“¡Es precioso, precioso!”
Jefe militar
La caída de Zhu De
Sólo las mujeres son capaces de amar en el odio
El ensayo pre maoísta de Jiangxi
Japón trae el Estado comunista chino
Ese cabronazo de Chou En Lai
Huida de Ruijin
Los verdaderos motivos de la Larga Marcha
Tucheng y Maotai (dos batallas de las que casi nadie te hablará)
Las mentiras del puente Dadu
La huida mentirosa
El Joven Mariscal
El peor enemigo del mundo
Entente comunista-nacionalista
El general Tres Zetas
Los peores momentos son, en el fondo, los mejores
Peng De Huai, ese cabrón
Xiang Ying, un problema menos
Que ataque tu puta madre, camarada
Tres muertos de mierda
Wang Ming
Poderoso y rico
Guerra civil
El amigo americano
La victoria de los topos
En el poder
Desperately seeking Stalin
De Viet Nam a Corea
El laberinto coreano
La guerra de la sopa de agujas de pino
Quiero La Bomba
A mamar marxismo, Gao Gang
El marxismo es así de duro
A mí la muerte me importa un cojón
La Campaña de los Cien Ñordos
El Gran Salto De Los Huevos
38 millones
La caída de Peng
¿Por qué no llevas la momia de Stalin, si tanto te gusta?
La argucia de Liu Shao Chi
Ni Khruschev, ni Mao
El fracaso internacional
El momento de Lin Biao
La revolución anticultural
El final de Liu Shao, y de Guang Mei
Consolidando un nuevo poder
Enemigos para siempre means you’ll always be my foe
La hora de la debilidad
El líder mundial olvidado
El año que negociamos peligrosamente
O lo paras, o lo paro
A modo de epílogo
Con cuatro meses de tregua, los comunistas pudieron reconstruir su tropa de unos 200.000 efectivos en Manchuria. En un proceso paralelo, los soviéticos abrieron hasta 16 instituciones militares nuevas, y aceleraron las transferencias de armas al PCC, además de decenas de miles de prisioneros de guerra japoneses bajo su control. Esto fue fundamental; entre otras cosas, la fuerza aérea del Ejército Rojo fue creada por un japonés, con instructores japoneses. A eso hay que unir unos 200.000 soldados coreanos provistos por Corea del Norte. Con todo, probablemente el principal servicio que hicieron los soviéticos por los comunistas chinos fue mantener funcionando la línea férrea. Los soviéticos mantuvieron su ayuda, la de los coreanos y la de los mongoles en estricto secreto; aunque tampoco tenían que esforzarse mucho, puesto que el general Marshall no parece una persona capaz de percatarse de que pasa algo raro ni aunque Godzilla lo estuviese violando analmente.
Mao quería pagar por dicha ayuda. Los soviéticos no querían cobrar. Como se le había acabado el chollo de la droga, la única forma que tenían los chinos de pagar era con comida, y la URSS no quería recibirla para mantener la moral de la China comunista. Mao, sin embargo, insistió a través de un enviado suyo, Liu Ya Lou, quien acabó convenciendo a los soviéticos. Consiguientemente, el PCC comenzó a pagar con comida. Esto no supuso que los comunistas chinos pasaran hambre. Pero sí provocó la hambruna entre los chinos a secas que tuvieron la desgracia de estar mamando marxismo. En Yenan, por ejemplo, los comunistas admitieron 10.000 muertes de hambre en 1947. A saber cuántas fueron.
En el momento en que el membrillo Marshall provocó el alto el fuego en Manchuria, el Kuomintang tenía 4,3 millones de tropas, por 1,3 millones los comunistas. Con esas tropas, fuera del alto el fuego en Manchuria, Chiang logró echar a los comunistas de la única ciudad importante que controlaban fuera de Manchuria, Zhangjiakou, en octubre de 1946. Más al sur, el Yangtze fue virtualmente barrido de comunistas. Chiang reinstaló su capital en Nanjing.
El alto el fuego terminó en octubre de 1946. Pero para entonces los nacionalistas ya no fueron capaces de romper las defensas comunistas. Seis meses después, en la primavera de 1947, la base comunista en el norte de Manchuria era inexpugnable. En enero, Marshall había dejado China, y con él, por así decirlo, se habían marchado los Estados Unidos. En los meses por venir, desde Washington acabarían por ayudar a Chiang Kai Shek, y de hecho siguieron haciéndolo después de que fuese barrido de la China continental. Pero el mal ya estaba hecho aunque, la verdad, es bastante complicadillo encontrar a un estadounidense que lo reconozca.
A principios de 1947, cuando se resignó a la idea de que los comunistas ya no podrían ser barridos de Manchuria, Chiang Kai Shek decidió que necesitaba una victoria pintona que sirviese para mejorar la moral de su bando; y pensó en tomar Yenan. Decidió encargarle la tarea a un general en el que tenía una confianza total: Hu Tsung Nan, preceptor de Weigo, el hijo adoptado del Generalísimo.
Chiang, sin embargo, habría hecho mejor en no confiar tanto en Hu. La historiografía seria, sólo por casualidad hecha, alguna veces, por licenciados en Historia, ha ido demostrando, con el tiempo, que Hu Tsung Nan era una célula durmiente comunista. Su carrera había empezado en 1924 en la academia militar nacionalista de Whampoa; academia que, no se olvide, habían levantado los soviéticos.
En Whampoa, Hu fue amigo del alma de un tal Hu Kung Mien, un hombre que, con los años, fue reconocido por el gobierno de Pekín como un agente comunista. De hecho, durante la guerra mundial y la teórica colaboración entre nacionalistas y comunistas, Hu Tsung, que estaba al sur de Yenan y debía contactar regularmente con Mao, escogió a Hu Kung como oficial de enlace con el líder comunista. Tras salir de la academia, el general Hu Tsung labró amistad con el jefe de la inteligencia nacionalista, Tai Li, quien de hecho arregló el matrimonio del general. Su amistad se hizo tan estrecha que Tai hizo enviar los informes de inteligencia que recibía con copia a Hu; motivo por el cual, inmediatamente, todos aquellos informes que pudieron sugerir que el general podía estar siendo infiel a la causa nacionalista, desaparecían por el camino.
El general Hu Tsung estuvo veinte años sin dar la más mínima señal de ser un comunista, hasta 1947, cuando se le encargó la invasión de Yenan. La primera persona que supo el nombramiento fue el propio Hu; la segunda fue Mao y Mao, inmediatamente, ordenó la evacuación de la ciudad. Así las cosas, el 18 de marzo, Hu tomó una ciudad fantasma. Mao, Chou y Madame Mao huyeron hacia el norte. En su huida, Mao se detuvo en un lugar llamado Qinghuabian, un lugar agreste que había sido violentado por unas lluvias recientes. Allí, Mao y Chou se bajaron del coche y estuvieron un rato señalando diversos lugares, aunque nadie sabe lo que hablaron. Será casualidad, pero pocos días después, el 25 de marzo, 3.000 soldados nacionalistas fueron víctimas de una emboscada allí mismo. 3.000 soldados contra 20.000 comunistas, obedeciendo las órdenes del general Hu de tomar precisamente aquella carretera. Casi todos murieron.
Tres semanas después, el 14 de abril, Mao consiguió otra victoria muy parecida en Yangmahe. 5.000 bajas nacionalistas, que no pudieron ser auxiliadas porque, días antes, Hu había enviado el grueso de sus tropas lejos del lugar. El 4 de mayo, los comunistas tomaron el principal puesto de avanzada nacionalista en Panlong; una vez más, Hu había enviado lejos al grueso de su fuerza. Panlong le aportó a los comunistas un enorme botín logístico. Más tarde, las unidades de artillería del general Hu, que estaban excelentemente entrenadas y dotadas, acabarían por ser parte del Ejército Rojo y, de hecho, en buena medida su backbone artillero. En aquellas semanas, por lo demás, Mao adquirió fama de genio militar, capaz de ganar batallas en condiciones inimaginables.
El 8 de junio de 1947, Mao llevaba dos meses en una aldea llamada Wangjiawan. Aquel día, Liou Kan, uno de los coroneles del ejército de Hu, apareció cerca con una fuerza respetable. Mao había sido traicionado por algún habitante local. El tema lo cogió por sorpresa. Se acojonó, y decidió huir hacia el oeste, es decir, hacia el desierto del Gobi.
Mao huyó entre la lluvia, por pasadizos casi impracticables y, aunque decretó un silencio total de las radios, mantuvo un aparato encendido día y noche, tratando de contactar con Hu para ordenarle que asimismo le ordenase a Liou cesar en la persecución. Gracias a aquella radio, los nacionalistas pudieron pisarle los talones a los comunistas. Cuando todos los oficiales comunistas estaban preparándose para luchar hasta morir, Mao salió de una cueva donde se había refugiado, sonriente y anunciando que todo acabaría pronto. Y, efectivamente, los nacionalistas se retiraron. Hu acaba de ordenarle a su subordinado que se moviese hacia Baoan, la antigua capital de Mao, para entonces una ciudad fantasma sin valor estratégico alguno. El 15 de junio, Stalin le ofreció a Mao enviarle un avión para sacarlo de China. Mao, sin embargo, se sentía obviamente seguro, y decidió quedarse. Meses después, Liou Kan fue enviado por Hu hacia una emboscada que el coronel sabía que se iba a producir. En la acción murieron seis generales nacionalistas y el propio Liou, yo creo que oliéndose la tostada, se suicidó. Aquella derrota decantó definitivamente la guerra de Yenan.
Para entonces, Chiang ya se había fijado, por así decirlo, en que todo lo que tocaba el general Hu, se jodía. Pero tampoco os sobréis. Cuando Hu, campanudamente, ofreció su dimisión, no la aceptó. Y la investigación oficial de los hechos le echó toda la culpa al pobre Liou. De hecho, el Generalísimo dejó que Hu siguiese al mando un año entero en el que sólo cosechó una derrota detrás de otra; lo cual demuestra que Chiang era hombre de grandes amores y de grandes odios, paro al que le costaba juzgar a las personas y las cosas de forma equilibrada. El general David Barr, entonces asesor militar estadounidense de los nacionalistas, llegó a ser de la opinión de que Chiang era incapaz de revertir una orden de Hu.
Cuando Mao se dirigió públicamente hacia el este de Yenan, el 23 de marzo de 1948, el general Hu había perdido 100.000 efectivos. En los meses por venir, Hu causaría la pérdida de varios cientos de miles de tropas más, además de un tercio de toda la ayuda militar que el Kuomintang había recibido de Washington. Es claro que Hu pensó siempre que Chiang lo valoraría, porque, cuando los nacionalistas abandonaron el continente, él huyó con ellos a Taiwan. Pero allí, claro, se le cayó la flor del culo. Fue imputado, y si el juicio político falló fue porque Chiang se empeñó en protegerlo, quizás porque condenar a Hu era, un poco, condenarle a él mismo. El general murió en Taiwan en 1962, y la historia real de su vida y su identidad siguen siendo hoy temas tan sólo medio conocidos.
En los años 1948 y 1949 de la guerra civil, hubo tres campañas militares, en las que los nacionalistas sufrieron muy severas derrotas, en gran parte provocadas por los topos. La primera de estas campañas ocurrió en Manchuria, donde estaba el general nacionalista Wei Li Huang. Esta vez, Chiang sospechaba seriamente de él; pero, aún así, no le retiró el mando de 55.000 soldados críticos. La cosa es que Wei había querido entrar en el PCC en 1938, pero Mao prefirió que siguiera en el Kuomintang de célula dormida. Cuando a Chiang le coscaron la verdad, procedió a aislar relativamente al general, quien tenía en ese momento un récord importante de victorias contra los japoneses en Birmania. Esto hizo que Wei se cabrease más. En 1948, sin embargo, Chiang quería agradar a los americanos, a los que el pasado antinipón de Wei les molaba; así que lo rehabilitó.
Wei hizo su labor, comunistamente hablando. El PCC tomó el control del 90% de Manchuria sin disparar un solo tiro. Chiang le ordenó mover el grueso de sus tropas para defender Jinzhou, cosa que Wei no hizo. El resultado fue que los comunistas tomaron la ciudad, atrapando allí a la mayoría del ejército nacionalista de Manchuria. A partir de ahí, controlar el resto de Manchuria fue algo que incluso Mao sabía hacer. Chiang arrestó en su casa a Wei pero, antes de encausarlo, lo dejó marchar Hong Kong. Wei permaneció en Hong Kong tras la proclamación del comunismo en China, incluso iniciando conversaciones con la CIA; pero regresó al país en 1955. Mao estaba convencido de que la única razón de que regresase era que se había arruinado, así que aconsejó a todos los viejos amigos del general que ni siquiera fueran a verlo o cenasen con él Así permaneció, aislado y apartado, hasta su muerte en 1960. Da la impresión que, de haberle pillado la Revolución Cultural, habría terminado apaleado delante de alguna multitud.
Tras sus victorias, Mao se estableció en Xibaipo, a unos 250 kilómetros de Pekín. Manchuria, como os he contado, cayó en noviembre de 1948, tras lo cual Mao le ordenó a Lin Biao avanzar hacia el sur. Lin mandaba entonces sobre 1,3 millones de soldados, y las órdenes eran enfrentarse al ejército de 600.000 hombres que los nacionalistas tenían en el norte de China, al mando de Fu Tso Yi. La llamada Campaña Pekín-Tianjin, o enfrentamiento entre Li y Fu, fue la segunda gran campaña de la guerra civil.
Fu no era un comunista durmiente. Pero su entorno personal (su propia hija, por ejemplo) y su Estado Mayor, sí que lo eran. Fu, sin embargo, tenía otra característica importante: estaba convencido de que los nacionalistas ya no podían ganar la guerra y, consecuentemente, estaba decidido a rendirse. Chiang lo sabía, pero aún así lo mantuvo en su mando.
Mao supo jugar con el estado mental de su contrincante. Eso sí que sabía hacerlo bien, siendo como era un manipulador nato. Cuando Fu le envió unos legados para hablar de una posible rendición, Mao los tuvo dos meses a la espera, sin decirles ni que sí, ni que no, buscando que Fu se fuera cociendo en su propia salsa. Mientras tanto, no dejaba de atacar; el 15 de enero de 1949, los comunistas cantaron bingo al tomar Tianjin, la tercera ciudad del país. Sólo entonces, cuando ya tenía construida su imagen de militar sin enemigo posible, aceptó la oferta de Fu de rendir Pekín. Por el camino, decenas de miles de soldados cuya vida había intentado salvar Fu, habían muerto. El general, por otra parte, se convirtió en un colaborador de Mao, hasta su muerte en 1974.
La tercera campaña, contemporánea de la Pekín-Tianjin, se labró en el centro de china, al norte de Nanjin, la capital nacionalista. Es lo que conocemos como la Campaña Huai-Hai; involucró a un millón de hombres, y duró desde noviembre de 1948 hasta enero de 1949. Aunque aquí el alto mando nacionalista no era comunista, sí lo era el segundo escalón. Aquí destacan dos hombres del mismísimo alto mando de Chiang: Liu Fei y Kuo Ju Kui, dos estrategas profundamente implicados en el diseño de los planes de batalla. Hicieron despliegues erróneos para colocar a los nacionalistas sistemáticamente en posiciones defensivas.
Hubo mucha gente que sospechó de Kuo y lo denunció, incluido el hijo adoptivo del Generalísimo, Weigo. Sin embargo, Chiang no hizo nada hasta que no fue demasiado tarde. Dependía de él en muy gran medida; en realidad, hablaban casi todos los días.
En enero de 1949, Mao había ganado. Controlaba el país al norte del Yangtze, donde estaba el 80% de las tropas de su enemigo. El camino estaba abierto hacia la capital, Nanjin, con los grandes personajes del Kuomintang subiéndose a barcos en fila de a siete.
El último factor que conspiró para que Chiang Kai Shek perdiese China, y perdiéndola cambiase la Historia del mundo en la segunda mitad del siglo XX, fue su amor por su mujer. T. V. Soong, su cuñado, era también su primer ministro. Los Soong, y la familia de la hermana mayor de Chiang con la que mayoritariamente se casaron, los Kung, se hicieron enormemente poderosos. T. V. había manipulado, entre otras cosas, la cotización de la moneda para así enriquecerse personalmente, aunque arruinó con ello a los ciudadanos de la China nacionalista otrora ocupada por los japoneses. Asimismo, los Soong y los Kung rapiñaron las reservas públicas de divisas a precio de amigo, con las que compraban bienes en Estados Unidos, que luego vendían en China a precios abusivos. Los Soong también impulsaron una política igual que la de Mao, por la que arrestaban a los ricos, los acusaban de colaborar con el enemigo, y luego les quitaban todo lo que tenían.
Como consecuencia, mientras Chiang trataba de luchar contra Mao, su base, el país en el que se asentaban sus ejércitos, era pasto de la hiper inflación y el hambre.
En medio de un escándalo de grandes proporciones, T. V. Soong se vio obligado a dimitir el 1 de marzo de 1947. La reacción de Chiang, que fue cesarlo y nada más, cuando los Soong y los Kung habían rapiñado el Estado, causó una gran desmoralización en el Kuomintang, y toneladas de impopularidad entre los chinos de a pie. Por no mencionar que Washington le dio la espalda. La actitud de Chiang no pudo ser más pastueña con su pichona. Cuando el informe de investigación de los Soong y de los Kung se filtró a un periódico, éste publicó la principal conclusión, que era que las familias habían rapiñado 300 millones de dólares. Tras una llamada de la mujer al marido, al día siguiente el periódico publicó una repugnante rectificación, según la cual se les había “escapado” el punto, y que en realidad no eran 300 millones, sino 3 millones.
La historia de Chang Kai Shek y de los Soong y los Kung, en la que no podemos detenernos pero que merecería la pena contar algún día, hizo mucho por terminar de divorciar al Kuomintang con muchos chinos, y a los elementos honrados del partido con el propio partido.
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