jueves, junio 18, 2020

La Baader-Meinhof (13: divorcio y radicalidad)

Éstas son todas las tomas de esta serie. Los enlaces irán apareciendo conforme se publiquen.

Los últimos pasos
Hagamos que el capitalismo financie su propia destrucción
El traslado al Oeste
Bajo mínimos
El rescate
La escalada
Kaiserlautern
Las bombas de Heidelberg
La caída
Sabihondos y suicidas
Sartre echa un vistazo
Estocolmo
El juicio
Mogadiscio
Epílogo: queridos siperos


Con el tiempo, Ulrike Meinhof, a pesar de haberse convertido en el pilar de Konkret como columnista (si bien ahora ya sabemos que los lectores, muy particularmente los lectores, compraban la revista por otros alicientes distintos de sus disquisiciones marxistas) le dejó a Röhl el papel de editor jefe. La revista redujo su tamaño y, en mayo de 1964, publicó su primer desnudo (supongo que no hará falta informar de que se trataba de un desnudo femenino; las pollas nunca han vendido gran cosa, y en los sesenta, menos aún). Cuando se acabó la novela sueca subidita de tono, Röhl compró los derechos de otra más, y profundizó en la estrategia de ofrecerle a la vanguardia ideológica alemana una mezcla de ejercicios mentales y manuales.

Lógicamente, la apuesta por la pornografía despertó los problemas acostumbrados. Unas seis mil personas firmaron una petición ante la Agencia Federal de Publicaciones Juveniles para que se asegurase que la revista no podía ser vendida a adolescentes. El tema terminó en los tribunales y, festoneado con la habitual cascada de solidaridades del resto de la Prensa, amante de la libertad de expresión pero que tampoco le ha hecho nunca ascos ni a los buenos culos ni a los anuncios de putas, no sólo sirvió para que Konkret ganara la partida, sino para que escalase hasta los 100.000 ejemplares de difusión gracias a la publicidad que le otorgó todo el escándalo. Los adolescentes pudieron seguir leyendo Konkret, revista que aprendieron a manejar hábilmente con una sola mano (salvo, claro, cuando subrayaban los artículos de Ulrike Meinhof).

En mayo de 1965, pues, Konkret estaba en todo lo gordo: cumplía diez años de existencia, había superado, incluso con creces, el golpe de la pérdida de sus financiadores estalinistas e, incluso, tenía pasta para adquirir unas nuevas oficinas en el Gänsemarkt de Hamburgo. Fue el año, también, que Stefan Aust, el amigo de Rudy Dutschke que estuvo con él poco tiempo antes de que lo dispararan, se incorporó a la revista.

La marcha de la revista estaba provocando ese efecto tan conocido por el cual dos ilustres y flamantes revolucionarios, en este caso Hans Rainer Röhl y su señora, Ulrike Meinhof, iban adquiriendo, primero eso que se llama una posición acomodada; y, después, el ingreso en la categoría de ricos. Pero seguían siendo muy conscientes de lo que les molaba; ese año se fueron de vacaciones a Yugoslavia.

Para entonces, Ulrike Meinhof era eso que se denomina una pluma industrial. Escribía para el negocio familiar, pero también para el Frankfurter Rundschau, y para la radio y la televisión. En esas circunstancias, era sólo cuestión de tiempo que Ulrike acabase cumpliendo el Principio de Peter (ése que dice que todos ascendemos hasta alcanzar nuestro máximo nivel de irrelevancia), esto es, que se convirtiese en eso que la gente llama un tertuliano. Comenzó, efectivamente, a aparecer en programas de debate televisivos. A base de salir en la tele, comenzó a cuidar su estilo de vestir y su peinado.

Konkret no dejaba de subir; ahora tenía unos 150.000 lectores. El inteligente editor jefe y propietario de la revista, además, tuvo la habilidad de maridar los dos elementos clave de la publicación, el marxismo y las tetas; sobre todo cuando pasó por una fase por la que pasó la mayoría de la (seudo)intelectualidad lefty de la época: el descubrimiento de las obras de Wilhelm Reich. 

Reich es un tío muy importante para las personas concienciadas de la década de los sesenta, muy particularmente el porcentaje de las mismas (en torno a un 97%) que no follaba lo suficiente. Y es así de importante porque le dio carta de naturaleza al sexo como asunto de conversación en una seria tertulia ideológica. La gente devoraba las páginas de Reich porque, citándole, ya se podía hablar de la postura del perrito en medio de la más sesuda de las sesiones sobre los problemas de los sindicatos pesqueros peruanos (guiño del autor de estas notas al escéptico Martín Romaña).

Tras su conversión al marxismo, Reich sostuvo en sus obras que la represión sexual, lejos de ser un mero elemento de costumbres o derivado de imposiciones religiosas, es una parte de la dominación de la clase burguesa sobre la clase obrera. Esta conclusión fue básica para casi cualquier abuelito de hoy que resultase ser un protofollador marxista de hace ahora cincuenta o sesenta años, puesto que, si os paráis a pensarlo, a partir de ese momento, cualquier camarada que se negase a poner sus labios mayores y menores al servicio de la causa de la liberación de la clase obrera estaba cayendo en eso que el maoísmo solía denominar revisionismo pequeñoburgués. En otras palabras: ser una estrecha (porque estrechos no ha habido nunca) era colaborar con la manipulación y dominación burguesa sobre la clase obrera. Anda que no hay gente que ha echado quiquis, en los sesenta y en esos sesenta en el tiempo de descuento que fueron los setenta españoles, a cuenta de esta mierda.

Konkret era uno de los templos intelectuales de la interpretación del Reich marxista (porque el tipo, la verdad, pasó por varias fases, como un orgasmo) y de Marcuse et alia. Así las cosas, llamando a la gente a follar y a hacer la revolución, Konkret se puso en 200.000 copias.

Así las cosas, la revolucionaria Ulrike, como tantos otros revolucionarios han terminado por ser seducidos por los placeres del mercado inmobiliario, se fijó en uno de los barrios más pitucos de Hamburgo, Blankenese; un barrio en el que entonces podéis apostar que no vivían muchos tornero-fresadores. Allí quería comprar una casa; a finales de 1966, Röhl formalizó un préstamo hipotecario que le permitió adquirir la casa. 150.000 marcos, de la época, claro.

Entonces llegaron los tiempos que ya hemos rememorado: las protestas anti Vietnam, la visita del sha, las movidas… Todas las personas que eran el alma de Konkret, como el matrimonio Röhl-Meinhof o Stefan Aust, que se había convertido en el gran factótum de la revista, comenzaron a ser habituales de las manifas en las que también eran habituales personajes como Horst Mahler o Gúnter Grass; este último, tal vez, en representación de las SS hitlerianas.

En mayo de 1967, Ulrike escribió un artículo titulado Carta abierta a Farah Diba, que la metió de lleno en el tema Irán. Llegó el asesinato de Benno Ohnesorg, pero la verdad es que la Meinhof no fue muy activa como escritora en ese momento, a pesar de que el tema se la dejaba botando; estaba básicamente ocupada montando su casa.

Como le ocurre a mucha gente, la prosperidad, igual que la paternidad, no le trajo al matrimonio la estabilidad que probablemente estaba buscando con medidas así. Los Röhl no se llevaban, y eso, cada vez, tenía menos solución. Klaus ha admitido haber sido infiel muchas veces; pero, normalmente, eran partiditos fuera de casa; cosas de pichabrava, por así decirlo. Aquel 1966, sin embargo, la cosa cambió. Karl Rainer se fue una manifa, conoció a una tipa, y se enamoró. Se enamoró como un perro de una joven griega, con la que tendría una historia de siete años nada menos; ciertamente, cuesta criticar a alguien por arrimarse a una churri que domine el griego. Nunca se planteó romper su matrimonio para estar con ella porque su churri estaba casada.

Como lógica consecuencia del encoñe del marido, la esposa comenzó a pensar seriamente en dejarlo. Pudo influir en el tema que su amiga, Eva Rühmkorf, también parecía tener problemas muy graves con su marido; sin embargo, no se separó. Pasada la Navidad, Ulrike cogió a sus gemelas y se las llevó al refugio de Renate Riemeck; le pidió que las cuidase durante el tiempo que tomase el divorcio. Sin embargo, ante el temor de que Röhl intentase hacerse con las niñas, acabó llevándoselas a Berlín, desde donde inició los trámites del divorcio.

En el año 1968, que fue por lo tanto el año en el que vivió en Berlín una Ulrike Meinhof probablemente amargada por el fracaso de su vida personal, sus escritos se hacen cada vez más ásperos y directos, y dejan ver que la actitud de la autora respecto de la violencia va cambiando progresivamente. El tema central de sus tesis, en una evolución de pensamiento que recuerda a la de Gudrun Ensslin, deja de ser la paz, para pasar a ser la violencia. La violencia ejercida por un Estado fascista y que, precisamente por eso, debe ser contestada.

Finalmente, el divorcio alcanzado por la pareja pareció cualquier cosa menos una separación violenta. Ulrike seguiría escribiendo para Konkret, y a Karl Rainer se le garantizó un régimen de visitas a sus hijas. La causa se vio en febrero de 1968; Ulrike había elegido a Kurt Grönewold como abogado. El marido retuvo la casa hamburguesa y la revista. Ulrike, por su parte, obtenía la custodia de las gemelas y un capital compensatorio, equivalente a un tercio del valor de la casa, más una pensión mensual a cargo de su ex marido. Contando con que ella tenía sus propios ingresos, su situación económica quedó evaluada muy positivamente.

Este acuerdo, sin embargo, dejó a Ulrike bastante cabreada y deprimida. Y, probablemente, intensificó sus veleidades antiautoritarias. Tanto ella como otros compañeros se dedicaban a ir a barrios de clase media, abordando a los chicos que jugaban en los parques para decirles que no tenían por qué aceptar la autoridad ni de sus padres ni de sus maestros. Una actividad enternecedora por parte de Ulrike Meinhof, quien, haciendo gala de esa elegante actitud bifronte que es tan común entre los druidas de las izquierdas, al mismo tiempo que decía esas cosas tenía a sus gemelas matriculadas en una escuela que practicaba la disciplina de antaño que la feliz mamá atacaba tanto. Sabido es que los revolucionarios nunca han tenido problemas al incomunicar las acciones de su mano derecha y su mano izquierda.

Separada del núcleo hamburgués de Konkret, Ulrike trató de formar un fuerte núcleo berlinés, tal vez para poder competir con el original e incluso fagocitarlo. Para su proyecto buscó cómplices como el mismo Rudy Dutschke o Bahman Nirumand, un periodista iraní que en 1967 había escrito un libro contra el régimen de su país que había sido muy influyente en las movidas estudiantiles (Nirumand regresó a Irán tras la revolución pero, tras comprobar que no era lo que él esperaba, se exilió de nuevo).

Estando en estas ocurrió el incendio de Frankfurt y, poco después, Dutschke fue disparado, así como el episodio, que ya hemos contado, en el que supuestamente Ulrike aparcó su coche atravesado en el parking de Springer porque era muy mala conductora. Cada vez más, en todo caso, las acciones de los estudiantes recibían mayor apoyo en sus artículos.

Konkret Berlín alquiló 19 páginas en la revista para escribir de lo que considerase necesario. Sin embargo, el proyecto no fue bien. Cuando empezaron a escribir, apenas lograron juntar nueve páginas y, además, se enfangaron en una discusión en torno a un artículo sobre la violencia. En septiembre de aquel 1968, Ulrike escribió en la revista sobre la ocupación de Praga por las tropas del Pacto de Varsovia (que, claro, no criticó).

En octubre de aquel año, se acreditó para acudir al juicio contra Gudrun Ensslin, Andreas Baader, Thorwald Proll y Horst Söhnlein por los incendios de Frankfurt. Ya convertida en una revolucionaria de libro, es decir en la puritana que siempre fue, argumentaba en sus textos sobre la materia atacando el consumismo excesivo y apoyando que sólo se pudiera comprar aquello que fuese útil (ella, que se había pateado las tiendas pijas de Hamburgo para encontrar lámparas de marca para su queli). El dinero, decía, “debe usarse en el sistema educativo, en el sistema de salud, en el transporte público, para la paz, el aire puro y la educación sexual”. Qué tenían que ver esos principios morales con el carácter punible o no punible de entrar en un edificio y quemarlo, nunca lo explicó convenientemente, à mon avis.

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