El hundimiento
De Krebs a Demnin
Juego de tronos
Bueno, estamos ya en el 5 de mayo, casi una semana en el mundo sin la persona de Adolf Hitler. Los alemanes han efectuado casi al 100% su rendición, o tregua como la llaman ellos, del Brezal de Luneburgo, pero siguen luchando en el frente oriental contra las tropas soviéticas; bueno, medio luchando, medio retirándose, conforme van dando oportunidad a la población civil de ganar algún lugar controlado por los aliados occidentales. En todo este montaje, hay una pieza fundamental: Praga. De no estar la capital de Checoslovaquia en poder de los alemanes como lo está, la estrategia de palo y paso atrás del mariscal de campo Schörner no se podría llevar a cabo. Es por eso que no debe extrañarnos que Praga resulte ser la última de las grandes capitales europeas que resulta liberada de la dominación alemana. Pero lo realmente importante no es esto.
Bueno, estamos ya en el 5 de mayo, casi una semana en el mundo sin la persona de Adolf Hitler. Los alemanes han efectuado casi al 100% su rendición, o tregua como la llaman ellos, del Brezal de Luneburgo, pero siguen luchando en el frente oriental contra las tropas soviéticas; bueno, medio luchando, medio retirándose, conforme van dando oportunidad a la población civil de ganar algún lugar controlado por los aliados occidentales. En todo este montaje, hay una pieza fundamental: Praga. De no estar la capital de Checoslovaquia en poder de los alemanes como lo está, la estrategia de palo y paso atrás del mariscal de campo Schörner no se podría llevar a cabo. Es por eso que no debe extrañarnos que Praga resulte ser la última de las grandes capitales europeas que resulta liberada de la dominación alemana. Pero lo realmente importante no es esto.
Lo
realmente importante de Praga es que es ahí, o más concretamente en la
Checoslovaquia occidental, donde todavía está pendiente de producirse el
verdadero y auténtico encuentro, el encuentro bélico, entre las tropas
soviéticas y anglo-estadounidenses. Lo de Turgau ha sido, en realidad, otra
cosa: ha sido un encuentro para los fotógrafos de la Prensa, siempre tan proclives
a fotografiar encuentros históricos a la par que miopes hacia la Historia con
mayúsculas. El encuentro que verdaderamente tiene interés, suponiendo como es
fácil de suponer que lo alemanes se van a resistir a un rendición general e
incondicional, es el encuentro bélico, en el campo de batalla.
El
día 4 de mayo el III Ejército del sanguíneo general estadounidense George
Patton ha entrado en los límites de Checoslovaquia, aunque el SHAEF le ha dado
instrucciones muy concretas de ir a por la birra y pararse. Esto es: las tropas
estadounidenses no deberán pasar de Pilsen, porque todo el resto del país es
tierra soviética. En efecto, para entonces el llamado IV Frente Ucraniano está
todavía luchando contra los alemanes en el sureste del país, con su avance
provisionalmente detenido; mientras que el mariscal Ivan Konev, al mando el I
Frente Ucraniano, está ya preparado para entrar en el país por el norte, con la
misión precisamente de liberar Praga y decapitar a la hidra de Schörner. El II
Frente Ucraniano, por su parte, tiene posibilidades ya de penetrar por el sur,
por lo que la idea de los soviéticos es tomar la capital, poner a las tropas
alemanas a la fuga, y pillarlos entre dos frentes. Soviéticos, ambos.
Checoslovaquia
es para entonces un país deshecho, y en gran parte será por eso que a Moscú le
acabará por resultar tan fácil tomarlo bajo su ala; pues hay que reconocer que
los comunistas, entre sus muchos defectos, no cuentan el de ser malos
organizadores. Tras la segunda guerra mundial, tomaron varios países que
estaban desmembrados, destrozados, y fueron capaces de organizarlos
mínimamente. Con Checoslovaquia tenían el reto más complicado. De todos los
países que había ocupado Alemania, éste era el que lo había estado durante más
tiempo. Alemania no sólo había ocupado Checoslovaquia, sino la que la había
desmembrado, puesto que había ocupado directamente el terreno germanoparlante
de los sudetes, y luego había colocado un gobierno pronazi en Eslovaquia; el
resto del país fue renombrado como Protectorado de Bohemia y Moravia. Tanto que
se habla de los campos de concentración, poco se habla de la matanza brutal que
se produjo en el país después de que dos resistentes checos acabasen con la
vida de Reinhard Heydrich. Este atentado había sido preparado por la
inteligencia británica y aprobado por el gobierno checo en el exilio
londinense. El 27 de mayo de 1942, un grupo de resistentes se apostó en el
trayecto que Heydrich, de forma un tanto irresponsable la verdad, hacía todos
los días entre su casa y el castillo donde trabajaba. Josef Gabcik y Jan Kubis,
los dos designados para realizar la acción, se situaron justo a altura de eso
que hoy llamamos un guardia dormido, donde por fuerza el coche en el que iba el
dirigente nazi tenía que reducir la marcha. El atentado salió como la mierda.
La pistola de Gubcik se encasquilló, por lo que Kubis tuvo que improvisar, y
tiró una granada dentro del coche. En realidad, Heydrich sólo fue herido en el
atentado, pero murió una semana después a causa de esas heridas.
La
respuesta de los alemanes fue tremenda. Más de 5.000 checos fueron fusilados, y
dos pueblos enteros del país fueron quemados hasta los cimientos. Un soplón
dentro de la resistencia traicionó a los dos ejecutores del atentado y los
otros cinco miembros del comando que habían realizado labores de vigilancia y
aviso. El 18 de junio, tropas de las SS rodearon la iglesia de los santos
Cirilo y Metodio de Praga, donde se encontraban escondidos. Cuando entraron,
mataron en la misma nave de la iglesia a tres resistentes; los otros cuatro se
hicieron fuertes en la cripta, donde fueron capaces de resistir a centenares de
SS durante catorce horas. Cuando vieron que su munición se acababa, se
suicidaron.
Tras aquellos hechos; repetimos, tras aquellos hechos, tanto Francia como
Gran Bretaña denunciaron el acuerdo de Munich de 1938 y, por lo tanto, se
mostraron dispuestos a no aceptar la anexión de la tierra de los sudetes a
Alemania y a respetar la integridad territorial de Checoslovaquia (todo esto
nos da la medida de hasta qué punto Munich había sido una bajada de pantalones).
El
asesinato de Heydrich convirtió Checoslovaquia en una tormenta perfecta
ideológica. Las SS nunca perdonaron Praga, como ellos decían; mientras que los
checoslovacos encontraron en el martirio de la cripta de los santos Cirilo y
Metodio el impulso que necesitaban para resistirse panza arriba contra la
dominación militar alemana, y la social e ideológica nazi.
Los
checos sólo estaban esperando a que su enemigo estornudase, amén de que
llegasen señales de ayuda, como veremos. A principios de mayo de 1945,
finalmente, consideraron que la pulmonía de los alemanes era de suficiente
entidad como para no dejarla pasar y, en consecuencia, tanto en Praga como en
otras poblaciones del país se produjo un levantamiento, parte antialemán, parte
antinazi.
A
eso de las doce del día 5, un espontáneo grupo de checos echados p'alante (con
los años no se han encontrado pruebas de peso de que todo aquello estuviese
organizado o coordinado) tomó el control del edificio de Radio Praga y, a las
12,33 exactamente, envió un mensaje radiado en el que llamaba a todos los
checos a ayudarlos. Aquellos resistentes sabían muy bien lo que hacían, puesto
que repitieron la llamada en inglés; detalle que demuestra que sabían bien que
Patton había entrado en el país, así pues podría tener la capacidad de captar
la señal de la radio. El mensaje en inglés, por cierto, fue realizado por un
soldado escocés, William Creig, un prisionero de guerra que se había escapado
de un campo de prisioneros en la frontera de Checoslovaquia; siendo escocés,
pues, cabe preguntarse si los estadounidenses que captaron la señal de Radio
Praga entendieron una mierda de su mensaje.
We are, explicó Creig, urgently calling on our allies to assist us.
Send immediately tanks an aircraft. Help us defend de city. Los alzados,
pues, querían dar la impresión (básicamente falsa) de que controlaban al
completo Praga, y de que necesitaban armamento pesado para mantenerla.
Qué
poca gente sabe algo de William
Creig. Esa misma tarde, tras haber participado en la toma de
Radio Praga, se unió a otro prisionero de guerra huido, el sargento Tommy
Vokes, y junto con unos checos resistentes se metió en un antiguo colegio, donde
los alemanes les calaron. Totalmente rodeados por tropas de las SS y casi sin
munición, Creig y Volkes se metieron los huevos para adentro, hicieron de
tripas corazón, se pusieron sus uniformes de soldados británicos y solicitaron
parlamentar con el jefe del destacamento de las SS que estaba asediando el
edificio. Le contaron una milonga cubana de cojones. Le dijeron que eran la
avanzadilla de una unidad de paracaidistas británicos que, acompañada por tres
divisiones aliadas, llegarían a la ciudad al día siguiente, puntualmente. El
oficial de las SS se quedó tan sorprendido que dio su aquiescencia para un alto
el fuego.
Gracias
a esta pollada, Creig logró salir del colegio, pero no lo hizo para huir hacia
las unidades de Patton; tratándose de un escocés, tal vez juzgó que el billete
de autobús costaba demasiado. Lo que hizo fue regresar a Radio Praga, donde
siguió haciendo emisiones en inglés que le sirvieron a los americanos para
estar informados. Después de la guerra fue condecorado por el Estado checoslovaco.
Entre
unas cosas y otras, el 5 de mayo por la tarde se estima que unos 30.000 checos
estaban activamente alzados contra los alemanes en las zonas del país que
controlaban éstos. Praga estaba petada de barricadas por todas partes. Schörner
envió una orden, captada por los británicos, a las unidades que se encontraban
cerca de la capital, por la cual debían confluir en ella y reprimir el
levantamiento “con extrema brutalidad”.
Ahora
bien, la cosa era que si había una unidad militar que estaba en condiciones de
llegarse a Praga en menos tiempo, ésa no
era soviética. En su puesto de mando del III Ejército, Patton consideraba,
y no se equivocaba, que la suya era la posición mejor para llegar a Praga y
ayudar al levantamiento y, de hecho, las anotaciones de su diario del día 5
dejan entrever que consideraba que el comunicado de Omar Bradley permitiéndole
pasar de Pilsen iba a ser sólo una formalidad.
Eisenhower,
sin embargo, dudaba. El día antes, 4 de mayo, había tomado contacto con el jefe
de Estado Mayor del Ejército soviético, Alexei Antonov, al que le había
sugerido que, tras tomar Pilsen, el III Ejército estadounidense se moviese
hacia las barriadas periféricas al sur de Praga. Antonov había reaccionado a
esa sugerencia como si le hubiesen propuesto que se arrancase un testículo con
unas pinzas de comer centollos. En opinión de Antonov, si los estadounidenses
sobrepasaban las líneas inicialmente pactadas, se podría producir una
“confusión de fuerzas”, por lo que dijo que no es no, que el acuerdo inicial
seguía siendo el vigente, y que gracias Espíritu Santo por los favores
recibidos. Eisenhower, un hombre que, como ya he tenido ocasión de recordar en
estas notas, cada minuto que pasaba del final de la segunda guerra mundial era
un centímetro menos militar y un centímetro más político, entendió el mensaje y
le dijo a Antonov que no se preocupase, que todo seguía como se había pactado.
¿Qué
había pasado? Pues lo que había pasado, contado con simpleza, es que a media
tarde del 4 de mayo de 1945, todas las partes implicadas, alemanes no
fanatizados incluidos, sabía ya que Praga caería en poder de los aliados, un
día o otro. La cuestión, ahora, era de
cuáles. Y eso convertía la liberación de Praga, no en un hecho militar,
sino en el fruto de un pacto político. Y ya se sabe que cuando los políticos se
ponen a pactar, los intereses de la gente implicada en el pacto pasan a estar,
digamos, en un segundo plano. Bueno, más bien tercero o cuarto, y, la verdad,
bastante rugoso.
La
cosa venía de algo atrás. Aproximadamente una o dos semanas antes del tiempo
que relatamos, el siempre prospectivo Winston Churchill había planteado ya la
posibilidad de que fueran los estadounidenses los que liberasen Praga. Cuando
Moscú mostró su total oposición, Churchill envió directamente un telegrama a
Truman, en el que, sin ambages, le venía a decir que los aliados occidentales
debían liberar cuanta mayor porción de Checoslovaquia, mejor, para así poder
influir con eficiencia en la suerte del país después de la guerra. El primer
ministro británico, en este sentido, tenía muy presente la suerte que para
entonces ya estaba corriendo Yugoslavia. Truman, sin embargo, no tenía
demasiadas ganas de meterse él personalmente en el tema. Así pues, lo delegó en
el general Marshall quien, asimismo, y por las mismas razones, lo delegó en
Eisenhower, quien el 1 de mayo produjo la instrucción que ya conocemos, que
establecía en Pilsen y Karlsbad el límite de avance de las tropas aliadas
occidentales. Truman se limitó a aprobar esta directiva.
Los
estadounidenses, por lo tanto, detendrían su avance, cualesquiera que fueran
las circunstancias, en la ribera Oeste del Elba, más o menos en la frontera que
tenía Checoslovaquia en 1937; y sólo si las circunstancias lo permitían,
avanzarían algo más hasta la línea Pilsen-Karlsbad-Budejovice.
Eisenhower,
además, tenía una razón más para evitar la implicación estadounidense en la
liberación de Praga. Por sencilla que ésta pudiera parecer, indudablemente
debería suponer un número de bajas; y, en ese momento, los estadounidenses ya
estaban moralmente centrados en la guerra del Pacífico que, como sabían bien,
no había terminado; y en la que, como también sabía bien cualquier persona
medianamente inteligente con la única excepción del difunto Roosevelt y sus
asesores, la URSS iba a prestar una ayuda apenas simbólica. Además, a pesar de
que todos los signos se mostraban en la dirección contraria, los
estadounidenses todavía creían que los alemanes retenían una inusitada
capacidad de resistencia en los Alpes.
Se
equivocaban. En realidad, Checoslovaquia era la última bala que le quedaba en
el cargador al Ejército alemán, y si perdía el control de Praga se quedaría,
literalmente, sin lugar adónde ir.
En
los días que siguieron al suicidio de Hitler, el desplome de la Cancillería y
la formación del gobierno de coña del almirante Dönitz, Eisenhower se fue
convenciendo de que no habría contraataque alemán en los Alpes. Por eso, con
las últimas luces del día 4 autorizó la entrada de las tropas estadounidenses
en Checoslovaquia al día siguiente. También le propuso al Estado Mayor
soviético que el III Ejército, avanzase hasta el río Vitava, que es el que baña
Praga. Esta propuesta, sin embargo, llegó demasiado tarde. Lo que los
soviéticos no habían querido discutir en la última semana de abril, cuando lo
propuso Churchill, menos lo querían discutir ahora que, encima, los alemanes
tenían que lidiar con una sublevación civil a gran escala en la capital y en
otras ciudades del país. Antonov, que era un tipo bastante listo, se apresuró a
incluir en su cablegrama al jefe del SHAEF el precedente del avance británico
hacia Wismar que, en realidad, había provocado que los ingleses pusieran sus
pies en terreno inicialmente reservado para el avance soviético; insistió en
que en Praga, como había podido ocurrir en Wismar (como ya sabemos, faltó
poco), podría llegar a ocurrir que tropas aliadas se agrediesen. Para entender
mejor a los soviéticos, conviene recordar lo reciente que estaba la rendición
del Brezal de Luneburgo que, quiero recordarlo de nuevo, los alemanes habían
vendido como una tregua alcanzada con los aliados occidentales para poder
proseguir la guerra contra los soviéticos; interpretación que, dado que en
muchos puntos de la rendición las tropas alemanas no habían sido desarmadas, no
era ninguna idiotez imposible a ojos de los rusos. Eisenhower, haciendo uso una
vez más de su olfato político, se dio cuenta de que eran demasiados puntos de
duda, así pues accedió a mantener la línea Pilsen.
Hay
que tener en cuenta, por último, otro factor: Checoslovaquia era una de esas
cosas que la Casa Blanca, obsesionada con sus mamonadas como la creación de las
Naciones Unidas y la implicación (por llamarla de alguna manera) de la URSS en
la guerra contra Japón; era, digo, una de esas cosas que el cráneo previlegiado Franklin Delano
Roosevelt había dejado fuera del
orden del día de Yalta. Lo que se había hablado en Crimea sobre ese país en
materia de zonas de influencia, futuro político, etc., era nada, cero, caput, rien du tout, kein. Stalin, mientras dibujaba lobos en aquellas sesiones, había
dejado que los fantasmas y las obsesiones de sus dos contertulios le hiciesen el
trabajo sucio. Alimentó la obsesión de Churchill por Grecia y los Dardanelos,
un teatro de operaciones donde la capacidad de los comunistas era limitada,
aunque importante; y a FDR lo enfangó en sendas conversaciones inútiles sobre
Polonia y Yugoslavia, sabedor de que en ambos casos él ya había puesto una
pica, había hecho el primer movimiento, lo cual le daba ventaja. Complicando
estos temas, sobre todo el polaco, tuvo la ventaja de no dejar tiempo para
discutir otros, como Checoslovaquia. Pero sólo admitiendo que hubiera tenido
una extraña precuela de su derrame cerebral final se podría justificar la
teoría de que Stalin no contaba con tomar él
la ciudad de Praga ya en los lejanos días de Yalta. El georgiano y sus
estrategas siempre tuvieron claro que Checoslovaquia era la hebilla que
abrochaba finalmente el cinturón de países satélite que, finalmente, habría de
separar a la URSS de sus enemigos occidentales. Y contaba con la ventaja de
que, a él, como a su partido, si eso le iba a costar uno, diez, cien o un
millón de muertos, la verdad, se le daba una puta higa.
Lamento haber tardado tanto en leer este artículo, interesante como todos los que publicas, aunque en esta ocasión no coincido con tu analisis. El tema daria para mucho, pero resumiendo yo diria que FDR no se equivoco tanto, ninguno de los territorios que"cedio" se habria al mara abierto, la URSS, como antes Rusia, seguía, con más territorios eso sí, pero confinada en tierra sin accesos al mar abierto, como había sido la política britanica los últimos 150 años. Y creo que Stalin mas o menos respeto ese acuerdo, en definitiva no hecho el resto apoyando a los Griegos y a los Chinos ni agua hasta que llegaron ellos solitos al poder.
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