miércoles, agosto 30, 2023

Los evangelios (3): Lucas, christians go multinational

Marcos, el evangelio de masa fina
Mateo, el evangelio 2 sobre 3
Lucas, christians go multinational
Juan, el evangelio de las preguntas incómodas


Debo confesar que, de todos los artículos que me he propuesto escribir sobre la temática evangélica, el de Lucas es el que menos me apetece. De niño me enseñaron a fijarme mucho en este evangelio, a tenerle mucho respeto porque, me explicaron mis maestros, había sido escrito por un contemporáneo de Jesús, no discípulo, que habría estado incluso presente en el Prendimiento, pues era uno de los seguidores que se había quedado dormido junto al Maestro. Puede ser, pues, que lo insulso del texto, pues Lucas viene a ser Marcos más documento Q más poco más, me decepcionase. Además, está el hecho de que, de Lucas, me interesa mucho más el libro de Hechos; una obra tan importante que, como decía Ernest Renan, de haberse perdido ese texto, hoy apenas sabríamos nada sobre los orígenes del cristianismo. Pero, bueno; el compromiso son cuatro artículos, y los compromisos hay que cumplirlos.

Desde el inicio de los tiempos cristianos se ha dado por cierto, y que yo sepa no ha habido hasta hoy quien lo cuestione seriamente, que Lucas y Hechos son textos escritos por el mismo autor. Ninguno de estos dos libros, sin embargo, da pista alguna sobre la filiación de dicho autor. El primer manuscrito con texto de este evangelio es de la segunda mitad del siglo II, que es también más o menos la época en la que se empieza a hablar de él. Ireneo dice que estos libros fueron escritos por un tal Lucas, que sería un compañero inseparable de Pablo de Tarso. Por su parte, el llamado canon de Muratori (la lista más antigua de los evangelios considerados canónicos) ofrece más datos: dice que Lucas era médico; que no conoció a Jesús pero que, después de la Ascensión, acompañó a Pablo en sus viajes. Otro texto de la época, conocido normalmente como Prólogo Antimarcionita, dice que era oriundo de Antioquía, que fue médico y “discípulo de los apóstoles” y “más tarde, compañero de Pablo hasta que éste sufrió el martirio”. También dice que el evangelio de Lucas es posterior a Marcos y Mateo (bueno, para ser más exactos: a Mateo y Marcos, pues ya os he contado que en los primeros tiempos se consideraba la obra mateana como la primera); y que había sido escrito en la región griega de Acaya. Pablo, por su parte, cita a Lucas en su epístola a Filemón; asimismo, en Colosenses 4:14 se cita a Lucas, “mi querido médico”. En la segunda epístola a Timoteo, Pablo dice que Lucas es el único adjunto que está con él. Hay exégetas, sin embargo, que cuestionan esta relación entre Lucas y Pablo, a causa, sobre todo, de las diferencias que existen entre lo que Pablo dice en sus cartas sobre su misión y lo que Lucas cuenta en Hechos, pues no son versiones totalmente coincidentes; algo que no debería ser así si ambos fuesen uña y carne.

El texto del evangelio de Lucas ha dejado claro que, según la opinión mayoritaria, ese autor que conocemos por ese nombre era alguien culto y que dominaba el griego (el idioma); en realidad, probablemente hasta un punto muy elevado, es decir, que conocía muy bien los vericuetos de la retórica helenística, lo que sugiere una educación elevada y bien aprovechada. Eso sí, Lucas muestra el profundo conocimiento de las escrituras sagradas de los judíos que también muestran sus colegas sinópticos; por lo que lo probable es que estemos hablando de un judío pijo y fuertemente helenizado. Alguien que, por otra parte, se las había arreglado, no sabemos cómo, para reunir información bastante completa sobre la primera generación de discípulos de Jesús.

Muy probablemente, el evangelio de Lucas fue escrito fuera de Palestina, aunque las referencias existentes, como Acaya, no tienen muchos partidarios. Personalmente, considero que si nos apoyamos en el dato que nos aporta el Prólogo Antimarcionita, en el sentido de que era originario de Antioquía, me hace pensar que era un personaje urbano y muy cultivado, quizás con cierta formación jurídica y en cualquier caso conocimientos, por así decirlo, de educación superior; y que ése fue el ámbito en el que se debió de mover siempre.

¿Cuál es el dato que me hace pensar esto? Pues el hecho de que el evangelio de Lucas es, con mucho, el más “mundano”; el que más esfuerzos hace por insertar la vida de Jesús en el mundo en el que se produjo. Es Lucas, por ejemplo, quien nos da el dato de que la peripecia del nacimiento de Jesús se debió a un decreto imperial augustino. Además, detalles como que hable del Lago de Galilea, que para su dos predecesores, y en general para los palestinos de la época, era el Mar de Galilea, hace pensar que muy ducho en las technicalities palestinas, no era (para que nos entendamos: si dos evangelios hablan de La Pepa y, sin embargo, hay un tercero, para colmo basado en uno de los precedentes, que siempre habla de “la Constitución aprobada en Cádiz”, para el historiador hay ahí una pista de que el tercer redactor, tal vez, no era español, ni escribía para españoles).

El libro de los Hechos tiene eso que los novelistas llaman “un final abierto”. Es una toma final en trávelin, en la que se ve a Pablo quien, se dice, durante dos años permanece en una casa alquilada, predicando libremente. Este final siempre ha intrigado a los exégetas, que suelen asumir, con buen criterio, que Lucas tenía que saber que Pablo fue finalmente pasado por la cuarta derivada por los romanos. ¿Por qué no lo contó? La pregunta tiene respuestas difíciles; pero lo que sí nos aporta es una pista bastante clara de que los libros de Lucas, si no fueron compuestos en la misma Roma, desde luego es muy probable que fuesen escritos para la comunidad paulina de la capital. Algunos estudiosos han especulado con la posibilidad de que Lucas y Flavio Josefo tuviesen algún tipo de relación (tesis que a mí me parece que no es objetivamente adverable), o que la tuviese con la pequeña elite judía herodiana establecida en Roma. Estas sugerencias vuelven a incidir sobre el pretendido elevado estatus del autor del evangelio y de Hechos.

En torno al momento de escritura, el propio Lucas da la pista en Hechos 1:1, en el sentido de que su evangelio predata a la obra que está comenzando a escribir en ese momento. Es muy probable, de hecho, que, si no los escribió seguidos, lo hizo con poco tiempo entre uno y otro. Hay autores que se apoyan en el final abierto de Hechos, que ya os he comentado, para suponer que se trata de una obra relativamente antigua (anterior a la muerte de Pablo); sin embargo, el hecho de que Lucas, como Mateo, esté basado en Marcos, como sabemos, ya  nos “obliga” a emplazarlo, como muy pronto, en el año 70. El propio Lucas, en 1:1, deja claro que lo que él está haciendo es unirse a una tendencia general de contar la vida de Jesús; es decir, está admitiendo la existencia de otros evangelios.

En torno al año 150, Marción consideraba que la mejor manera de solucionar la polémica entre los diferentes evangelios era reconocer que Lucas era el único que contenía el verdadero relato de la vida de Jesús. Esto nos lleva a pensar que el evangelio se escribió en algún momento entre el año 70 y el 140; yo, personalmente, creo que es difícil que se escribiese antes del tornasiglo. Algunos historiadores han apuntado al reinado de Nerva, durante el cual los judíos fueron rehabilitados, como el momento más lógico.

Lucas, como digo, está muy lejos de ser un escritor para palestinos; incluso sirios. Detalles como que Lc 3: 1-2 date la predicación de Juan el Bautista “en el décimo quinto año del emperador Tiberio”, vienen a sugerirnos de forma muy clara que, al contrario de lo que hicieron Marcos y Mateo, Lucas escribe para cristianos mucho más cosmopolitas. De alguna manera, pues, si Marcos y Mateo le escriben a unos cristianos que todavía están inscritos en el pequeño mundo judío de Galilea y cercanías, Lucas, claramente, realiza su obra para cristianos captados por Pablo; cristianos, pues, en buena medida gentiles, y de orígenes muy dispersos. Nada se sabe de quién pudo ser ese Teófilo a quien Lucas dedica el evangelio, lo que ha hecho pensar a algunos estudiosos que podría tratarse de un hombre genérico (como Juan Español) destinado a designar, simplemente, a cualquier creyente (Teófilo, no se olvide, significa “aquél que ama a Dios”).

A lo largo de todo el evangelio, y aunque obviamente no puede obviar ni los hechos de la Pasión ni sus consecuencias, Lucas trata de dibujar a un Jesús que puede vivir perfectamente en el orden romano. Su texto es, en muchos puntos, una ampliación del argumento “dad al César lo que es del César” y responde con ello, probablemente, a una defensa de los cristianos como gente no peligrosa para el Imperio. En ese sentido, en mi opinión incluso cabe pensar que el evangelio de Lucas sea una obra que, aunque escrita para creyentes, también contenga mensajes para no creyentes.

La presencia más común de gentiles no judíos entre los lectores en los que está pensando Lucas es bastante evidente en el hecho de lo desdibujadas que quedan en su evangelio las polémicas con los hebreos. El autor, además, tiene una clara preocupación por establecer una compatibilidad entre cristianismo y judaísmo, igual que propugna la compatibilidad entre la fidelidad espiritual (Dios) y terrenal (Imperio). Las tradiciones judías se citan profusamente, indicando con ello que el autor las conocía bien, y los personajes del relato aparecen yendo a la sinagoga y cumpliendo estrictamente la ley mosaica. Lucas concibe a los cristianos como una nueva rama del judaísmo que acepta a gentiles, no tanto como una religión nueva hecha y derecha, que ha superado el judaísmo, que es lo que veremos en Juan.

Precisamente esta consideración del cristianismo como forma de judaísmo hace que el principal esfuerzo teológico que hace este evangelio sea explicar, consagrar y, sobre todo, defender la posición de los gentiles en la grey cristiana. En los dos libros que escribió hay un especial protagonismo para los momentos en los que los no judíos entran a jugar: los dos principales, y también los más hermosos y poéticos, me parecen a mí Hechos 8 (la conversión del eunuco etíope) y Hechos 10 (la conversión de Cornelio de Cesarea). La conversión de Cornelio, de hecho, es, para mí, un texto fundacional, seminal, del cristianismo en el que vivió Lucas, que es el cristianismo que quiso construir Pablo. Porque Cornelio, centurión y, por lo tanto, miembro del poder romano, no es un cualquiera; es lo que en aquel tiempo se denominaba un temeroso de Dios, es decir, un no judío que, sin embargo, tenía algún tipo de interés por la religión judía. Lucas nos cuenta que, antes de conocer a Pedro, Cornelio ya era buena gente, amaba a Dios, daba limosnas, y tal. Dios hace que Cornelio y Pedro se conozcan; pero, en realidad, cuando se lee el texto con cuidado, yo creo que se llega a la conclusión de que la intención de Dios (es decir: la intención de Lucas, que lo escribe) no es tanto convencer a Cornelio quien, de alguna manera, ya está convencido. En realidad, la intención de Lucas es convencer a Pedro, cuyos compañeros judíos se quedan pijarriba cuando el Espíritu Santo desciende sobre todos los presentes en la casa de Cornelio, también los que no son judíos; y entonces Pedro va y dice que no hay impedimento para bautizarlos. El mensaje es claro: si amas a Dios, nadie puede cerrarte la puerta de su Casa. El mismo tema está esbozado, más torpemente, en la escena del etíope, en la cual el eunuco, tras haber sido evangelizado por Felipe, ve un pozo y pregunta: “Si ahí hay agua, ¿qué impide que yo sea bautizado?” Entonces Felipe le dice que lo único que hay que hacer para ser bautizado es creer en Dios y amarlo (una forma elegante de informar de que no hay que biselarse el pene).

Es, asimismo, a la hora de generar esta nueva moral colectiva del grupo cristiano no necesariamente judío cuando se genera otra idea muy importante del cristianismo, que es el famoso “los últimos serán los primeros”. Jesús (o sea, Lucas) lo expresa muy bien en Lc 14: 7-11, es decir, en la parábola de la boda, que no es sino una metáfora del ingreso en la Iglesia, con una seria advertencia a aquéllos que se consideran con méritos para ser invitados especiales (por eso los Francisquitos siempre dicen eso de que son el último pobre de la Tierra y tal; aunque en su caso sólo es una puta mentira).

Otro elemento interesante del evangelio de Lucas es que, siendo como es una obra para cristianos urbanitas, muchos de ellos residentes en los principales focos del Imperio, es el texto que con más claridad aborda el gran problema que genera esa extensión. Pues en el momento en que el cristianismo deja de ser una creencia básicamente rural, surgida además en una esquina del mundo, que se podrá considerar elegida de Elohim pero, la verdad, es una mierda de esquina; en el momento en que pasa eso, digo, los cristianos pasan a estar en contacto con el bienestar, con las delicias del bon vivant, etc.

Tengo yo por mí, pero es teoría totalmente propia, que aciertan quienes sitúan a Lucas ya entrado el siglo I. Mi idea es ésta: Marcos y Mateo escriben, o bien directamente en zonas periféricas (Tiro) o en pequeñas comunidades de grandes ciudades (Antioquía); y, por ello, están bastante despreocupados de la relación del creyente con el siglo. Luego pasan las décadas y el cristianismo, sobre todo de mano de Pablo, acaba interesando a diversas poblaciones, y a personas con otros perfiles: publicanos, recaudadores de impuestos, médicos... Eso genera, en los inicios del siglo II, una cierta relajación . Los evangelios, sobre todo Mateo, establecen entornos estrechos, exigentes; pero esa exigencia se va relajando. Visto lo ocurrido en los siglos por venir, asimismo, tampoco podemos descartar que los primeros líderes de las comunidades cristianas, al conseguir captar para su grey a gente con el riñón cubierto, fuesen tan proclives a la pasta como lo son sus sucesores actuales los Francisquitos.

El evangelio de Lucas se escribe, en ese momento, para variar el gobernalle. Para volver a conducir a la cristiandad por el camino adecuado: el del sacrificio, la solidaridad interior, y la generosidad. Lucas es, básicamente, un libro de instrucciones para ser un buen cristiano en el Imperio Romano; pero es, sobre todo, un libro destinado a recordar que cristianismo y riqueza son incompatibles. Éste es el radical mensaje de Lucas. Comparad Mateo 5: 1-11 y Lc 6:20 y ss, y veréis cómo el mensaje básico de las bienaventuranzas, que siempre estuvo allí para destacar que el cristianismo había nacido para los pobres, los desvalidos y los hambrientos, se convierte en Lucas en una acerada diatriba de los ricos. Éste es el cambio operado entre Mateo y Lucas: el cristianismo ha entrado en contacto con la gente de pasta. Un contacto, y una actitud de rechazo formal y aceptación pragmática, que no le ha abandonado a día de hoy. Porque Francisquitos tontos ha habido algunos; pero gilipollas, ni uno.

En resumen, pues, el evangelio de Lucas miente en su introducción. Dice que es un relato de lo acontecido a Jesús y a la primera generación de sus seguidores: aquéllos que lo siguieron desde el principio. Pero, en realidad, lo que cuenta es otra cosa. Lo que cuenta es cómo deberá entender la historia de Jesús un cristiano plenamente integrado en el mundo, que se haya bajado de la montaña eremítica para comenzar a vivir entre los hombres, bañándose en las aguas del siglo, exponiéndose a los peligros, tentaciones y ventajas del día a día. Igual que Marcos, Mateo y Juan, Lucas no nos cuenta la vida de Jesús; nos cuenta aquellas cosas de esa vida que ha de saber un buen cristiano, y cómo ha de interpretarlas adecuadamente.

A pesar de ser una obra más adaptada a los tiempos futuros que Mateo, y no digamos ya que Marcos, Lucas tuvo menos fama que el primero de los libros citados. El evangelio de Lucas tardó en tener una difusión amplia, quizás por la cierta distancia que toma respecto de los ámbitos judíos. Sin embargo, es un texto enormemente importante desde un punto de vista litúrgico, pues muchas de las grandes celebraciones cristianas se basan en él. La liturgia navideña, el Pentecontés o la Ascensión, son fiestas que parten de ahí.

1 comentario:

  1. Ese párrafo final es importantísimo. Lucas nos dice cosas que en los demás evangelios no aparecen. En lo personal, prefiero a este escritor

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