Juan José Ibarrexte, presidente del gobierno autonómico vasco o, como se dice en euskera, lehendakari, prepara estos días el setenta aniversario del bombardeo de Guernica. Es ésta una población de hondo significado para el nacionalismo vasco y está considerada como la receptora del primer bombardeo masivo de civiles planificado por la Alemania de Hitler, pues fue la temida Legión Cóndor la que realizó dicha razzia. Aunque sobre el bombardeo se han dicho algunas cosas que no parecen ser del todo ciertas (siempre se ha dicho, por ejemplo, que murió mucha gente porque era día de mercado, pero he leído por ahí que estaba suspendido), fue una acción horrenda y, sobre todo, bastante gratuita; bombardeando Guernica, los franquistas no le dieron ni la mitad de media vuelta a la guerra.
Lo que no acabo de entender es la actitud del gobierno vasco el cual, según leo en la prensa, quiere que el gobierno actual pida perdón por esa acción. Según la curiosa lógica filosófica de Ibarrexte, si el gobierno democrático alemán ya admitió en su día que aquel bombardeo estuvo muy mal hecho, lo mismo debería hacer el gobierno español actual. El argumento, según reproduzco de la prensa, es éste: «el actual Gobierno y el Parlamento español son herederos de aquel gobierno legítimo de la República, truncado por el alzamiento de Franco. Tienen, por tanto, toda la legitimidad democrática para condenar la dictadura franquista y para pedir perdón por todos los crímenes cometidos en nombre de España. Un gesto y un reconocimiento que se nos debe a Gernika y a Euskadi y, también, a la propia sociedad española».
Para empezar, eso de las herencias tiene mucha miga. La democracia actual es heredera de sí misma, en primer lugar, y de algunos elementos, no todos, de la última República de nuestra Historia (de momento). Pero, en fin, esa, en el fondo, es una historia. Aceptemos barco como animal acuático.
Pero es que, una vez hecho esto, nos encontramos con que, si los gobernantes actuales son los herederos de la República, entonces son los herederos de quienes, literalmente, fueron bombardeados por la Legión Cóndor. Pero, si es así, ¿por qué tienen que pedir perdón? O sea, un chuloputas me para un día por la calle y me arrea una hostia que me cambia la cara; y, al correr de los años, ¿yo tengo que pedir perdón por su afrenta?
El gobierno actual, o más bien el Estado democrático (pues el gobierno no es sino la expresión coyuntural de dicho Estado), tienen derecho, yo diría que la obligación histórica, de señalar, cuantas veces haga falta, el oprobio de Guernica. Pero no tienen que perdirle perdón a nadie, ni vasco ni moluqueño. Por la simple razón de que ni ellos ni aquéllos que de los que se dicen o les dicen herederos tuvieron nada que ver en el daño que se denuncia; es más, podríase decir que trabajaban en contra de dicho daño.
Al correr del tiempo, por cierto, acabará cumpliéndose también el 70 aniversario del acuerdo entre las milicias vascas y las italianas profanquistas en Santoña. Pacto del que algunos autores de la época, como Julián Zugazagoitia, escriben con prístino desprecio. No sabemos si ese día alguien pedirá perdón.
jueves, abril 26, 2007
miércoles, abril 25, 2007
El día que un compostelano quiso matar a la reina
La Historia es la principal fábrica de mitos que tiene el hombre. Los hechos pasados y relevantes, recordados por las generaciones venideras, suelen generar mitos, mártires y conceptos que enraizan muy poderosamente en nuestras conciencias. Hay hechos, por lo demás, que todo el mundo recuerda, dado su carácter singular. Los magnicidios, por ejemplo. Cuando alguien atenta contra un rey o un primer ministro, esto es algo que se tiende a recordar. Ya hemos hablado aquí de magnicidios como el asesinato del almirante Luis Carrero Blanco o el del primer ministro José Canalejas. Y hablaremos de algunos más, porque la Historia de España es más fecunda en magnicidios de lo que parece. Hoy, sin embargo, voy a hablaros de uno que me atrevería a apostar a que pocos de vosotros conocéis. Incluso aquellos de vosotros que sois paisanos míos, es decir gallegos. Incluso aquéllos de éstos que, además de gallegos, se sientan nacionalistas. En este último caso, además, vuestra ignorancia tiene poco perdón.
domingo, abril 22, 2007
El pistolerismo (I): La huelga de La Canadiense
Con este texto inicio hoy una serie de varios que iré salpimentando con otras historias y que no sé, en realidad, cuántos van a ser. Pretendo relataros, sin hacerme pesado a ser posible, uno de los periodos de la Historia reciente de España más impresionantes, a la par que olvidado. En puridad, si lo que ocurrió en España en el espacio de apenas cuatro o cinco años hubiera ocurrido en Estados Unidos, hoy todos podríamos contar que alguna vez hemos visto una película sobre el tema, y los principales protagonistas de los hechos se nos vendrían a la memoria con el rostro de actores de primerísimo nivel.