Unos comienzos difíciles
Peregrinos en patota
Nicea y Dorylaeum
Raimondo, Godofredo y Bohemondo
El milagro de la lanza
Balduino y Tancredo
Una expedición con freno y marcha atrás
Jerusalén es nuestra
Decidiendo una corona
La difícil labor de Godofredo de Bouillon
Jerusalén será para quien la tenga más larga
La cruzada 2.0
Hat trick del sultán selyúcida y el rey danisménida
Bohemondo pilla la condicional
Las últimas jornadas del gran cruzado
La muerte de Raimondo y el regreso del otro Balduino
Relevo generacional
La muerte de Balduino I de Jerusalén
Peligro y consolidación
Bohemondo II, el chavalote sanguíneo que se hizo un James Dean
El rey ha muerto, viva el rey
Turismundo, toca las campanas, que comenzó el sermón del Patriarca
The bitch is back
Las ambiciones incumplidas de Juan Commeno
La pérdida de Edesa
Antioquía (casi) perdida
Reinaldo el cachoburro
Bailando con griegos
Amalrico en Egipto
El rey leproso
La desgraciada muerte de Guillermo Espada Larga
Un senescal y un condestable enfrentados, dos mujeres que se odian y un patriarca de la Iglesia que no para de follar y robar
La reina coronada a pelo puta por un vividor follador
Hattin
La caída de Jerusalén
De Federico Barbarroja a Conrado de Montferrat
Game over
El repugnante episodio constantinopolitano
La animadversión entre Balduino y Tancredo no hizo sino agudizarse. Ambos ejércitos acabaron encontrándose a campo abierto, en Mamistra, y, ante los atónitos ojos de los musulmanes, se liaron a hostia limpia. El 15 de octubre del 1097, Balduino marchó hacia Marash, donde se encontraba la gran armada cruzada. No es que hubiese decidido terminar sus días de aventurero; pero su mujer estaba a punto de morir y su hermano Godofredo guardaba cama tras un accidente de caza. Balduino quería despedirse de su esposa; que no de sus hijos, que ya habían muerto para entonces. Apenas estuvo dos días en Marash, y la principal razón de ello es que el resto de los barones, que conocían ya perfectamente la historia de los normandos asesinados, le dejaron bien claro que no lo querían allí. Así pues, Balduino partió de nuevo, tomando una ruta que sabía no se cruzaría con Tancredo.
Balduino y Pancras, convertido ya en su mano derecha, marcharon hacia Edesa, con el objetivo de sacar a los turcos de la ciudad y establecer en ésta un mando personal de Balduino, quien se sometería como súbdito del rey armenio Thoros. Aquello, de todas formas, no tenía que ser sino el principio. Balduino era consciente de que no se podía conquistar un reino en aquellas tierras sin la colaboración de la población; es decir, si los habitantes no querían ser conquistados para liberarse de su gobernante presente. Edesa, una ciudad repleta de armenios cristianos, ofrecía una oportunidad muy interesante para iniciar este proceso cuando se era un general cristiano.
Bagrat, además, tenía contactos en la zona. Era hermano de Kogh Basil, o sea Basil el Ladrón, un fiero señor de la guerra que había arrebatado a los turcos los presidios de Kaisun y Raban, enlosando el camino a Balduino para hacerse dueño de toda la región. Además, la zona de Edesa seguía siendo armenia, toda vez que Thoros había conseguido abstraerse del tsunami turco.
Los armenios, sin embargo, tenían muy mala opinión de los griegos, sobre todo provocada por el hecho de que la política de Bizancio siempre había sido exigirles, cuando se integraban en su ejército, que abandonasen su querida religión propia y se hiciesen ortodoxos. La identidad religiosa era y es tan fuerte en Armenia que, en realidad, para un armenio otro armenio convertido a la fe ortodoxa es, en realidad, un griego.
Thoros había hecho llegar a Balduino a Edesa pensando que, simplemente, estaba llamando a un mercenario amigo del dinero que le ayudaría a resistir frente a los turcos. Cuando Balduino se dio cuenta de que ése era el papel que le reservaba el príncipe armenio, se cogió un globo importante y comenzó a pensar en pirarse. Thoros, sin embargo, era demasiado anciano para comandar tropas y, lo peor de todo, no tenía hijos que lo hiciesen por él. Así pues, el armenio comprendió que dependía de aquel francés (error; nunca hay que depender de un francés, ni para invadir una provincia, ni para construir un gasoducto, ni para nada de nada), así que, tragándose su orgullo nacional, acabó ofreciéndole ser nombrado su heredero.
Así las cosas, Thoros, en una ceremonia real, adoptó a Balduino como su hijo y heredero; y, de forma nada sorprendente, apenas unos días después estalló en Edesa una revuelta espontánea en la que el príncipe armenio perdió la vida.
Una vez en el poder, el boloñés no se paró en barras. A su amigo Bagrat, sin el cual nunca habría llegado donde llegó, ordenó torturarlo. La razón: llegó al convencimiento de que estaba complotando con su hermano Basil contra él. Asimismo, hizo decapitar a un emir vasallo suyo: Balduk, señor de Samosata, por haber intentado tomar una ciudad por sí mismo y sin confesarse a nadie. La alta nobleza armenia de Edesa que se confabuló para echar a Balduino fue descubierta, torturada y cegada. Su fama de asesino y cabrón se hizo tan general que tras casarse con la hija del príncipe armenio Taphnuz, para así incrementar sus tierras, se encontró con que su suegro huía a las montañas con gran parte de la dote, consciente de que al lado de aquel tipo no estaban seguros ni los parientes (bueno, para ser exactos, eran precisamente los parientes los que estaban menos seguros).
Como gobernador y señor de Edesa, Balduino de Boulogne se portó como un auténtico socialdemócrata: inventó todo tipo de impuestos y los cobró, si por las buenas, por las buenas; y, si no, por las malas. Asimismo, se hizo rodear de una Corte de nuevo cuño, formada por sus coroneles francos, a los que regó de pasta, ERE va, ERE viene, y que comenzó a portarse como una elite tan extractiva como racista, puesto que su desprecio respecto de los armenios locales rozaba el nazismo.
De hecho, el mal comportamiento de Balduino fue el que salvó a la Antioquía cristiana. Kerbogha, salido de Mosul, pasaba por Edesa camino de Antioquía y, lógicamente, tuvo que pararse para asediarla y liberarla de aquel señor cristiano tan cruel. Sin embargo, tras tres semanas de asedio, tuvo que levantar el campo; pero esos 20 días fueron fundamentales para que, al llegar a Antioquía, y como ya hemos visto, se la encontrase ya en poder de los cristianos.
La derrota del señor de Mosul, de la que ya hemos hablado, tuvo sin embargo el efecto de excitar a Balduino. Para entonces, además, había convencido a su hermano Godofredo de que se le uniese para, juntos, hacer suyo el valle del Alto Éufrates. Como recompensa, Godofredo recibió dos villas: Tel-Basheir y Ravendel (Ruwandan); pero, vamos, que muy saciado no se quedó, porque ambicioso, era como el hermano, o más. Aunque terminase regresando con los cruzados, nunca abandonó sus intereses personales, como veremos.
Estos aventureros, sin embargo, no eran los únicos que estaban empezando a pensar que, tal vez, moverse hacia Jerusalén era un poco de gilipollas. En los contactos previos a la conquista de la ciudad, cuando Bohemondo había propuesto que aquél que lograse entrar en ella se la quedase, Raimondo de Saint-Gilles se había negado a seguir a otros barones y hacerle tal promesa. Esto, lógicamente, lo hizo así porque quería Antioquía para sí. Raimondo se hizo dueño de una de las principales torres de la ciudad, esperando con ello poder construir una base de poder suficiente como para desplazar a Bohemondo. Sin embargo, conforme fueron pasando los días se dio cuenta de que la superioridad de las fuerzas de éste era incontestable; así que cambió de táctica e hizo de sí mismo el mejor abogado en Antioquía del emperador de Bizancio en lo tocante a los derechos sobre la ciudad. Logró convencer en esto al colegio de barones (por llamarlo de alguna manera), y todos, menos Bohemondo, apoyaron la idea de enviar a Constantinopla a Hugo de Vermandois, el hermano del rey de Francia, con la misión de ofrecerle al Commeno la ciudad de Antioquía a cambio de su promesa de que en el futuro dirigiría una cruzada bizantina. Sin embargo, en ese momento el emperador estaba a otras cosas; recibir Antioquía le provocaba más problemas que los que le resolvía, así pues movió el email a la carpeta de spam, y lo olvidó. Esto, lógicamente, dio alas a Bohemondo.
Los cruzados pasaron medio año en Antioquía esperando que llegase un correo con la respuesta del emperador constantinopolitano; esa respuesta que éste no tenía ninguna intención de redactar. Entre tanto, el ejército cruzado perdió fuerza, sobre todo a causa de las enfermedades locales. El 1 de agosto de 1098, Adhemar de Monteil, el obispo de Le Puy y el comandante de la cruzada por haber sido mandatado por el mismo PasPas, la roscó. La muerte de Monteil fue un golpe durísimo para la cruzada. Perder al hombre que formalmente todos reconocían como líder planteó el gran problema de a quién seguirían todos ahora.
Visto
a través del prisma del futuro, es decir, con la distancia que
nosotros podemos permitirnos, parece bastante claro que por edad, por
potencia propia de acometida, y por otras muchas razones, Raimondo de
Saint-Gilles era el candidato más adecuado para el puesto. A más a
más, como dicen los catalanes, el conde de Tulús era el único de
los barones llegados de las frías y lejanas tierras latinas al que
todavía le quedaban riquezas suficientes como para poder mantener
las soldadas de toda aquella gente. Raimondo, por lo demás, no sólo tenía su seniority y su dinero para imponerse como el líder natural de aquella patota. Tenía, también, la puñetera lanza que lo había cambiado todo.
Así las cosas, llegó el mes de noviembre, que todos sabían era aquél en el que las tropas debían partir para así llegar en la primavera a sus principales objetivos; pero no se movieron. En enero del 1099 todavía estaban los barones discutiendo que si la puta o la Ramoneta. Evidentemente, eran Bohemondo y Raimondo los que se enfrentaban a cada paso; sin embargo, también Godofredo de Bouillon, duque de Normandía, o Roberto de Flandes, solían atizar las discusiones, pues no parecían tener ningunas ganas de devolver sus pisos en Antioquía a Airbnb.
Los barones discutían entre ellos completamente de espaldas a la realidad, que espero haberos descrito ya con suficiente detalle, de que la cruzada, además de un proyecto militar, era una peregrinación masiva. Siendo eso, los civiles tenían en papel inusitado en todo ello; y esos mismos civiles, que no se olvide querían llegar a Jerusalén para derramar lágrimas en la tumba de Cristo, comenzaron a cabrearse con tanta indecisión. Tanto se cabrearon, que la víspera de Reyes del 1099 realizaron una violenta rebelión espontánea muy cerca de la ciudad de Antioquía, en el fuerte de Maraat an-Numan. Derribaron las fortificaciones y quemaron las casas de aquella especie de ciudad-dormitorio de la metrópoli antioquiana. El obispo de mayor rango que quedaba en la expedición, Pedro de Narbona, intentó apaciguarlos; pero la turba le pasó por encima como hipster en día de estreno de un nuevo Iphone. A todos los jefes militares que se llegaron para parlamentar con ellos les dijeron que ellos no estaban allí para conquistar ciudades y levantar impuestos; ellos estaban allí para servir a Dios, el de todo es amor, el de soy el que soy.
Aquello tenía pinta de ir muy mal para los señores de la guerra. Ellos tenían mucho mando, armadura y caballo; pero, al fin y al cabo, no eran nada sin sus soldados. De momento, por así decirlo, eran los peregrinos no armados los que andaban en plan oposición; pero, ¿y si su fervor religioso, fervor que, al fin y a la postre, justificaba toda la expedición, se extendía entre infantes y caballeros? ¿Y si todos se volvían contra ellos?
Era necesario cambiar las tornas inmediatamente; y eso fue lo que se hizo el 13 de enero, fecha en la que el ejército cruzado abandonó Antioquía. En un gesto para la galería, pues para entonces, podéis creerme, ya se había inventado la manipulación de la opinión pública, Raimondo de Toulouse iba al frente de la tropa, vestido con la basta estameña de fraile, descalzo y portando una cruz. De esta manera, si la cruzada terminó por ser una verdadera cruzada, fue por la reacción del pueblo llano; y por la inteligente decisión de uno de los comandantes, que entendió que, mucho más que combatir a aquel movimiento, lo que había que hacer era ponerse al frente de la manifestación.
El tiempo, sin embargo, no había transcurrido en balde. La impresionante armada de europeos cruzados que se había presentado en Asia Menor ya no era lo que era. Hacia Jerusalén, de hecho, partieron unos 1.000 caballeros y cinco veces más en soldados de a pie, más la confusa masa de peregrinos desarmados con sus cánticos y sus movidas. A Raimondo de Saint-Gilles lo acompañaban todavía Roberto de Normandía y Tancredo; con el tiempo se unirían los renuentes Godofredo de Bouillon y Roberto de Flandes. Por lo demás, algunas galeras recalaron en la costa siria, fletadas por diversos comandantes respondiendo a las llamadas del Papa.
De alguna manera, sin embargo, parecía estar claro que los europeos habían perdido su oportunidad. Tenían que atravesar una tierra hostil, poblada de enemigos que eran expertos a la hora de hostigarlos y trampearlos; pero, además, sabían bien que el poder musulmán se había propuesto hacerles morder el polvo; y eso suponía que, en cualquier momento, podían observar cómo se les acercaba un ejército amenazante, o bien desde Persia, o bien desde Egipto; incluso, peor aun, desde las dos partes a la vez.
Ciertamente, durante un tiempo el prestigio adquirido en Dorylaeum y en Antioquía les sirvió de mucho. El emir de Shaizar, por ejemplo, ni siquiera se planteó proponerles batalla, y se convirtió en su tributario. Los Banu Ammar, reyes de la Trípoli libanesa (no confundir, obviamente, con la libia, que está mucho más lejos) trataron de hacer la misma jugada; pero Raimondo de Saint-Gilles, sabiendo que aquella plaza y su provincia eran inmensamente ricas, no tragó. Así que tomó la ciudad de Tortosa o Tartús y asedió Arqa. Lo cual demuestra la sinceridad de su gesto vistiéndose de monje y eso, porque Trípoli, por así decirlo, no estaba en la agenda del descenso hacia Jerusalén.
Asimismo, Godofredo de Bouillon, que recordaréis era hermano de Balduino de Boulogne, ahora tenía a su bro colocado de gobernador de Edesa, e incluso había ido a ayudarle; mientras que su otro hermano, Bohemondo, había quedado en Antioquía. Así las cosas, con el resto de la familia colocada, lo que quería ahora era buscarse un reino para él. Por ello le puso asedio a Jabala, o Gibel si lo preferís, otra rica ciudad de la provincia tripolitana. Sin embargo, los libaneses jugaron bien sus cartas y enviaron a espías al campamento cruzado, espías que comenzaron a contar que el califa bagdadí se dirigía hacia allí a frente de un potente ejército. Raimondo llamó a Godofredo y a la Roberto de Flandes para que se llegasen a Arqa para ayudarle, cosa que hicieron, tan sólo para descubrir que todo era mentira.
Cuando todo pasó, la verdad, la confianza entre los barones quedó seriamente dañada. Godofredo no dejó de sospechar que todo se lo había inventado Raimondo para impedirle la toma de Jarbala. Godofredo, habiendo sido descabalgado de sus intenciones iniciales, reaccionó convirtiéndose en el mejor creyente de la misión de recuperar Jerusalén para el cristianismo. Todo era para joder a Raimondo y hacerle levantar el asedio de Arqa. De hecho, Pedro Bartolomé, el sirviente de los sueños divinos, tuvo entonces uno muy propicio, y hemos de sospechar que bien pagado, en el que le fue revelado que era deseo de Dios que los cruzados levantasen campo y moviesen el culo hacia Jerusalén.
El episodio de Maraat correspondería con el caso de canibalismo que cita Maaluf ¿no?
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