miércoles, marzo 06, 2019

Después de Hitler (12: Friedeburg se hace el orejas)

Batallas anteriores:

El hundimiento
De Krebs a Demnin
El Brezal de Luneburgo
Patton


El Ejército alemán nunca creyó demasiado en la creación del llamado Ejército Ruso de Liberación y sólo la aceptó arrastrando el escroto. Vlasov hubo de reclutar a sus soldados entre los prisioneros de guerra rusos o los trabajadores forzados de la misma nacionalidad que habían sido trasladados a Alemania. La consecuencia de esta leva fue que una parte no desdeñable de sus fuerzas estuvo compuesta por soldados que habían tomado su alistamiento como una oportunidad de conveniencia, no por verdadera vocación de lucha contra el comunismo.

Aun con estas dificultades, Vlasov fue capaz de formar dos divisiones con relativa rapidez. El 10 de febrero de 1945, en Muesingen, el propio Vlasov y su segundo, el general Sergei Buyachenko, pudieron pasar revista a la primera de ellas. En abril, las tropas estaban ya desplegadas en el frente del Oder.

A mediados de abril, sin embargo, Buyachenko tomó la decisión que mover a sus tropas del frente del Oder, y dos semanas después estaban en Beroun, a unos veintipico kilómetros de Praga. Lo más importante, en todo caso, es que, para entonces, aquellas unidades habían dejado de creer en el sueño alemán, y en el apoyo que supuestamente les daba.

El 14 de abril, el Alto Mando alemán había ordenado a las tropas de Buyachenko que atacasen una posición excelentemente consolidada del Ejército Rojo en Francoforte del Oder. Se trataba de una acción de escaso valor bélico, movida, fundamentalmente, por la desconfianza. Los alemanes querían ver si los rusos antibolcheviques eran capaces de pagar con su sangre un enfrentamiento con otros rusos como ellos, cosa en la que no confiaban. Buyachenko protestó vivamente por la obligación, pero no consiguió nada.

La posición de Francoforte del Oder estaba defendida la CXIX brigada blindada soviética, al mando del mayor general Likhov. Estaba perfectamente defendida por artillería en todos sus flancos, por lo que la unidad de vlasovitas únicamente consiguió luchar durante cinco horas para nada, sufriendo bastantes bajas. Pasado ese tiempo, Buyachenko ordenó retirada a sus tropas y las sacó del teatro de operaciones; en realidad, las trasladó más allá de las líneas alemanas. Dejó 350 bajas tras de sí.

Las tropas rusas, por lo tanto, todavía pertenecían formalmente al Ejército alemán, pero estaban en abierta desobediencia respecto del mismo. A finales de abril nuestro ya conocido Ferdinand Schörner, jefe del Grupo de Ejércitos del Centro, decidió que tenía que hacer algo. Ordenó a los rusos que se desplazasen hacia Praga para converger ahí con sus propias fuerzas, que planeaban retirarse hacia el Oeste, es decir hacia la propia ciudad. El mayor Helmut Schwenninger, que era el enlace del mando alemán con las unidades vlasovitas, transmitió la orden, pero él mismo ya no estaba nada convencido de que Buyachenko fuese a cumplirla.

Aparentemente, el comandante de las tropas rusas estaba por la labor de mandar a los alemanes a freír chucrut; pero Vlasov, más político, consideraba que era necesario, cuando menos, mantener las formas un rato. El comandante en jefe de las divisiones rusas visitó a las tropas, y convenció a su general de no ir a una desobediencia total. Vlasov sabía bien que Schörner era un puto fanático, pero ponía sus esperanzas en que los rusos fuesen capaces de abrir elementos de diálogo con otros generales más presentables. Además, totalmente consciente del futuro que les esperaba a todos y cada uno de los miembros de sus unidades si finalmente caían en manos de los soviéticos, era consciente de que para el Ejército Ruso de Liberación resultaba fundamental permanecer en la obediencia, siquiera formal, del Ejército alemán para así poder llegar a negociar una rendición ante las tropas estadounidenses emplazadas en el frente checoslovaco. En otras palabras,Vlasov estaba ya moviéndose no para ganar, sino para no perder.

Schörner, sin embargo, estaba perdiendo la paciencia con aquellos rusos amarrateguis. Por lo tanto, el 2 de mayo firmó la orden de la disolución de las unidades rusas. Buyachenko, mucho más sanguíneo que su comandante en jefe (o, tal vez, mucho más cincelado por el día a día, pues al fin y al cabo Vlasov no tenía que dirigir las operaciones bélicas), se cogió un rebote de la leche, tras el cual rompió toda relación, no sólo con Schörner, sino con todos los generales alemanes en general. El Ejército Ruso de Liberación se había convertido en una unidad militar que iba absolutamente por libre. Vlasov, por supuesto, mantenía su estrategia anterior; pero no así Buyachenko quien, consciente de que ahora estaba en una tierra de nadie, decidió que lo mejor que podía hacer era dirigirse hacia Praga, como le habia conminado el mando alemán, pero no para unirse a las tropas germanas, sino para enfrentarse con ellas. Los rusos, pues, decidieron ponerse de parte de los rebeldes.

Para el jefe de las tropas vlasovitas, había más razones para tomar esa decisión. Personalmente él estaba convencido de que una rebelión en Praga tenía pocas posibilidades de cuajar por los recursos que todavía tenían los alemanes. Sin embargo, el 2 de mayo, precisamente coincidiendo con la salida de pata de banco de Schörner, algo había pasado. Un pequeño grupo de paracaidistas soviéticos que se había lanzado sobre Praga un mes antes para impulsar la rebelión de los checos, logró contactar con Buyachenko para sugerirle que se uniese al movimiento de guerrilla urbana. Francis Knecny, un checo que formaba parte de esta pequeña unidad, fue el que logró contactar con el general vlasovita.

Todas estas negociaciones se produjeron durante días hasta que, el 5 de mayo, con el conflicto mucho más maduro y los rebeldes en una situación realmente comprometida, el Comité Nacional Checo que se había formado en Praga tomó la decisión de invitar a las unidades de Vlasov a unirse a su rebelión. Fue un movimiento por su parte que explica claramente la desesperación, ya que en esas horas los checos se enfrentaban a su puro y simple exterminio por las SS. Pero no cabe duda de que era un movimiento bien complicado. Entre las fuerzas de Vlasov se encontraba la Brigada Kaminsky, formada por rusos que habían colaborado con los alemanes desde el principio de la agresión a la URSS, y que habían formado parte de algunas de las acciones más genocidas del ejército alemán dentro de la URSS.

A pesar de todas estas incongruencias, con las últimas luces de aquel 5 de mayo, Buyachenko elaboró una proclama, en la que daba un triple salto mortal al aseverar que nosotros, los luchadores contra el bolchevismo, no podemos ignorar la rebelión de los checoslovacos contra el nazismo. Y establecía una relación que, la verdad, décadas de intelectuales de salón tratarían de hacer desaparecer (eppur si muove...) al decir que La crueldad del nacionalsocialismo, que ha violado naciones y matado a millones de personas inocentes, ha seguido el mismo camino que el de la consolidación del bolchevismo en Rusia.

Con las primeras luces del 6 de mayo, la I división del Ejército Ruso de Liberación marchó hacia Praga. Al final de la tarde, Buyachenko ya había situado su plana mayor a las afueras de la ciudad, y había entablado contacto con los rebeldes. El comandante Arkhipov, uno de los mandos de los rusos, contactó con Kutlvasr, para estudiar las formas de colaboración.

Aquel 5 de mayo, sin embargo, Praga no era la palabra que más resonaba en los oídos del general Dwight Eisenhower. El jefe del SHAEF estaba mucho más implicado en el final de la guerra en sí que en operaciones concretas. En realidad, aquella mañana de lo que más pendientes estaban Ike y sus hombres era del tiempo. Hacía un día de perros, con nubes muy bajas y una gran inestabilidad en la atmósfera. El temor era que la cosa fuese tan jodida que hubiese que desviar a otro aeropuerto al avión que traía a los alemanes.

Y, efectivamente, ocurrió. En las primeras horas de la tarde, todo el mundo que estaba trabajando para fabricar una ceremonia de rendición acorde con la magnitud de ésta supo que el avión con la delegación alemana había tenido que desviarse a Bruselas, desde donde se desplazaría a Reims por carretera. Se los esperaba para las cinco de la tarde o así.

Eisenhower había elegido para la rendición la llamada Sala de Guerra, donde él solía reunirse con sus generales. Era el edificio de una escuela, y la sala tenía las paredes tapizadas con los inevitables mapas de los frentes. Asimismo, también tenía una especie de termómetro, repleto de esvásticas, donde se reflejaba el número de prisioneros de guerra alemanes. Las antesalas de la propia Sala estaban petadas de fotógrafos de prensa

La llegada de los alemanes, sin embargo, enfrió bastante los ánimos. Nada más llegar a Reims, el almirante Georg von Friedeburg anunció que la única autoridad que le había sido conferida era para discutir los términos de la rendición, pero no para firmarla; además, se excusó diciendo que carecía de medios para contactar con Dönitz en Flensburgo. En otras palabra, vino a decir: vosotros me contáis lo que queréis, yo me piro, habló con mi jefe, y ya os iré diciendo.

Este anuncio cogió a los estadounidenses y británicos por sorpresa, ya que ellos lo que habían hecho, en las últimas horas, había sido redactar a pelo puta una declaración de rendición con la convicción de que los alemanes del avión la podrían firmar. En total, no llevaban ni dos días con ello. John Counsell, un militar adscrito a la sección histórica del SHAEF, había sugerido que no se usase el llamado Instrument of Surrender, esto es, las instrucciones para rendición que habían sido pactadas por estadounidenses, británicos y soviéticos, dado que sólo se trataba de un borrador y, además, no incluía algunas de las correcciones que los franceses habían propuesto. En lugar de eso, propuso un documento relativamente simple, en buena medida tomado del firmado por las tropas alemanas en Italia, que fue bautizado como Act of Military Surrender. Eso sí, era un documento que los soviéticos, claro, no habían visto nunca.

A pesar de este problema, que era una especie de desaire hacia Moscú, el Mando Supremo Aliado adoptó el documento inspirado por Counsell. Y los miembros del SHAEF tendrían, en el futuro, que dar muchas explicaciones sobre esta decisión, la verdad bastante controvertida. Llegaron a decir que es que se habían olvidado de la existencia del borrador previo pactado por las potencias.

El problema, sin embargo, eran ahora las tácticas de diversión que, a todas luces, estaba intentando Von Friedeburg. El general Walter Bedell Smith, jefe de Estado Mayor de Eisenhower, no se tomó las palabras del alemán muy bien, y le respondió, categórico: “los alemanes son nuestros enemigos, y seguirán siéndolo mientras no se rindan”; y añadió que tenía el almirante donde elegir: o conseguía que Dönitz le diese plenos poderes, o entonces de Flensburgo tendría que llegar, ya, alguien con ese poder. Los americanos, además, consiguieron rápidamente establecer un punto de conexión con Flensburgo, buscando acorralar a Friedeburg en sus chorradas.

Conforme presionaban a los alemanes, los hombres del staff de Eisenhower cortejaban con información al general Iván Susloparov. Susloparov era el jefe de la misión sovietica de enlace con los ejércitos aliados occidentales y con Francia. Era un viejo bolchevique, puesto que había luchado ya por el bando leninista durante la guerra civil rusa. En 1939 había sido enviado a París como representante militar soviético, con mando en la red de inteligencia en Europa occidental. Tras luchar contra los alemanes después de la invasión de la URSS por éstos, cuando se liberó París regresó a la capital francesa.

George Bailey, un miembro de la sección de inteligencia del SHAEF, era el principal contacto de Susloparov para el día a día. Él solía ser el mensajero que le llevaba las comunicaciones que Bedell Smith le daba para el oficial de enlace soviético a su habitación del Hôtel Lion d'Or, no muy lejos del cuartel general de Ike. El comandante en jefe de los aliados quería que los soviéticos tuviesen claro que nunca iba a aceptar una rendición parcial sólo de los frentes occidentales. Además de enviar a Bailey al hotel las veces que fueron necesarias, el futuro presidente de los Estados Unidos también mantenía una comunicación permanente con Antonov, jefe de Estado Mayor del Ejército Rojo. El día 4 de mayo le había informado puntualmente del acto del Brezal de Luneburgo. Asimismo, también le informó de la previsión de visita turística de Friedeburg el día 5. Le dijo que había informado a los alemanes de que no podría producirse, en ningún caso, una rendición parcial de los frentes; y preguntaba al Alto Mando soviético si estaba de acuerdo con este planteamiento. Añadía que, para poder salvar cuantas más vidas mejor, consideraba que esta rendición debería producirse lo antes posible.

Pero, aun así, como sabía muy bien el terreno que pisaba, le decía a los soviéticos que esperaría hasta conocer su opinión para seguir adelante.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario