Recuerda que ya te hemos contado los primeros pasos de la férrea voluntad de Richelieu, así como el estreno de Richelieu como político en los Estados Generales. Luego le hemos visto ascender a secretario de Estado, y después cómo el obispo eligió mal el bando, y estuvo a punto de irse por el desagüe de la Historia. Eso sí, inmediatamente comenzó a cambiar las cosas para llevarse bien con el rey. La estrategia da sus frutos pues Richelieu, no sin esfuerzo, consigue alcanzar la cumbre del poder. Una vez allí, se deberá enfrentar a su primer conflicto en el exterior, conocido como de La Valtelina.
Tras resolver el conflicto de la Valtelina, Richelieu hubo de enfrentarse a una fuerte conspiración interior y exterior, que terminó resolviendo con el ejemplarizante castigo del marqués de Chalais. A continuación, hemos pasado a contarte el que tal vez es el hecho más importante del mandato de Richelieu, esto es el sitio de La Rochelle.
Los años de poder de Richelieu, y sobre todo los primeros, se asemejan mucho al símil de la persona que tiene que cubrir un cuerpo muy grande con una manta pequeña. Determinada actuación lograba resolver un problema, pero eso no servía para otra cosa que para crearlo en otro punto. Cuando todavía no había terminado el follón de La Rochelle, esto fue lo que le pasó al primer ministro. Esta vez, el problema estaba en Italia.
Tras resolver el conflicto de la Valtelina, Richelieu hubo de enfrentarse a una fuerte conspiración interior y exterior, que terminó resolviendo con el ejemplarizante castigo del marqués de Chalais. A continuación, hemos pasado a contarte el que tal vez es el hecho más importante del mandato de Richelieu, esto es el sitio de La Rochelle.
Los años de poder de Richelieu, y sobre todo los primeros, se asemejan mucho al símil de la persona que tiene que cubrir un cuerpo muy grande con una manta pequeña. Determinada actuación lograba resolver un problema, pero eso no servía para otra cosa que para crearlo en otro punto. Cuando todavía no había terminado el follón de La Rochelle, esto fue lo que le pasó al primer ministro. Esta vez, el problema estaba en Italia.
Durante el sitio de
La Rochelle, el 26 de diciembre de 1627, Vicente II de Gonzaga tuvo
la mala idea de morirse. Gonzaga era el duque de Mantua, cabeza de
los señoríos de Mantua y Montferrat. Según sus disposiciones
testamentarias, ambos territorios deberían pasar a las manos de un
noble francés, el duque de Nevers, Carlos de Gonzaga. Esta herencia,
sin embargo, no era del agrado del importante partido antifrancés
europeo. Tanto España como el imperio y Saboya se alinearon en
contra de esta operación o, cuando menos, de que supusiera el
control por parte francesa de las dos principales fortalezas del
norte de Italia, esto es Mantua y Casal. Carlos Manuel, duque de
Saboya, envió rápidamente las tropas sobre la zona; mientras que el
gobernador de Milán, Gonzalo de Córdoba, sitiaba Casal.
Richelieu estuvo un
tiempo atado de pies y manos: mientras el problema de La Rochelle
siguió sin resolverse. Pero en cuanto pudo, se lanzó recto y por
derecho. Las tropas acopiadas para sitiar la ciudad portuaria no
pudieron descansar. Nada más llegar a París, comenzaron, junto con
su generalísimo y su rey, una marcha forzada hacia los Alpes.
En realidad, la
operación diseñada por Richelieu, por el tamaño de su ejército se
puede ver claramente, no estaba pensando únicamente en la cuestión
mantuana. El primer ministro esperaba, de paso, poder poner en orden
la rebelión larvada de los protestantes del sudoeste de Francia,
constantemente atizados por la casa de Rohan.
Los austríacos,
exactamente igual que los romanos unos cuantos siglos antes, fallaron
en sus cálculos, puesto que nunca pensaron que la armada gala sería
capaz de pasar los Alpes en invierno. Pero lo cierto es que los
franceses, el 1 de marzo, estaban en la ladera sur del monte Genèvre.
En la noche del 5 al 6, ocuparon el desfiladero conocido como Paso de
Susa. Al día siguiente, presentaron batalla con tanto empuje que el
sitio de Casal hubo de levantarse y las negociaciones comenzaron. En
ese punto, Richelieu resolvió con el rey quedarse en el lugar,
dirigiendo las negociaciones, mientras Luis, con la mayor parte de
las tropas, volvía a Francia para atacar a los protestantes sureños.
El 14 de mayo, comienza la toma (y arrasamiento) de Privas, uno de
los strongholds de los protestantes. A principios de junio,
Alais capitula. Eso no detiene las depredaciones de las tropas
monárquicas, pues cierto es que los franceses, que se llenan tanto
la boca con que si inventaron los derechos humanos y otras mandangas,
siempre han tenido una proclividad bastante acusada al genocidio de
sus enemigos; incluso cuando esos enemigos también eran franceses. Ante la situación, la casa de Rohan resuelve negociar,
y el 28 de junio de 1629 se firma la paz de Alais o paz de la Gracia.
La paz de Alais es
un ejemplo más de cómo hacía las cosas Richelieu. Contra lo que
suelen pensar los vencedores hipermétropes, que piensan que lo mejor
es firmar paces humillantes, Richelieu tenía la obsesión de cerrar
la gotera protestante, y sabía que sólo lo haría con un texto que
apretase, pero no ahogase. Así las cosas, la paz de Alais, como el
pacto de La Rochelle, obliga a los protestantes a aceptar en sus
ciudades el libre ejercicio del culto católico, pero en modo alguno
les prohíbe el suyo. Además, les restituía el derecho común a los
protestantes; aunque, eso sí, les colocaba un colegio jesuita en
Montpellier. En todo caso, la paz de Alais, en la práctica,
restituía el edicto de Nantes, que no era poco.
Algunas semanas
antes, 19 y 24 de abril, se habían firmado los tratados de Susa y
París, respectivamente, por los cuales el duque de Nevers veía
confirmado su señorío mantuano, bajo la protección de Venecia, del
Papa y del ducado de Saboya, todos ellos unidos contra el eje
hispanoaustríaco. Si unimos a eso el acercamiento entre Francia e
Inglaterra, podemos considerar que 1629 es el año de una victoria
diplomática sin precedentes para Armand Jean du Plessis.
Aunque hasta ahora
nos hemos detenido en contar los designios de la alta política
gestionados por Richelieu, bien estará que también nos detengamos
un poco en algunos aspectos algo más del día a día, que nos habrán
de llevar al mismo lugar. Por ejemplo, el empeño del primer ministro
en regular los duelos, que exasperó bastante a la nobleza.
Estamos en 1627, y
hemos de fijarnos en un tipo llamado François de Montmorency-Bouteville. Hombre
muy aficionado a los duelos, había violado ya veintiuna veces las
regulaciones de este tipo de enfrentamientos e, incluso, había
llegado a matar a uno de sus adversarios, Jacques de Goyon de Matignon, conde Thorigny. Guy d'Harcourt, barón
de Beuvron, amigo del finado, deseaba vengar esta muerte.
Bouteville,
enterado de aquellas intenciones, se había refugiado en Flandes. El
rey Luis XIII, que no gustaba de follones con estas cosas, finalmente
decretó que podía volver a Francia, pero que no podría residir en
París. Bouteville, en un gesto claramente provocador ante el rey y
su primer ministro, no sólo apareció en París, sino que anunció
que se batiría en duelo con Bevron en la capital, en la place
Royale; debajo de las ventanas de la residencia del cardenal
Richelieu. La cosa era mucho más que un enfrentamiento por el tema
de los duelos. Era un reto al cardenal, a ver si era capaz de actuar
contra un Montmorency, al fin y al cabo una de las familias más
rancias de Francia.
El
duelo tuvo lugar el 12 de mayo. En el mismo, uno de los padrinos de
Brevron, Bussy d'Amboise, resultó muerto. Brevron huyó a
Inglaterra: por haber participado en el duelo, se enfrentaba también
a la pena capital. Bouteville, por su parte, tomó una diligencia
para alcanzar la Lorena. Sin embargo, enviados de Richelieu lo
encontraron en Vitry-le-Brûlé, y se lo llevaron detenido a la
Bastilla. Evidentemente, toda la familia Montmorency comenzó a hacer
lobby para que fuese
liberado. Sin embargo, como dejó escrito Richelieu en sus memorias,
y es una buena pista de por dónde iba como gobernante, «salvarle
habría supuesto abrirle la puerta a los duelos y al incumplimiento
de las leyes».
El 22 de junio,
Montmorency-Bouteville y el conde de Chapelles (uno de sus padrinos en el duelo) fueron decapitados.
Aquella ejecución
fue vista por la nobleza como un ultraje. En su momento, fue aceptada
aparentemente sin resistencia. Pero, sin embargo, pocos meses
después, en 1629, cuando Richelieu regresase a París después de
haber acomodado las cosas en el orden internacional, acabaría por
aparecer.
Como el buen cardenal sabía bien, resultaba mucho más fácil ganar las batallas en el campo contra los enemigos, que en el palacio contra los amigos.
Imaginese que hipocrita suena el cacareo frances sobre si inventaron los derechos humanos,de este lado del charco,cuando sabemos que fueron oficiales franceses los que instruyeron a nuestras Fuerzas Armadas sobre "Lucha Anti-subversiva".
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