Casi todo está en Lenin
Buscando a Lenin desesperedamente
Lenin gana, pierde el mundo
Beria
El héroe de Tsaritsin
El joven chekista
El amigo de Zinoviev y de Kamenev
Secretario general
La Carta al Congreso
El líder no se aclara
El rey ha muerto
El cerebro de Lenin
Stalin 1 – Trotsky 0
Una casa en las montañas y un accidente sospechoso
Cinco horas de reproches
La victoria final sobre la izquierda
El caso Shatky, o ensayo de purga
Qué error, Nikolai Ivanotitch, qué inmenso error
El Plan Quinquenal
El Partido Industrial que nunca existió
Ni Marx, ni Engels: Stakhanov
Dominando el cotarro
Stalin y Bukharin
Ryskululy Ryskulov, ese membrillo
El primer filósofo de la URSS
La nueva historiografía
Mareados con el éxito
Hambruna
El retorno de la servidumbre
Un padre nefasto
El amigo de los alemanes
El comunismo que creía en el nacionalsocialismo
La vuelta del buen rollito comunista
300 cabrones
Stalin se vigila a sí mismo
Beria se hace mayor
Ha nacido una estrella (el antifascismo)
Camaradas, hay una conspiración
El perfecto asesinado
Según relató Bukharin, Lenin estuvo presente en loor de multitud, el 13 de noviembre de 1922, en el IV Congreso de la Komintern. Allí recibió un homenaje total, con la alemana Clara Zetkin cayendo a sus pies para besarle las manos y todo, y para todos se hizo evidente que el fin del líder estaba cercano. El día de Nochebuena de aquel año, Stalin, Kamenev y Bukharin se reunieron para discutir el tema de la situación tras la previsible pronta muerte de Lenin. Decidieron prescribirle al líder una dieta de trabajo de cinco a diez minutos diarios de dictado; pero le prohibieron tener correspondencia. Se prohibieron las reuniones, y se le prohibió a todas las personas que lo rodeaban o visitaban que le diesen noticias de la vida exterior, por así decirlo.