El modesto mequí que tenía the eye of the tiger
Los otros sólo están equivocados
¡Vente p’a Medina, tío!
El Profeta desmiente las apuestas en Badr
Ohod
El Foso
La consolidación
Abu Bakr y los musulmanes catalanes
Osmán, el candidato del establishment
Al fin y a la postre, perro no come perro
¿Es que los hombres pueden arbitrar las decisiones de Dios?
La monarquía omeya
El martirio de Husein bin Alí
Los abásidas
De cómo el poder bagdadí se fue yendo a la mierda
Yo por aquí, tú por Alí
Suníes
Shiíes
Un califato y dos creencias bien diferenciadas
Las tribulaciones de ser un shií duodecimano
Los otros shiíes
Drusos y assasin
La mañana que Hulegu cambió la Historia; o no
El shiismo y la ijtihad
Sha Abbas, la cumbre safavid; y Nadir, el torpe mediador
Otomanos y mughales
Wahabismo
Musulmanes, pero no de la misma manera
La Gran Guerra deja el sudoku musulmán hecho unos zorros
Ibn Saud, el primo de Zumosol islámico
A los beatos se les ponen las cosas de cara
Iraq, Siria, Arabia
Jomeini y el jomeinismo
La guerra Irán-Iraq
Las aureolas de una revolución
El factor talibán
Iraq, ese caos
Presente, y futuro
Iraq, como resumen, iba a ser el teatro del ingreso del mundo musulmán en las instituciones democráticas y en la vida ordenada de los Estados modernos; pero, lejos de ello, se convirtió en otra cosa. Y esa otra cosa metérosla en la cabeza: vale que parece que lo más importante de lo que pasó fue la furia antioccidental. Pero no es así porque eso, en realidad, ya estaba ahí mucho antes, no ya de la caída de Sadam, incluso de la invasión de Kuwait. De lo que fue teatro Iraq fue del surgimiento de un enfrentamiento sectario aguas adentro del Islam como pocas veces se ha visto desde que El Profeta echó los dientes de leche.