Mi señor Bretwalda, por ahí vienen los paganos
El tema vikingo se pone serio
Alfred, el rey inglés
Vikingos a la defensiva
Un rey contestado
El rey de la superación
Una sociedad más estructurada de lo que parece
Con la Iglesia hemos topado
La apoteosis de Edward y Aethelflaed
El fin de los vascos de Northumbria
Tres cuartos de siglo sistémicos
Aethelshit
Las tristes consecuencias de que un gobernante gobierne “sea como sea”
El regreso de la línea dinástica
Las crónicas nos informan de que en el año 1006 hubo algo muy parecido a una purga. El noble Wulfgeat fue embargado de todas sus riquezas, Wulfheath y Ufegeat fueron cegados, y el ealdorman Aelfhelm fue asesinado o ejecutado. Aelfhelm era el sucesor de Thored como ealdorman de un territorio siempre complejo: Northumbria, y Wulfheath y Ufegeat eran sus hijos; la imaginación, más que los datos, le hacen a uno especular con la posibilidad de que pudiesen haber apoyado algún tipo de proyecto soberanista, a los que el norte inglés era muy aficionado en aquella época. Wulfgeat era, por lo que sabemos, uno de los principales actores de la Corte.
Siglos después se dijo que todo había sido una conspiración contra estos nobles cosida por Eadric Streona, un noble emergente en los tiempos del rey Aethelred. Es importante entender que Streona es uno de esos personajes de la Historia que ha terminado siendo etiquetado como lo peor de lo peor. En el año 2005, un grupo de historiadores consultados por la BBC History Magazine lo votó el Briton más nefasto de la Historia. Su apodo, Streona, de hecho, quiere decir algo así como “el embargador”, por su fama de robar los bienes de la Iglesia y de otros. Tenía, sin embargo, una posición de poder muy consolidada pues, entre otras cosas, se casó con Eadgyth, hija de Aethelred.
Al año siguiente, 1007, Malcolm II, rey de los escoceses, entró en Northumbria. Allí, sin embargo, Uthred, hijo del señor de Bamburgh, lo frenó en seco, hizo un montón de víctimas, y exhibió sus cabezas en los muros de Durham. Uthred fue entonces nombrado ealdorman de Northumbria y recibió la mano de una de las hijas del rey, Aelgifu.
El gran problema, sin embargo, había llegado ya en el verano del 1006. En julio, efectivamente, un tal Tostig se situó al frente de una poderosa flota que desembarcó en Sandwich, Kent, y comenzó a llevarse por delante el sureste de la isla. Aethelred respondió con lo que tiene toda la pinta de ser una leva nacional, tanto en Mercia como en Wessex; aparentemente, sin embargo, estas tropas fueron poco eficientes frente a los vikingos.
Con el invierno, la guerra paró, y los vikingos fueron a refugiarse a la isla de Wright. Sin embargo,ya en Navidad estaban avanzando hacia Hampshire y Berkshire. Así las cosas, a Aethelred no le quedaba otra que pagar; esta vez fue un gran tributo de 36.000 libras. En esas negociaciones Eadric supo ganar puestos. Fue nombrado ealdorman de Mercia, más o menos al mismo tiempo que se convertía en yerno del rey.
Aethelred trató de aprovechar la tregua conseguida con el pago en construir una flota. En el 1009, esos barcos nuevos estaban en Sandwich, con la misión de impedir una nueva invasión. Sin embargo, los planes se vieron obstaculizados por un problema de egos.
Brithtric, hermano de Eadric, acusó a otro importante noble, Wulfnoth, de algún tipo de delito o falta que no conocemos bien. La respuesta de Wulfnoth fue marcharse de Sandwich con veinte de los nuevos barcos, lo cual obviamente sugiere que se habían construido y dotado a su costa. Birhtric, que tenía unos 80 barcos, salió en su persecución; pero su flota se encontró con una galerna que le causó gravísimas bajas. Wulfnoth, entonces, aprovechó la ocasión, atacó a los restos de la flota de Birthtric, y quemó lo que quedaba de ella. Cuando el rey fue informado de lo que había pasado, obviamente, tuvo que abandonar el proyecto de la flota patrullera, y ordenó a los barcos regresar a Londres.
La flota destruida, como habían estimado el rey y sus asesores, era, en realidad, muy necesaria. En agosto del 1009 llegó a Inglaterra la invasión de Thorkell el Alto. Es difícil saber cuáles eran las dimensiones exactas de aquel ejército vikingo; pero lo que sí sabemos es que durante tres años se enseñoreó de gran parte del sur de la isla, con un punto importante en el año 1011, cuando los vikingos asolaron la capital espiritual de Inglaterra, Canterbury, e hicieron prisionero al arzobispo Aelfheah.
Los ingleses fueron incapaces de presentar batalla eficiente a aquel ejército, aunque existen algunas excepciones, como Londres, ciudad que, por mucho que lo intentaron, los daneses no pudieron hacer suya. Poco tiempo después de la Semana Santa del 1012, los ingleses hicieron un pago todavía mayor a los anteriores: 48.000 libras. Los vikingos celebraron en Greenwich la recepción de la pasta, en una fiesta durante la cual asesinaron a hostias al arzobispo Aelfheah, quien se había negado a pagarles rescate por su libertad (los arzobispos, siempre tan apegados a lo que consideran su pasta).
El asesinato del primado de Inglaterra fue una brutalidad, incluso para aquella época. Como ya os he dicho, ni siquiera fue una ejecución siguiendo los procedimientos del siglo; los vikingos, aparentemente, se limitaron a coger unos huesos de animal y mangos de hachas, y lo reventaron. Este hecho pudo generar ciertos problemas reputacionales a Thorkell, aunque, desde luego, ése no puede ser el factor fundamental que lo movió a quedarse. Es posible que estuviese cansado, y que sufriese la típica escisión en las hordas vikingas entre los que querían dejar de guerrear y los que querían seguir montándola. El caso es que el caudillo danés acabó acordando que él, junto con la dotación de 45 de sus barcos, se pondría al servicio del rey Aethelred, mientras que el resto de su armada sería disuelta.
Sin embargo, Aethelred estaba a punto de descubrir que, como canta Ruben Blades, si nasiste p'a martillo/del cielo te llueven los clavos. Su monarquía había sobrevivido a la invasión del 1006 y a la del 1009. Pero la cosa es que en el 1013 hubo otra.
En dicho año, un viejo conocido de estas notas, Swein Forkbeard, navegó hacia la costa inglesa, entró por Kent, llegó al estuario del Humber, subió por el Trent y se estableció en Gainsbrorough, Lincolnshire.
Es muy probable que la decisión de Swein de regresar al teatro inglés fuesen las noticias del pacto entre Aethelred y Thorkell. Recordad que, en su día, los ingleses le habían forrado el riñón a Olaf Tryggvason para que éste atacase a Swein en su casa; y muy fácilmente pudo pensar que la jugada con Thorkell era la misma, y decidió golpear primero.
Tras haber consolidado la posición en Lincolnshire, Swein avanzó hacia el sur, dejando a su hijo Knut, o Canuto como lo traducimos nosotros, al cargo de la flota. Sometió a Oxford y Winchester prácticamente sin bajarse del jeep. Sin embargo, Londres, donde estaban Aethelred y Thorkell, resistió de nuevo. Swein abandonó el proyecto de tomar la ciudad, y tiró hacia Bath. Allí, el ealdorman Aethelmaer de Devon se le sometió. Entonces, volvió a marchar hacia el norte. Estaba en un punto en el que hasta la Anglo Saxon Chronicle reconoce que todo el mundo en la isla lo veía como un auténtico rey, no como un invasor.
Londres estaba literalmente rodeada de posesiones de Swein. Para Aethelred, ya no quedaba la posibilidad de soltar pasta: primero, porque las fuentes de su pasta, que eran los impuestos de sus súbditos, ya no manaba, pues no controlaba la nación; y, segundo, porque Swein, según todos los indicios, no estaba ahí, como otros vikingos antes que él, para arrasar, cobrar y marcharse, sino para convertirse en rey de aquellas tierras. No quedaba otra que reconocer que Swein había ganado.
El rey había enviado a su mujer Emma y sus dos hijos, Edward y Alfred, a Normandía. Pasó las Navidades del 1013 en la Isla de Wright, sopesando sus opciones con sus asesores. Claramente, llegó a la conclusión de que sus opciones eran cero, porque, pasadas las fiestas, se exilió junto con su familia en la Corte del duque Ricardo.
Las apuestas eran claras de que Aethelred había desaparecido de Inglaterra. Sin embargo, en febrero del 1014 se produjo la novedad de que Swein, inesperadamente, la roscó. Pero un enfrentamiento frontal no era planteable. Los vikingos eligieron a Knut como sucesor de su padre; y Aethelred comenzó a negociar con él el regreso del Emérito, o sea él, a la isla. Aethelred envió a su hijo Edward para que condujese las negociaciones. Las instrucciones que le dio Aethelred a Edward son más o menos las que Pedro Sánchez le dio a Félix Bolaños: debía prometer que Aethelred sería un rey absolutamente pastueño; que reformaría o prohibiría todas aquellas cosas que a los vikingos no les gustasen; que cualesquiera acusaciones o insultos proferidos contra los daneses quedarían borrados. La única condición que ponía era que los vikingos lo apoyasen “sin traiciones”.
Que las crónicas contemporáneas planteen la negociación en estos términos son una buena señal de lo cabreados que estaban los sajones con su rey por haberse pirado y no muerto en el campo de batalla como un hombre. Ya he comentado mil veces, pero lo comentaré las mil más que haga falta, que imaginar las monarquías preconstitucionales como figuras de sumisión total es algo más peliculero que otra cosa, por mucho que dicha visión impregne las meninges de los licenciados en Historia. La monarquía siempre ha sido un pacto entre monarca y súbditos; y un pacto es una cosa en la que ambas partes cumplen su parte. Los reyes medievales, no digamos los altomedievales, no hacían cosas como irse al exilio; su promesa era proteger a su pueblo hasta su último aliento, y la cumplían (o no; pero ése era su problema). Los sajones del siglo XI se encontraron engañados por un rey que los abandonó. Un rey que, además, ni siquiera se planteaba crear una flota para desembarcar en su reino y reconquistarlo; buscaba, simplemente, recuperar su estatus personal, a cambio de cualquier cosa. Los sajones del siglo XI no podían respetar algo así. Eso sí, con los siglos, parece que nos hemos vuelto más comprensivos.
Los vikingos puchimones tenían que haber sigo completamente gilipollas como para no alcanzar el acuerdo; así pues, lo firmaron, y en la primavera del 1014, Aethelred regresó a Inglaterra.
El tío no lo hizo mal al principio. Formó un ejército y se fue al norte a echar a Knut de Licolnshire. Lo consiguió, pero a un coste elevado. Antes de salir de la isla, Knut mutiló a todos sus rehenes ingleses. Mientras tanto, Aethelred tuvo que juntar otras 21.000 libras para pagar a Thorkell y ganarse la fidelidad de su flota, surta en Greenwich.
En el año 1014, el hijo mayor del rey, Aethelstan, murió, y con práctica seguridad se montó una movida sucesoria de cojones. A Aethelred le quedaba un hijo de su primer matrimonio, Edmund; y los del matrimonio con Emma, Edward y Alfred. Edmund tenía el apoyo de dos nobles de las Midlands, Sigeferth y Morcar; ambos fueron asesinados en una especie de consejo de gobierno que se celebró en Oxford a principios del 1015. No sólo eso, sino que las posesiones de Sigeferth fueron embargadas (pronto adivinaréis por quién) y su mujer fue arrojada a una celda del convento de Malmesbury. El fautor de toda aquella conspiración, según todas las fuentes y según lo que supongo que ya os esperábais, fue Eadric de Mercia.
La respuesta de Edmund no fue cobarde: se fue al convento donde estaba encerrada la viuda de Sigeferth, y se casó con ella. Entonces, la pareja viajó a las Midlands, donde tomó posesión de todos los estados que habían sido de Sigeferth y de Morcar.
Inglaterra, por lo tanto, estaba al borde de la guerra civil en el 1015. Pero no fue lo único que pasó ese año. Ese año, además, regresó Knut.
Knut entró por Wessex y se llevó por delante todo lo que se movía. Aquello provocó la unión de los sajones que, segundos antes, estaban dispuestos a arrancarse los ojos. Edmund avanzó desde el norte, mientras que en el sur Eadric estaba formando una tropa. Sin embargo, siempre según las crónicas (que ya os he dicho que no fueron escritas precisamente por amigos de Eadric), pronto Edmund supo que la intención del ealdorman de Mercia era traicionarlo; algo que tampoco es tan raro de pensar, sobre todo porque Eadric ya había tenido un papel importante en los contactos con los vikingos para permitir el regreso del rey desde Normandía. De hecho, los historiadores dan como opción más probable que Eadric se pasara al enemigo.
En el año 1016, el rey sajón estaba ya bastante enfermo. Edmund, sin embargo, no desfalleció, especialmente cuando logró juntar fuerzas con su cuñado, Uthred de Northumbria. Tuvieron algunos éxitos, pero cuando Knut asedió York, Uthred no pudo sino someterse al danés. Knut lo invitó a un encuentro en el que tanto él como sus seguidores fueron asesinados. Edmund, mientras tanto, se refugió en Londres con su padre. En la primavera del 1016, con Knut casi ante las murallas de Londres, el rey Aethelred falleció (23 de abril).
Los londinenses, que para entonces se consideraban, y es que lo eran, la irredenta aldea gala que resistía a los escandinavos, escogieron a Edmund como su rey. Sin embargo, en el resto de la isla, los nobles eligieron a Knut como su rey y, de hecho, en una ceremonia celebrada en Southhampton, renunciaron a toda la línea dinástica de Aethelred.
Lo que siguió fue una serie de batallas libradas en el sur de la isla fundamentalmente, pero sin un ganador claro. Edmund consiguió repeler a los daneses que asediaban Londres, pero luego fue vencido en Brentford, lo que provocó un nuevo asedio de Londres, de nuevo repelido. Entonces el volátil Eadric cambió de idea otra vez y se puso del lado de Edmund. Así las cosas,ingleses y daneses se citaron en Ashingdon, Essex, el 18 de octubre del año 1016.
En medio de la batalla, Eadric dijo aquello de “¡Que no, que era broma!” Subsiguientemente, se cagó y se meó en su nueva fidelidad y abandonó el campo de batalla con sus tropas. La derrota de los ingleses fue total; tan total que, en los años y siglos por venir, habrían de inventar casi una nueva nobleza, porque la que tenían desapareció en los campos de Ashingdon.
En mi visión, la tragedia final del reino de Aethelred (pues, aunque la hostia la recibiese el rostro de Edmund, hemos de apuntársela a su padre) es el final de una forma de gobernar, digamos, moderna. La forma de gobernar de un rey al que llega un momento en que todo lo que le importa es seguir siendo rey; y de un ealdorman a quien todo lo que le importa es precisamente eso. Unos gobernantes amigos de ese famoso “lo que sea” o “como sea”. Y su historia demuestra que lo que a corto plazo puede llegar a parecer, con buena imaginación, como una buena idea, a largo plazo, la verdad, rara vez lo es.
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