Recuerda que ya te hemos contado los primeros pasos de la férrea voluntad de Richelieu, así como el estreno de Richelieu como político en los Estados Generales. Luego le hemos visto ascender a secretario de Estado.
Durante
el tiempo como secretario de Estado, que para Richelieu será como
una especie de beca en la alta política, el sacerdote urdirá poco a
poco la que va a ser su estrategia de poder fundamental. Lo que hace
grande a Richelieu, sobre todo en comparación con la mayoría de los
hombres de gobierno españoles de su época, es la clarividencia con
que tomó conciencia de que en política no cabe ser sectario ni
apasionado, sino pragmático. Al revés de lo que ocurrirá en
aquellos momentos en el gobierno de España, cegado por su misión
católica, la política francesa bajo Richelieu cambiará para
siempre, de la mano de lo que podríamos denominar su doble
estrategia: por un lado, combatir en el interior a la nobleza, lo
cual equivaldrá, conforme ésta se apoye en los protestantes, a
defender a muerte la religión católica; mientras que en el
exterior, puesto que el mayor de los intereses de Francia es
presentar oposición a la muy católica casa de Austria, esa misma
Francia que no da un paso atrás en la creencia de puertas adentro
será capaz, como veramos, de aliarse con quien haga falta.