Los inicios de un tipo listo
Sindona
Calvi se hace grande, y Sindona pequeño
A rey muerto, rey puesto
Comienza el trile
Nunca dejes tirado a un mafioso
Las edificantes acciones del socio del Espíritu Santo
Gelli
El hombre siempre pendiente del dólar
Las listas de Arezzo
En el maco
El comodín del Vaticano
El metesaca De Benedetti
El Hundimiento
Ride like the wind
Dios aparece en la ecuación
La historia detrás de la historia
No sabemos a ciencia cierta si Roberto Calvi le concedió el
súper préstamo al Grupo Rizolli de buena gana o arrastrando el escroto.
Probablemente, fue uno de esos favores que Gelli pedía, y que el apelado sabía
que tenía que cumplir. El masón, sin embargo, supo ser generoso con el banquero
de Milán y, más que probablemente, le influyó notablemente a la hora de diseñar
su estrategia de expansión. Pues sólo a las ideas de Gelli, y sus contactos,
puede atribuirse el hecho de que Roberto Calvi, para extrañeza de sus propios
empleados, no mostrase ningún interés por expandirse por mercados
internacionales como Londres o los Estados Unidos. Su extraña apuesta, que
también estaba siendo la de Gelli, fue Latinoamérica.
Que la estrategia de Calvi estaba dictada por Gelli lo
demuestra el hecho de que la primera inversión del Ambrosiano en la zona fuese
comprar el 5,5% de las acciones de Bafisud, el banco de Umberto Ortolani. Lo
hizo en 1976, pero pronto se fijó en otro objetivo: Nicaragua.
Nicaragua era una dictadura militar al frente de la cual se
encontraba Anastasio Tacho Somoza, un
hombre profundamente corrupto que se lo llevó calentito cuando se produjo la
ola de solidaridad internacional tras el violentísimo terremoto de 1972 en su
país. Calvi le solicitó autorización para abrir en el país una subsidiaria de
su banco caribeño, y Somoza no sólo le dio autorización, sino que extendió
sendos pasaportes nicaragüenses para Calvi y su mujer. Comenzó a funcionar el
29 de septiembre de 1977, con el nombre Ambrosiano Group Banco Comercial. Desde
ese banco, Calvi comenzó su conocida actividad de dar préstamos a oscuras
sociedades fantasma.
El siguiente país en que se fijó Calvi fue Perú, en ese
momento ávido de inversiones extranjeras. La sangre ya la había olido antes
Gelli, que fue quien le sirvió de cicerone. El Ambrosiano entró en Perú a
través de una participada, la Central American Service, que consiguió una
concesión para realizar prospecciones mineras y petrolíferas en Madre de Dios.
En 1978, como es bien sabido, el chollo con Somoza se acabó
por la guerra civil en el país, lo que obligó a Calvi a buscarse otro headquarters. Se decidió por Perú. A
comienzos de 1979, Calvi se presentó ante Javier Silva Ruete, en ese momento
ministro de Hacienda, de quien obtuvo el permiso para conseguir ficha bancaria
en el país. En octubre, el Banco Ambrosiano Andino abría sus puertas, heredando
las operaciones de Nicaragua.
Calvi montó toda una operación de propaganda con el
Ambrosiano Andino que, decía, era un proyecto en el que participaban otros
bancos del área. En realidad, era mentira. El Banco de la Nación, institución
pública peruana, era efectivamente accionista de la entidad; pero era el mismo
Ambrosiano Andino el que le había prestado el dinero para adquirir los títulos.
En 1980, el Banco Ambrosiano inauguró a lo grande su banco
en Argentina. Edificio imponente, sede impresionante, y una campaña de prensa
de todas las publicaciones del Grupo Abril afirmando que el Banco Ambrosiano de
América del Sur iba a ser la pera limonera. El grupo de empresas editoriales
Abril había sido adquirido por Rizzoli. Hoy por ti…
La capacidad de influencia de Gelli en Argentina se hizo
evidente en el hecho de que, si bien los anteriores países en los que el
Ambrosiano había sentado reales le habían dado ficha de banco extranjero, en
Argentina la consiguió, sin embargo, de banco local; autorizado, por lo tanto,
a realizar operaciones en el mercado interior. El Ambrosiano de América del Sur
fue un proyecto tanto de Gelli como de Calvi; sin ir más lejos, el almirante
Massera, cuando se retiró de la Junta Militar, ocupó un lujoso despacho en el
edificio. Licio nunca dejaba tirados a sus amigos, y sus amigos nunca lo
dejaban tirado a él.
Durante todo ese tiempo de expansión, había un dado
fundamental que Roberto Calvi había vigilado casi día a día, como si fuera la
temperatura de un hijo enfermo: la cotización entre el dólar y la lira.
Expliquémonos. El Ambrosiano era un banco italiano. Esto
quiere decir que sus acciones rendían dividendos en liras y cotizaban en liras.
Sin embargo, puesto que el tráfico de préstamos que servían para comprar esas
acciones, para crear autocartera lejos de los ojos de las autoridades, se
negociaba por empresas fantasma situadas en paraísos fiscales, se trataba de
operaciones denominadas en dólares. Esto quiere decir que, sucintamente, el
Ambrosiano estaba haciendo compras de sus propias acciones en una moneda, pero
las apalancaba en otra. Si el dólar, por la razón que fuese, se revalorizaba en
exceso frente a la lira, entonces ni la evolución de la acción, ni los
dividendos, ni nada, serían capaces de superar el incremento del coste de los
préstamos; y, puesto que esas sociedades eran cáscaras vacías, a las mismas no
les quedaba otra para poder devolver los préstamos que adquirir nuevos
préstamos; eso, o que los prestamistas aflorasen las operaciones como fallidas,
con el riesgo inherente a que se descubriese todo el pastel (en el caso de que
el prestamista hubiera sido el Ambrosiano, de hecho, se habría descubierto que
el banco tenía un crédito fallido contra una empresa que le había pedido el
dinero para comprar acciones del propio banco y en nombre del propio banco).
Ante estas situaciones, Calvi acudía a Gelli para que le
sirviese de escudo, sobre todo mediante sus amistades en el sistema judicial italiano,
crecientemente mosqueado con las acciones del banquero. Gelli, sin embargo, no
daba nada gratis. Obviamente, si le hacía un favor a un banquero, su aspiración
lógica era que ese banquero respondiese a la confianza abriendo la mano de los
préstamos con determinados clientes. De esta manera, Calvi terminaba tapando
préstamos muy dudosos haciendo otros préstamos asimismo dudosos, en este caso a
los amigos de la P2. Eso lo colocaba en mayor riesgo de ser descubierto, lo que
le impelía a buscar protección. Y vuelta la burra al trigo.
Un día, Amadeo Ortolani, que sólo necesitó su apellido para
pisar moqueta durante su visita al Ambrosiano, solicitó un préstamo para
financiar la actividad de la Voxson, una empresa de fabricación de televisores y radios que poseía (Amadeo, por cierto, sería secuestrado poco después; la interesantísima historia de la Voxson la puedes leer aquí). El departamento de riesgos del banco dijo que aquella operación no
había por dónde cogerla; pero Calvi firmó el préstamo.
Asimismo, Calvi se convirtió en el financiero de cabecera de
otro conspicuo miembro de la P2, el empresario Mario Genghini. Es posible, en
todo caso, que a Genghini lo conociese de antes, porque había realizado
importantes inversiones en la Nicaragua de Somoza en la misma época que el
propio Calvi. Genghini se metió en un proyecto de construcción en Arabia
Saudita. Allí le tangaron bien y perdió hasta la camisa. Desesperado, pidió un
préstamo de cinco millones de dólares, y el departamento correspondiente del banco
lo echó a patadas porque no podía presentar ningún aval. Entonces Genghini se
fue a ver a Calvi. Le prestaron 20 millones de dólares. En 1981, cuando el
emporio Genghini se fue a la mierda y el empresario tuvo que huir de Italia,
tenía un descubierto con el Ambrosiano de 100 millones de dólares.
En las últimas semanas de 1979, el montaje del Ambrosiano y
sus sociedades fantasma entró en pánico. Gobernaba en Estados Unidos Jimmy
Carter, presidente sometido a muchas críticas desde muchos flancos, entre ellos
el económico. En este terreno, la inflación en el país estaba desbocada y el
dólar se mostraba muy débil. En octubre, Carter anunció un severo plan contra
la inflación y en favor del dólar; un plan muy creíble que desató la reacción
de los mercados. La Reserva Federal disparó los tipos de interés, la deuda en
dólares se convirtió en activo de gran interés, y la moneda se disparó.
Calvi necesitaba un mirlo blanco que le prestase toda la
pastizara que necesitaba para tapar sus vergüenzas. Y sólo había un hombre que
lo podía cazar para él: Licio Gelli.
El Ente Nazionale Idrocarburi o ENI era la petrolífera
pública italiana. Se trataba de un conglomerado fundamentalmente industrial
dedicado a temas energéticos. Pero, en ese momento, lo que era, por encima de
todo, era una perla que sudaba cash flow por todos sus poros, al ser miembro de
un mercado como el del petróleo, que en ese momento estaba como estaba. Una de
las cosas que, repentinamente, comenzó a hacer el ENI con ese dinero que le
sobraba (bueno, el dinero nunca sobra, pero ya nos entendemos) fue hacerle
préstamos al Banco Ambrosiano. Sí, ya sé: un conglomerado industrial prestando
a un banco es el mundo al revés. Pero es que Italia es el mundo al revés.
Claro que todo tiene su explicación. En el verano de 1979,
el presidente de ENI, Giorgio Mazzanti, un cargo político, anunció un acuerdo
en Arabia Saudí para importar petróleo. Durante tres años. El partner del
acuerdo, lógicamente, era Petromin, la petrolera pública de la familia Al Saud.
En un mercado en el que, según diversos testimonios, era un escándalo pagar una
comisión superior al 2% por intermediar una operación así, el ENI pagó una
comisión del 7%, con destino en una empresa panameña sin dueños conocidos. Eran
100 millones de dólares del ala. La Prensa empezó a dar por culo, y pronto
aparecieron los indicios de que todo ese dinero había terminado en manos de
importantes políticos italianos.
En octubre de 1979, estando en Viena en una reunión de la
OPEP, a Mazzanti le dijeron que un señor llamado Licio Gelli quería verlo. Mazzanti
se negó pero, finalmente, tuvo que acceder a la reunión en el Excelsior cuando
volvió a Roma. Allí, en el hotel, Gelli le enseñó un dosier titulado Arabia
Saudí. En esos papeles se describía la operación ENI/Petromin, con una
precisión que ya la quisieran para sí los periodistas que la investigaron. En
noviembre, Mazzanti se afilió a la P2 y, tiempo después, comenzó a ayudar al
Ambrosiano.
Otra entidad que prestó a Calvi fue la Banca Nazionale del
Lavoro, de titularidad pública. Su director general, Alberto Ferrari, era un P2
desde 1975.
La red estaba bien tejida. Por ejemplo, Pierre Siegenthaler,
presidente del Banco Ambrosiano Overseas, estaba sentado también en el consejo
de administración de Tradinvest, un banco caribeño propiedad de ENI que fue uno
de los vehículos preferidos de la petrolera para prestarle dinero al
Ambrosiano. Asimismo, Siegenthaler era miembro del consejo de administración de
Bafisud, el negociete de los Ortolani.
Por lo tanto, Gelli había montado una tupida red de relaciones
de negocios entre la Banca Nazionale del Lavoro, la ENI y el Banco Ambrosiano.
Pero, claro, dos de estos actores eran de propiedad pública, lo cual quiere
decir que alguien tenía que estar en la movida desde el mundo político. Ese
alguien, en ese momento, ya no podía ser sólo la Democracia Cristiana, porque
la DC no podía mandar por sí sola como en los tiempos de la posguerra. El gran
muñidor de esos acuerdos fue la formación que se prestaba a dar algo parecido a
la estabilidad al sistema político italiano: el Partido Socialista. El mismo
que había nombrado a Mazzanti. El Partido que fue de Bettino Craxi, que es un señor que sale en esta foto con Giulio Andreotti (¿tengo mala leche? Sí, tal vez una poca...)
¡HOla! Sigo sorprendido opr la cantidad de bancos y otras empresas púbicas de Italia...
ResponderBorrarBueno, que las empresas de petróleo e hidrocarburos sean públicas es un clásico. En España, Repsol fue durante muchos años la ENP (Empresa Nacional del Petróleo). Y la banca pública tiene mucha solera.
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