Éstas son todas las tomas de esta serie. Los enlaces irán apareciendo conforme se publiquen.
Los últimos pasos
Hagamos que el capitalismo financie su propia destrucción
El traslado al Oeste
Bajo mínimos
El rescate
La escalada
Kaiserlautern
Las bombas de Heidelberg
La caída
Sabihondos y suicidas
Sartre echa un vistazo
Estocolmo
El juicio
Mogadiscio
Epílogo: queridos siperos
Con el tiempo, Ulrike Meinhof, a
pesar de haberse convertido en el pilar de Konkret
como columnista (si bien ahora ya sabemos que los lectores, muy
particularmente los lectores, compraban la revista por otros alicientes distintos de sus disquisiciones marxistas) le
dejó a Röhl el papel de editor jefe. La revista redujo su tamaño y, en mayo de
1964, publicó su primer desnudo (supongo que no hará falta informar de que se
trataba de un desnudo femenino; las pollas nunca han vendido gran cosa, y en los
sesenta, menos aún). Cuando se acabó la novela sueca subidita de tono, Röhl
compró los derechos de otra más, y profundizó en la estrategia de ofrecerle a
la vanguardia ideológica alemana una mezcla de ejercicios mentales y manuales.
Lógicamente, la apuesta por la
pornografía despertó los problemas acostumbrados. Unas seis mil personas
firmaron una petición ante la Agencia Federal de Publicaciones Juveniles para
que se asegurase que la revista no podía ser vendida a adolescentes. El tema
terminó en los tribunales y, festoneado con la habitual cascada de solidaridades
del resto de la Prensa, amante de la libertad de expresión pero que tampoco le
ha hecho nunca ascos ni a los buenos culos ni a los anuncios de putas, no sólo
sirvió para que Konkret ganara la
partida, sino para que escalase hasta los 100.000 ejemplares de difusión
gracias a la publicidad que le otorgó todo el escándalo. Los adolescentes
pudieron seguir leyendo Konkret,
revista que aprendieron a manejar hábilmente con una sola mano (salvo, claro,
cuando subrayaban los artículos de Ulrike Meinhof).
En mayo de 1965, pues, Konkret estaba en todo lo gordo: cumplía
diez años de existencia, había superado, incluso con creces, el golpe de la
pérdida de sus financiadores estalinistas e, incluso, tenía pasta para adquirir
unas nuevas oficinas en el Gänsemarkt de Hamburgo. Fue el año, también, que
Stefan Aust, el amigo de Rudy Dutschke que estuvo con él poco tiempo antes de
que lo dispararan, se incorporó a la revista.
La marcha de la revista estaba
provocando ese efecto tan conocido por el cual dos ilustres y flamantes
revolucionarios, en este caso Hans Rainer Röhl y su señora, Ulrike Meinhof,
iban adquiriendo, primero eso que se llama una posición acomodada; y, después,
el ingreso en la categoría de ricos. Pero seguían siendo muy conscientes de lo
que les molaba; ese año se fueron de vacaciones a Yugoslavia.
Para entonces, Ulrike Meinhof era
eso que se denomina una pluma industrial.
Escribía para el negocio familiar, pero también para el Frankfurter Rundschau, y para la radio y la televisión. En esas
circunstancias, era sólo cuestión de tiempo que Ulrike acabase cumpliendo el
Principio de Peter (ése que dice que todos ascendemos hasta alcanzar nuestro
máximo nivel de irrelevancia), esto es, que se convirtiese en eso que la gente
llama un tertuliano. Comenzó,
efectivamente, a aparecer en programas de debate televisivos. A base de salir
en la tele, comenzó a cuidar su estilo de vestir y su peinado.
Konkret no dejaba de subir; ahora tenía unos 150.000 lectores. El
inteligente editor jefe y propietario de la revista, además, tuvo la habilidad
de maridar los dos elementos clave de la publicación, el marxismo y las tetas;
sobre todo cuando pasó por una fase por la que pasó la mayoría de la
(seudo)intelectualidad lefty de la
época: el descubrimiento de las obras de Wilhelm Reich.
Reich es un tío muy
importante para las personas concienciadas de la década de los sesenta, muy
particularmente el porcentaje de las mismas (en torno a un 97%) que no follaba
lo suficiente. Y es así de importante porque le dio carta de naturaleza al sexo como asunto de
conversación en una seria tertulia ideológica. La gente devoraba las páginas de
Reich porque, citándole, ya se podía hablar de la postura del perrito en medio
de la más sesuda de las sesiones sobre los problemas de los sindicatos
pesqueros peruanos (guiño del autor de estas notas al escéptico Martín Romaña).
Tras su conversión al marxismo,
Reich sostuvo en sus obras que la represión sexual, lejos de ser un mero
elemento de costumbres o derivado de imposiciones religiosas, es una parte de
la dominación de la clase burguesa sobre la clase obrera. Esta conclusión fue
básica para casi cualquier abuelito de hoy que resultase ser un protofollador marxista de hace ahora cincuenta o
sesenta años, puesto que, si os paráis a pensarlo, a partir de ese momento,
cualquier camarada que se negase a poner sus labios mayores y menores al
servicio de la causa de la liberación de la clase obrera estaba cayendo en eso
que el maoísmo solía denominar revisionismo pequeñoburgués. En otras palabras:
ser una estrecha (porque estrechos no ha habido nunca) era colaborar con la
manipulación y dominación burguesa sobre la clase obrera. Anda que no hay gente
que ha echado quiquis, en los sesenta y en esos sesenta en el tiempo de
descuento que fueron los setenta españoles, a cuenta de esta mierda.
Konkret era uno de los templos intelectuales de la interpretación
del Reich marxista (porque el tipo, la verdad, pasó por varias fases, como un
orgasmo) y de Marcuse et alia. Así las cosas, llamando a la
gente a follar y a hacer la revolución, Konkret
se puso en 200.000 copias.
Así las cosas, la revolucionaria
Ulrike, como tantos otros revolucionarios han terminado por ser seducidos por
los placeres del mercado inmobiliario, se fijó en uno de los barrios más
pitucos de Hamburgo, Blankenese; un barrio en el que entonces podéis apostar
que no vivían muchos tornero-fresadores. Allí quería comprar una casa; a
finales de 1966, Röhl formalizó un préstamo hipotecario que le permitió
adquirir la casa. 150.000 marcos, de la época, claro.
Entonces llegaron los tiempos que
ya hemos rememorado: las protestas anti Vietnam, la visita del sha, las movidas…
Todas las personas que eran el alma de Konkret,
como el matrimonio Röhl-Meinhof o Stefan Aust, que se había convertido en el
gran factótum de la revista, comenzaron a ser habituales de las manifas en las
que también eran habituales personajes como Horst Mahler o Gúnter Grass; este último,
tal vez, en representación de las SS hitlerianas.
En mayo de 1967, Ulrike escribió
un artículo titulado Carta abierta a
Farah Diba, que la metió de lleno en el tema Irán. Llegó el asesinato de Benno Ohnesorg, pero la verdad es que la
Meinhof no fue muy activa como escritora en ese momento, a pesar de que el tema se la dejaba botando; estaba básicamente
ocupada montando su casa.
Como le ocurre a mucha gente, la
prosperidad, igual que la paternidad, no le trajo al matrimonio la estabilidad
que probablemente estaba buscando con medidas así. Los Röhl no se llevaban, y
eso, cada vez, tenía menos solución. Klaus ha admitido haber sido infiel muchas
veces; pero, normalmente, eran partiditos fuera de casa; cosas de pichabrava,
por así decirlo. Aquel 1966, sin embargo, la cosa cambió. Karl Rainer se fue
una manifa, conoció a una tipa, y se enamoró. Se enamoró como un perro de una
joven griega, con la que tendría una historia de siete años nada menos; ciertamente, cuesta criticar a alguien por arrimarse a una churri que domine el griego. Nunca
se planteó romper su matrimonio para estar con ella porque su churri estaba
casada.
Como lógica consecuencia del encoñe
del marido, la esposa comenzó a pensar seriamente en dejarlo. Pudo influir en
el tema que su amiga, Eva Rühmkorf, también parecía tener problemas muy graves
con su marido; sin embargo, no se separó. Pasada la Navidad, Ulrike cogió a sus
gemelas y se las llevó al refugio de Renate Riemeck; le pidió que las cuidase
durante el tiempo que tomase el divorcio. Sin embargo, ante el temor de que
Röhl intentase hacerse con las niñas, acabó llevándoselas a Berlín, desde donde
inició los trámites del divorcio.
En el año 1968, que fue por lo
tanto el año en el que vivió en Berlín una Ulrike Meinhof probablemente
amargada por el fracaso de su vida personal, sus escritos se hacen cada vez más
ásperos y directos, y dejan ver que la actitud de la autora respecto de la
violencia va cambiando progresivamente. El tema central de sus tesis, en una
evolución de pensamiento que recuerda a la de Gudrun Ensslin, deja de ser la
paz, para pasar a ser la violencia. La violencia ejercida por un Estado
fascista y que, precisamente por eso, debe ser contestada.
Finalmente, el divorcio alcanzado
por la pareja pareció cualquier cosa menos una separación violenta. Ulrike
seguiría escribiendo para Konkret, y
a Karl Rainer se le garantizó un régimen de visitas a sus hijas. La causa se
vio en febrero de 1968; Ulrike había elegido a Kurt Grönewold como abogado. El
marido retuvo la casa hamburguesa y la revista. Ulrike, por su parte, obtenía
la custodia de las gemelas y un capital compensatorio, equivalente a un tercio
del valor de la casa, más una pensión mensual a cargo de su ex marido. Contando
con que ella tenía sus propios ingresos, su situación económica quedó evaluada
muy positivamente.
Este acuerdo, sin embargo, dejó a
Ulrike bastante cabreada y deprimida. Y, probablemente, intensificó sus
veleidades antiautoritarias. Tanto ella como otros compañeros se dedicaban a ir
a barrios de clase media, abordando a los chicos que jugaban en los parques
para decirles que no tenían por qué aceptar la autoridad ni de sus padres ni de
sus maestros. Una actividad enternecedora por parte de Ulrike Meinhof, quien,
haciendo gala de esa elegante actitud bifronte que es tan común entre los
druidas de las izquierdas, al mismo tiempo que decía esas cosas tenía a sus
gemelas matriculadas en una escuela que practicaba la disciplina de antaño que
la feliz mamá atacaba tanto. Sabido es que los revolucionarios nunca han tenido
problemas al incomunicar las acciones de su mano derecha y su mano izquierda.
Separada del núcleo hamburgués de
Konkret, Ulrike trató de formar un
fuerte núcleo berlinés, tal vez para poder competir con el original e incluso
fagocitarlo. Para su proyecto buscó cómplices como el mismo Rudy Dutschke o
Bahman Nirumand, un periodista iraní que en 1967 había escrito un libro contra
el régimen de su país que había sido muy influyente en las movidas
estudiantiles (Nirumand regresó a Irán tras la revolución pero, tras comprobar
que no era lo que él esperaba, se exilió de nuevo).
Estando en estas ocurrió el
incendio de Frankfurt y, poco después, Dutschke fue disparado, así como el
episodio, que ya hemos contado, en el que supuestamente Ulrike aparcó su coche
atravesado en el parking de Springer porque era muy mala conductora. Cada vez
más, en todo caso, las acciones de los estudiantes recibían mayor apoyo en sus
artículos.
Konkret Berlín alquiló 19 páginas en la revista para escribir de lo
que considerase necesario. Sin embargo, el proyecto no fue bien. Cuando
empezaron a escribir, apenas lograron juntar nueve páginas y, además, se
enfangaron en una discusión en torno a un artículo sobre la violencia. En
septiembre de aquel 1968, Ulrike escribió en la revista sobre la ocupación de
Praga por las tropas del Pacto de Varsovia (que, claro, no criticó).
En octubre de aquel año, se
acreditó para acudir al juicio contra Gudrun Ensslin, Andreas Baader, Thorwald
Proll y Horst Söhnlein por los incendios de Frankfurt. Ya convertida en una
revolucionaria de libro, es decir en la puritana que siempre fue, argumentaba
en sus textos sobre la materia atacando el consumismo excesivo y apoyando que sólo
se pudiera comprar aquello que fuese útil (ella, que se había pateado las
tiendas pijas de Hamburgo para encontrar lámparas de marca para su queli). El
dinero, decía, “debe usarse en el sistema educativo, en el sistema de salud, en
el transporte público, para la paz, el aire puro y la educación sexual”. Qué tenían que ver esos principios morales con el carácter punible o no punible de
entrar en un edificio y quemarlo, nunca lo explicó convenientemente, à mon avis.
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