Un proyecto imperialista
Por qué ser un alcmeónida no era ningún chollo
Xántipo, Micala y el coleguita Leotícides
Cimón
¿Por qué los lacedemonios, que la verdad es que han pasado a la
Historia más por ser tercos de narices y poco dados a los cambios de
opinión, tomaron una decisión tan extrañamente diferente sobre los
atenienses? Pues la verdad es que, en esto, como en otras muchérrimas
cosas que ocurrieron en aquellos tiempos de la Historia del mundo,
tenemos apenas unos pocos datos y un mucho de especulación. Quizá
lo más sólido que se puede decir es que algo tuvo que pasar poco
después de que los hoplitas saliesen de la ciudad camino de Esparta
que hizo que éstos se mosqueasen.
Lo más probable es
que Efialtes y sus amigos propagandistas del nuevo imperialismo
ateniense se coscaran de que, en realidad, que Cimón abandonase la
ciudad les daba una oportunidad. Como ya he dicho anteriormente,
Cimón contaba con la gran ventaja de que era un militar, lo cual le
liberaba de algunas de las limitaciones de la democracia clisténica.
Sin embargo, algún otro aspecto había que no le favorecía
demasiado; como, por ejemplo, el hecho de que Atenas no lo necesitaba
para legislar. Efialtes, consciente de ello, en cuanto el culo de los
hoplitas se perdió de la vista de la ciudad, comenzó a maquinar la
posibilidad de reunir a la asamblea de los atenienses y convencerlos
de aprobar nuevas leyes. En este punto, el activo propagandista
aprovechaba otro agujero constitucional ateniense, pues no existía
ninguna restricción legal a la posibilidad de que la asamblea
ateniense, que además operaba por mayoría simple, se pudiera reunir
incluso cuando una parte relevante de la misma no podía acudir por
estar movilizada. La verdad, teniendo en cuenta que la existencia de
Atenas en aquellos tiempos se puede resumir fácilmente como una
guerra continuada que, de cuando en cuando, se veía interrumpida por
extraños periodos de paz (forma parte de la descompresión
del ciudadano contemporáneo que trata de acercarse a la Antigüedad
entender esto; si no se entiende esto, no se entenderá la
Antigüedad); la verdad, digo, Atenas no podía regularse de otra
manera que no fuese ésta, pues caso contrario nunca podría convocar
asambleas.
Resulta probable
que Efialtes, al convocar a los atenienses que no estaban en guerra a
su asamblea, fuese quien les convenciese de que Atenas tenía sus
intereses mejor guardados en compañía de tesalios y argivos, en
lugar de los sucios espartanos. Pero un cambio así era algo
evidentísimo y, por lo tanto, es imposible que no se enterasen también los
espartanos que, al fin y al cabo, tenían terminales y corresponsales
hasta en Lepe. A lo que hay que unir que, muy especialmente, la
convergencia entre Atenas y Argos era una noticia muy, muy mala para
los lacedemonios, puesto que Argos era el otro poder
tradicional en el Peloponeso. Algunos estudiosos de la cosa sugieren
que, en este entorno de cosas, tal vez los espartanos lo que hicieron
no fue exactamente decirle a los atenienses que no querían verlos
por allí, sino que lo que pasó es que le contaron a Cimón lo que
estaba pasando en su queli, y fue el propio Cimón el que se rebotó
y decidió regresar a Atenas con todo lo gordo.
El bravo general
millonario, sin embargo, cometió el error de no haberse informado
primero. Este tipo de movidas siempre las ganan los espías, porque
quien tiene mejor información es quien casi siempre se lleva el gato
al agua. Si Cimón no hubiese estado, cuando menos en mi concepción
de las cosas, cegado por lo relativamente bien que le había salido
todo hasta entonces, tal vez se habría parado un rato a pensar y a
recabar información. Si hubiera hecho eso, le habría dado tiempo
para aprender que las cosas en Atenas habían cambiado de forma
radical. Cualquiera que sea la razón por la que los atenienses
habían decidido regresar tras su expedición espartana, lo cierto es
que el pueblo de Atenas, probablemente influido por las noticias
manipuladas que les llegaban por los perfiles de Facebook adecuados
(el de Efialtes y sus coleguitas), estaba convencido de que aquél
gesto había sido un insulto por parte de los espartanos. Las dos
ciudades aliadas contra los persas, ¡y de repente rechazan nuestras
tropas! ¿Qué se habrán creído?
Efialtes, con toda
probabilidad, aprovechó además, literalmente, que el Pisuerga pasa
por Valladolid. Pues, ante una asamblea que estaba malquista con
Cimón y todos los proespartanos por considerar a los lacedemonios
unos estirados de cojones, amigos sólo de sí mismos, logró que
también le votasen una serie de reformas legislativas generales, de
corte liberal, que claramente enmendaban la plana del tipo de
gobierno que siempre había propugnado Cimón, de corte mucho más
conservador. Por lo que nos cuenta Aristóteles, que tampoco es gran
cosa, parece ser que Efialtes actuó en contra de los poderes del
Aerópago. Este órgano estaba formado por los antiguos magistrados
de la ciudad, los llamados arcontes, todos ellos pijos, y ahora vio
cómo muchos de los poderes que tenía se le transferían a otros
órganos del Estado, normalmente bajo el poder de la gente corriente.
Todo parece
indicar, por ejemplo, que entre las funciones del Areópago se
encontraba una especie de tribunal de cuentas, si bien con mayores
atribuciones. El Areópago estaba presente en el nombramiento de
cargos públicos, y también auditaba su labor una vez que la habían
abandonado. Este proceso, aparentemente, pasó a ser asumido por
jurados formados por ciudadanos normales. Asimismo, hay bastante más
que pistas de que determinados casos judiciales importantes, como el
asesinato, que hasta entonces asumía el Areópago, pasaron a salas
judiciales (so to speak) formadas por atenienses menos ricos.
En esencia, todo
parece indicar que una de las principales reformas introducidas por
Efialtes tiene que ver con la democratización de la Justicia,
haciendo que los ciudadanos de a pie tuviesen un papel en la misma
que hasta el momento no tenían. Esto, unido a la regulación
introducida por Clístenes al crear el llamado Consejo de los 500, en
el que entraba la misma gente por sorteo, nos dice que en apenas unas
décadas la participación del pueblo llano en los asuntos de Atenas
creció exponencialmente.
Aquéllos de
vosotros que conozcáis, por ejemplo, la Historia de Europa en el
siglo XIX, por ejemplo en España, sabréis que uno de sus ejes
identificativos es la lucha en pro de los jurados populares. Esta
institución, que resulta ser un coñazo para el que le toca, es, sin
embargo, uno de los pilares de la democracia. Porque la democracia,
como bien decía Aristóteles, no existe salvo en el caso de que ese
demos que ejerce el kratos, además de votar y todo
eso, tiene el poder de evitar que la Justicia caiga en manos de unos
pocos, que la mangoneen a gusto. La democracia, en la visión
aristotélica como en la juandejuánica, reside en el Congreso, sí;
pero reside, en una mayor proporción, en el Tribunal Supremo.
Efialtes, con sus
reformas, colocó la democracia ateniense más o menos en la
formulación clásica que se suele estudiar en los manuales
escolares. Otra injusticia más, pues todo el mundo se acuerda de
Pericles, unos pocos de Clístenes, pero menos aun de este Efialtes
que tuvo la inteligencia de buscar un hueco en el tráfico para
colarse.
Cimón,
probablemente, cuando llegó a Atenas se creyó que podía revertir
aquellas reformas con la pipa el coño, pero se encontró con que su
estrella, definitivamente, se había apagado: el pueblo de Atenas
votó su ostracismo.
Todo el asunto
efiáltico, en todo caso, nos sugiere que en Atenas tenía que haber
un bullebulle bastante potente, del que la verdad poco sabemos,
respecto sobre todo del funcionamiento del Areópago y la forma
entiendo que muy personalista que tenía de resolver los asuntos de
todos. Hemos visto a Cimón democratizando en todo lo posible los
éxitos imperialistas de Atenas, regalándole a los ciudadanos más
pobres tierras de labor, comidas gratis y toda la pesca;
probablemente, el propio general y político percibía que había que
hacer todo eso para que el personal no se rebotase en exceso.
Como supongo que no
se os escapará, en el momento en que Cimón fue exiliado de Atenas,
todo estaba de cara para que la ciudad comenzase un periodo largo de
gobierno e influencia por parte de Efialtes. Sin embargo, no fue así.
Muy poco después de las grandes victorias políticas del orador, un
hombre de Tanagra, una ciudad situada en Beocia (norte del África Ática),
se lo cargó, en un magnicidio del que apenas sabemos lo que aquí ha
quedado escrito.
Para la discusión
entre helenólogos siempre quedará la cuestión de si Pericles tuvo
algo que ver en el tema del asesinato. Ciertamente, esto se dijo en
fuentes griegas, pero no en las estrictamente contemporáneas, por lo
que estas cosas hay que cogerlas con pinzas. La trayectoria política
de Pericles hace pensar que no pudo ser otra cosa que un partidario
de las reformas de Efialtes; pero esto, la verdad, tampoco lo descarta
del todo. En mi opinión, el principal argumento a favor de la teoría
de que el hijo de Xántipo pudo tener algo que ver en la muerte de
Efialtes es que le vino de coña. Sin embargo, no olvidemos que le
vino de coña a largo plazo, pero no inmediatamente tras los sucesos;
esto matiza bastante el argumento qui prodest?
Lo que sí sabemos,
más o menos, es que allá por el año 458 Pericles habría
conseguido situarse muy bien dentro de la, digamos, facción
progresista ateniense. Esta afirmación es sostenida por diversos
estudiosos basándose en una fuente indirecta: la obra Eumenides,
estrenada aquel año por Esquilo, cerrando su trilogía sobre Orestes
el medio pollas (esto último es cosecha mía).
El teatro griego, y
muy especialmente la tragedia, tiene dos planos. Por un lado está el
tratamiento de los miedos, alegrías, dudas y certezas eternas del
ser humano, que es la parte que quienes hoy todavía leemos esas
obras podemos disfrutar; y, por otra parte, están los guiños a los
atenienses del momento, que apenas podemos captar porque nuestra
información es muy limitada. Lo mismo hizo Shakespeare, cuyas obras
de teatro muchas veces contienen elementos relacionados con lo que
estaba pasando en cada momento en Inglaterra; pero esto lo podemos
rastrear mejor, porque tenemos más información.
En el caso griego,
apenas podemos imaginar. Pero eso, entre otras cosas, es lo que hace
la Historia Antigua tan bonita.
Ya
sabéis, más o menos, cuál es el centro de la trilogía de Esquilo.
Clitemnestra, mujer de Agamenón, se lo apiola, y entonces Orestes,
hijo de ambos, se la apiola a ella, para luego tirarse un montón de
versos tratando de buscar el perdón para su crimen. Sin embargo,
siendo Agamenón el rey de Micenas, la tragedia de Esquilo transcurre
en Argos; un curioso cambio de ubicación que le sirve para describir
en la obra una mítica alianza entre atenienses y argivos.
Claramente, cuando menos para mí, aquí Esquilo estaba haciendo
política antiespartana. Y, más aun, cuando en la tercera toma de la
trilogía aparecen escenas claramente inspiradas en la formación del
Areópago ateniense, parece claro que el autor estaba mandándole
algún tipo de mensaje a su público, aunque cuando menos yo no tengo
claro cuál. Por último, y esto es lo que más ha intrigado a los
scholars, cuando menos en mi nivel de conocimiento, la
Eumenides está especialmente dedicada a defender la idea de
que la herencia femenina (esto es, la mancha que pesa sobre Orestes
porque su madre era una maridocida) no tiene importancia. Qué
casualidad este argumento, en un momento en el que muchos estudiosos
sospechan que Pericles, que portaba la mancha de tener una madre
alcmeónida, estaba ascendiendo en la política. Esto es lo que
ha hecho a algunos expertos pensar que Esquilo, en realidad, escribió
aquella obra para alimentar las posibilidades políticas de Pericles
en Atenas.
Esta
tesis es enormemente atractiva y sugiere, en mi opinión que, allá
por el 458, tras todo lo que había pasado en apenas cinco años de
nada, Atenas se encontraba tal vez dividida entre quienes querían
mantener una situación en la que la mayor parte de las luchas y las
decisiones políticas se producía en el ámbito interno; y quienes
pensaban que lo que había era que actuar en el exterior,
perfeccionando la alianza con Argos y preparándose para una
competencia con Esparta que cada vez se quería ver más cercana.
Para mí es claro que el partido progresista, que pronto encontraría
en Pericles a su buen líder, consideraba que la discusión interna
estaba ya bastante terminada, y que había que ponerse manos a la
obra con la grandeza de Atenas. Esquilo, probable miembro de esta
tendencia, no hizo sino escribir una de sus obras de teatro, en la
que intentaba decirle eso mismo a los atenienses: ya hemos hecho,
tíos; ahora es el momento de dejar hacer.
Tanagra, una ciudad situada en Beocia (norte de África??)
ResponderBorrarMe parece que ahí se ha dado un lapsus linguae entre África y Ática.
BorrarCorrecto. De hecho, viene bien el comentario, porque creía que lo había corregido.
BorrarCon decir que era una trampa para los niños de la ESO que se dedican a copiar y pegar hubiera pasado. ;-D
Borrar:-D de ésas pongo muchas. Cada vez más, de hecho.
Borrar