Dedicado a mi amigo Calvin, sevillano de pro.
En un reciente post me comprometí a abordar el relato somero de dos ejemplos iguales pero distantes del golpe de Estado militar de julio de 1936 en España, que inició la guerra civil: Sevilla y Barcelona. Iguales, porque ambos fueron auténticas chapuzas desde el punto de vista conspirativo y, sobre todo, militar. Distintos, por razones obvias: el resultado fue diametralmente opuesto, pues mientras Sevilla, de la que escribiré hoy, acabó en manos de los nacionales, Barcelona fue hasta casi el final de la guerra de los republicanos.
Que el golpe de Estado en Sevilla fue una chapuza lo avalan datos indiscutibles. En primer lugar, el jefe del golpe, Gonzalo Queipo de Llano, tenía más o menos la misma relación con Sevilla que yo con Queensland, Australia. El golpe en Sevilla se produjo en la mañana del 18 de julio y Queipo llegó a la ciudad el 17 por la noche, después, por cierto, de haber recibido noticia en Huelva de los sucesos de Marruecos (aunque hablamos del golpe del 18 de julio, en realidad fue el 17 cuando las tropas se sublevaron en Marruecos), tras lo cual… se fue al cine.
Las previsiones de apoyos nunca se cumplieron. Al parecer, Queipo contaba con que se le unirían unos 1.500 falangistas, coordinados por un torero de relativa fama en aquel momento, El Aljabeño. Pero cuando en la mañana del 18 Queipo y El Aljabeño se entrevistan en el Hotel Simón de la capital hispalense, el lidiador informa al conspirador que de lo dicho no hay nada, porque los mandos de Falange en Sevilla están en la cárcel y el resto, en buena parte, está formado por estudiantes que en esos días (verano) están de vacaciones fuera de Sevilla. Cuando esa misma mañana Queipo se haga con el control del cuartel de Infantería, se le unirá la asombrosa cifra de… quince falangistas.
La cosa fue, verdaderamente, así: un general sin mando en plaza (en el momento del golpe, Queipo es inspector general de carabineros, o sea no es un militar con mando en cuartel alguno) se presenta en Sevilla de madrugada del 18 (después de haber ido al cine, no sabemos si a ver Misión Imposible) y, al salir el sol, se instala en el puesto de mando de Sevilla, en compañía de tres oficiales (tres, sí; no es una forma de hablar) y se va a ver, en el mismo edificio, al general José Fernández de Villa Abrile, jefe de la guarnición. Ni corto ni perezoso, Queipo le dice al señor que manda que decida: o con él, o contra él (y verdaderamente no miente pues, en ese momento, del lado del golpe, en Sevilla, sólo está él). Aquí se produce una de las primeras claves de la victoria del golpe en Sevilla, porque Villa no le presenta a Queipo, ni mucho menos, oposición frontal. En realidad, lo que más le preocupa a Villa y a sus mandos es que el golpe pueda fracasar y acaben todos exiliados, como Sanjurjo. Queipo, más echado para delante que ellos, los detiene y los encierra en un despacho; aunque encerrar es mucho decir, porque el despacho no tenía llave ni cerrojo (eso sí, tenía un cabo con orden de disparar si alguien huía, pero tampoco tuvo que plantearse si cumplirla o no).
Del puesto de mando, aún en la mañana Queipo se va al cuartel de Infantería, donde se produce una escena cachonda propia de los hermanos Marx. El general, al llegar al cuartel, se encuentra a la tropa armada y formada en el patio. Se dirige al coronel, al que no conoce de nada, y se produce el siguiente diálogo:
QUEIPO: Estrecho su mano, mi querido coronel, y le felicito por su decisión de ponerse de lado de sus compañeros de armas en estos momentos en que se decide el destino de nuestra patria.
CORONEL: Es que yo he decidido apoyar al gobierno.
QUEIPO: Estoooo, ¿podemos continuar esta conversación en su despacho?
El coronel, que como ya se habrá podido adivinar apoyaba al gobierno pero sin pasión (sufría, probablemente, de las mismas dudas filosóficas que Villa Abrile), accede. Una vez en el despacho, Queipo le quita el mando del regimiento. Pero no encuentra otro militar en el cuartel que lo quiera asumir, así que tiene que enviar a alguien a buscar a alguno de los oficiales que le acompañaba. Después de eso… ¡se queda solo con todos los militares a los que ha arrestado!
Es media mañana. En ese momento, Queipo cuenta con los 130 soldados del cuartel y los 15 falangistas despistados. Sevilla tiene, en 1936, un cuarto de millón de habitantes, muchos de ellos furibundamente izquierdistas y es, en cualquier caso, una balsa urbana que flota en un mar de anarquismo rural y está, además, a un tiro de piedra de una peligrosa concentración de izquierdistas con gran capacidad dañina: los mineros de Riotinto, hasta las cejas de explosivos. La cosa no pinta bien. Pero Queipo se las arregló, y ésta es la segunda razón de su éxito, para maximizar sus recursos. Por ejemplo, envió a un grupo de soldados a vigilar la Maestranza de Artillería, donde se guardaban nada menos que 40.000 fusiles. Cuando las milicias izquierdistas quisieron ir allí, la posición ya estaba cogida.
La ocupación propiamente dicha de Sevilla comenzó a eso de las tres de la tarde, cuando un comandante de Intendencia, con 76 soldados (ni uno más, ni uno menos), recibió la orden de Queipo de tomar el edificio de la Telefónica, el Ayuntamiento y el Gobierno Civil (ni uno más, ni uno menos). Se da la circunstancia de que este mismo coronel había estado ya algún tiempo antes, por error, en el Gobierno Civil, donde el gobernador, Varela Rendueles, fuertemente escoltado por guardias de Asalto (la única fuerza armada que fue fiel a la República), le había conminado a hacer profesión de apoyo al gobierno, ante lo que el coronel se había dado la vuelta… y se había marchado, al parecer sin oposición.
Varela dividió sus 76 hombres en tres grupos. Dos de ellos ocuparon casas y calles alrededor de la Telefónica, hostilizando a los guardias que la defendían. Con el tercer grupo, unos 20 hombres, entró en el Ayuntamiento y forzó a rendirse a… ¡sesenta guardias municipales! No tendrían muchas ganas de pelear.
A partir de ahí, a Queipo las cosas empezaron a irle cuesta abajo. La guardia civil, a media tarde, se unió al golpe. Luego lo hicieron los regimientos de Artillería, lo que permitió empezar a hostigar a cañonazos la Telefónica desde la calle Tetuán. Tras la Telefónica, los cañones se desplazaron al Hotel Inglaterra, lleno de milicianos, que capituló; y luego lo hizo el Gobierno Civil, sobre el que ya no hizo falta disparar. Allí, en el Gobierno Civil, fueron reducidos 150 guardias de asalto, dos tanques blindados y dos ametralladoras. Cabe preguntarse qué habría pasado si se hubiera utilizado toda esa fuerza horas antes, cuando a Queipo lo rodeaban tan sólo 130 soldados, probablemente no muy motivados, y 15 falangistas que tendrían que haber sido 100 veces 15.
Para colmo de males de los gubernamentales, también cayeron, en esas primeras horas, Cádiz, Jerez, Algeciras y La Línea. Lo cual quiere decir que los alzados ya tenían dónde desembarcar a sus legionarios. La Legión llegó a Sevilla el 20 de julio, aunque le tomó cuatro días acabar con la resistencia en la ciudad. El general republicano Pozas, director general de la guardia civil, dio orden a un destacamento de la misma en Huelva, ciudad que había permanecido fiel a la República, a que marchase a Sevilla a sofocar la rebelión. Craso error. El comandante Haro no sólo unió sus guardias civiles a la rebelión a su llegada a Sevilla, sino que hizo algo mucho más dañino aún: voló los camiones de dinamita que llegaban de las minas de Ríotinto, paralizando la columna de mineros que avanzaba para recuperar Sevilla. Fue una carnicería. Ambas partes entablaron un tiroteo en un lugar llamado La Pañoleta. Los guardias civiles se dedicaron a tirar al automóvil que encabezaba la columna de camiones, hasta que lo hicieron estallar, explosión que se comunicó a los camiones, cargados de explosivos hasta los topes.
En fin: razones del resultado que se produjo.
En primer lugar: Queipo era un militar chapucero. Ya lo había demostrado en 1930, con su torpísimo alzamiento contra la monarquía, y lo volvió a hacer en Sevilla el 18 de julio de 1936. Sin embargo, tenía un morro que se lo pisaba y era extremadamente temerario. Como creo haber descrito ya, pasó no menos de cuatro o cinco horas en las que era claramente consciente de estar en absoluta minoría como conspirador; pero eso no le importó. Su actitud se parece a la de ese aviador británico interpretado por David Niven que, tras estrellarse en la segunda guerra mundial, salir del avión y encontrarse rodeado por miles de soldados italianos enemigos, les saluda con un simple: ¿A que esperan para rendirse?
Los nacionales desplegaron una notable imaginación para engañar a los sevillanos. El primer contingente de legionarios que llegó a Sevilla era de 20 soldados. Queipo los subió a unos camiones junto con algunos guardias civiles y paisanos y los obligó a pasear continuamente por las calles de Sevilla. Al poco rato, todo el mundo en la ciudad se hacía lenguas de que habían llegado ya centenares, sino miles, de legionarios.
La tercera razón ya la hemos analizado. Las fuerzas militares gubernamentales no hicieron un gran esfuerzo por serlo. Lo cual nos lleva a la siguiente razón: la más que probable confianza de todos los prorrepublicanos de que Sevilla en particular, y Andalucía en general, no se podían perder para la causa republicana, porque estaban preñadas de izquierdistas. Esto pudo provocar cierta selección de mandos militares poco cuidadosa en lo que a las voluntades y fidelidades se refiere.
Todo parece indicar que las fuerzas del Frente Popular no estuvieron finas contestándole a Queipo. Tardaron mucho y perdieron mucho tiempo quemando iglesias y casas de gente rica, en lugar de ponerse al torrao de atacar a los alzados (que entonces eran muy pocos).
Por último, hay que recordar otra genialidad de Queipo: el uso de la radio. Radio Sevilla pasó la tarde del 18 en manos de los republicanos, que lanzaron soflamas a los pueblos para que se alzasen y ocupasen Sevilla. Pero en la noche era ya de Queipo, y ese mismo 18 el general inició una larga serie de monólogos radiados que hicieron mucho por conservar la moral de los derechistas y minar la de los izquierdistas, sobre todo en las primeras jornadas de la guerra.
Es una historia casi increíble. Parece de los Monty Phyton, o más bien de Gila. Un tipo llega a Sevilla en su Hispano-Suiza, llama a la puerta de la Capitanía General y, cuando le abren, dice: «Buenas, que venía a alzarme y a ocupar la ciudad». La guardia le deja pasar y le pregunta: «¿Quiere el café sólo, o con leche?»
Genial, Jdj, genial. Gracias
ResponderBorrarPara rematar, ¿tienes idea de donde se pudre el tal Queipo? En la basílica de la Macarena, uno de los templos más importantes de Sevilla. No se como es que no está en la catedral...se ve que no se puso a ello
Salud
Calvin
¡Qué pasada!, ... me fío de ti, pero si me lo dicen otros pensaría que me estaban tomando el pelo.
ResponderBorrarSalud!
Una temporada en el infierno Españoles de tres mundos, extranjeros en su patria #16
ResponderBorrar"Todos hablan del golpe de mano de Queipo (que sin duda contó con muchas complicidades sobre el terreno, y no fue tan improvisado). El testimonio de primera mano del gobernador José María Varela Rendueles es de los más valiosos con que contamos para la guerra en Sevilla y en España.
Rebelión en Sevilla. Memorias de su gobernador rebelde, fue ocasionalmente editado por el Servicio de Publicaciones del Ayuntamiento de Sevilla en 1982. Yo me hice con un ejemplar, alas!, en el saldo de los stocks, aunque puede que todavía se encontrasen ejemplares sueltos por ahí, vaya usted a saber. Me gusta mencionarlo porque merecía ser rescatado (el editor Abelardo Linares creo que tiene una colección pintiparada)."
Maty, muchas gracias por la referencia. Una de mis aberraciones es coleccionar libros originales con testimonios de la España del siglo XX, así pues tu referencia me lleva a buscar esa edición.
ResponderBorrarSólo una matización: que un movimiente cuente con complicidades no quiere decir que no sea improvisado. El golpe de Estado revolucionario de 1934 contaba con decenas de complicidades en el ejército y la policía sitos en Madrid; sin embargo, fue notablemente improvisado, a pesar de todo.
Interesante historia, si señor. Desconocía los detalles que relatas y creía que Sevilla había sucumbido al golpe de estado frente a tropas más poderosas. Hay que reconocer que Queipo supo aprovechar las incertidumbre de la situación.
ResponderBorrarRepito, muy interesanta. Saludos.
Así que Queipo fue un listillo que supo aprovechar bien la situación. Si el general y el coronel hubieran aguantado, quizás también Sevilla habría aguantado. Curioso e interesante.
ResponderBorrarTodo lo dicho, más o menos -mas bine menso que más-, está relatado en primera persona por el propio Queipo en el número 10.649 del ABC de Sevilla de 18 de julio de 1937 (número extraordinario 1 peseta).
ResponderBorrarAudacia, suerte, valor.......
Saludos
Encuentro contradictorio los adjetivos que haces sobre la rebelion de Queipo. O es una chapuza o una genialidad o en todo caso un golpe de suerte aprovechado. Lo cierto que el cumulo de genialidades de Queipo y su caracter temerario, que se hizo con la ciudad, engañando por completo a las autoridades es poco compatible con la palabra chapuza. Así lo reconoce el mismo Varela Rendueles en las memorias citadas. Hay que empezar a reconocer aunque a muchos no les guste que los del bando nacional no eran unos tontos incapaces que ganaron la guerra y los republicanos que eran muy listos y de tan listos la perdieron.Saludos
ResponderBorrarEs curioso cómo se asocia la imagen de Queipo a Sevilla, cuando no era andaluz, precisamente. Una anécdota sobre este pájaro. Por cierto, en la que no queda del todo mal. Como es sabido Queipo era furibundo republicano, hasta que dejó de serlo. En una ocasión José Antonio Primo de Rivera se enfrentó con él, físicamente, pero por lo visto usando una llave inglesa escondida en una chaqueta. Queipo pudo esquivar el golpe. A mí me recuerda el chiste del mariquita al que un camionero salvaba la vida, pues ardía en llamas, dándole golpes con una zamarra, y el marica se quejaba... En la zamarra también iba una llave inglesa. Queipo llamaba, coloquialmente, a Franco "Paca la culona" y cuando llegaba propaganda franquista a Sevilla, la destruía directamente.
ResponderBorrarQueipo de Llano. lo que si hizo fué echarle dos pares de lo que dijimos, y les den las vueltas que quieran hoy dia.
ResponderBorrarNo es todo como lo relatas. No cuentas nada sobre Cuesta Monereo,Castejón, ni del papel de Tablada. Das por hecho la lealtad de los Guardias de Asalto y no fue tal. La negativa a la entrega de armas a la población en el cuartel de la Alameda,.......te faltan muchos datos. Y las cantidades no son tan ciertas. Las cifras son distintas.,
ResponderBorrarOs han copiado de manera literal en este video: http://www.youtube.com/watch?v=OZre8w7leRI
ResponderBorrarNo creo que todo fuese tan sencillo.me parece una manera muy frivola de trasmitir la historia.Mi suegro estaba en ese despacho. ,era el gobernador civil,de ahi salio para prision,2 veces al paredon,Queipo no cumplio la palbra de General, que era la vida de los que alli estaban.Murieron. Traicion diria yo, pero mi suegro lo cuenta perfectamente en su libro Revelion en Sevilla.,de puño y letra y sin ira "un gran democrata".la vida del ser humano vale mas que cualquier ideologia.Buena prueba de ello es que a el se la salvaron,p.Un sacerdote y una aristocrata, y la vivio feliz y sin ningun resentimiento.
BorrarBuenas tardes. Estamos trabajando en el departamento de Hª. Contemporánea en la figura de José Mª. Varela Rendueles, por lo que observo suegro suyo. Nos falta documentarnos más sobre él. ¿Puede contactar conmigo a la siguiente dirección de correo? Gracias. Nono
Borrarnonoinvestigador13@hotmail.com
Lo de los soldados dando vueltas en una camioneta es una leyenda urbana interesadamente difundida por el propio Queipo para realzar su presunto ingenio. Es pura falsedad al igual que lo del número de tropas con que contó. La mayoría apoyó la sublevación. Lo verdaderamente heroico fue la resistencia de los barrios obreros de la Macarena y Triana, donde después se cebó la represión sin ningún tipo de piedad. Por cierto, el libro de memorias de Varela Rendueles es relativamente fácil de encontrar. Yo lo compré hace dos años en el stand del Ayuntamiento de Sevilla en la Feria del Libro
ResponderBorrar¿La mayoría... de cuáles? Porque lo principal que está en juego en materia de lo que pasó en Sevilla tras el golpe de Estado del 36 era el total teórico de tropas con que podía contar.
BorrarOtra cosa: si todo el mundo estaba con él y la resistencia en los barrios obreros era tan intensa (que lo era), ¿por qué se disparó tan poca artillería?
A 1400 soldados le dieron la medalla por la defensa de la Ciudad, compruébenlo en el AIMS. Un General y Jefe de los Carabineros se iba a enfrentar a una Ciudad con 140 hombres. Un pueblo sin armamento que asaltaban las casa de los personajes de derechas para quitarles las armas podía triunfar contra una guarnición fuertemente armada. Donde una docena de hombres en la Base de Tablada se enfrento a Vara del Rey y una veintena de guardias de asalto defendieron el Poder establecido en contra de los sublevados.
ResponderBorrarNo estoy seguro de haber entendido todo tu mensaje, pero fuentes que hablan de que Queipo acabó contando hasta con dos mil soldados yo creo que son bastantes. Otra cosa son las primeras horas. Que en éstas contase o no con tropas suficientes para sofocar su oposición, no me parecetan claro.
BorrarPara mi, los dos tios mas listos de todos fueron los dos gobernadores: el militar se rindió a Queipo alegando haber sido superado por el uso de la fuerza. Fue de lo mas inteligente: Queipo le perdono la vida y vivió como un marques el resto de su vida. El gobernador civil fue un autentico Judas: traicionó a sus compinches en el gobierno civil. Estuvo un tiempo en la carcel pero conservo la vida.
ResponderBorrarEn alguna parte he leido que la noche del 17 cuando Queipo se dirigia a sevilla, una pareja de la Guardia civil lo retuvo, por saltarse el toque de queda impuesto a todos los militares y que el Director General de la Guardia civil, el General Pozas Perea, ordeno que no se le molestara, si esto es cierto y se le hubiera aplicado el codigo de justicia militar, la rebelion hubiera fracasado en Sevilla.
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