martes, mayo 29, 2012

Yo, no

Ya sé que voy a escribir hoy sobre un tema que apenas tiene que ver con la Historia; pero de vez en cuando hago estas travesuras en mi blog, que para eso es mío :-)

Pero es que quiero decirlo: yo, no. Cuando se oye por ahí a las gentes que administran Madrid hablando de "todos los madrileños" como los que están detrás del proyecto de solicitar que esta ciudad sea sede de unos Juegos Olímpicos, me interesa dejar claro que yo resido en Madrid; que aquí pago mi IBI, mi impuesto de circulación, mi arbitrio de plusvalías cuando vendo la vivienda, mi Impuesto de Actos Jurídicos Documentados, y toda la pesca. Que vivo en Madrid, estoy censado en Madrid, voto en Madrid. Y no estoy de acuerdo con que esta ciudad sea candidata a organizar unos Juegos Olímpicos.

Lo dicho: Yo, no.

¿Por qué? Bueno, el origen de todo, alguna vez lo he comentado, ha sido el hecho de la excesiva frecuencia con que observo que los administradores de Madrid toman el poder sobre el espacio público sin consultar a nadie ni tener en cuenta las necesidades de los residentes. Tengo la desgracia de pasar los fines de semana de mi vida en una vivienda del centro de Madrid, eso que antiguamente se llamaba el distrito electoral de Palacio; y no menos de diez o doce domingos al año, me quedo sin calle, sin poder aparcar, o si he aparcado el coche sin poder moverlo; sin poder incluso cruzarla, porque resulta que el Ayuntamiento ha decidido que la calle le pertenezca a Las que Corren Contra el Cáncer de Mama, o Los que Corren la Maratón Popular, o Los que se Tocan los Huevos en la Calle Para Celebrar el 4 de Julio, o Los Que Celebran la Fiesta de la Bicicleta, o Los Devotos de la Virgen de la Candelaria de Urupapá o a Los que Ocupan la Calle porque les Sale de los Cojones.

Los administradores de la ciudad la administran; no la poseen. Que alguna vez que otra haya que hacer alguna celebración, no lo pongo en duda. Si España gana el mundial de fútbol una vez cada cuatro años, bien estará que lo celebremos en Colón; pero si hubiera diez mundiales al año y todos los ganase, la verdad, con todos mis respetos, que se vaya la puñetera Roja, con su autobús de dos pisos, a celebrar al Cerro de los Ángeles, o a los Monegros.

Lo de nuestro Ayuntamiento es exagerado por demás y, lo siento, pero me da igual, y lo escribo porque como ya he opinado esto mismo en el pasado me conozco alguna que otra respuesta, que Mapoma pague por ocupar las calles con sus etíopes campeones del mundo. Yo soy quien no puedo circular libremente por mi barrio, y no veo un duro.

Así pues, mi primera reacción ante la eventualidad de una Olimpiada en Madrid es acojonarme. Imagino la cantidad de calles, plazas, intersecciones y aceras que quedarían embargadas porque es que resulta que pasa Rafa Nadal camino del meadero o se celebra un encuentro de lanzadores de jabalina irlandeses escrofulosos. Imagino la cantidad de veces que habría que resetear el móvil por los barridos de la policía (que son muy curiosos: te tuestan el teléfono pero no te enteras, así que lo mismo te está llamando tu madre, anegada en lágrimas, porque se ha muerto tu tía Puri, y tú sigues por ahí, de cachondeo...)

No hay más que acercarse por el Bernabéu o el Calderón o el Palacio de los Deportes el día que hay partido o canta Madonna para irse haciendo una idea de lo que son estas reuniones de masas. O la feria de San Isidro, en el curso de la cual el Ayuntamiento usurpa calzadas enteras para convertirlas en improvisados aparcamientos, mientras al vecino de la zona que le vayan dando. Elévese cualquiera de estas cositas a la sexta potencia, y tendremos una Olimpiada.

Otra cosa por la que no quiero la Olimpiada es porque no me apetece pagar el café con leche a tres euros de hoy en día. Con la Expo, en las cafeterías de Sevilla el café subió a cien pesetas. Que levanten la mano los sevillanos que volvieron a verlo a setenta tras la celebración.

La tercera gran razón por la que no quiero la Olimpiada es porque no podemos pagarla. Sí, ya sé que el 80% de las instalaciones están hechas. Pero eso sólo quiere decir que todavía hay que gastar un euro más por cada cuatro gastados.

Todo esto, en cualquier caso, queda anulado por un gran argumento: "Es incómodo, pero merece la pena, porque luego la ciudad queda chuli y se gana un montón de pasta".

Lo cual, simple y llanamente, es mentira.

¿Las olimpiadas dan dinero? Bueno, digamos mejor que algunas olimpiadas dan dinero, como Los Àngeles. En realidad, la mayoría de las olimpiadas pierden pasta por un tubo.

El estadio olímpico de Montreal se terminó de pagar en el 2006 (¡¡¡treinta años después!!!) Yo, personalmente, no conozco a nadie que haya ido jamás a hacer turismo a Montreal; menos aún, con el argumento de que "es que allí fue la Olimpiada". Se podría escribir: "los griegos a duras penas sobrevivieron a las consecuencias de sus JJOO"; pero sería mentira, porque, en realidad, no han sobrevivido. La todopoderosa URSS tuvo que arrañar recursos, sobre todo alimentarios, de todos sus países satélite, para alimentar a las hordas participantes en su Olimpiada; nadie sabe a ciencia cierta cuánto palmaron, y eso que muchos países no fueron. Lo mismo pasa con los chinos, que no dicen ni mú de los excelentes resultados que por lo visto tuvieron. Y en Sidney hay infraestructuras construidas para la Olimpiada que ya no se usan a día de hoy. Como las habrá en Londres porque Londres, entre otras cosas, está construyendo un pabellón de balonmano con capacidad para 12.000 personas. Los ingleses aman el balonmano más o menos lo mismo que los banderines de Gibraltar Español.

En realidad, el gran trile de ese rollo de que unas Olimpiadas dan dinero, Barcelona incluída, está en un concepto que se llama amortización. Amortizar es lo que todos deberíamos hacer y no hacemos, pero que las empresas vienen obligadas. Cuando compras un bien, has de provisionar, cada año, su pérdida de valor pues, de lo contrario, tu patrimonio es menor. La amortización es un elemento fundamental del flujo de caja de cualquier empresa, y de sus beneficios.

En la mayoría de los casos, cuando se producen unos JJOO, nadie calcula la amortización de las infraestructuras que se construyen. En realidad, para que unas Olimpiadas den dinero de verdad, sus beneficios no sólo deberían ser tales que los ingresos superasen a los gastos (concepto normal de beneficio en estos casos); además, los ingresos deberían generar un excedente suficiente como para permitir amortizar los bienes construidos. Porque si no es así, si nadie, ni el Comité Olímpico, ni el Comité Organizador, ni la ciudad anfitriona, ni el Estado del país anfitrión, amortiza La Peineta, entonces alguien, por definición, está perdiendo patrimonio cada segundo que pasa.

Ese alguien somos nosotros. Todos nosotros.

(Este mecanismo de no amortizar la infraestructura es el mismo que se usa para hacer rentable el AVE, por cierto).

Se nos dice: una olimpiada genera un montón de actividad después de producida. Vienen mogollón de turistas porque la gente del mundo se entera de que existes.

En una de sus novelas de Pepe Carvalho, Manuel Vázquez Montalbán hace a su protagonista coger un taxi en Bangkok, Tailandia. El taxista habla con él y le pregunta de dónde es. Cuando Carvalho le dice que de Barcelona, el taxista se pone a declamar: "Barcelona, Maradona; Barcelona, Maradona..."

Con todos los respetos, eso de que unas olimpiadas te dan visibilidad mundial funcionará para Saint Lô o para Viveiro, provincia de Lugo; pero a Barcelona, Madrid, París, Tokio o Chicago, ni puta falta que les hace; acabamos de leer, y es verdad total, que la edad de oro de Guardiola ha hecho más por Barcelona que una Olimpiada de ocho meses.

Es mentira que la gente decida viajar a una ciudad en el año N+1 porque en el año N organizó una Olimpiada. Eso lo saben bien en Barcelona, donde tuvieron que ponerse a parir echando hostias el fistro diodenal del Fórum de las Culturas para darle a la ciudad la continuidad que por lo visto le iban a aportar las Olimpiadas by default. Eso lo saben casi todos los organizadores de Expos mundiales, que se apresuraron a aprovechar la ocasión para crear algo más duradero, desde la Torre Eiffel hasta el Atomium, porque eso sí que trae visitantes.

El truco del almendruco es presentar el gasto como una inversión. Construir infraestructuras deportivas es, así, de entrada, un gasto, no una inversión. Por la simple razón de que una piscina de 50 metros no es el desdoblamiento de una carretera. Eso sí, como demostró la Olimpiada de Barcelona, un proyecto olímpico también tiene una vertiente urbanística, que en principio se autofinancia, porque cuando los deportistas dejan la Villa Olímpica, te quedan unas viviendas cojonudas para vender.

Pues sí. Pero, ¿y si falla? Porque resulta que una cosa que hemos aprendido, dolorosamente, en los últimos tiempos, es que no siempre una vivienda a la venta encuentra comprador; o banco que financie la compra. ¿Acaso no iba a ser la operación Madrid Río-soterramiento de la M30 un negocio seguro? ¿No se iba a hacer allí un huevo de pasta comercializando suelo y viviendas? Madrid Río será la polla de Montoya, no lo niego; pero, amable lector, si eres ciudadano de Madrid, permíteme que te recuerde que, bonito y todo, todavía lo debes. Y que, ítem más, la posibilidad de que se financie con suelo se ha sfumatto.

Así, a las claras: una Olimpiada es una operación económica de riesgo. De muy alto riesgo. Tan alto, que los dedos se hacen huéspedes para contar todos los que se han dado una hostia en todos los morros en las últimas décadas organizándola. El triunfo, si llega, tendrá muchos padrinos pero el fracaso, si se produce, sólo tendrá un pagano: tú. Y yo, claro.

Sinceramente, no creo que tengamos el chirri para estos ruidos.

Yo, no.

7 comentarios:

  1. Amén, hermano. Sin contar el festival de rapiña a que se dan nuestros queridos políticos cada vez que hay un presupuesto gigantesco: ellos tan contentos, nosotros con una deuda gigantesca que pagar, parques de cemento sin árboles y cascarones vacíos para recordarnos la broma.

    Con "La caja mágica" enorme y vacía, no entiendo como todavía puede haber alguien que apoye la cabezonada del Faraón; más aún después de que ese argumento tan mongoloide de "ya verás cómo se revalorizarán nuestras viviendas" haya pinchado a la vez que la burbuja inmobiliaria.

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  2. Anónimo7:04 p.m.

    De parte de un madrileño, de nacimiento, residencia y convicción: Yo tampoco.

    Como bien dice el autor es cara publicidad para una cuidad que no la necesita (o no de ese tipo). Además la terminaremos pagando nosotros, no los que vengan verla.
    Todavía recuerdo la reciente visita del Papa. A mi me subieron el transporte público mientras a los visitantes les daban tickets de barra libre para metro y autobuses. ¡Ole y Ole! Además de meretrices ponemos la piltra.
    Como ese sea el negocio que quiere hacer la ciudad con los Juegos lo llevamos claro.

    En fin... lo de siempre.

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  3. Madrid tiene su aquel, es capital y está desgobernada por los mismos politicastros que toda la nación. Se miran el ombligo y sueñan con quedar incrustados en la Historia. De un abuena patada en el trasero los incrustaba yo contra la losa de la indecencia que son lo que mejor manejan. Ya veo que sabes de que hablas y comparto tu preocupación. Con la Expo toda Andalucía se iba a modernizar y por poco seguimos arando con mulos, eso sí, hipotecados, defenestrados y atontados, cómo todos los españoles.

    Un saludazo.

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  4. ¡Yo tampoco!

    La olimpiada de Barcelona fue bien porque gran parte del presupuesto no salío del ayuntamiento de Barcelona sino de los presupuesto generales del Estado, ¡todavía estoy pagando una olimpiada!. El forum de las culturas fue pagado por el ayuntamiento y les fue de pena.

    En el dossier de la anterior candidatura a Madrid 2016 (me da pereza leerme la misma porquería 4 años después), ponía claramente que todas las infraestructuras se financiarían a costa del ayuntamiento de Madrid y luego con números magicos todo se refinanciaba con capital privado. No incluían la amortización de las infraestructuras porque estaba previsto que se vendierán, ¡con beneficios! después de terminar las olimpiadas.

    En fin, otro granito de arena para animar a la emigración.

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  5. Anónimo8:36 p.m.

    ¡Vaya! Me alegra saber que no soy el único que sabe sumar y que no piensa que somos más listos que los que ya han organizado expos, olimpiadas y demás. Lástima que sea una batalla perdida porque, siendo realistas, la mayor parte de los madrileños aún están entregados a la causa. La causa de la ruina y las molestias, quiero decir...

    Harina de otro costal son ciertos eventos puntuales que tienen un gasto mínimo y ganancias claras e inmediatas. Para este tipo de saraos es bueno que se de facilidades a los participantes (y no a los indígenas) ya que normalmente suelen ser un buen negocio. Hace tiempo leí la aportación de IFEMA al PIB madrileño y me quedé asombrado. Lamento no tener las cifras, pero seguro que se pueden encontrar por ahí.

    En resumen, no me importa que se celebren ferias de chalados con sus locos cacharros, finales de campeonatos de tirachinas o visitas del Dalai Lama a bombo y platillo y darles a todos ellos el abono transportes a prorrateado, pero los macro-cojo-hiper-lo-que-sea tienen más peligro que un mono con una cuchilla.

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  6. Mi nombre es Sombra10:00 p.m.

    Por ponernos puntillosos:

    - Juegos olímpicos: circo deportivo que se celebra cada cuatro años y bla bla bla

    - Olimpiadas: espacio de tiempo que hay entre la celebración de dos juegos olímpicos, y que habitualmente dura algo menos de cuatro años

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  7. Coincido en todo con el autor.
    1º en lo referente al abuso de eventos que ocupan las calles del centro los domingos y festivos, es mas, no solo el centro, muchas veces queda cortada la comunicación entre dos zonas distintas de madrid con las consiguientes molestias.
    2º tema olimpiadas: Soy totalmente opuesto a que emprendamos un nuevo proceso de seleccion para intentar que se conceda a madrid la sede olimpica en 2020; afortunadamente creo que no se conseguirá, pero los gastos ya se han iniciado; y si por un casual sonara la flauta, a tembler¡¡¡ el gasto se disparraría y las molestias al vecindario ni para contar.

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