simpson Jones, jefe de la misión británica en Hanoi, que ya tenía dos pasajeros de Blablacar: Sainteny y el coronel Lecomte. Saliendo del puerto de Hai Phong, Giap pudo ver en toda su extensión los blindados del Reagrupamiento Massu que estaban desembarcando en ese momento; en apenas unos minutos tuvo la visión clara de las fuerzas reales de aquél con quien acababa de firmar un acuerdo teóricamente simétrico (10.000 efectivos vietnamitas, 15.000 franceses). Ahora se daba cuenta de que los 15.000 franceses abultaban un poquito más que los vietnamitas. Durante todo el viaje, Giap no despegó los labios. Por extraño que pueda parecer en una organización tan estratégica y basada en la información sobre el enemigo, da la impresión de que el Viet Minh, quizá pensando que Francia había quedado agotada por la segunda guerra mundial (es decir, creyéndose todas las mierdas que los franceses contaban, y cuentan, sobre su esfuerzo bélico), pensaba que lo que llegaría a Viet Nam sería una tropa mal pertrechada y peor motivada. Lejos de ello, sin embargo, Francia, libre ahora de conflictos grandes mientras Argelia calentaba motores, estaba enviando lo mejor que tenía. Lo peor de lo mejor de los franceses era mejor que lo mejor de lo mejor de los vietnamitas; y, lo que es peor, para equilibrar esa situación, lo único con que podían contar los viet era con la ayuda de los chinos, es decir, aquéllos a los que acababan de poner de puta para arriba. Así las cosas, lo único que le quedaba a los vietnamitas era la estrategia basada en llegar lo antes posible a acuerdos con los franceses mientras, por debajo de la mesa, trataban de sabotear y dificultar su despliegue militar. A partir de entonces, Giap se dedicaría a invocar el acuerdo de 6 de marzo constantemente para demandar ser informado de cada movimiento francés.

Los franceses, en todo caso, tenían sus propios problemas pues, al fin y al cabo, tenían que sacar adelante un acuerdo de relevo que habían firmado con uno de los negociadores más correosos que se puede uno encontrar, que son los negociadores chinos. Recordemos que los chinos habían puesto las cosas muy difíciles el 1 de marzo al reclamar la aquiescencia del general Mac Arthur; aquello hizo que no fuese hasta el 4 de marzo que Lu Han recibiera las órdenes correspondientes a la autorización del desembarco. Luego había llegado el incidente de Hai Phong, ya sabéis, el comandante local que dijo no haber recibido órdenes claras y atacó, y aquello estuvo a punto de ponerse muy jodido. Sin embargo, intervino personalmente en el tema Chiang Kai Chek, lo cual quiere decir que el Kuomintang se impuso sobre intereses particulares de señores de la guerra, y el 13 de alcanzó un acuerdo, que fijaba los principios generales de una retirada que, según se decía en el acuerdo, debería comenzar el día 15 y estar terminada el 31.

Con los chinos, sin embargo, nunca se sabe. El mismo día 13 por la mañana, Lu Han aterrizó en Hanoi y, en cuanto fue cuestionado sobre el tema del acuerdo, declaró, con cara de póker, que no lo conocía. De Chungking se lo mandaron el día 14, pero aún así se hizo el orejas. Lu Han, obviamente, no estaba de acuerdo con el ídem; y sabía que no estaba solo, puesto que todo el ala derecha del Kuomintang, la más imperialista, estaba con él. Toda una facción de los nacionalistas chinos, efectivamente, consideraba que China había hecho ya lo más difícil, que era poner el pie en Viet Nam; levantarlo ahora, como canta el bolero, sería necedad. Todo esto lo contemplaba Leclerc con crecientes dosis de nerviosismo.

El día 15, los franceses de Hanoi se reunieron una vez más con el estado mayor chino en la ciudad. De nuevo, fue una reunión no me chilles que no te veo. Sainteny, verdaderamente cansado de aquellos amarillos de los cojones, poco menos que cogió a Lu Han de una oreja y se lo llevó a una sala contigua para tener una entrevista personal. Lo que sabemos es que, en esa entrevista, de repente, Lu Han cedió; obviamente, lo que no sabemos, o por lo menos no sé yo de mis lecturas, es qué le dijo Sainteny, pero debió de ser bastante fuerte. El 18, en un gesto lleno de simbolismo, el general Leclerc entró en Hanoi, casi como un cónsul romano en triunfo, escoltado por lo más granado de la Massu. Los soldados de la Ciudadela, que llevaban meses literalmente rodeados de enemigos como en El Álamo, recibieron pertrechos por primera vez en mucho tiempo.

El día 17 se publicaron dos proclamaciones públicas. La primera, de Leclerc; la otra, de Ho Chi Minh. Las dos llamaban a la población, en un caso francesa, en la otra vietnamita, a mantener la calma; a no realizar actos de provocación y a no responder a ellos en el caso de que se produjesen. Khang, el ministro del Interior, hizo por su parte público un decreto por el cual cualquier reunión, cualquier bandera expuesta públicamente, incluso cualquier pasquín que se distribuyese, debería ser previamente aprobado por la policía con 48 horas de antelación. Buen rollito por cojones, pues.

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