Los súbditos de Seleuco
Tirídates y Artabano
Fraates y su hermano
Mitrídates
Los principios de Demetrio como prisionero de lo partos no
fueron buenos. Éstos decidieron pasearlo como un mono de feria por los
territorios de su dominio, para lanzarle a los habitantes el mensaje claro de
que buscar cualquier aliado contra el poder de los partos era muy mala idea.
Pero después de este tour un tanto humillante, no parecen haberlo tratado mal.
Le adjudicaron una residencia en Hircania, se le mantuvo su noble condición y
Mitrídates acabó, incluso, ofreciéndole la mano de una de sus hijas. Esta
intención nos viene a sugerir con mucha fuerza que es muy probable que
Mitrídates estuviese valorando la posibilidad de una expedición contra Siria,
algo en lo que disponer de un príncipe local que le fuese partidario y
estuviese ligado a él por lazos de sangre podía ser una ventaja interesante.
Sin embargo, Mitrídates no pudo llevar a cabo ese proyecto, si es que alguna
vez lo albergó. Poco después de capturar a Demetrio, cayó enfermo y se fue
consumiendo rápidamente hasta morir en el año 136 antes de Cristo, después de
38 años de reinado que habían colocado a los partos en primera fila de la
geopolítica de su área.
Una de las grandes inteligencias de Mitrídates, y del
sistema parto en general, fue que tuvo la capacidad de combinar una forma de
gobierno bastante simple con las sutilezas que reclamaba la posesión de un
imperio. Los partos, originalmente, no eran sino el resultado de un frágil
liderazgo entre señores de la guerra; esto es, habían superado el primer estadio
de la división entre poderes basados en la espada, algo que lo que hay pueblos
que en realidad no salen nunca (Afganistán, Libia); pero, al mismo tiempo, supo
crear una monarquía flexible y lo suficientemente adaptable.
Monarquía adaptable quiere decir que, pese a estar en el
área donde se inventaron las satrapías y los reyes con poder absoluto, eran
varios los límites que existían al ejercicio del poder real. El rey de los
partos estaba permanentemente asesorado por dos consejos que eran, como he
dicho, los remanentes de una situación en la que dicho rey había sido,
simplemente, el más cachoburro de entre todos los cachoburros de la zona. Uno
de estos consejos era un consejo de familia, del que formaban parte todos los
varones mayores de edad de la familia real. El otro era una especie de Senado
del que formaban parte tanto los jefes temporales como espirituales del reino:
los sophi, u hombres sabios; y los magi, o prelados. Estos dos
grupos juntos conformaban los megistanes o nobles. La monarquía era
electiva con los votos de los dos consejos, pero la elección sólo podía
verificarse entre miembros de la familia arsácida. Aparentemente, sin embargo,
los megistanes parecen haber respetado la regla sucesoria, salvo en los casos
en los que el rey fallecido no dejase hijos varones, en cuyo caso se decantaban
por hermanos o tíos, que comenzaban con ello una rama dinástica.
En la estructura del Estado parto tenía una gran importancia
el surena, una especie de comandante en jefe de las tropas; el jefe del
ejército tenía, entre otros, el privilegio de colocar la diadema en la cabeza
del rey recién nombrado.
En los territorios conquistados por los partos, éstos
practicaban una combinación de estrategias. En algunos casos establecían en
esos países dinastías controladas y en otros nombraban vitaxae, esto es,
virreyes. El hecho de que hicieran uso, cuando menos a veces, del mecanismo de
tener reyes que los obedecían explica que los emperadores partos fuesen
conocidos con la denominación rey de reyes,que ya había sido usado por
persas y asirios. Mitrídates parece haber sido el primero de los soberanos que
adoptó este nombre.
Pero volvamos a los hechos. Mitrídates fue sucedido por su
hijo Fraates II o, si lo preferís, Arsaces VII. Fraates mejoró todavía más la
vida de Demetrio, pues albergaba el proyecto de invadir Siria y hacerla suya, y
consideraba que tener en su poder al rey legítimo de aquella nación le daba una
ventaja importantes. En ese sentido, estuvo de acuerdo en que una de sus
hermanas, Ehodoguna, se casara con el prisionero. Demetrio hizo como que todo
eso le hacía pandán pero,en realidad, siempre estaba dándole vueltas a la idea
de cómo podía escaparse de aquellos friquis. Por dos veces, de hecho, consiguió
escapar y plantarse casi en la frontera entre Hircania y sus propias
posesiones; pero por otras dos veces acabaron pillándolo. En la segunda de las
huidas, Fraates sí que se cabreó y, de hecho, prohibió a quien ya era su cuñado
que se presentara en su presencia.
En Siria, mientras tanto, la nación había aceptado al
hermano de Demetrio, Antíoco Sidetes, como monarca de facto. Durante
algunos años, Antíoco tuvo que luchar contra Trifón, pero finalmente consiguió
derrotarlo y matarlo. Era el año 137 antes de Cristo, y repentinamente, Antíoco
se dio cuenta de que tenía plena capacidad, no para defenderse, sino para
atacar. El objetivo debería haber sido Partia, sobre todo porque su hermano
seguía allí; pero tuvo que ocuparse de otro asuntillo. Durante sus guerras con
Trifón, Demetrio se había apoyado de forma importante en mercenarios judíos y,
por ello, había terminado por premiar a los hebreos concediéndoles una amplia
autonomía. Aunque Antíoco volvió a necesitar de la ayuda de sumo sacerdote
Simón, era sin embargo contrario a una Palestina independiente, tanto de
iure como de facto, por considerar que un Estado independiente
fronterizo con el suyo sería demasiado peligroso.
Como consecuencia de todo ello, en el momento en que se
deshizo de Trifón, Antíoco decidió avanzar contra los judíos, con el objetivo
de arrancarles su vieja condición de tributarios de Siria. Las tropas sirias
estaban comandadas por el general Cendebseo; entraron en Palestina casi sin
problema, pero fueron rápidamente derrotadas. Antíoco tuvo que presentarse en
persona en el campo de batalla. Luchó durante dos años contra las tropas
rebeldes, comandadas por Juan Hircano; en el 133, sin embargo, consiguió
subyugar a los judíos y someterlos a la autoridad siria. Fue entonces cuando
Sidetes consideró que podía ir contra Partia, cosa que hizo en la primavera del
año 129.
Las tropas seléucidas, cualquiera que sea el conteo que se
haga, debían de ser bastante más numerosas que las de los partos; sobre todo si
tenemos en cuenta que varios señores de la guerra teóricamente alineados con el
rey de reyes lo abandonaron. Sidetes, además, había echado de mano de nuevo de
sus súbditos confirmados, los judíos, excelentes combatientes, que marcharon
con él al mando de Juan Hircano. Este ejército tuvo además la inteligencia de
avanzar hacia Babilonia, esto es, de pasar por diversos de los territorios
dominados por la bota parta, escasamente resignados a esa situación suya y que,
en consecuencia, lo recibieron como héroes.
Fraates planteó batalla a Antíoco por tres veces, y por tres
veces fue vencido. Sidetes se hizo con el control efectivo de Babilonia, lo
cual disparó inmediatamente la rebelión en el resto de las provincias y reinos
dominados por los partos.
Para Fraates, había llegado el momento en el que se hacía
necesario jugar la carta demetria. Así pues, liberó a su cuñado, le otorgó una
importante escolta parta, y lo envió a Siria a reclamar sus derechos sobre el
trono. La idea era que Antíoco, cuando supiera que su hermano estaba en Siria o
camino de ella, resolvería regresar al país para resolver la querella
dinástica. Pero eso no fue lo que hizo pues, con el invierno ya encima, decidió
hibernar en Babilonia. Eso sí, tuvo que dividir su potente ejército entre las
diferentes ciudades que había ocupado, lo cual le dio a Fraates otra idea:
atacar antes de que llegase la primavera (esto es, la temporada normal para
guerrear). Además, hay que tener en cuenta que Antíoco, por pereza o
incapacidad, dilapidó uno de sus grandes activos. En efecto, las tropas sirias
habían sido vistas como liberadoras del yugo parto por muchos pueblos dominados
por éstos; pero las tropas que quedaron hibernando en muchas de las ciudades se
comportaron con una violencia y rapiña de tal calibre que, increíblemente, en
muchos sitios los pueblos comenzaron a tener nostalgia de los viejos
dominadores, que eran tiránicos pero, por lo menos, no les robaban impunemente.
Muchos de los representantes de esos pueblos y ciudades
acabaron enviando emisarios al cuartel general de Fraates, ofreciéndole
colaboración en la misión de echar a los sirios. El tipo era inteligente para
las movidas, así pues montó una de mucho mérito: como se tratase del último
cuarto de hora de alguna de las películas de The Godfather, organizó una
movida en la que varias ciudades se rebelarían, el mismo día, contra sus
ocupantes sirios. La labor de las tropas partas era impedir que las diferentes
guarniciones se pudieran apoyar unas a otras.
Al contrario que Vito Corleone, Fraates todavía hizo un
último intento por permitir que todo terminase sin derramamiento de sangre. En
las últimas semanas del invierno, cuando consideró que se había retirado
suficiente nieve como para permitir los desplazamientos, envió una embajada a
Antíoco para proponerle la paz. Antíoco exigió la liberación de Demetrio, la
retrocesión de todas las provincias que un día fueron sirias y la conversión de
Partia en un tributario de su propia corona.
Así las cosas, el día señalado, las gentes de las ciudades
señaladas atacaron a sus tropas ocupantes; a la gran mayoría la masacraron sin
que hubiera podido sacar la espada. Antíoco y sus parciales lograron escapar de
donde estaban y salir a campo abierto, buscando reunirse con algunas de sus
tropas. Allí, sin embargo, se encontraron con Fraates y los suyos. Antíoco, a
pesar de que los relatos que nos han llegado nos dicen que tenía la posibilidad
de huir hacia las montañas donde a los partos les sería más difícil
perseguirlo, decidió presentar batalla. Su determinación, sin embargo, no era
la de sus tropas que, como la mayor parte de las veces en la guerra antigua,
tenían la seria intención de regresar a casa con todas sus extremidades. El
resultado fue una derrota clara de los seléucidas, que incluyó la muerte de
Antíoco, no sabemos muy bien si asesinado por sus enemigos o por su propia
mano. Los partos capturaron a Seleuco,
hijo de Antíoco, y a otra miembra de la familia real, una hija de Demetrio.
La de Antíoco fue la última intentona que hizo un rey
seléucida sirio de recuperar los territorios orientales de su semi-imperio. Y
no sólo eso, sino que la noticia de que las tropas seléucidas habían sido
derrotadas por los partos movió a otros a intentar la sedición; muy
notablemente los palestinos, que consiguieron la independencia de Judea. Así
pues, el otrora orgulloso imperio oriental heredero de Alejandro quedó limitado
a Cilicia y Siria Proper. Demetrio se dirigió a sus viejas posesiones, aunque,
de todas formas, su país, en cosa de medio siglo, perdería su independencia en
manos de los romanos. Hasta el año 65, en que desapareció como tal, la nación
seléucida Siria fue apenas una sombra de lo que había sido.
Fraates, en todo caso, no se fiaba de Demetrio. Por eso
envió a un pequeño comando con la misión de interceptarlo antes de que llegase
a Siria. Sin embargo, estos perseguidores no encontraron la pieza que estaban
buscando; Demetrio, al parecer, había anticipado este movimiento por parte de
su cuñado, y por eso se había apresurado a llegar a Siria antes de lo que
cualquiera habría esperado.
Eso sí, no hay que olvidar que Fraates había conseguido una
pieza importante tras su victoria sobre Antíoco, que era una hija del propio
Demetrio. Convencido de que la mejor manera de abordar sus relaciones con la
nación siria era la interconexión dinástica, no sólo ofreció su propia hermana
al seléucida, sino que ahora resolvió hacer de aquella hija su propia esposa.
Todo indica que la obsesión del rey parto era convencer a los seléucidas de su
gran respeto por ellos. Antíoco, el otro prisionero, fue tratado a cuerpo de
príncipe; y el rey muerto en la batalla fue metido en un ataúd de plata y
remitido a Siria para su enterramiento.
Todo eso era la alianza por las buenas. Pero Fraates, es
probable, también pensaba en resolver el tema por las malas, es decir,
invadiendo Siria y haciéndola suya. Sin embargo, pasó algo que no le permitió
dar ese paso; un paso que habría sido interesante, pues plantea la pregunta de
qué habría pasado si los romanos, cuando llegaron a Oriente Medio, se hubiesen
encontrado allí a los partos sólidamente establecidos. Pero eso, claro, son
ucronías. El caso es que el arsácida no pudo llevar a cabo sus probables
planes, porque alguien se le puso gallito.
Curioso, llevo años pensando que Surena sería el nombre de una persona o un linaje y resulta que era un título.
ResponderBorrarSi te sirve de consuelo, a mí me pasaba lo mismo. Pero, bueno, lo mismo es que a Surena le pasa lo mismo que a César...
BorrarPues me he puesto a indagar un poco sobre el tema y no he llegado muy lejos pero me he encontrado con esto en la wiki en inglés:
Borrarhttps://en.wikipedia.org/wiki/House_of_Suren
Y si que hablan de un clan aristocrático de las épocas Arsarcida y Sasánida (No podría decir más sin leerme las fuentes que citan)