Masakado el masacrado
La Hogen no Ran y el Alzamiento Heiji
Taira Kiyomori
El principio del fin
Minamoto Yoshitsune y la Guerra Gempei
Aquella campaña fue la consagración del joven Yoshiiye. Los locales que luchaban contra él lo llamaban Hachiman Taro, algo así como el primogénito del dios de la guerra. Los futuros Minamoto que abrazaron la vida de samuráis lo adoraban como alguien casi divino.
Yoshiiye regresó a Kioto en el 1064 llevándose a Sadato y
otros miembros de la familia prisioneros y en triunfo. Sin embargo, había
cometido un error. Para vencer a su enemigo, había aceptado el apoyo de la
familia Kiyowara, reyezuelo de la cercana provincia de Dewa, y les había dejado
el momio de Mutsu. En sus nuevos feudos, los Kiyowara se portaron como la
mierda, tanto que, apenas veinte años después de la primera guerra de los nueve años,
Yoshiiye hubo de ser de nuevo enviado a la zona para pacificarla. Esto es lo
que se conoce como la posterior guerra de los tres años, aunque en realidad
duró cuatro (cosa que también le pasa a la anterior, que se dice de nueve años
pero duró doce; la cosa es que los japoneses, que son muy meticulosos, suelen
deducir los periodos de tregua).
El origen de la guerra de los tres años fueron las querellas
entre los propios Kiyowara. Para parar la sangría, Yoshiiye fue nombrado
gobernador de Mutsu en el 1083. A pesar de que sabía que era difícil, Minamoto
trató de que los tres Kiyowara: Masahira, Iyehira y Narihira, se pusieran de
acuerdo y dejasen las hostias. No lo consiguió, así que tuvo que pasar al Plan
B, y en el año 1086 atacó a Iyehira en su fuerte de Numa. Numa, sin embargo,
era un lugar muy protegido y donde, además, hacía un frío helador, por lo que,
tras varias semanas intentándolo, Yoshiiye tuvo que volver grupas.
Tras este suceso, Iyehira se unió a su tío Tayahira, y
juntos, al frente de un ejército más que respetable, se dirigieron hacia el
Kanazawa. Fujiwara Kiyoshira también envió ayuda. Sin embargo, en el trimestre
que siguió, más o menos entre agosto y noviembre del 1087, Yoshiiye consiguió
vencerles y, de hecho, Iyehira y Tayahira perdieron la vida.
Fue durante estos años de guerras en el norte de la isla, un
lugar en aquel entonces inhóspito y poblado por gentes muy feroces y difíciles
de vencer, cuando tanto los Minamoto como sus ejércitos se curtieron y
desarrollaron unos vínculos estrechísimos. Los combatientes de Yoshiiye se
llamaban a sí mismo los Bando Bushi, los soldados del este, e idolatraban el
liderazgo de su jefe. Fue durante estas expediciones cuando el código del guerrero
japonés, normalmente conocido como Bushido, comenzó a desarrollarse, aunque no
tomaría forma hasta algunas décadas después (y, de hecho, el nombre de Bushido
no se usaría hasta pasados unos 400 años; en sí, el Bushido es una especie de elaboración romántica de un tiempo, el de los samuráis, ya pasado; pero no así los textos que le sirvieron de base, que son contemporáneos en su mayoría.).
Los Minamoto, en todo caso, eran muy poderosos. Pero no eran los únicos.
En las provincias de Mutsu y Dewa se había desarrollado un
poder propio. Cuando los Minamoto habían tenido que pacificar aquellas tierras,
se habían visto ayudados por un Fujiwara, Kiyohira, que había sido adoptado
dentro de la familia Kiyowara y que los ejércitos enviados desde la Corte
debieron subyugar. Como recompensa, cuando la familia Abe también cayó,
Kiyohira acaparó todos los puestos civiles y militares en el área. Para cuando
llegó su muerte, en 1128, Kiyohira se había convertido en todo un reyezuelo. De
hecho, en el 1095 construyó una capital, Hiraizumi, con la que pretendía
competir con Kioto. Su lejanía de los centros de poder era, a la vez, su seguro
de vida y su mayor problema. Casi no podía ser atacado; pero, la verdad, los
emperadores también podían hacer como que no existía.
En buena parte del resto del Japón, sin embargo, la fama de
Yoshiiye como hombre de armas capaz de garantizar victorias, una especie de Cid
japonés por lo tanto, hizo que muchos terratenientes decidiesen entregarle
partes de sus tierras a cambio de su protección. Esto hizo de Yoshiiye Minamoto
una persona cada vez más poderosa; tanto, que en el año 1091 la propia Corte
imperial, alarmada por la evolución de los hechos, emitió un edicto que prohibía
la cesión de tierras a Yoshiiye. 1095 se sitúa poco después del final de la
guerra de los tres años, es decir, de la adquisición del máximo de prestigio
del caudillo Minamoto. Yoshiiye, sin embargo, regresó del norte a la capital, y
copó, junto con los suyos, los puestos con mano militar.
Ante una casa tan exitosa, los Taira, a finales del siglo
XI, no eran sino una nobleza menor, con un poder en modo alguno comparable al
de los exitosos Minamoto. Sin embargo, los Taira comenzaron, poco a poco, a
construir una casa noble de gran fuerza, a base de incorporar territorios en el
oeste de la isla y alrededor de lo que se conoce como el Mar Interior de Japón.
A principios del siglo XII llegó la oportunidad para los
Taira. Minamoto Yoshichika, el hijo mayor de Yoshiiye, cometió una falta de
respeto en la Corte y fue enviado como castigo a Sanuki. Sin embargo, se escapó
de allí, marchó hacia la provincia de Izumo, y allí provocó una revuelta. La
Corte, probablemente sospechando de que si enviaba a un Minamoto a sofocar la
rebelión las cosas podrían no ir bien, decidió enviar a un Taira: Masamori. El
general derrotó al rebelde, con lo que los Taira ganaron mucho prestigio.
El gran constructor de la grandeza Taira sería el hijo de
Masamori, Tadamori. Taira Tadamori supo leer el partido cuando se dio cuenta de
que el emperador abdicado (pero que gobernaba en realidad) Shirakawa tenía
problemas con los Minamoto. Shirakawa, en efecto, era una persona muy religiosa,
pacifista; el carácter belicoso de los Minamoto no le molaba nada. Tadamori,
pues, se dedicó a ponerse de lado de la Corte cada vez que ésta tenía un
conflicto con los Minamoto; o sea, lo que es el puto membrillo pelota de toda
la vida. En el año 1129, asimismo, Félix Bolaños Tanamori sacó petróleo del control que
tenían los Taira de la zona del mar interior porque estalló allí una revuelta,
y tuvieron que ser ellos los que la sofocasen.
La segunda mitad del siglo XI es el momento en el que el
debilitamiento de la Corte en favor de las casas feudales y, muy
particularmente, de los Minamoto y los Taira, se hizo más evidente e intensa.
En medio de este proceso, llegó el año 1056 y, consecuente, la Hogen no Ran, la
Insurección Hogen. Que, dado que alguno de vosotros lo mismo no la conoce, os
la voy a contar aquí.
Para hablar de la Hogen no Ran tenemos que hablar de
Fujiwara Yorinaga. Sólo daros esta filiación ya os tiene que dar la pista de que
Yorinaga pertenecía a la larga estirpe de regentes que se hizo fuerte en el
palacio imperial durante el periodo de los emperadores enclaustrados. Yorinaga
nació en el año 1120, y era hijo de Fujiwara Tadazane quien, por supuesto,
había llegado a regente. Aunque Tadazane tenía un hijo mayor, Tadamichi,
destinado a sucederle, Yorinaga ascendió muy rápido en la Corte y, con sólo
treinta años era Ministro de la Mano Izquierda o Sadaijin, un cargo que se ha
asimilado al de ministro de Estado o si, lo preferís, vicepresidente primero,
pues el Sadaijin sólo estaba por debajo del daijo-daijin o canciller. Si os
estás preguntando si había un Ministro de la Mano Derecha, resulta que sí que
lo había (el udaijin). Yorinaga, además, casó a una hija suya con el emperador
Konoye, entonces de once años; que ya sabéis que era la manera que tenían los altos funcionarios, que no podían sser emperadores, de conseguir esa categoría para sus hijos. En el Japón medieval, tan importante era para el emperador tener hijos como para el resto de la Corte tener hijas. De alguna manera, la era de los samuráis viene a romper este estado de cosas, de por sí muy endeble porque dejaba la prosperidad de las grandes familias en manos de las alianzas matrimoniales y la muerte puerperal; fueron muchos los que, lógicamente, prefirieron fiarse de su espada.
Yorinaga quería restaurar el brillo de los Fujiwara en su
completitud. Para conseguirlo, se convirtió en defensor de una serie de viejas
costumbres ya en desuso en la Corte, que impuso con disciplina. Probablemente
carente de capacidad estratégica, llegó a enemistarse incluso con su yerno
Konoye, así como con el emperador enclaustrado, a quien en el colegio debieron de freír a collejas porque se llamaba Toba.
En el año 1155, de forma inesperada, Konoye la roscó, lo que
inmediatamente inició una amplia querella dinástica. Bifukumon In (hermana de Bifukumon Out; esto, obviamente, es coña), la madre de
Konoye, quiso defender los derechos de una de sus hijas, y esta polémica separó
a los hermanos Tadamichi y Yorinaga. Fue el primero de ellos el que prevaleció,
por lo que ascendió a emperador el hijo predilecto de Toba, Go-Shirakawa; un
gesto aparentemente con poca importancia que, sin embargo, es de importancia
crucial para la movida que aquí estamos contando, como ya iréis descubriendo, porque Go-Shirakawa se demostraría como un nota de cojones, un Pedro Sánchez de la vida.
Yorinaga, entonces, pidió ser el preceptor del nuevo emperador; pero le dijeron
que no mamase tanto sake. Esa negativa, que muy probablemente no pudo soportar, le hizo ponerse
del lado del príncipe (por así decirlo) Sutoku, levantó un ejército y marchó
sobre Kioto. Como ya os he dicho, en realidad Yorinaga no defendía al emperador
Sutoku. Defendía el viejo statu quo de su antecesor Michinaga, es decir, un
Japón gobernado por regentes que prevaleciesen sobre emperadores de porcelana.
De parte de Go-Shirakawa se pusieron los principales generales
de los Minamoto y los Taira. Éstos atacaron el edificio donde estaban Sutoku,
Yorinaga y sus parciales, y acabaron quemándolo. Yorinaga murió en el
enfrentamiento.
El Imperio había ganado. Pero, en realidad, había perdido,
porque no era él, sino los espadones los que habían ganado.
Tairas y Minamotos se habían coligado en favor del
emperador, pero por razones distintas. Y, sobre todo, se odiaban a muerte entre
ellos. Un jefe Minamoto, Tameyoshi, que había apoyado a Yorinaga, fue condenado
a muerte; y, de hecho, el emperador ordenó que fuese su propio hijo (de Tameyoshi, se entiende), Yoshitomo,
quien ejecutase la sentencia. Yoshitomo se negó y, entonces, otro lugarteniente
de la familia dio un paso al frente y vino a decir: o lo matamos nosotros, o lo
mata un Taira. En lenguaje actual, pues: o lo ejecutamos nosotros, o lo ejecuta la ultraderecha. Acto seguido, se cargó a su jefe (para, inmediatamente después, suicidarse; que los japoneses siempre han sido muy suyos con eso del sepuku). Así estaba el
tema. Unos cincuenta partidarios de Sutoku fueron asesinados, en la primera
aplicación de la pena de muerte en Japón en tres siglos y medio.
Un par de años antes de la Hogen no Ran, en el 1153, había
fallecido Taira Tadamori, de quien ya hemos hablado. Lo sucedió su hijo, Taira
Kiyomori, considerado por algunos como el primer jefe samurái auténtico de la Historia del Japón. Taira
Kiyomori tomó partido en la Corte por Fujiwara Michinori, normalmente conocido
como Shinzei, quien lideraba una facción en la Corte enfrentada con otra que
pretendía dominar al emperador. Esta otra facción también estaba liderada por
un Fujiwara, Nobuyori; y a este clan se adhirió Minamoto Yoshitomo, el tipo que
no había querido matar a su padre. El emperador reinante, Nijo, estaba a favor
de Shinzei, mientras que el emperador abdicado, Go-Shirakawa, estaba por
Nobuyori.
En el año 1159, Kiyomori decidió hacer un peregrinaje con su
familia a Kumano. Éste fue el momento que Yoshitomo y Nobuyori decidieron
aprovechar para algo muy parecido a un golpe de Estado. Esto es lo que se
conoce en la Historia Japonesa como el Alzamiento Heiji.
Inicialmente, el golpe le fue bastante bien a sus
promotores. El 19 de enero del 1160, juntaron a 500 soldados, y con ellos
asaltaron la residencia del ex emperador, mataron a varias personas de su
entorno y quemaron el edificio. Lo llevaron a una biblioteca de palacio y,
después, se fueron a por el emperador Nijo y también lo encerraron. Luego,
atacaron y quemaron la casa de Shinzei; todos los habitantes fueron asesinados
salvo Shinzei, que escapó; aunque fue capturado apenas unos días después, y
decapitado.
Da la impresión de que, antes y desde luego durante estos
hechos, Yoshitomo pecó de sobrado y llegó a pensar que estaba todo hecho. Pero
en cuanto Kiyomori estuvo de vuelta en la capital, las cosas comenzaron a
cambiar. Por alguna razón, y a pesar de que el hermano de Yoshitomo, Yoshihira,
había traído tropas de refresco, Nobuyori (de quien las crónicas dicen que no
era muy listo) decidió no atacar al Taira que, por lo tanto, tuvo tiempo de
sobra para pensar por dónde iba a tirar la falta.
El líder de los Taira, en todo caso, estaba impresionado por
la capacidad de los Minamoto, así que intentó negociar la paz con Nobuyori.
Mientras tanto, junto con su hijo Shigemori y una escasa fuerza, se encastilló
en su mansión familiar.
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