Recuerda que ya te hemos contado los principios (bastante religiosos) de los primeros estados de la Unión, así como su primera fase de expansión. A continuación, te hemos contado los muchos errores cometidos por Inglaterra, que soliviantaron a los coloniales. También hemos explicado el follón del té y otras movidas que colocaron a las colonias en modo guerra.
Una cosa que, en todo caso, no debemos olvidar, aunque ha sido evidentemente atropellada por la apisonadora del tiempo, es que no fueron pocos los americanos que tomaron la decisión, en medio del enfrentamiento, de permanecer fieles a la Corona. Estos tories, como fueron llamados por los patriotas, eran normalmente grandes comerciantes y terratenientes, así como buena parte de los clérigos anglicanos. Otros ciudadanos o bien temían verse implicados en la guerra, o bien simplemente pensaban que los rebeldes no podían ganar. En Carolina del Norte, estos monarquistas, llamados Regulators, tomaron las armas contra los patriotas. La relación no fue fácil. Los rebeldes se negaron a hacer negocios con los regalistas y, a menudo, les confiscaron sus propiedades.
Una cosa que, en todo caso, no debemos olvidar, aunque ha sido evidentemente atropellada por la apisonadora del tiempo, es que no fueron pocos los americanos que tomaron la decisión, en medio del enfrentamiento, de permanecer fieles a la Corona. Estos tories, como fueron llamados por los patriotas, eran normalmente grandes comerciantes y terratenientes, así como buena parte de los clérigos anglicanos. Otros ciudadanos o bien temían verse implicados en la guerra, o bien simplemente pensaban que los rebeldes no podían ganar. En Carolina del Norte, estos monarquistas, llamados Regulators, tomaron las armas contra los patriotas. La relación no fue fácil. Los rebeldes se negaron a hacer negocios con los regalistas y, a menudo, les confiscaron sus propiedades.
Cuando
comienza la denominada guerra de la independencia americana, la
verdad es que todo o casi todo está a favor de los ingleses. Sus
enemigos son un conjunto de apenas 2 millones de habitantes, sin
ejército ni marina y sin un gobierno central propiamente dicho.
Enfrente, una nación cinco veces más poblada, dueña de los mares
del mundo y con nutridas tropas altamente experimentadas.
La
principal ventaja de los rebeldes, sin duda, era el océano que
separaba a Inglaterra de sus objetivos bélicos. Por decirlo de una
forma clara para entendernos, la situación logística de Inglaterra
durante la guerra fue tan comprometida que rara vez las tropas se
aventuraron más allá de unos 20 o 25 kilómetros de un río
navegable, o de la costa. Más allá, abastecer a las vanguardias les
presentaba problemas innúmeros. Los rebeldes, en cambio, conocían
el terreno, lo usaban para aprovisionarse tanto como para huir y
esconderse, y de esa manera podían practicar una guerra de
guerrillas tremendamente efectiva.
El
principal obstáculo para la victoria por la parte de los vencedores
fue su liberalismo; su fuerte individualismo. Algo que retendría el
bando confederado algunas décadas después, labrando buena parte de
su derrota. Los americanos estaban acostumbrados a defender su
libertad individual, y por eso eran renuentes a aceptar un mando
único, a pesar de ser éste un elemento sine
qua non
para ganar una guerra seria (recomiendo a los partidarios de la idea de que la última guerra civil española se decidió por la ayuda extranjera que vuelvan a leer esta frase). En toda la guerra, la fuerza más
nutrida que logró juntar el bando rebelde fue de unos 20.000
hombres; pero lo normal es que las partidas no pasaran de 5.000
efectivos. Muchos de los soldados no querían firmar compromisos de
un año y, si se repasan las cifras, se ve que el porcentaje de los
que reengancharon fue negligible.
Además, los naturales de las colonias del sur no querían ir a
pelear a Nueva Inglaterra, y los del norte lo mismo. Como ya he dicho, es algo que volveremos a ver en la guerra civil americana.
El
ejército americano no tuvo problemas para tener balas desde 1776,
cuando Francia decidió apoyarlos. Sin embargo, una crónica fiel de
la vida de aquellos patriotas (no las chorradas que filman Mel Gibson
y otros de la misma ralea) debería mostrar a unos soldados vistiendo
siempre uniformes raídos (eso si llevaban uniforme) y pasando más
hambre que Carpanta. Para colmo, un ejército tan bisoño carecía de
oficiales. Esta es la razón de que militares europeos como Friedich
von Steuben, Casimir Pulaski o el célebre marqués de La Fayette hiciesen carrera en aquel enfrentamiento.
Aunque
ahora dé igual y habitualmente no se cuente, otro aspecto en el que
la gestión de los futuros estadounidenses durante la guerra fue como
el culo es la economía. Aunque a los rebeldes no les faltó
financiación, cometieron el error (que también cometería el bando republicano de nuestra guerra civil) de despreocuparse de la
inflación, con lo que encarecieron sus propios suministros bélicos
y sometieron a la población a situaciones muy comprometidas. No fue
hasta 1781, con la guerra prácticamente terminada, que se ocuparon
del tema, con el nombramiento de Robert Morris como Superintendente
de Finanzas.
Hemos
contado ya algunos párrafos más arriba que Washington llegó a
Boston en junio de 1775, justo después de la amarga victoria
británica de Breed's Hill. Los americanos ocuparon Dorchester Hills,
teniendo pues a la vista la capital de Massachusetts, y se reforzaron
con unos cañones que sacaron de Fort Ticonderoga. Comandaba a los
ingleses sir William Howe; en marzo de 1776, ante el cariz que tomaba
la situación, resolvió abandonar Boston para ir a Halifax, en Nueva
Escocia, con la idea de atacar desde allí New York City, ciudad que
pensaba convertir en su cuartel general, contando con su excelente
puerto y la importante colonia de knickerbockers
regalistas.
Washington, un hombre nada carente de inteligencia estratégica,
previó este movimiento, y en abril salió a pelo puta para proteger
esa ciudad que hoy no es capital de los Estados Unidos, pero sí lo
es, en cambio, del mundo. En Staten Island se dio de bruces con los
32.000 efectivos de Howe. Decidió fortificarse en Brooklyn Heights,
Long Island; y lástima para él que no se le ocurrió comprar algún
terrenito, porque 200 años después habría hecho un negocio de la
hostia. El 27 de agosto, los británicos derrotaron a los rebeldes en
Long Island. Dos días después, Washington entró en la vieja isla
de Manhattoes, de casada Manhattan. En White Plains volvió a salir
derrotado, por lo que tuvo que huir hacia Hackensack, Nueva Jersey.
Tras la experiencia, Washington aprendió que debía hacer cualquier
cosa, menos plantear enfrentamientos frontales y abiertos.
En
diciembre de 1776, Howe comenzó a perseguir de cerca a Washington,
quien debió huir desde Hackensack hasta Trenton, para luego cruzar
el río Delaware camino de Pensilvania. Aprovechándose de que, para
avanzar, Howe se veía obligado a estrechar su línea, atacó. La
noche de Navidad de 1776, cruzó el Delaware en dirección contraria,
pilló a los ingleses durmiendo, y tomó casi 2.000 prisioneros. El 3
de enero, los atacó cerca de Princeton. Se retiró luego a
Morristown, habiendo echado a los ingleses de Nueva Jersey.
El
gran paso hacia la victoria vendría ya en 1777, con la batalla de
Saratoga. El general británico John Burgoyne estaba en Canadá, con
el plan de presionar hacia el sur en Lake Champlain y hacia el este
desde Oswego hacia el valle Mohawk para encontrarse con Howe, que
estaría moviendose hacia el norte por el Hudson desde New York City.
Pensaban juntarse en Albany, enfrentarse a las tropas rebeldes y, si
ganaban, incomunicar Nueva York de los territorios alzados.
Howe,
sin embargo, quería ocupar primero Filadelfia. De hecho, se dirigió
hacia allí tras derrotar a los rebeldes el 11 de septiembre en
Brandywine Creek, y llegó a las dos semanas. Es muy famosa la
anécdota de que cuando Ben Franklin, que estaba en París, fue
informado de que Howe había capturado Filadelfia, contestó con una
sonrisa: “No: es Filadelfia la que ha capturado a Howe”. Y no se
equivocó, pues Howe, viéndose rodeado de regalistas, que en
Filadelfia los había a puñados, dejó la guerra y se dedicó al
brandy y al folleteo.
Mientras
esto ocurría, Benedict Arnold conseguía frenar la fuerza que
avanzaba por el valle Mohawk. Así pues, Burgoyne estaba solo, pero
no lo sabía. No supo que Howe estaba follando en Filadelfia hasta
agosto. Así las cosas, no le quedó otra que moverse hacia Saratoga
donde, el 17 de octubre, rendía sus tropas a Arnold.
Saratoga
cambió las cosas en Europa. Es el turning
point
tras el cual los gobiernos comenzaron a pensar que la orgullosa
Albión podía perder su guerra. El 6 de febrero de 1778, Francia
reconocía oficialmente a los estados americanos, y firmaba un
tratado de alianza. En junio, Francia e Inglaterra estaban en guerra.
En
honor a los ingleses, siempre tardíos a la hora de entender que su
mano no es la mejor de la mesa, hay que decir que lord North, en
cuando sospechó que americanos y franceses iban a hacerse pandán,
envió una comisión de paz con la oferta de revocar todas las leyes
aprobadas desde 1763. Pero el Congreso ya no tenía el chichi para
esos ruidos; contestó que ya sólo aceptaría negociar la
independencia.
La
guerra de la independencia se convirtió pronto en una guerra
europea. En 1779, Francia empujó a España a entrar en ella (y fue por cositas como éstas, por cierto, por lo que fuimos albergando una inquina cierta contra el gabacho que estalló en la llamada guerra de la Independencia; como sabe cualquiera que, además de a hojear el Fotogramas y a recibir premios, se dedique a leer un poquito). En
1780, Gran Bretaña entró también en guerra con Holanda para
impedirle comerciar con los americanos. Como a perro flaco todo son
pulgas, Rusia también acabó enfrentándose con Londres, buscando
ventajas en el Báltico.
Por
primera y única vez hasta que Estados Unidos le arrebatase el mando
de los mares, Inglaterra se sintió débil en el agua frente a
Francia. Incluso corsarios americanos llegaron a encenderle el pelo a
barcos ingleses en el mismísimo Canal de la Mancha.
En
la primavera de 1778, tras hibernar en Valley Forge, Filadelfia,
Washington se puso al curro de nuevo. Sin embargo, le fue fue mal,
porque los estados estaban respondiendo bastante pobremente a las
levas. La moral rebelde estaba tan baja que incluso alguna de sus
cabezas, como Benedict Arnold, se pasó a los ingleses, rindiendo
West Point, aunque la conspiración fue descubierta.
Los
últimos actos de la guerra se representaron en el sur. El 29 de
diciembre de 1778, los británicos tomaron Savannah, y con ello
Georgia. El 6 de mayo de 1780, era Benjamin Lincoln el que se rendía
a los ingleses en la rítmica Charleston. De seguido, lord Cornuallis
conseguía una indiscutible victoria contra el general Gates en
Camden, Carolina del Sur. En ese momento, los británicos viraron
hacia el norte; pero ahí es donde la guerra roló. El 7 de octubre
de 1780, en King's Mountain, una tropa de regalistas fue aplastada
por paisanos; con posterioridad, el general rebelde Daniel Morgan
obtuvo una victoria en Cowpens (16 de enero de 1781), lo que
convenció a Cornwallis de abandonar el Estado y retirarse a
Yorktown, Virginia. Pensaba Cornwallis que allí los barcos ingleses
podrían llevarse a las tropas, pero no sabía que había una
flotilla francesa, combinada con un avance desde el norte, por
tierra, de Washington. Así pillado, tuvo que rendirse en Yorktown,
el 19 de octubre de 1781, lo que vino a suponer el práctico final de
la guerra. Lord North dimitió en marzo de 1782, dejando paso a un
gobierno que ya sabía que su función era negociar la independencia
de los Estados Unidos de América.
Buenas, sobre la primera parte en la hablas sobre los fieles a la corona, no recuerdo donde lo lei, pero se estimaba que solo un cuarto de la población era partidaria de la independencia, otro cuarto totalmente leal a la corona y por ultimo un 50% al que le daba igual, pero que se fue decantando ligeramente hacia la independencia con el trascurrir de la guerra. ¿Te suenan esos datos?
ResponderBorrarLa verdad es que no; pero son bastante creíbles.
BorrarSé que contesto tarde pero no siempre puedo leer estas cosas a tiempo.
BorrarNo tengo la fuente pero creo haber leído que en lo que era el territorio de las "trece colonias" estaban repartidos a tercios: 33% de independentistas, 33% de leales a la corona y el último 33% a los que les daba igual qué gobierno les putease. En cambio, en el territorio de Canadá siempre fueron mayoría clara los leales, por más que Canadá sea el único territorio que tienen garantizado en la Constitución de EEUU su ingreso en la Unión con sólo pedirlo.
Otro comentario (aún más) tardío: Como nota al margen, hay historiadores que opinan que España no entró tan obligada. Había un fuerte partido belicista en la corte, empeñado en recuperar territorios perdidos tanto en Europa (Menorca o Gibraltar) como en América (La Florida) parece que lo que hacía dudar en ese tema era el miedo al contagio a las colonias españolas que las pocas ganas de entrar en guerra.
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