Para entonces, principios de 1973, Chile está ya en una situación bipolar. El proyecto de la Unidad Popular ha tenido como consecuencia quebrar la unidad de la democracia cristiana lo que, en la práctica, hace que el país se divida en los que están con Allende, y los que están en contra. Unos muy con, y otros muy, pero muy contra. Tanto las acciones de Patria y Libertad como las de los denominados Grupos Rolando Matus difícilmente se pueden considerar otra cosa que terrorismo reaccionario. Pero la actuación del MIR tiene de respetuosa con la forma y el fondo democráticos lo que yo de piloto del SEPLA. En junio del 71, el asesinato de Pérez Zujovic tuvo como consecuencia la primera alianza estratégica entre la DC y el derechista Partido Nacional (primo hermano de los Rolando Matus) en la llamada Confederación Democrática. Dos años después, esa alianza está cerca ya de ser de hierro. Antes, incluso, se producen indicios que Allende, en muchas cosas tan íntegro como miope, no sabe ver. El socialista Hernán de Canto pierde la alcaldía de Valparaíso a manos del candidato democratacristiano. La Unidad Popular, a continuación, sufre una pequeña grieta con la defección parcial del PIR, Partido de Izq uierda Radical, el ala izquierda de la DC (el ala izquierda-izquierda, el MAPU, permanece fiel a Allende). En enero del 72, la DC gana en las elecciones legislativas en las provincias de Linares y O’Higgins.
miércoles, febrero 01, 2012
El marxista naïf (4)
Esta medida, nacionalizar el cobre, sí que la propone al
legislativo, pues, como ya hemos sugerido, sabe que cuenta con avales
superiores a cualquier otra iniciativa, ya que ya el gobierno Frei ha intentado
que el 51% del capital de la denominada Gran Minería esté en manos del Estado
chileno. El 11 de julio, que por ello fue instaurado por el allendismo como
feriado (Día de la Dignidad Nacional) las minas de los tres gigantes
estadounidenses (Anaconda, Kennecott y Cerro Corporation) son nacionalizadas.
El gobierno Allende había decidido dar la vuelta de tuerca
realmente importante: el enfrentamiento económico con los Estados Unidos. Lo
cual quiere decir: la nacionalización del cobre. La primera víctima, por
contarlo todo, fueron las estaciones meteorológicas americanas situadas en
Chile, una de ellas en la Isla de Pascua, que fueron evacuadas. Después, el
gobierno decretó la nacionalización de las minas del cobre. El 19 de julio de
1971, la Casa Blanca –Nixon- contestó. El gobierno americano anunció la
aplicación de la denominada enmienda González, que se basaba en la ya famosa en
mienda Hickenlooper, por la cual los EEUU pueden frenar, congelar o negar
asistencia económica a todo gobierno que indemnice inadecuadamente a una
empresa del país. Además, contestó con una restricción del crédito
internacional a varios países latinoamericanos, especialmente Chile y Bolivia,
país éste que también estaba abordando nacionalizaciones en el sector
petrolífero. Al mes siguiente, el Eximbank le niega a Chile un gran crédito de
21 millones de dólares. Luego llega el Banco Interamericano del Desarrollo. Hay
que decir que esta política por parte de Nixon es ciega y sectaria. El crédito
de Eximbank se había pedido para poder comprar tres aviones Boeing para la
línea LAN Chile; así pues, fue la empresa de Seattle, americana por los cuatro
costados, la que pagó el pato.
No conozco a nadie que dude de la legitimidad de la medida
tomada por Allende; de hecho, ya estaba insinuada por la política anterior de
la Democracia Cristiana. Sin embargo, el error de Allende en este punto no fue
el qué, sino el cómo. Con esas ínfulas típicas que a veces se dan a las cosas
nuevas, recibidas como generadoras de un antes y un después pero rara vez
objeto de un análisis reposado, buena parte de la izquierda mundial recibió con
albricias la que entonces se denominó Doctrina Allende, rebautizada por la
famosa revista Newsweek como matemática
marxista.
La Doctrina Allende no cuestionaba el derecho del
propietario de un bien nacionalizado a recibir un justiprecio. Sin embargo,
matizaba, y vaya si lo matizaba, ese derecho, aseverando que, para fijar ese
justiprecio, había que tener en cuenta los beneficios obtenidos durante el
tiempo de propiedad, y su legitimidad social. Dicho de forma muy esquemática:
en el caso de que un gobierno expropie a un banquero que explotase a sus
trabajadores no pagándoles lo suficiente, el justiprecio del banco debería ser
minorado en el monto de dicha explotación.
Como idea no está mal. Como tampoco es mala idea lo de las
balanzas fiscales entre comunidades autónomas. Ambas teorías, sin embargo,
adolecen del mismo problema: son incalculables. Para calcular el beneficio o
pérdida social inducido por la explotación de un bien por un empresario, hay
que hacer asunciones; por ejemplo, cuál es el salario digno que una persona debe
cobrar. Las asunciones, por definición, son subjetivas. Máxime cuando uno es
juez y parte.
Este problema se podría haber resuelto, más o menos, si el
gobierno chileno hubiese acudido a algún arbitraje internacional que avalase
los cálculos. Pero no fue así. Cierto es, desde luego, que los trabajo de
cálculo relacionados con las minas fueron hechos con la colaboración de
empresas externas. Pero, vaya: una era una organización francesa llamada
Sofremines, que lo mismo era muy imparcial; pero la otra era un equipo de
expertos enviado desde la URSS, con un ministro a la cabeza.
Allende, en un salto mortal bastante burdo, se convirtió en
la persona que calcularía el precio que él mismo debería pagar; por mucho que, formalmente, fuese la
Contraloría del Estado la encargada del cálculo técnico, suya, por así decirlo,
es la redacción del decreto supremo 92, de 28 de diciembre de 1971, donde
establecía que la rentabilidad socialmente aceptable de las minas de cobre
había de ser del 10%, y que todo lo que estuviese por encima no se pagaría. Obviamente, en no pocas ocasiones esta cuenta
le salió cero, o cantidades bajas que, efectivamente, podía pagar. E, incluso, en el caso de la Kennecott, el cálculo
resultante fue que no sólo no había que pagarle un duro, sino que los
americanos le debían a Chile más de 300 millones de dólares.
La Doctrina Allende generó, a mi modo de ver, graves
problemas a Chile más allá de sus fronteras, graves problemas de credibilidad
que, que yo sepa, no han sido aun totalmente valorados por los historiadores
económicos. Además, fortaleció la posición de los EEUU en el ámbito
internacional, que ya, de por sí, no suele ser debilucha. La Doctrina Allende
fue un gran error, quizá el mayor de los errores de Salvador Allende durante su
mandato.
Otro de los problemas inesperados para el gobierno fue la
conflictividad en la propia minería. El marxismo tiene un punto mesiánico y
buenista según el cual, como procede a liberar al obrero de la alienación de su
plusvalía por el burgués, no cabe esperar que dicho obrero se rebote. En
general, los países comunistas han hecho valer esta predicción del marxismo a
base de susurrarle al obrero que como se le ocurra protestar lo llevan a la
Lubianka. No fue el caso de Allende, que era un marxista mucho más liberal que
el resto de los marxistas que en la Historia han gobernado, aún sumados y
multiplicados por 27. Allende dejó hacer, y se encontró con que los mineros,
por mucho que les hubiesen nacionalizado, compañero, se pusieron a protestar.
Eran, en general, obreros privilegiados en lo que al salario se refiere. El
precio del cobre cayó, la demanda acostumbrada también lo hizo (la Kennecott,
en un movimiento que, la verdad, no cabe reprocharle, redujo en un 60% su
demanda a las minas otrora de su propiedad, sólo el primer año; el segundo, ya
ni compró). Con todo ello, se resintieron los salarios, y vino la
conflictividad. Allende fue a Chuqui, que en Chile no es un muñeco diabólico
sino una localidad minera, a decirles a los esforzados proletarios que tuviesen
paciencia y esperasen a que los obreros de otros sectores consiguiesen sus
objetivos sociales; y los esforzados proletarios le señalaron un columpio del
parque, y le instaron a utilizarlo. Incluso, en noviembre de 1971, durante su
visita a Chile, el compañero Fidel se dejó caer por la mina de Chuquicamata y
le dio a los camaradas mineros que se alineasen con la política del gobierno.
Los de la pica y la linterna le señalaron al Faro de la Revolución
Latinoamericana el mismo columpio donde, meses antes, habían subido al propio
Allende. En 1972, el conflicto se cerró. Sí. Pero no mediante la gimnasia
revolucionaria, compañero, sino doblándole el sueldo a los mineros.
¿Labró la nacionalización del cobre la perdición de Allende?
En mi opinión, sin duda. La idea de nacionalizar el cobre, unida a la torpe
terquedad en que ambas partes, EEUU y Chile, acabaron cayendo, acabó con las
posibilidades del presidente de evitar el raid golpista. La reacción de
Washington fue sobreactuada, excesivamente intransigente y, a la postre, aval
de una intervención intolerable en los asuntos internos del país. Pero Chile
tampoco se puede ir de rositas en el juicio de este enfrenamiento. El
secretario de asuntos latinoamericanos estadounidense, John H. Crimmins, llegó
a ofrecer a los negociadores chilenos una rebaja de la tensión a cambio de una
voluntad indemnizadora algo más intensa que salvase la cara del conflicto. La
delegación que había viajado a Washington, formada fundamentalmente por
comunistas, simplemente se negó, como se negó a un arbitraje internacional en
la materia. En todo caso, Allende no se podía permitir un acuerdo en las
negociaciones de Washington. Ni el Partido Socialista, enormemente
radicalizado, ni los no-socios-pero-socios del MIR se lo habrían permitido.
Sin embargo, es un error considerar que Estados Unidos
decidió acabar con Allende para recuperar los derechos económicos de tres o
cuatro multinacionales. La mano de la Casa Blanca es más larga, y sus
condicionamientos más profundos. En mi opinión, lo que acabó por decidir a
Kissinger y Nixon de ir contra Allende con todo lo gordo fue la combinación
entre la nacionalización del cobre, la visita de Fidel a finales del 71, y el
hecho evidente que Allende no estaba dispuesto e echar del pequeño planeta de
la Unidad Popular a ese Principito indignado que era el mundo MIR, formalmente
no integrado en la coalición de gobierno pero de hecho identificado con ella en
lo esencial.
Estados Unidos decidió acabar con Allende por la misma razón
que jamás habría permitido que, un suponer, el Partido Comunista Italiano
hubiese desbancado a la Democracia Cristiana del poder en la Italia de los
cincuenta. Por la misma razón por la cual los cada vez más aislados sedicentes
representantes de la República Española en el Exilio recibían,
sistemáticamente, reproches en el Foreign Office por hablarse con los
comunistas. Chile estaba, está, en el patio de atrás de los Estados Unidos. Y
en el patio de atrás de los Estados Unidos, el jefe no se anda con
gilipolleces. Se cometió un error, que se llamó Cuba; uno y no más, Satanás. A
día de hoy no podemos descartar, en lo absoluto, que ese error, tener que
aceptar la supervivencia del régimen castrista, no le costase la vida a John
Kennedy; esto nos da la medida de la importancia de las cosas para según qué
gente. Allende quedó marcado el 11 de julio de 1971, Día de la Dignidad
Nacional; y, paradójicamente, él mismo acabaría señalándole a los americanos el
camino por el que joderle.
Por el camino, la nacionalización del cobre supuso graves
problemas externos para Chile, sobre todo por el flanco de la Kennecott. De
forma inmediata a la nacionalización, en noviembre de 1971, se creó el Tribunal
Especial del Cobre, formado básicamente por las grandes cabezas de la
judicatura chilena, para resolver los conflictos surgidos en los justiprecios,
o sea la Doctrina Allende. La Kennecott apeló ante dicho Tribunal, pero el
Tribunal, casi un año después (agosto del 72), se declararía incompetente para
juzgar las indemnizaciones fijadas por la Contraloría y Allende, lo cual es un
tanto exótico (si no podían juzgarlo ellos… ¿quién quedaba? ¿Dios? ¿Marx?
¿Belén Esteban?).
Ya el 4 de febrero de ese año de 1972, la Kennecott había
obtenido de un tribunal de Nueva York el embargo de diversos bienes chilenos.
Pero el 8 de septiembre de 1972, justo un día después de que el Tribunal haya
reafirmado su declaración de incompetencia, Frank Milliken, presidente de la
Kenn, anuncia la retirada de la multinacional del Tribunal, o sea la ruptura
frontal con Chile, y pone a los abogados a trabajar. El 30 de septiembre,
apenas 20 días después, los abogados de la Braden Cooper, del grupo Kennecott,
presentan ante el Tribunal de Gran Instancia de París la petición de embargo de
1.750 toneladas de cobre chileno que en ese momento navegan en un barco
llamadol Birthe Oldendorf con rumbo a
Le Havre. Los estibadores de dicho puerto se negarán a descargar la mercancía
cuando sean informados de que va a terminar en manos de los americanos.
El 2 de noviembre se celebra un acto de conciliación en el
tribunal parisino (fallido, claro) entre la Braden Cooper y Codelco, el
organismo público chileno coordinador del asunto del cobre. Los abogados
chilenos, en un ejercicio de cierto cinismo jurídico en mi opinión, defienden
que un tribunal extranjero no puede entender de cosas que forman parte de una
reforma constitucional de un Estado. Según este argumento, como digo un tanto
folklórico en mi opinión, el día que un país se secuestre y dicte una reforma
constitucional según la cual los ciudadanos rubios se tendrán que cortar una
pierna, a la justicia internacional no le quedará sino aplaudir con las orejas.
El 29 de noviembre, no obstante, los chilenos ganan: el
tribunal de París, al devolverles el control del cobre de El Havre, admite los
dos pilares de la tesis chilena: la legalidad de la Doctrina Allende y la
inimputabilidad, fuera de Chile, de Codelco. Más o menos por esas fechas, la
Kennecott solicita a un tribunal de Vatseras, en Suecia, el embargo del cobre
de un barco que se dirige a dicho país. El tribunal se lo deniega, pero
inmoviliza el cobre.
Pese a la victoria inicial, el 9 de enero de 1973, los
abogados de la Kennecott consiguen que un tribunal alemán decrete el embargo de
3.000 toneladas de cobre.
Para saber más sobre Allende, si a alguien le interesa:
ResponderBorrarhttp://www.liberalismo.org/articulos/60/salvador/allende/
Uno de los hechos más interesantes sobre Allende son las revelaciones de Víctor Farías sobre las ideas y propuestas de Allende en el período de entreguerras, en el libro "Salvador Allende. Antisemitismo y Eutanasia".