Musulmán, protobotánico, profesor de ética, posible ladrón,tendero y sospechoso de homosexualidad
Los comunistas no están solos
La guerra dentro de la guerra
A purgar se ha dicho
Sucios británicos, repugnantes yugoslavos
Fulgor y muerte de Koçi Xoxe
Sucios soviéticos
Con la Iglesia hemos topado
El fin de la troika
La jugadora de voleibol que cambió la Historia de Albania
La muerte de Mehmet Shehu
Al fin solo
Apenas unas semanas después del Día del Trabajo, en agosto de 1981, Mehmet Shehu estaba currando en su casa. Fuese lo que estuviese haciendo Shehu en su despacho, fue interrumpido por su hijo, Skënder. Skënder Shehu, además de tener nombre de marca de gafas de esquí, era el hijo mediano del primer ministro, y el que a juicio del padre le había salido más listo. Pero también le había salido con el rabo largo, porque el caso es que entró en la habitación para informarle de que había conocido una pava y que quería casarse con ella. En aquel entonces, Skënder estaba estudiando en Suecia (bueno, más probablemente estaba de Orgasmus) y es un hecho que a sus padres el hecho de que no se le conociese novia les había llevado ya a preguntarse si el niño no se casaba o qué.
La elegida de Skënder (cuyo hermano menor Bakhsim, por
cierto, es escritor y vive en Barcelona) era una jugadora de voleibol de un
equipo puntero del país llamada Silvia Turdiu, hija de un intelectual local,
Qazim Turdiu. Los Turdiu nunca habían sido comunistas, sino más bien todo lo contrario.
De hecho, a través de la mujer de Qazim, tenían frecuentes relaciones con Arshi
Pipa, uno de los mayores, si no el mayor, propagandista anti-comunista albanés
en el exterior, actividad a la que se dedicaba desde que había salido del país en
1956.
En esas circunstancias, imaginad: dentro de unos años, el
hijo, ya crecidito, de Irene Montero y Pablo Iglesias entra en el despacho de
su padre y le dice que se quiere casar con una tenista de VOX. Shehu se quedó,
literalmente, sin palabras. Ya os he contado que los miembros de la elite
comunista estaban acostumbrados a casar a su progenie con productos del Bllok,
de la propia elite comunista. Los dictadores, efectivamente, a menudo se casan
entre ellos, y es de suponer que la intención de Shehu siempre fue que su hijo
casara con alguna de las varias candidatas que había en el Comité Central. En
realidad, tanto el padre, Mehmet, como Fiqirete, la madre, le dijeron
exactamente lo mismo al prometedor hijo: con todas las pibas comunistas que hay
en el mundo, ¿de verdad te tenías que enmerdar con los sucios Turdiu?
Al día siguiente, Mehmet Shehu hizo lo que todo padre
mosqueado: informarse sobre la pretendiente de su hijo. Eso sí, claro, él tenía
muchos más mimbres que la media para hacer eso. Le ordenó al ministro del
Interior, Feçor Shehu, un informe detallado de la joven Silvia y de toda su
familia. El informe, cuando llegó, no contaba nada que Skënder no hubiese
demostrado saber ya. De hecho, es que Qazim, el patriarca de los Turdiu,
sabiendo muy bien dónde se metía en cuanto supo que su hija quería ser
penetrada por el pene de un Shehu, le escribió al novio de su hija una extensa
carta en la que exponía todas sus actividades, para que no hubiese malos rollos
entre suegro y yerno. El Ministerio del Interior, por lo demás, informó de que
a la niña no se le conocían guarreridas ningunas y que, de hecho, muchos
jóvenes gallitos de la elite del Bllok ya había estado pensando en desposarla, desflorarla, y a veces ambas cosas.
Con todos esos datos en la mano, Shehu se quedó un tanto petrificado, lo cual
quiere decir: incapaz de hacer lo que sabía que debía hacer, que era consultar
con el boss.
Mehmet Shehu acabaría teniendo que comparecer ante el
Politburo para expiar sus errores en la gestión de aquella movida. Su acusación
fundamental fue, efectivamente, no haber informado a Hoxha ni haber sometido el
tema a su criterio. En su defensa dijo que no quería molestar al jefe porque estaba
en Pogradec de vacaciones (inciso: a lo largo de estas notas habréis observado
que gran parte de los hechos importantes que ocurrieron en la Historia de la
Albania comunista pillaron a sus habitantes de vacaciones. No se trata de que
los hechos se empeñasen en buscar fechas de asueto. En realidad, ello se debe a
que los dirigentes comunistas se iban de vacaciones muy a menudo).
Sea como sea, el caso es que Mehmet Shehu decidió anunciar
el compromiso de su hijo a toda hostia, en cuestión de días. Sabía que estaba
caminando sobre hielo quebradizo, porque apenas unas semanas antes, Skënder,
probablemente porque para entonces ya se estaba zumbando a la voleibola, había
rechazado la oferta de casarse con una sobrina de Nexhmije Hoxha, la mujer de
Enver. Así las cosas, el 31 de agosto Shehu anunció que su hijo se casaba con
la deportista.
Los Hoxha no parecieron reaccionar mal a la movida; de
hecho, fueron los primeros que se acercaron por chez Shehu para
felicitar al suegro. Según Bashkim Shehu, el que vive en Barcelona, en la
visita tanto Hoxha le dijo a Silvia que conocía a su padre y que era un buen
hombre, como Nexhmije le recordó que había sido compañera de colegio de la madre,
y que le mandaba saludos.
De creer a Bashkim, que yo creo que tiene menos razones para
mentir al contar esto que de desayunarse criadillas de mantis religiosa crudas,
el encuentro fue formal y pretendidamente positivo. Pero ya se sabe que los
comunistas son como dicen que son las tías: cuando dicen que sí, en realidad
quieren decir que no, y cuando preguntas qué has hecho mal, se encogen de hombros
y responden: “tú sabrás”. En ese momento, ni los Turdiu ni los Shehu podían
saberlo, pero Enver Hoxha estaba lanzando la última gran caza de brujas de su
largo mandato.
Casi desde el momento en que salió de casa de los Shehu de
tomar pastitas y chorradas, Enver Hoxha comenzó a presionar para cargarse aquel
compromiso. Tardó sólo ocho días. Enver Hoxha y Mehmet Shehu se citaron en el
despacho del primero de ellos en su casa (porque los dirigentes comunistas
albaneses, como Stalin, cuando no estaban de vacaciones, teletrabajaban un
huevo).
Según todos los indicios con los que contamos, Enver Hoxha
le dejó bien claro al viejo veterano de la guerra civil española que
consideraba que aquel compromiso era una traición personal que se le hacía. Y,
la verdad, no hace falta estar de acuerdo con su punto de vista para
comprenderlo. En un país de estricta ortodoxia comunista, tan, tan ortodoxa que
ni siquiera le valía la URSS de los cincuenta y sesenta (de la de los setenta
ya ni hablamos), eso de que un primer ministro pudiera permitir que su hijo se
casara con una piba sin pedigree marxista-leninista era como una afrenta
personal. Parece ser que, además, Enver estaba muy negativamente influido por
Nexhmije, su churri, quien, al parecer, llevaba varios días histérica con el
qué dirán de la calle (curioso: un dirigente comunista preocupado por la
opinión pública).
Nexhmije solicitó un informe sobre la chavala a Sulo
Gradeci, el jefe de seguridad de los Hoxha; y éste le entregó el mismo informe
que Interior le había dado a Shehu, informando además de dicha circunstancia.
Muy probablemente, cuando Nexhmije leyó todo aquel material, simplemente no
pudo creer que Shehu hubiese decidido ir adelante con el compromiso tras
conocer esos extremos. Por su parte, Enver Hoxha relata en su diario cómo
diversos dirigentes comunistas, sobre todo Ramiz Alia, le calentaron la cabeza
con la movida.
Nunca sabremos, en todo caso, si el affaire Silvia Turdiu fue
la razón real de la decisión de Enver Hoxha de acabar con Mehmet Shehu, o
simplemente la disculpa. Sabemos que entre las dos mujeres, Nexhmije Hoxha y
Fiqirete Shehu, había una fuerte animosidad personal. Y también sabemos que
Hoxha comenzó a tomar precauciones que iban mucho más allá del “error
político”, como lo califica en su diario, de anunciar el compromiso con una
chica como Turdiu. Sabemos, por ejemplo, que por aquellas fechas instruyó a su
médico personal, Isuf Kalo, para que, caso de detectar alguna novedad en su
estado de salud, informase únicamente a Ramiz Alia. Desde ese momento, Kalo
tuvo claro que Shehu había dejado de ser el hereu del dirigente
comunista de Albania.
A finales de aquel mes de septiembre, Mehmet Shehu comenzó a
notar algo a lo que no estaba acostumbrado: gente que, supuestamente, curraba a
sus órdenes, se le subía a la chepa. Luego vino a darse cuenta de que no
importaba lo mucho que hubiese intervenido en tal o cual acto público; en las
crónicas televisivas del mismo, nunca aparecía. Para entonces, ya llevaba días
sin hablar con Hoxha.
El 16 de octubre de aquel 1981 era el cumpleaños de Hoxha.
Shehu pensaba que eso le daba una oportunidad. Era tradicional que en dicho día
Hoxha recibiese una visita del Politburo en la que siempre participaba su
mujer, la Fiqirete. Sin embargo, a la dona le llegó una comunicación oficial
informándola de que no hacía falta que fuese, porque no formaría parte de la
delegación; aunque podría ir en la delegación del Comité Central, mucho más
numerosa y anónima. Cuando Shehu llegó a la casa de Hoxha, observó que la viuda
de Hysni Kapo estaba, como siempre había estado, en la delegación del
Politburo; la excusa de que las consortes de los miembros habían sido
eliminadas de la diputación, pues, era mentira.
A pesar de estos negros presentimientos, la actitud de Enver
Hoxha hacia su primer ministro pareció disolver los temores. Enver Hoxha abrazó
cálidamente a Shehu y, cuando éste, en la elegía, le deseó largos años de vida,
contestó que también se los deseaba a él porque, aseveró, el Partido lo
necesitaba. Muchos han supuesto que Mehmet Shehu se debió de sentir muy
liberado ese día. Pero, la verdad, era comunista; y eso quiere decir que sabía
bien lo que vale la palabra de un comunista; siempre proclive a, como se dice hoy en día, cambiar de opinión. Lo cierto es que, de todas las
personas que estuvieron en aquella delegación del Politburo, doce serían
represaliadas en los meses por venir; y es bastante más que probable que Hoxha
lo tuviese decidido cuando los abrazó y besó. Cuatro fueron ejecutadas, una se
suicidó y las otras siete fueron a prisión durante muchos años.
De este encuentro hay un extenso reportaje fílmico,
claramente diseñado para ser inmediatamente emitido hace cuarenta años. Sin
embargo, no lo fue. Y la razón fundamental fue el suicidio de Mehmet Shehu.
El primer ministro, ya lo hemos dicho, estaba siendo crecientemente cuestionado por personas que trabajaban a sus órdenes. En paralelo, Enver Hoxha se dejaba ver casi constantemente en compañía de Ramiz Alia, lanzando claramente el mensaje de que había elegido un nuevo sucesor. En este marco de cosas, un día Hoxha, sorpresivamente, convocó a su casa a Vladimir Shehu, el hijo mayor del primer ministro. Durante su entrevista, el autócrata albanés peroró interminablemente sobre la vida del padre de Vladimir y sus méritos como combatiente. Acto seguido le pidió que siguiese viviendo en el mismo edificio que su padre porque, le dijo, estaba un tanto débil, y muy afectado por “lo que le está pasando a su familia”, que es la forma que encontró Hoxha en su diario para referirse a todo lo de los Turdiu. Parece ser que Hoxha sabía que Vladimir había discutido con su madre fuertemente, y estaba planeando coger a su mujer e irse a vivir por su cuenta.
Tras la larga conversación que tuvieron Enver Hoxha y Mehmet Shehu, da algo más que la impresión de que ambos comenzaron a temer que el otro lo matase. En el caso de Shehu, el tema está claro porque Hoxha se había llevado a mucha gente por delante, y él lo sabía (bueno, en realidad había colaborado con ello). Por lo que se refiere a Hoxha, sabía bien que Mehmet Shehu era una especie de Beria albanés; que había acumulado mucho poder y que, por lo tanto, tenía resortes sobrados para intentar algo. Ambos, pues, incrementaron su seguridad.
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