Masakado el masacrado
La Hogen no Ran y el Alzamiento Heiji
Taira Kiyomori
El principio del fin
Minamoto Yoshitsune y la Guerra Gempei
Dentro del palacio, sin embargo, las cosas no iban del todo bien. El día 29, sin ir más lejos, un Fujiwara se había enfrentado a su pariente Nobuyori por la estrategia que estaba desplegando. Así las cosas, el emperador decidió escapar y, días después, se escabulló del edificio vestido de tía. Él y la emperatriz fueron trasladados a la mansión Taira del distrito de Rokuhara, que todavía se llama así (yo me he dado una vuelta con Google, y tiene pinta se ser un sitio bastante tranquilo. Se parece un poco al barrio de Nobita). Incluso el ex emperador, que ya os he dicho que en principio era Nobuyori a muerte, se escapó, también con ayuda de los Taira.
El 5 de febrero por la mañana, Nobuyori descubrió que había
perdido sus dos grandes activos y, demostrando con ello que seguramente los
historiadores que lo motejan de tonto’l’culo no andan errados, tuvo un ataque
de pánico. Yoshitomo, por su parte, asumió que sólo era cuestión de tiempo que
los Taira atacasen el palacio.
Efectivamente, los Taira atacaron. Los Minamoto se
defendieron como hara o tateta neko (que, según Google, es “gato panza arriba”
en japonés) hasta que los Taira simularon retirarse y entonces, ay, los
Minamoto, con ese punto de chulería que siempre han tenido los samuráis,
salieron a por ellos. Pero resulta que era una trampa y los Taira entraron en
el palacio por otro lado, y al Minamoto que no pusieron en fuga lo cortaron en
filetes. En esa tesitura, los Minamoto trataron de atacar la mansión de
Rokuhara; pero salieron trasquilados, al parecer porque los atacaron unos
monjes (no te extrañes de la frase: en el Japón del siglo XII, cualquier
monasterio que se preciase de ser medio importante tenía su propio ejército, no
de soldados, sino de monjes. O sea, los monjes eran los que repartían los
mangüitis por sí mismos).
Yoshitomo le decretó a sus tropas un saigo no gei, o sea,
maricón el último, y huyó con sus tres hijos, Yoshihira, Tomonaga y Yoritomo.
Tomonaga, que sólo tenía quince años, había sido herido en la jornada de lucha
y, entendiendo que estaba retardando a sus hermanos, le pidió a su padre que se
lo apiolase. Parece ser que Yoshitomo, que tan melindres había sido para
soltarle un espadazo a su padre, no tuvo problema para arreárselo a su hijo
(quizás porque padre no hay más que uno e hijos, tenía tres). Pero si se
arrepintió, no tuvo mucho tiempo, pues pocas horas después un traidor de entre
los suyos lo asesinó a él. Eso hizo que Yoshihira regresase a Kioto con la
intención de llevarse cuando menos a un Taira por delante; pero fue
traicionado, rodeado y, tras una heroica pelea, detenido y decapitado.
Estamos en el año 1153, y hay un nuevo hombre fuerte en
Kioto que se llama Taira Kiyomori, que tenía entonces 55 años. Como ya he
dicho, su antecesor en el mando, Tadamori, había sabido encumbrar a su familia,
a través sobre todo de acciones muy bien diseñadas, siempre con el objetivo de
crear valor y acumular patrimonio.
La gran suerte de los Taira, sin duda, fue encadenar a dos
líderes seguidos con capacidad de serlo: Tadamori y Kiyomori (igual que su
condenación fue no poder seguir con la lista). En realidad, deberíamos hablar
de tres, ya que el anterior líder de la familia, Taira Masamori, ya había
despuntado a principios del siglo XII como azote de piratas y bandidos. Taira
Tadamori creció totalmente en la moral y exigencias de la vida del samurái, y
fue un soldado de primer nivel, un puto marine. Durante su juventud, como ya os
he insinuado, se hizo preocupantemente frecuente el fenómeno de los monasterios
que acaban constituyendo sus propios ejércitos privados; y él fue su principal
azote. Tampoco estaba exento de habilidad negociadora, pues muchas veces los
conflictos con las bandas piratas que infestaban las costas occidentales y el
mar interior se resolvieron de forma pacífica. El emperador Sutoku, en
consecuencia, le encomendó, en el primer tercio del siglo, la política contra
la piratería, lo que le dio un gran poder. Fue, asimismo, nombrado gobernador
de diversas provincias occidentales como Bizen, Mimasaka o Harima; mandatos que
usó sabiamente para extender el poder de su familia.
Otra cosa que hizo Tadamori fue entender que los grandes
generales, en la Corte, no dejaban de ser personajes de segunda, pues los
pasillos cercanos al emperador estaban petados de gente culta que se sentía
superior a la brutalidad de los que sabían luchar. Entendiendo el fenómeno,
Tadamori utilizó buena parte de la inmensa fortuna que fue capaz de amasar en
convertirse en un barón Thyssen de la vida. Hizo generosas donaciones a
monasterios y obras pías, patrocinó certámenes poéticos; incluso aprendió a
bailar como un cortesano. Con esos gestos, se ganó a los emperadores.
En los tiempos en los que Kiyomori consiguió prevalecer,
además, tenía una gran ventaja: la desaparición, prácticamente total, de la
estirpe de altos funcionarios Fujiwara, que había dejado huérfanos a los
emperadores de los apoyos y consejos que necesitaban. El emperador abdicado
Go-Shirakawa, de hecho, muy pronto adoptó al Taira como su mejor consejero. Años
después, una vez sofocada la rebelión, de Yoshitomo, Kiyomori, además, cortejó
a Minamoto Yorimasa, un miembro de su familia rival que no había apoyado a su
pariente.
Obviamente, dado que el poder es como la energía y, por lo
tanto, ni se crea ni se destruye sino que sólo cambia de manos, la prosperidad
Taira era todo lo contrario para los Seiwa Genji, es decir, la principal rama
de los Minamoto. En la sexta década del siglo XII, en una serie de rebeliones y
acciones que culminan en el desastre de Yoshitomo Minamoto, el clan había
perdido a sus mejores coroneles. Yoshitomo, tras ser asesinado, dejaba sólo
tres hijos jóvenes detrás de sí: Yoritomo, Noriyori, y Yoshitsune. Ninguno de
ellos tuvo ganas de tratar de resucitar los antiguos oropeles de su familia,
así pues, no fueron problema para Kiyomori. Para Kiyomori no, pero sí para los
Taira, pues terminarían por ser quienes acabasen con ellos.
Taira Kiyomori heredó a Tadamori en 1153, y siete años
después, como ya hemos contado, venció sin ambages a los Minamoto en la
Revuelta Heiji. Era hijo de una hermana menor de la conocida como Gion no Nyogo
o Dama Gion, la que había sido la favorita del emperador Shirakawa. Su padre no
se conoce bien, aunque en su época se decía que estaba algo relacionado con
Tadamori (que no pudo ser su padre porque ambos tenían casi la misma edad). Trabajador
y arrimado al que verdaderamente mandaba en la Corte, en el 1046 fue nombrado
gobernador de Aki. Probablemente aleccionado por su antecesor y quizás tío
acerca de la importancia de controlar las cosas, Kiyomori hizo todo lo que pudo
por impulsar el comercio marítimo, y sacar la oportuna tajada.
De Kiyomori hay testimonios variados. Hay quien dijo de él
que era un killer que, sin embargo, sabía permanecer tranquilo cuando quería;
mientras que otros lo apelaron de demasiado sanguíneo e incapaz de controlar
sus emociones. Fujiwara Michinori, el hombre al que ya hemos visto palmarla en
bastantes malas condiciones, cultivó su amistad en la Corte. Parece ser que,
aunque era un militar dedicado, Taira Kiyomori era un hombre enfermo y que, muy
particularmente, a partir del año 1068 se vio seriamente limitado por las
consecuencias de sus dolencias.
A pesar de que, sobre todo después de la Revuelta Heiji,
nadie hubiera sido capaz de cuestionar que los Taira tenían la sartén de Japón
por el mango, Kiyomori quiso ir poco a poco con los restos de la dinastía
Fujiwara. En lugar de desplazarlos, se casó con ellos. Así, el regente Fujiwara
Motozane se casó con una hija de Kiyomori, y no fue la única vinculación entre
la primera familia y la segunda. Kiyomori permaneció en aquel sistema como el
hombre que, si era necesario, tomaba la última decisión. Diversos nobles de la
Corte, sin embargo, manteniendo los prejuicios hacia los nobles de origen
militar, que para ellos eran unos recién llegados, se resistieron a dar a sus
hijos a las hijas Taira. Como ejemplo de esa mala relación, Fujiwara Motozusa,
que en el 1166 sucedió a su hermano Motozane como regente, se llevaba bastante
mal con Kiyomori quien, de hecho, quería cesarlo, por así decirlo, como jefe
del clan Fujiwara. En el verano del 1170, el séquito de Motozusa, con él mismo,
se dirigía a un acto religioso al que iba a asistir también el emperador
enclaustrado, cuando se cruzaron con una litera en la que iba un nieto de
Kiyomori, que regresaba de una clase de música. El chaval se negó a dejar pasar
al regente. La respuesta del séquito fue sacarlo de la litera, humillarle y
destrozar el vehículo.
Cabe imaginar que, durante la misa, Motozusa se debió de ir
dando cuenta de lo que había hecho; porque el caso es que, nada más volver a
Palacio, le envió un email al padre del chaval, Taira Shigemori, dándole todo
tipo de explicaciones. Los Taira no respondieron; simplemente estaban
esperando. Días después había otro acto religioso, esta vez en memoria del gran
Michinaga, y decidieron atacar a Motozusa de camino. El regente, sin embargo,
se enteró del mojo, por lo que, cuando llegaron los Taira, los otros les
estaban esperando. Tres meses después, otro grupo de mercenarios Taira atacó a
otra procesión del regente. A Motozusa no lo tocaron, pero a varios de sus
guardaespaldas los desmontaron y les dieron una mano de hostias. Aquello
comenzó a incrementar el número de enemigos de los Taira en la Corte y, muy
especialmente, acercó a los Fujiwara al emperador enclaustrado Go-Shirakawa.
En efecto, las relaciones no eran buenas entre Kiyomori y
Go-Shirakawa, quien había abdicado pero gobernaba el país mientras el puesto de
emperador lo ocupaba el joven Nijo, a quien sucedió el emperador niño Rokujo en
el 1165. Go-Shirakawa depuso a Rokujo, porque quería nombrar emperador a su
hijo preferido, Takakura, que entonces tenía ocho años. Esto mejoró algo la
posición de Kiyomori, ya que la madre de Takakura era cuñada del propio Taira
y, lo que es más importante, el emperador tomó como esposa a Taira Tokuko, hija
de Taira Kiyomori.
Así las cosas, Kiyomori comenzó a progresar. En 1167 era
Canciller del Reino. Daba la impresión de que eso no era sino el principio (ser
canciller del reino era algo así como ser cola de león); pero entonces llegó la
enfermedad del 1168, que lo debió de debilitar mucho porque decidió tomar la
tonsura. Sin embargo, Kiyomori siguió siendo el principal poder en Japón
durante doce años, a través del emperador Takakura, que ni siquiera vaciaba su
colon si él no se lo decía.
Así las cosas, en 1178 Japón parecía estar en una situación
muy parecida a los ya lejanos tiempos de Fjiwara Michinaga. La emperatriz tuvo
un niño, por lo que el heredero del trono era un jovencísimo nieto de Kiyomori,
Antoku. Menos de una década antes de su caída, pues, los Taira parecían estar
en la cima del mundo.
En la cima de su poder, Kiyomori estaba, sin embargo, en una
situación bastante comprometida. Se había enfrentado con el emérito
Go-Shirakawa y se había enfrentado a los Fujiwara y otros clanes de la Corte a
base de desplazarlos para poner a sus parientes, sobre todo a sus hijos.
Así las cosas, es casi normal que se moviesen contra él
intrigas, de las cuales la principal fue la que se conoce como el asunto
Shishigatani; nombre que recibe del recóndito valle donde los conspiradores
solían reunirse. En realidad, los conspiradores ni eran muy importantes en la
Corte, ni podían acumular fuerza suficiente para hacerle sombra a Kiyomori; lo
realmente importante de aquella movida es que Go-Shirakawa estuvo perfectamente
informado de ella. Todo llegó a oídos de Kiyomori gracias a un espía. El hombre
fuerte del Japón, entonces, castigó a algunos conspiradores, embargó varias
propiedades de los Fujiwara y tuvo palabras muy duras para Go-Shirawara. El
regente, un Fujiwara, pagó la movida con su puesto. Un monje, llamado Saiko,
fue torturado hasta la muerte, en un acto sacrílego que la clase monacal no
perdonó, hasta el punto que se tiene por cierto que la muerte de muchos Taira
en los años siguientes fue obra de los tonsurados.
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