lunes, marzo 22, 2021

Islam (27: wahabismo)

 El modesto mequí que tenía the eye of the tiger

Los otros sólo están equivocados
¡Vente p’a Medina, tío!
El Profeta desmiente las apuestas en Badr
Ohod
El Foso
La consolidación
Abu Bakr y los musulmanes catalanes
Osmán, el candidato del establishment
Al fin y a la postre, perro no come perro
¿Es que los hombres pueden arbitrar las decisiones de Dios?
La monarquía omeya
El martirio de Husein bin Alí
Los abásidas
De cómo el poder bagdadí se fue yendo a la mierda
Yo por aquí, tú por Alí
Suníes
Shiíes
Un califato y dos creencias bien diferenciadas
Las tribulaciones de ser un shií duodecimano
Los otros shiíes
Drusos y assasin
La mañana que Hulegu cambió la Historia; o no
El shiismo y la ijtihad
Sha Abbas, la cumbre safavid; y Nadir, el torpe mediador
Otomanos y mughales
Wahabismo
Musulmanes, pero no de la misma manera
La Gran Guerra deja el sudoku musulmán hecho unos zorros
Ibn Saud, el primo de Zumosol islámico
A los beatos se les ponen las cosas de cara
Iraq, Siria, Arabia
Jomeini y el jomeinismo
La guerra Irán-Iraq
Las aureolas de una revolución
El factor talibán
Iraq, ese caos
Presente, y futuro



Como ya he dicho, los emperadores indios musulmanes eran suníes. Pero, entonces, ¿cuál fue la suerte de los shiíes?

Cuando se produjeron las invasiones mongoles, muchos musulmanes shiíes habían huido y se habían establecido en los territorios del sultanato Bahmani, en la meseta del Decán, donde todavía a día de hoy hay una presencia bien visible de shiíes. Al emperador Akbar le molaban bastante las movidas shiíes, así pues las permitió e incluso las fomentó en su Corte. Jahangir, que como sabemos fue su sucesor, mantuvo el tono. De hecho, Jahangir es mundialmente famoso por haber construido ese edificio que millones de personas visitan cada año, el Taj Mahal. Todo el mundo sabe que el Taj Mahal fue construido en memoria de la esposa del emperador; pero menos gente sabe que esa esposa, Nur Jahan, era shií. Otro foco shií existente en India es el área cerca de Lucknow, en Awadh, que se independizó del Imperio mughal en 1722 cuando fue nombrado gobernador un descendiente del séptimo imán. También hay una significativa comunidad shií en Cachemira.

En fin, el Imperio turco había perdido definitivamente la partida frente a los poderes europeos cristianos en el siglo XVIII. Cuando un poder otrora fuerte y monopolístico muestra debilidad, siempre hay fuerzas que olfatean la sangre en el agua rápidamente y comienzan a dar por saco. El Imperio otomano sufrió muchas rebeliones interiores, muchas de las cuales no han ganado el derecho a tener su lugar en la Historia por su brevedad y ausencia de eficiencia. Sin embargo, podemos hablar de una, surgida en la región central de Arabia llamada Nejd, por la importancia que tendría para la Historia del Islam, que es lo que verdaderamente importa en estas notas.

Hablamos del movimiento de Ibn Abdel Wahab; el wahabismo.

Abdel Wahab tuvo una larga vida (1702-1793). Su gran objetivo fue purificar el Islam. El wahabismo ha sido comparado a veces (de forma un tanto forzada, en mi opinión) con el protestantismo europeo, pues comparte con él ese sentimiento según el cual la religión verdadera ha ido sufriendo una serie de desvíos con los siglos, y que es necesario regresar a sus primeras esencias perfectas. Para Abdel, la importancia recae sólo en el Corán y en los hadith, y no, desde luego, en las interpretaciones que de los mismos pudieron hacer eruditos en ocasiones muertos mucho tiempo atrás (aunque, bueno, más tiempo aún hace de la muerte de El Profeta; pero como es un mensajero de Dios, ahí no cuenta). El wahabismo, pues, se centra en la vida de El Profeta, en sus dichos, en el Libro, y en poco más; niega los avances o interpretaciones que se hayan podido producir en siglos posteriores.

Otra resemblanza del wahabismo con el protestantismo es que su líder enseñó durante toda su vida que es responsabilidad de cada musulmán estudiar el Corán por sí mismo, rechazando con ello versiones de la Fe extraordinariamente jerarquizadas como la religión católica. Sin embargo, no hay que sobrarse. Wahab partía de la base de que cada musulmán debía estudiar el Corán por sí solo pero, ojo, su aspiración era que, en dicho estudio, llegase a las mismas conclusiones que él. Y si no era el caso, consideraba dichas conclusiones como apostasías. El wahabismo, por lo demás, es un movimiento completamente suní, adscrito a la escuela hanbali pero capaz de aceptar las otras escuelas suníes como válidas.

El gran enemigo del wahabismo, esto es importante entenderlo, no es el cristianismo ni el judaísmo; no lo fueron nunca. Son el sufismo y el shiismo, y es entendiendo esto como resulta más fácil de comprender el enfrentamiento frontal entre Arabia Saudita e Irán, y el profundo cambio en el mundo musulmán que supuso la revolución de los ayatolás.

Wahab, nacido en una familia de estudios hanbalis de Nejd, viajó por razón de sus estudios a La Meca, a Medina y a Basora. De regreso a su casa pasó por Hasa, una zona en la costa oriental de la actual Arabia pero que entonces estaba en la influencia del Bahrein shií. Allí, lógicamente, tuvo un contacto intenso con el shiismo duodecimano. Se convirtió en un activista anti shií y contrario a todas las prácticas del Islam que él consideraba politeístas. De sus viajes sacó la conclusión de que la idolatría había corrompido el Islam.

Así pues, construyó una doctrina cuyo punto pivotal es la tawhid o afirmación de la unidad divina. Los wahabíes no se llamaban así a sí mismos, sino muwahidun, que viene a querer decir aquéllos que afirman la tawhid, aquellos que creen que no hay más que Alá y lo demás es tierra conquistada.

Wahab distinguió dos tipos de unidad. Por un lado, la tawhid-al-rububiyah, es la afirmación de la supremacía de Dios; viene a ser el monoteísmo de toda la vida que también sostienen cristianos y circuncidados. Luego está la tawhid-al-uluhiyah o afirmación de la divinidad de Dios, esto es, el principio de que Dios es el único Dios. En la práctica, esto quiere decir que al buen musulmán wahabí la salvación no le llega tan sólo por creer que hay un solo Dios que creó todas las cosas; también ha de creer que ese Dios no comparte su divinidad con nadie ni con nada y que, en consecuencia, rezarle a santos, a imanes, a intermediarios varios, es idolatría.

Supongo que ya veis por donde voy. La celebración del nacimiento, la vida y la muerte (cuando se haya producido) de los doce imanes, que tiene una enorme importancia en las sociedades shiíes, es idolatría a los ojos del wahabismo. Un wahabí cristiano, por lo tanto, rechazaría de plano la fiesta del Pilar o de la Asunción y supongo que exigiría la rematriculación de todas las iglesias existentes que, como supongo que sabéis, están dedicadas a santos y santas de la Iglesia (y el Iglesio). Los templos son de Dios, las fiestas son de Dios, los rezos se dirigen a Dios. Ni qué decir tiene que esas demostraciones de piedad y contrición que a veces se ven en la tele con ocasión de la celebración del martirio de Husein, las gentes dándose golpes de pecho por la calle y tal, al wahabismo le mueven a, como el vasco del chiste, no ser partidario.

El segundo gran objetivo del wahabismo fue el sufismo, a causa de que los musulmanes sufíes habían tomado la costumbre de visitar tumbas y allí celebrar a esos muertos importantes. En realidad, además estas visitas a las tumbas sufíes habían tomado, en la época en la que Wahab vivió, el aspecto de auténticos festivales, donde se tocaba música y se comía y tal. El rechazo de estas prácticas es una de las principales razones por las cuales el wahabismo acabó adoptando un tono, en mi opinión, excesivamente rigorista, básicamente enemigo de la música, la danza y esas cosas que alegran la vida de la gente.

Wahab tuvo una vida bastante parecida a Pablo de Tarso en lo que se refiere al caso que le hicieron sus contemporáneos. La mayor parte de los clérigos y eruditos del Islam de su tiempo se volvieron contra él; y no les culpo, ya que el wahabismo corría peligro de embargarles su más preciada riqueza, que era el poder dimanante de sus dictámenes doctrinales y sus interpretaciones moral-teológico-políticas.

La pelea entre Wahab y los shiíes, por lo demás, es en gran parte responsable de que ambas tendencias del Islam, a pesar de tener tantos puntos en común; a pesar de tantos ejemplos de interpenetración y de respeto por las liturgias e ideas de uno de otro, acabasen por darse la espalda for good. Para Wahab, el rechazo shií de los tres primeros califas y de algunos de los compañeros de El Profeta era un hecho totalmente inaceptable; quien eso hacía no podía considerarse musulmán. Este rechazo tiene la consecuencia de que reduce muy considerablemente el cargamento de hadith que pueden considerarse auténticos y por lo tanto susceptibles de ser usados o interpretados en la práctica doctrinal; y esto era algo que el sunismo no podía aceptar. De hecho, Wahab consideraba que el shií, a causa de tener permitidas prácticas como la taqiya, es el peor creyente del mundo; peor incluso que los cristianos y los judíos, pues éstos, al menos, no se hacen pasar por musulmanes cuando les conviene.

Wahab predicó también que un buen musulmán debe practicar la obediencia total a su gobernante, sin tener en cuenta su carácter tiránico, siempre y cuando apoye la tawhid y la sharia y luche contra las herejías. De este principio y de su alianza con el pequeño emirato existente en su provincia natal, en poder de la familia al-Saud, es de donde viene a nacer ese proyecto estatal que hoy llamamos Arabia Saudita.

Exactamente igual que en las películas bélicas los soldados de infantería se colocan detrás del carro de combate para avanzar, los al-Saud se colocaron detrás de Wahab en sus primeros tiempos de expansión, aprovechando la potencialidad que les ofrecía la lucha de éste en favor de su interpretación del Islam. Comenzaron en el Nejd como decía; pero la primera vez que consiguieron cantar línea fue en 1773, cuando lograron tomar Riyad, que entonces era la capital del principal emirato adversario. Se decretó la yihad y la invasión se expandió hasta lo que hoy suele conocerse como Primer Estado Saudita. Esta expansión, al desbordar las fronteras de Nejd, donde sólo eran shiíes Ahmed y el de la guitarra, provocó que llegasen a áreas donde la presencia de los seguidores de los doce imanes fuese mayor. Por ello, en 1794 los wahabíes comenzaron una campaña educativa con el objetivo de erradicar el shiismo de la Arabia oriental, donde éstos eran como tres cuartos de la población.

En el 1802, un ejercitó wahabí llegó a Kerbala. Mataron a 2.000 personas, saquearon la ciudad, y profanaron la tumba de Husein. En Arabia avanzaban hacia el Hejaz, donde gobernaba, con el título de protector de las ciudades santas, Sharif Ghalib, descendiente de El Profeta a través de Alí y de Hasán. Ghalib estaba allí puesto por los otomanos suníes y era él mismo suní; pero los wahabíes, por decirlo así, decidieron que no era demasiado suní; así pues, en 1806 y el año siguiente tomaron el control de La Meca y de Medina, y cerraron las rutas de peregrinación otomanas.

Los otomanos carecían de medios para realizar una campaña contra estas conquistas, por lo que se volvieron hacia el gobernador de Egipto, Mohamed Alí Pasha. Pasha avanzó hacia el Nejd y llegó a su capital, Diriyah, en septiembre de 1818. Los egipcios bombardearon a la ciudad a gusto. Cuando entró en la ciudad, apresó al principal erudito wahabí, Sheik Suleimán, y lo ejecutó, no sin antes haberle obligado a escuchar música.

De esta manera, daba la impresión de que el wahabismo había desaparecido por el desagüe de la Historia, como otras muchas rebeliones e interpretaciones del Islam antes y después que él. Sin embargo, no es así. Al wahabismo, probablemente, lo salvaron las importantes identidades que tiene con la reforma luterana europea. Durante el siglo XIX, cuando el contacto entre el mundo musulmán y la cultura europea se intensifique, estos parecidos se harán cada vez más evidentes a los ojos de aquellas gentes que comenzarán a opinar en sus estudios que el Islam necesitaba su propia reforma. Conforme esa idea, la de la reforma del Islam basada en el regreso a sus esencias, vaya tomando fuerza, el wahabismo estará ahí para ofrecer cuando menos a algunos de estos teóricos el tipo de herramientas doctrinales que necesitaban para armar sus teorías. Con el tiempo, además, la compleja evolución de los Estados musulmanes en el área, hija de la caída del Imperio otomano, les otorgará espacio para crecer de nuevo.

6 comentarios:

  1. Anónimo5:42 p.m.

    ¿Hola!
    En cuanto al párrafo que cito a continuación, ¿lo de que el gobernador de Egipto obligó al prinpal erudito waabí a escuchar música, ¿es verdad o frase sarcástica?:
    Los otomanos carecían de medios para realizar una campaña contra estas conquistas, por lo que se volvieron hacia el gobernador de Egipto, Mohamed Alí Pasha. Pasha avanzó hacia el Nejd y llegó a su capital, Diriyah, en septiembre de 1818. Los egipcios bombardearon a la ciudad a gusto. Cuando entró en la ciudad, apresó al principal erudito wahabí, Sheik Suleimán, y lo ejecutó, no sin antes haberle obligado a escuchar música.
    Como fuera, excelente entrada.

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    1. Es literal. Lo de la música en el Islam es tema sometido a discusión. Hay escuelas que la prohíben, otras sólo para danzar, hay casos para el canto de la mujer si lo escucha un hombre, otros que la permiten...

      El tema proviene de un hadith cuya interpretación es un tanto compleja.

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  2. Anónimo6:54 a.m.

    OH... ¿Qué interesante! Investigaré más sobre ello.

    ¿Podrías comentarme un poco más de ese adiz y sus interpretaciones, porfa?

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  3. Anónimo6:57 a.m.

    hadith, perdón.

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  4. La traducción de Sahih al-Bukhari, libro 69, hadith 494v.

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  5. Anónimo4:15 p.m.

    OH. La buscaré :)

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