La publicación de los resultados de la inocente encuesta con que he querido celebrar los 1.000 artículos de mi blog ha planteado inmediatamente, léanse los comentarios, un sub-debate hijo del debate, que sucintamente se puede resumir con la pregunta: ¿estará Franco ahí, donde está hoy, dentro de cien años?
Por desplegar el argumento, si he entendido bien a mis corresponsales: ninguno de ellos tiende a poner en duda el hecho de que hoy, enero del 2014, haya que reconocer que el ferrolano es uno de los personajes más importantes de la Historia de España; lo que está en discusión es si lo seguirá siendo cuando haya pasado tanto tiempo entre, por ejemplo, el momento de la encuesta y el reinado de Fernando VII, no digamos de la ganadora, Isabel de Castilla. La pregunta es atractiva, muy atractiva. Y es por eso que yo me he animado a echar mi cuarto a espadas, pero las cajitas de los comentarios no me llegaban.
Franco era gallego, y yo también. La pregunta, para mí, no tiene más que una respuesta gallega: depende. En realidad, depende de nosotros enterrar a Franco en el limbo de los personajes sólo escasamente importantes para nuestra Historia. Depende mucho de la actitud que adoptemos, no los que estamos aquí, sino los que estarán dentro de algún tiempo. Para mi es bastante claro que la generación actualmente adulta va a legar a las siguientes una visión de sí misma, de su país y de su Historia, muy influenciada por el franquismo. Si esa vía se va a virar o no, como digo, ya no depende de los que hoy escribimos, o leemos.
Esto es así porque las trazas del franquismo en nuestra vida actual son muchas y muy profundas. Cuando las acusaciones contra el ex juez Garzón estaban en sazón, uno de sus grandes amigos en la profesión, el fiscal Villarejo, hizo, si no recuerdo mal, una soflama en un acto universitario en la que vino a decir que las estructuras de poder en España seguían siendo las del franquismo, y bla. Personalmente creo que Villarejo, aquel día, como otros muchos, exageró cantidubi. Pero, de alguna manera, tiene, en parte, razón. Pero no por el flanco que él espera.
Dudo mucho que las estructuras de poder actuales sean las del franquismo. Quien diga eso, probablemente, no ha conocido, ni sufrido, las estructuras de poder del franquismo, que lo controlaban todo, hasta el precio al que se importaba el café. Pero eso no quiere decir que Franco no nos esté condicionando. Nos condiciona, y mucho, en el presente. Y, como decía, si dentro de cien años, cuando Números haga su encuesta, nos va a condicionar o no, depende mucho de cómo evolucione la cultura política y social española.
Voy a intentar listar los que para mí son los elementos clave que nos ha dejado el franquismo.
En primer lugar, el franquismo, por el mero hecho de existir, nos escamotea el debate de fondo que debiéramos abordar como españoles, que es el debate sobre la guerra civil. Cuarenta años de dictadura ejercida por el general ganador de la guerra con el apoyo básico de los militares que ejercitaron dicha victoria nos provee de un cubo de basura ideal para echar en él toda la mierda de la que no queremos hablar. El verdadero proceso de memoria histórica es un magma del cual el famoso tema de las fosas es una esquina del cacho de la mitad de un trozo. La historiografía alemana o sobre Alemania ha escrito páginas y páginas sobre la violenta personalidad de los nazis; pero ha escrito mucho más sobre el proceso de sicología social, sobre las fuerzas culturales e ideológicas, muchas de ellas obrantes entre los germanos de siglos atrás, que llevaron a aquella sociedad a, en palabras de Ian Kernshaw, compartir el hubris de su canciller, gesto que les llevó aparejado, lógicamente, el tener que compartir su nemesis. Nosotros, en cambio, nos parecemos más a los italianos que, como nosotros, a veces escriben libros en los que da la impresión que Mussolini fue un tipo listo, colocado en Italia por una nave de romulianos, que les engañó a todos.
La guerra civil es el definitivo fracaso de un proceso que empieza mutatis mutandis, y en esto estoy de acuerdo con Números, con Fernando VII. La Revolución Francesa, y su proceso de reciclaje llamado Imperio, coloca actores nuevos en el panorama del destino de las naciones, pero también tiene consecuencias probablemente inesperadas para muchos de sus impulsores; entre las más importantes, la creación del golpe militar como elemento de la ecuación del poder. A partir de la Revolución Francesa, ya nadie juega limpio; y el proceso nos llega a nosotros de una forma traumática y muy difícil de digerir; un proceso casi esquizofrénico en el que primero echamos del país a unos tipos para luego aplicarnos a intentar aplicar sus ideas. Siglo y medio después, la historiografía franquista, no pocas veces, reivindicará los valores de quienes se oponían al proceso, de quienes defendían la monarquía tradicional y absoluta, lo cual es uno más de los muchísimos síntomas que podemos aportar de que ese proceso tan complejo no es cosa de principios del siglo XIX, sino que todavía sigue ahí, como el dinosaurio de Monterroso.
En la guerra civil, este choque de placas tectónicas producido por un terremoto de la máxima escala Richter histórica como es la RF, hace crisis definitivamente. Progresismo y conservadurismo españoles han aprendido a lo largo de un siglo entero a vivir en sendas cavernas y el experimento para hacer su convivencia tratable, el sueño de Cánovas, acaba saliendo mal pues, como dicen a veces los ingleses, el Fiat podrá ser un coche tecnológicamente perfecto, pero no hay que olvidar que lo conducen italianos. El canovismo es un montaje teórico que luego cae en manos de Moret, de Maura, de Dato, de Romanones, de La Cierva, de Cambó, de Alba; de algunos de los políticos más maniobreros, si no corruptos, de nuestra Historia.
La guerra civil plantea el problema histórico, o filosófico, o ambas cosas, de por qué los españoles, cada vez que tenemos entre manos un tema que verdaderamente nos interesa, nos tenemos que pegar. Por qué en España nunca han existido, ni llevan trazas de existir, grandes coaliciones, ni gobiernos de concentración nacional, ni espacios de diálogo. Los únicos que han hecho este ejercicio son los perdedores de esa guerra; y tampoco es que lo hicieran que lo flipas de bien, porque sus reflexiones acabaron derivando en una serie de querellas entre ellos, socialistas expulsándose mutuamente de partido, republicanos reprochándole a los demás haber abandonado la idea republicana, anarquistas dividiéndose en facciones y capillas; y todos ellos, o casi todos, poniendo a parir a los comunistas. Los escritos de un Indalecio Prieto, o de Araquistain, o de Peirats, de Gordón Ordax, tienen esa misma pátina en el fondo autojustificativa que tienen, en el bando ganador, los de Ridruejo o Laín. Como bien dice Andrés Trapiello, cuando se leen recuerdos de la guerra civil, jamás se encuentra uno con una página donde diga: «yo maté». Y esto es así, en el fondo, gracias a Franco, a su existencia, y a su longevidad.
Franco nos provee de la Gran Disculpa: fueron los militares, que se reunieron con cuatro curas y otros tantos millonarios en el reservado de un restaurante, y lo montaron todo. España vivió ajena a las maniobras de estos antiespañoles que lo urdieron todo en su estricto beneficio. España, por lo que se ve, cuando los militares decidieron dar el golpe, estaba a piques de construir una paz social suiza, un consenso social sueco y un progreso chino, todo a una vez; pero estos cabrones lo cambiaron todo.
Franco condiciona la Historia de España, en primer lugar, porque la borra. La diluye. Si los alemanes saben, en la medida que se pueden saber cosas que por su subjetividad son inabarcables en una sola tesis, por qué se volvieron locos y acabaron aceptando a un Jefe que les decía que una persona retrasada (léase judío si se prefiere) tenía la potencialidad de generar doce retrasados más y que por eso había que esterilizarla, o matarla; si ellos saben por qué hicieron eso, nosotros, en realidad, después de 50.000 libros sobre la materia, seguimos sin saber, en puridad, por qué nuestros abuelos, abuelos rojos, abuelos azules, arrastraron a vecinos suyos atados a un carro hasta la muerte; o mataron a sus enemigos para después entregarse a ordalías pleistocénicas en las que destrozaban los cadáveres a navajazos; o los mataban por una frase, por un gesto, por un detalle ocurrido tal vez décadas atrás, por un conflicto de lindes que una vez tuvo su tatarabuelo; o marcaron a las mujeres que no les gustaban rapándolas el pelo; o les dieron a sus prisioneros aceite de ricino, por pura diversión, para que no pudiesen evitar cagarse mientras andaban.
El periodista anarquista Eduardo de Guzmán vio a un hombre, alcalde de un pequeño pueblo durante la República, que, en el puerto de Alicante, cuando tuvo claro que no vendría ningún barco a llevárselos y que caerían en manos de las tropas italianas, se degolló él mismo hasta morir. Cada vez que leo ese pasaje, me pregunto qué tipo de pasado tenía que llevar a sus espaldas aquel hombre para tenerlo tan claro; porque uno no se rebaña el cuello a sí mismo por unas ideas, o no solo. Esa imagen plantea una pregunta. Pero esa pregunta está enterrada bajo una losa de dos toneladas, en el Valle de los Caídos. Nosotros, los españoles, no nos la hacemos, porque hemos encontrado la perfecta respuesta cómoda: fue Franco.
En frase bien conocida de George Santayana, los pueblos que desconocen la Historia se condenan a repetirla. La Gran Disculpa Franco tiene el gran problema de que, al habernos hurtado el doloroso autoanálisis que debiéramos haber hecho y no hemos hecho, nos coloca en peligro de volver a cosernos a navajazos, de volver a arrastrarnos por las piedras, de volver a marcar públicamente a aquéllos que no nos gustan. De volver, en suma.
Hay más. La vigencia del franquismo no termina ahí. La vigencia del franquismo tiene que ver, también, con su metífera influencia en el modo de hacer política en España. Y no me refiero a los políticos, que son más o menos como en todas partes, sino a los votantes. A nosotros.
El voto en España es un voto fundamentalmente ideológico. O, si se prefiere, en España se vota un poquito por acción, y un mucho por reacción. Las personas suelen tener clara su ideología; normalmente, piensan que los partidos que la representan no hacen las cosas bien, y por eso su voto es de acción mitigada. Pero es decididamente de reacción porque lo que sí tiene claro el votante español es contra quién o qué vota. Cuando un político llega a donde sea que llegue (el gobierno, la oposición) aupado en los hombros de gentes que, mayoritariamente, no le quieren a él, sino que no quieren a otro, automáticamente se da cuenta de que el diálogo, la mano tendida, la normalización de relaciones, no le va a llevar a ninguna parte. Sus votantes quieren un poco verle triunfar a él y un mucho ver fracasar a los otros. Y eso es lo que él les tiene que dar. Pan y circo.
Esto es franquismo reciclado. Simple. El gran argumento político de Franco, conforme pasaba el tiempo, siempre fue el mismo: 5, 10, 15... y así, hasta 40 años de Paz. La palabra más encumbrada por el franquismo no es España, ni es Patria; es Paz. La Paz franquista, esto es, la Ausencia de El Otro. Porque Franco es el primer guerracivilista de la posguerra civil. El primero que considera que los españoles están condenados a pelearse siempre, y es por eso que la única acción de gobierno racional es eliminar a una de las mitades para que, así, la pelea no sea posible. Con la única excepción del cardenal Enrique y Tarancón y, tal vez, el primer Adolfo Suárez, nadie, repito, nadie en la Historia de España posterior a Franco, nadie en nuestro presente, y nadie es nadie, ha superado este concepto. El concepto de que la paz y la prosperidad de España descansan en la Ausencia de El Otro está en el felipismo (y, sobre todo, en el guerrismo), está en el desempeño casi chulesco del aznarismo, está en el zapaterismo, en el pacto del Tinell, en los saltos mortales realizados por gobiernos tripartitos y cuatripartitos que se cagan y se mean en las urnas. Está por todas partes en la España reciente y en la España actual.
Cuando la casualidad y la coyuntura (cuya arbitrariedad es una de las razones para rechazar la monarquía como forma lógica de gobierno) colocaron, a principios del siglo XIX, la sucesión al frente de España en una situación dudosa y ampliamente discutible, las dos fuerzas que estaban detrás de cada uno de los bandos contendientes, progresismo y conservadurismo, se fueron a sus correspondientes cavernas. Allí seguían el día que Franco fue votado generalísimo de los ejércitos nacionales, y Franco, cuando ganó la guerra, y durante cuarenta años, no gastó ni un minuto de su vida en plantearse seriamente solucionar eso. En realidad, lo empeoró. Y, empeorándolo, dejó como testamento, no los floripondiosos deseos de su testamento político, sino: una izquierda sectaria, una derecha acomplejada pero no por ello menos cavernaria, unos nacionalismos situados en el terreno de lo disparatado, y una sociedad dispuesta a abrazar, en cada caso, uno de estos tres modelos con la pasión de un derviche.
A finales de los noventa, en medio de una situación económica comprometida, los suecos se enfrentaron a la idea de que tenían que reformar su sistema de pensiones. Las posiciones estaban muy claras. La mayoría de los políticos de la derecha querían un sistema a la chilena, esto es, gestionar las pensiones a través de productos de capitalización. El Partido Socialdemócrata, y desde luego otras formaciones más a su izquierda, quería el mantenimiento de un sistema público de reparto a ultranza. El resultado de aquellas negociaciones fue que el sistema de reparto se mantuvo como el elemento principalísimo del sistema (aunque reformándolo para convertirlo en un sistema de cuentas nocionales; pero ése es otro tema); pero, al mismo tiempo, se creó un sistema, el denominado Premium Pension, por el cual dos puntos y medio de la cotización obligatoria deben ser emplazados por el ciudadano en un producto de capitalización.
En otras palabras: los suecos tomaron dos posiciones diametralmente enfrentadas, buscaron un punto medio, y se sentaron allí.
El informe anual sobre el sistema de pensiones sueco lleva el nombre de Orange Report, o Informe Naranja. Aquí os dejo una copia de la portada del del 2007.
Doy por hecho que sabéis de sobra quiénes son las dos personas que salen en esta foto (¡quién no lo sabe!), pero aun así os lo digo. Ella es Christina Husmark Pehrsson, responsable de estos temas en el Partido Moderado. En español podríamos decir: Fátima Báñez. Él es: Thomas Encroth, entonces responsable en el Parlamento sueco de políticas sociales y pensiones del Partido Socialdemócrata. En español podríamos decir: Valeriano Gómez, el ex ministro del PSOE.
La foto es muy sueca (él sentado y ella de pie; igualdad de sexos hasta para posar). Pero la pregunta es: ¿creéis posible esta foto en España? ¿Creéis posible un informe público, detallando la evolución y resultados de una reforma de gran calado para la sociedad y economía españolas, en cuya portada aparezcan posando, sonrientes, Fátima Báñez y Valeriano Gómez?
En la respuesta tenéis la vigencia del franquismo.
¿Tendrá vigencia dentro de cien años? Pues eso, como decía, depende. Depende de lo listos que seamos capaces de ser. Pero las perspectivas no son muy buenas, aunque sólo sea porque la libertad de criterio nace de una buena educación; y la educación de los españoles la deciden esos mismos profesionales que han hecho de la caverna su profesión. España, tal es mi pesimista visión, es una fábrica de cavernarios que, además, está encantada de serlo.
Es lo que hay.
Esto mismo escribí yo hace unos años algo más resumido
ResponderBorrar"....
No te he contado que en este país
están los que nos roban,
los que nos juzgan, los que nos dirigen.
Pero están los que nos quieren robar
juzgar o dirigir, son los votantes
y son más peligrosos.
..."
El problema español no es un problema de élites corruptas, es un problema de sociedad corrupta y efectivamente cavernaria y atrincherada. Nuestras élites simplemente son un espejo que refleja muy bien lo que hay debajo.
Pero creo que eso no viene de Franco. Efectivamente parece que la figura de Franco nos hurta el debate y nos aleja muchísimo de la solución.
Esa manera tan española de comportarse es la que nos ha llevado al sistema financiero-empresarial de castas y oligarquías político-aristocráticas que nos han llevado a unas cotas de paro, corrupción e incultura generalizada asombrosas para un país supuestamente europeo.
Recuerdo escuchar una conferencia de Andres Borg ministro sueco de finanzas en la London school of economics en la que de pasada comentaba que con el dinero del taxpayer sueco no había que ayudar a España a superar su crisis fra. porque era como echar caviar a los cerdos (en realidad dio una explicación muy fundamentada, pero no me quiero extender http://www.lse.ac.uk/publicEvents/pdf/2013_LT/20130116BorgTranscript.pdf). Yo pasé cierta verguenza, pero tenía razón en todo el buen hombre. Decía que nuestra laxa política fiscal, nuestro barrer los problemas bajo la alfombra eran uno de los problemas fundamentales que europa debía atacar si quería sobrevivir como proyecto a largo plazo. Y europa se ha puesto con el tema.
Las reformas del sistema laboral y financiero español son consecuencia no de la iniciativa de nuestros líderes políticos sino del impulso europeo.
Los españoles estamos empeñados en equivocarnos desde hace siglos. La única sólución que veo para nuestro país viene de europa. Desgraciadamente, desde dentro de España no hay valentía ni inteligencia suficientes.
Un abrazo
A mí también me llamó mucho la atención la importancia de Franco para los encuestados. Yo lo puse muy bajito pero me da que la peña no ha sabido abstraerse de su propio tiempo. Por Dios ¡si Pablo Iglesias está por encima Al Tariq o el "moro Muza"! 800 años de Reconquista yo creo que algo importantes sí que fueron para configurarnos
ResponderBorrarSupongo que la importancia de Franco caerá en picado con el tiempo como pasó con Fernando VII o con Carlos II. Si así no fuera, tendríamos un caso grave de patología colectiva y yo creo que no se dará. En realidad, creo que en las nuevas generaciones ya ha pasado mucho y para ellos es sólo un nombre con el que insultar y poco más. Dentro de poco será como para nosotros la expresión "la guerra de Cuba" o "del siglo pasado" (hablando del XIX, claro). Yo me negué a heredar las filias y fobias de mis abuelos y a condicionar mi discurrir político a alguien que murió siendo yo un niño que quería ser astronauta, pero entiendo que muchos no lo han conseguido. Ahora bien, no creo que eso pueda contaminar a una generación tras otra.
Un matiz sobre Alemania. Es cierto que la historiografía alemana es bastante sólida, pero el pueblo alemán no hace tanta autocrítica y hablan de los nazis como si fuesen "otros". Recuerdo a un borracho Richard Widmark en Vencedores y Vencidos diciéndole a un Spencer Tracy aquello de que no había nazis en Alemania: ¡eran esquimales! Una de las cosas que más me impactaron de la película. Quizá por lo desasosegador del asunto.
Tampoco podemos olvidar a los franceses, a los que parece que Petain traicionó años después de salvarlos en Verdum, mientras todos los demás luchaban en la Resistencia... ¡después de la guerra!
O qué decir de la clase dirigente británica que nunca tuvo simpatías por los nazis. Ah, y ¡Eduardo VIII nunca animó a Hitler, ni levantó el brazo en las visitas a Alemania, ni Churchill tuvo que exiliarlo a las Bahamas!
Por razones familiares y laborales he tenido bastante trato con alemanes y franceses y te aseguro que me parece sumamente inquietante la forma en como ignoran la historia que nos les gusta. Eso sí, te doy al razón en que ellos simplemente la rechazan como ajena, mientras que nosotros se la echamos en cara a la “mitad mala” de España.
Una matización, Tepu. Soy consciente de que las sociedades tienden a no ver lo que no quieren ver. Pero me refiero, fundamentalmente, al debate académico o intelectual. Alemania lo ha tenido. Francia, arrastrando los pies, pero lo ha tenido. Sin embargo, hay países donde ese debate intelectual ni siquiera se produce. Tienes Israel. O Japón. O España.
BorrarSí. Tienes toda la razón razón. El debate intelectual se ha hecho, tanto en Alemania como en Francia. Incluso en Inglaterra. Japón no lo conozco más que de oídas y de alguna amiga pero me consta que a su lado el debate en España ha sido de una altura fabulosa. Y ni te cuento el pueblo japonés. Casi creo que esperan que los chinos les pidan perdón por lo de Nankín :-S
BorrarAdemás de lo anterior hay dos cosas más de las que no has hablado y que son, a mi juicio, herencia directa del franquismo. A saber:
ResponderBorrar1. El desprecio por las leyes. Si hay algo que caracteriza a las dictaduras es la abundancia de leyes y prohibiciones, algunas de ellas tan absurdas, que lo único que consiguen es que la gente se las ingenie como sea para sortearlas. ¿Acaso hay algo más español que el hecha la ley, hecha la trampa?
2. El silencio cómplice, o el que se mueva no sale en la foto. Acostumbrados a callar por miedo, ese miedo se ha transmitido de padres a hijos (- Niño, tú ver, oír y callar). No muy conocida es la anécdota de que en plena II GM y estando los alemanes bombardeando Londres, día sí, día también, el alto mando inglés amenazó a Churchill con dimitir en pleno si ordenaba bombardear Alemania con gases.
¿Conocéis alguien en este país que se atreva a llevar la contraria al jefe en una reunión?
Lo del respeto a las leyes, o más bien la falta del mismo, no es nuevo. Recuerdo haber leído a Washington Irving, creo que en el prólogo a los Cuentos de la Alhambra, lamentándose de que se admiraba al bandolero debido a la falta de respeto que se tenía a las leyes. Ya sabes, "la Ley se acata pero no se cumple".
BorrarEstoy de acuerdo en lo del silencio cómplice pero el ejemplo no es quizá el mejor. El alto mando inglés (que rivalizaba con Churchill en incompetencia) lo que temía, con razón, es que los alemanes respondiesen igual. El alto mando inglés estaba tan convencido como el alemán en la eficacia de los "bombardeos estratégicos". De hecho, creo que fue un ministro el que rechazó el bombardeo a la Selva Negra que proponían los militares con el peregrino argumento de que era una propiedad privada. "la próxima vez, me pedirá que bombardeemos Essen", creo que dijo. Probablemente temía que bombardeasen las mansiones inglesas. Ahora bien, es cierto que en el caso español Gravina protestó por tener que salir a combatir a Nelson, pero salió. En mi opinión, lo importante no es llevar la contraria, que sí se hace, sino si se es capaz de mantener esa posición hasta las últimas consecuencias o más bien a envainársela si el jefe te lo exige. Te voy a poner un par de casos de ahora mismo. Es obvio que Mayor Oreja y Vidal-Cuadras son públicamente críticos con la dirección del PP actual. ¿Se hacen apuestas sobre si se marcharán voluntariamente del partido abandonando los cargos? Y de ahí para abajo.
Aunque ambas aptitudes se dieron en el franquismo, no son propiamente franquistas porque son muy anteriores. El franquismo las utilizó como las utiliza el sistema social y político posterior o lo utilizó el anterior. Sin hacer sesudos estudios sociológicos y arriesgándome a generar polémicas, creo que el franquismo creó mucho menos que lo que sus detractores o admiradores le achacan. Fue muy hábil explotando lo que ya había e impidiendo eclosionar otras cosas pero crear, lo que se dice crear...
Pues sí, somos nosotros. No es que los políticos suecos sean mejores que los nuestros, es que sus votantes se lo exigen. Nosotros votamos por odio, no por la cosa pública.
ResponderBorrarDesde Venezuela, desde la visión de un extranjero, creo que la razón de la obsesión de España con Franco se debe a dos hechos muy simples:
ResponderBorrar1) La izquierda se niega a reconocer que efectivamente perdió la guerra, y que para que la democracia volviera a España, la tuvieron que traer, no ellos, la oposición al franquismo, si no el heredero de Franco y el último ministro secretario general del Movimiento. La Transición Española es un nacimiento vergonzoso de una democracia, donde a cambio de tener democracia, salían totalmente amnistiados los responsables de gravísimos crímenes y de oprimir al pueblo español. No es un nacimiento admirable si no más bien triste, producto de la cobardía del pueblo español (cuando no satisfacción o simpatía por los ideales de la dictadura) y de un Ejército sin escrúpulos a la hora de matar, que no dejó más remedio que negociar. La reconciliación era necesaria, pero debió ser una unión en contra de los hunos y los hotros, y que tanto Franco como Carrillo murieran tras rejas. Eso es lo que le duele a la izquierda española, y lo que la hace cuestionar constantemente al sistema democrático actual.
2) El hecho de que efectivamente, por varias razones sociales, muchos españoles simpatizan con parte o totalmente con los ideales de Francisco Franco. El franquismo sociológico que existe y es importante. De momento, el Partido Popular juega un importante papel canalizándolos hacia una vía democrática. Pero me temo que el franquismo puede terminar tomando vida propia, y volviendo en una época de crisis y desesperación, tal como pasó en Venezuela, donde el soterrado militarismo de mi país, pese a todos los esfuerzos de la democracia en luchar contra éste, resurgió en la figura de Chávez. La anti-política, la desconfianza hacia los partidos, el desencanto con una élite política cada vez más alejada del pueblo, llevó a que, en vez de intentar crear alternativas al bipartidismo corrompido, volviéramos a confiar en un mesías que viniera a arreglarlo todo. Los constantes y gravísimos errores de la oposición al chavismo terminaron el trabajo, y estoy seguro que si el chavismo cae pronto acá, es por que Chávez está muerto. Ese hombre conocía bien, como Franco, el cómo piensa el venezolano, y sabía nuestras debilidades -como el resentimiento social- para manipularnos para que termináramos apoyándolo. Y así es como murió en el poder y en la cama. Y me temo que pronto un nuevo Franco podría aparecer en España, de la forma más sorpresiva posible. En todo caso, el panorama es bastante oscuro.
Todo depende de que si los hunos y los hotros aceptan cada cual la verdad, y dejan de una vez de mentir y se deciden, ya que es imposible reparar los crímenes del pasado -aunque honestamente, si es necesario meter a los pocos viejos franquistas y republicanos que sigan vivos para salvar la democracia española, que lo hagan-, a olvidarlo todo y tratar de empezar de nuevo.
Y aunque no soy partidario de los consensos excepto en temas que verdaderamente afecten a todos, y mucho menos de los gobiernos de unidad nacional excepto en casos de emergencia, comprendo perfectamente lo que quieres decir, Juan de Juan.
Ahora que lo pienso, hay un hecho relacionado con lo que Pablo comenta: la ficción de "izquierdas" española. La sombra del viento y La catedral del mar son conocidas (y muy criticadas) por reflejar retratos imposibles de la sociedad española: la primera pretende que en la década de los 50 casi toda España era antifranquista, y la segunda va más allá y mete en el Medievo a tipos la mar de progres y hasta laicos, que ya es dislate. Ambas se presentan bajo el supuesto de pertenecer al género histórico y las pocas alabanzas que les habré leído, aparte de consumidores de best-sellers, son de izquierdistas precisamente acomplejados. Lean las críticas que enlazo a continuación para mayores detalles.
Borrarhttp://lectoriracundo.blogspot.com.es/2010/08/el-cuesco-del-viento-critica-acompasada.html
http://cuadernos-criticos.blogspot.com.es/2009/12/una-catedral-de-precio-tasado.html
Pablo,
Borrarcoincido con tu análisis en todo excepto en la posibilidad de que surja un nuevo "caudillo" en España. Y no poque nuestra idiosincrasia no pudiera conducir la reacción social hacia ello, que podría. Pero en España hoy en día la justicia, aunque lenta, está empezando a atreverse con los corruptos. La pertenencia a la UE es otro factor de estabilización política.
Parece que también la recesión económica ha termindo y ya sabes que las penas, con pan, son menos penas.
Un abrazo
Propongo una idea para quien tenga talento, recursos y tiempo:
ResponderBorrarhttp://vimeo.com/38580206
Sustitúyase a los personajes del corto por los personajes de la Historia de España más relevantes según la encuesta del anfitrión.
En el tema de la Guerra Civil son a veces los estudios locales los que se acercan mas al problema real, puesto que si son mínimamente honestos, no pueden obviar el tema del odio real entre vecinos. Se que no es muy util recomendar un libro en catalan hoy en dia, pero si alguien tiene mínimas nociones recomiendo L'Omnibus de la mort: parada Falset, del periodista Toni Orensanz. En el libro, se relata como durante el verano del 36, una columna de milicianos viajando con un omnibus se dedicó a matar "fascistas" (en plata, oponentes políticos) por Tarragona y el bajo Aragon (se calculan por lo bajo unas 250 muertes). El autor analiza lo que paso en su pueblo, Falset, donde fueron asesinadas 27 personas. Las conclusiones del libro son lapidarias, y es de verguenza que las tenga que hacer un periodista:
ResponderBorrar-Los "descontrolados" na de na. En el momento que la republica dio armas a las milicias con un historial no precisamente pacifico, era de cajon que les dio legitimidad y el poder que emana de un fusil. Un grupo no se pasea durante meses con un omnibus matando gente de pueblo en pueblo en plan "descontrolado".
-Podían venir "de Barcelona", pero en los pueblos necesitaban colaboradores que cuando menos "hicieran la lista" de la gente a matar. Ahi el autor se encuentra con bocas cerradas a cal y canto. Le cuesta un huevo saber la verdad, para descubrir que uno de los complices locales era familiar suyo. Un familiar del qual solo sabia "que se había exiliado por culpa de Franco", y no porque hubiera 27 familias con cuentas pendientes. Ahi pone una frase genial (cito de memoria), que no hay nada mas peligroso para entender la guerra civil que la memoria historica de los supervivientes y sus familias, segun ella, todos eran buenas personas y no mataron a nadie, siempre fueron "los otros".
-Por ultimo indica que hay un agujero negro en la investigación de la represión republicana. No se puede arguir que "ya tuvieron su justicia". Orensanz indica que la causa general del franquismo no buscaba justicia, sino represión política. Se acusaron a personas que no tenían culpa (pero si relevancia política) y asesinos declarados se marcharon de rositas. El hecho de que la propia brigada de la muerte con su omnibus sea un hecho practicamente desconocido lo demuestra.
La Guerra Civil es, en mi modesta opinión, la gran tragedia que cierra, como un eco lejano, el fracaso del siglo XIX. Me refiero al fracaso de levantar un Estado, una Administración mínimante eficiente. Las tres guerras civiles del siglo, los golpes de Estado, el fracaso de la Restauración que culmina con el golpe de Primo de Rivera reflejan, en mi opinión, el problema de fondo. ¿Cuántos cuerpos expedicionarios intervinieron militarmente en España en el XIX, empezando por los frances de San Luis y terminando con la Legión Inglesa? Un Estado débil, pobre, precario, incapaz de imponerse a minorías privilegiadas, con un Iglesia reaccionaria, con un contexto internacional en el que España era una potencia de tercera y cayendo... Sí, creo que la responsabilidad ayer y hoy fueron son de las élites, las de las clases altas incapaces de incorporarse a la revolución industrial, las de establecer a tiempo una separación entre la Iglesia y el Estado, la de establecer una Hacienda solvente con una fiscalidad digna de ese nombre capaz de ampliar la educación, impulsar las comunicaciones y la investigación. La Segunda República llegó como un bote salvavidas a un barco que se hundía. Y lo hundieron entre todos. Habría que hablar del prestigio en la época de la palabra Revolución. Que significaba cosas distintas para los republicanos, para los socialistas, para los comunistas para los anarquistas y, por su puesto, para las fuerzas conservadoras, muy amplias, también interclasistas, con un peso importante de La Iglesia. El sectarismo, fruto del odio y del miedo que engendró en ambos sentidos la lucha de clases,fue, en mi opinión, el cáncer de la república. Franco, en ese sentido, es en julio 1936 un elemento importante, pero no esencial, de lo que estaba ocurriendo. Si la avioneta que se estrella es la de Franco y no la de Sanjurjo, las cosas habrían sido parecidas aunque nunca iguales. El franquismo es el resulto de un golpe de Estado que salió mal y degeneró en guerra civil, de la construcción de nuevo Estado, otra vez, que hubo que improvisar en la zona sublevada. El Estado republicano se derrumbó en el verano del 36 y creo que Azaña, como jefe de ese Estado en ruinas, ha dejado testimonio de ello. El franquismo, al que ayudó el contexto internacional a sobrevivir -primero el nazi-facismo y luego el anticomunismo- fue también incapaz de construir un Estado incluyente porque mantuvo siempre su legitimidad en la Victoria. España, indudablemente, se modernizó -cuarenta años son muchos años-. La tragedia, en mi opinión, es que salvo el periodo final del franquismo, en el que las élites de ambos bandos son consciente de la necesidad del pacto, de establecer una Constitución incluyente, el espíritu de tolerancia, probidad, eficacia no ha prevalecido. Es cierto que la sociedad española es un reflejo de sus élites o al revés. El huevo o la gallina. Pero los problemas que hoy tiene España, con el desafío nacionalista entre otros. es el reflejo de la degeneración de una clase política, de unas élites sociales que, en mi opinión , son peores que la sociedad de la que se sirven. Y lo han hecho con premeditación estableciendo una reglas del juego en las primeros tiempos de la transición que les garantizaban su continuidad y con la alevosía de afirmar que lo hacían por España. Otra vez el debate sobre qué hacer con el Estado. ¡Joder que tropa!
ResponderBorrarNo quería yo intervenir, porque a mí más que el tema del franquismo, lo que me atrae es el tema de la Guerra Civil, que es conexo pero no idéntico.
ResponderBorrarEn este terreno, lo que ha sucedido es que Franco en tanto problema histórico ha borrado casi por completo el estudio de la historia militar de ese período, hasta hoy. Así, no hay ni un sólo historiador que no justifique a Franco durante la guerra, bien sea para dibujarle como títere de la oligarquía empresario-eclesial-monárquico-terrateniente (mira, como la propaganda oficial en Madrid y Barcelona), como pobre hombre obligado en una coyuntura compleja, o como abierto salvador de una noción de España que de otro modo hubiera naufragado.
Pero... ¿Alguno, uno sólo, de entre esos historiadores me puede decir qué reglamento de instrucción estaba en vigor en 1936? ¿Alguno me puede decir cuál era el fusil de ordenanza de la infantería? ¿La relación de unidades de la infantería de marina? ¿El número de modelos de caza preseleccionado para sustituir al Ni.52? Y hablan y hablan de la guerra... Luego, deberían saber de la guerra.
O, en otro plano. ¿Alguien puede pensar en serio que el estudio de las relaciones Iglesia-Estado es de utilidad para relatar la batalla del Ebro? O, más allá: ¿que la evolución de la Falange es una herramienta útil para estudiar la guerra de Ifni? ¿Y la compra del R-01 Dédalo? Venga, una pregunta fácil: ¿explica la Transición la entrada en la OTAN? No obstante, hablan y hablan de la guerra y de los militares. Cuando lo único de lo que saben (o creen saber) es de Franco. Un Franco al que, antes de hablar, ya le han estudiado desde muchas perspectivas, pero curiosamente la militar es la única que no se incluye.
Eborense, strategos
Le agradecería, dado que es usted un experto, una explicación desde el punto de vista de la historia militar a la carta enviada por el general Franco al presidente del Gobierno, Casares Quiroga, en fechas tan próximas a la sublevación y cuando la conspiración militar era un hecho. Siempre me ha parecido un tanto enigmática, más allá de los juicios de intenciones de sus enemigos. Gracias por adelantado.
BorrarAunque no es a mí a quien apelas, te invito a que leas esa carta con detenimiento. Yo ya he escrito en este blog que la famosa carta, más que enigmático, lo que tiene es un tono corporativo. Siempre me ha parecido una carta un tanto sobrevalorada por los historiadores por razón de quién la remitió.
BorrarJosé Miguel: No soy experto en historia militar, simplemente un aficionado al tema.
BorrarEn cuanto a la carta de Franco a Casares, mi opinión, con algún matiz, es muy parecida a la de Juan. Si no hubiera habido intento de golpe de Estado y guerra, seguramente sería una nota a pie de página, o ni eso.
He leído la carta y buscaré con verdadero interés tu comentario. Permíteme una hipótesis. Dado que la instrucción reservada nº 1 del General Mola es del 25 de abril, dos meses anterior a la carta de Franco, creo que éste debía conocerla. Franco lo intentó en febrero con Portela, entonces para evitar la formación de Gobierno de Frente Popular, y en junio, en una situación de gravísima crisis social y política, se ofrece a Casares para explicarle la realidad de la situación, y niega, contra la verdad, que exista una conspiración militar en marcha. Por supuesto, se queja de ascensos y destinos, defiende a sus compañeros postergados pero no es la carta de un hombre que en menos de un mes se va a poner a frente del ejército de Africa para saltar a la Península y tomar el poder. ¿Cómo se llama esa figura? La carta prefigura el perfil sinuoso del futuro presidente del Estado que así empezó a despegar su carrera desde un aeródromo militar con la ayuda tan ponderada de la familia. Gracias, de corazón, por su respuesta. Tu trabajo es admirable.
ResponderBorrarLa diferencia entre Suecia y España viene de muy lejos, no hay más que ver su historia constitucional:
ResponderBorrar"Ley de Sucesión[editar · editar código]
El conlicto abierto en Suecia en torno a la sucesión al trono en 1544 dio sentido a la primera ley de carácter constitucional de Suecia, en forma de un tratado entre la dinastía real y el reino representado por los cuatro estamentos.
En consecuencia, la actual Ley de Sucesión de 1810 (en sueco: Successionsordningen, SO) es un tratado entre el Riksdag y la Casa de Bernadotte que establece la reglamentación del derecho de acceder al trono sueco. En 1980, el viejo principio de "primogenitura agnaticia", lo que significa que el trono fue heredado por el hijo varón de más edad del monarca anterior, fue sustituido por el principio de "primogenitura igualitaria". Esto significaba que el trono será heredado por el hijo mayor, independientemente del sexo. De esta manera la princesa Victoria de Suecia, la hija mayor del rey Carlos XVI Gustavo de Suecia, es heredera al trono sueco antes que su hermano menor, hasta entonces el príncipe heredero Carlos Felipe de Suecia.
Gracias por escribir post como este. Leyéndolo y reflexionando se aprende mucho.
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