Los súbditos de Seleuco
Como suele ocurrir en estas circunstancias, cuando a Antíoco las
cosas se le complicaron, se le complicaron bien y a tope. El
principal de los problemas que tuvo fue que un sátrapa sirio, a base
de ejercer el poder como le daba la gana, acabó por ambicionar la
idea de ser él su propio rey, sin sometimientos ni leches. Hablamos
del griego Diodoto, gobernador todopoderoso de Bactria. Diodoto tuvo
el gesto que hoy, principalmente, nos sirve para conocer las
veleidades monarquistas de alguien, esto es, la acuñación de
monedas con su esfigie y, de hecho, estableció casi sin problemas su
propio poder sobre Bactria, ya que en las satrapías apenas había,
por así decirlo, estructuras de poder federal. En el fondo, es
bastante lógico que la disgregación de aquella gran Siria, por
llamarla de alguna manera, comenzase por Bactria, pues era ésta una
satrapía que había sido tratada con mano dulce por los persas,
siempre conocedores de las ínfulas independentistas de los
bactrianos.
Algo debió ver
Antíoco en la rebelión bactriana que no le gustó o que le
convenció de que su reacción estaba condenada al fracaso, porque el
caso es que todas las trazas son de que El Dios se bajó sus divinos
pantalones sin problemas: Bactria fue autorizada a establecerse como
una monarquía independiente. Antíoco decidió no enviar tropas
contra Diodoto, tal vez sospechando que sería derrotado, tal vez
buscando evitar una reacción en cadena.
Si ésta era su
intención, la verdad es que no le salió muy bien. La noticia de que
Diodoto se había sacudido el yugo seléucida se transmitió por
Twitter como la pólvora, y pronto fueron otros los que ambicionaron
la misma suerte que los bactrianos. Y uno de los lugares donde
prendió el ejemplo fue en el reino vecino de Bactria, o sea Partia.
Los
partos, sin embargo, fueron mucho más lejos que los bactrianos.
Éstos, como ya he dicho, fueron dirigidos por su gobernante griego,
quien simplemente se independizó del mando de otro gobernante
helénico. Los partos, sin embargo, querían ser independientes
también de eso. No querían ser gobernados por griegos. El
tono y objetivos de la rebelión parta hace pensar con bastante
fuerza que, en las décadas anteriores, se debía de estar fraguando
dentro del reino un fuerte sentimiento antigriego, proasiático, al
que no le debieron de faltar apoyos en los reinos colindantes.
No
sabemos muy bien cómo y de qué manera se desplegó la rebelión de
los partos. Algunas versiones nos dicen que Arsaces, el líder de la
revuelta, era en realidad un bactriano que no estaba de acuerdo con
que Diodoto se hubiese quedado con su reino de origen, por lo que se
desplazó al reino vecino para excitar los sentimientos
independentistas de los partos. Otro relato nos habla de dos
hermanos, Arsaces y Tirídates, descendientes de Priapites. Ferecles,
el sátrapa griego de Partia (aunque en otras versiones se llama
Andrágoras), hizo algo que resultó hondamente insultante a uno de
ellos, por lo que los hermanos, en compañía de otros cinco
compañeros, habrían asesinado al griego y, después, levantado la
revuelta contra ellos. Una tercera versión hace de Arsaces un
escita, que habría invadido Partia al frente de un ejército de
nómadas inmediatamente después de que Bactria alcanzase su
independencia.
Sea como
sea, lo que parece claro es que la rebelión de los partos se produjo
en algún momento entre el 256 y el 250 antes de Cristo; y sin duda
Arsaces fue su líder. Fue también, más que probablemente, un hecho
posterior a la rebelión bactriana, pero no muy posterior, por lo que
cabe pensar que fue, de una manera u otra, consecuencia de ella. Esta
datación haría coincidir la rebelión con el momento en que Antíoco
Theus estaba guerreando contra los egipcios. Sin embargo, esa guerra
terminó en el 249, pero aun así, como ya he dicho, el seléucida
decidió no actuar contra los rebeldes.
El líder
rebelde Arsaces vivió poco tiempo como rey de Partia. Fueron estos
años duros para el nuevo rey, puesto que, aparentemente, dentro de
su reino había importantes resistencias a su figura, tal vez griegos
o aliados de los mismos. Haciendo una simplificación tal vez
excesiva, podemos decir que lo que sabemos nos permite sospechar que
Arsaces fue un rey “rural”, apoyado en los habitantes de las
zonas de campo y nomadismo; mientras que la resistencia progriega se
concentraba en las ciudades, que verdaderamente eran los lugares
donde más perceptible era el desarrollo importado del poder
macedonio; y entre todas con mayor importancia Hecatómpilos, que
hacía las veces de capital, una ciudad fundada por Alejandro.
Apenas
dos años después de haber sido coronado, Arsaces murió en batalla
cuando una lanza le acertó en un costado. Lo sucedió su hermano
(año 247), ya que Arsaces parece no haber dejado descendencia.
Tirídates,
al llegar al trono, se cambió el nombre por el de su hermano, y es
por ello conocido como Arsaces II. De hecho, la lista de reyes partos
es bastante fácil de seguir, dado que los partos, que muy
imaginativos no parecen, o tal vez grandes admiradores de su primer
rey, tomaron la costumbre de que todos sus monarcas se llamasen
Arsaces.
Si
Arsaces I fue el hombre que le dio a Partia la oportunidad de ser un
reino, su hermano Arsaces II fue quien llevó realmente esa labor a
cabo. Reinó tres décadas, supo crear una administración eficiente,
incrementar el perímetro del reino, alcanzar pactos eficientes con
sus vecinos y presentar resistencia suficiente al reino sirio, que
pronto ambicionó retornar lo que ellos veían como una provincia a
su disciplina.
Pocos
años después de ocupar Arsaces II el trono, en Egipto Ptolomeo
Euergetes, el hijo de Filadelfo, que había sucedido en el trono a su
padre el mismo año que Tirídates había ceñido la corona de
Partia, marchó hacia Siria. Allí derrotó a Seleuco II Calínico,
tomó Antioquía, cruzó el Éufrates, e hizo suya buena parte del
terreno de la Asia occidental (Mesopotamia, Asiria, Media, Babilonia,
Susiana, Persia). De hecho, Euergetes llegó a pisar personalmente
las calles de Babilonia, que es algo que yo creo que no hizo ningún
otro faraón de Egipto. En suma, llegó hasta la misma raya de
Bactria.
Es
posible que una expedición tan rápidamente exitosa pudiera excitar
el miedo de bactrianos y partos, dado que parecía que estaban a
punto de convertirse de nuevo en súbditos, sólo que esta vez lo
serían de este Alejandro 2.0 en que se había convertido el joven
Ptolomeo Euergetes. Sin embargo, con el tiempo fue al revés. Lo que
ocurrió es que el golpe de Ptolomeo debilitó de tal manera el poder
en la Siria seléucida, que lo que se excitaron fueron las ambiciones
de los asiáticos por expandirse hacia el oeste. Ni corto ni
perezoso, Tirídates se dirigió a la provincia fronteriza de
Hircania, la hizo suya, y la anexionó a su propio reino.
La
invasión de Hircania fue un órdago a grande. Los partos le estaban
enviando un mensaje a Calínico, en el sentido de que, si no
reaccionaba, ya se podía ir preparando para perder todos los
territorios de su imperio, uno por uno; bien por rebelión, bien por
invasión y anexión por parte de alguno de sus pasados vasallos. A
Calínico no le quedaban muchas alternativas, así pues, en el año
237, primero firmó una paz con su hermano, Antíoco Hierax; y
después, con el culo asegurado, partió hacia Partia. Sabiéndose
débil, sin embargo, pactó una alianza con Diodoto de Bactria, el
antiguo rebelde.
Tirídates
se sintió gravemente amenazado por este movimiento. De hecho,
vencido por el miedo, huyó hacia el norte, donde se refugió entre
los aspasiacae, una tribu escita. Allí espero por el suceso
que tal vez sabía que estaba cercano y que esperaba: la muerte de
Diodoto. Cuando ésta ocurrió, entró en contacto con su hijo y
heredero, y lo atrajo hacia su lado. Sólo entonces le presentó
batalla a Calínico, y le venció. Los partos solían celebrar esta
victoria como una especie de segundo génesis de su imperio, y
realmente lo era. Esta batalla fue la que le enseñó, no sólo al
mundo, sino a los propios partos, su poder y su capacidad.
En
realidad, Calínico podía haber continuado aquella guerra. Su
imperio disponía de muchos recursos, sobre todo de hombres. El rey
seléucida podía haber tirado de banquillo hasta agotar a los
partos. Aquella batalla, por lo tanto, y por mucho que los partos la
celebrasen durante siglos como los estadounidenses hoy la formación
de su país, fue efectiva gracias a la inestimable e inesperada ayuda
de Antíoco Hierax, el levantisco hermano de Calínico, que se rebeló
contra él en las posesiones occidentales de su imperio. Seleuco
levantó el campo de Partia tras su primera derrota, tal vez con la
intención de regresar algún día a terminar lo que había empezado
(mal); pero el caso es que nunca lo hizo. Tirídates, por su parte,
parece haber aprendido la lección de que los reinos hay que
consolidarlos, pues es un hecho que los veinte años que todavía
reinó después de que Seleuco Calínico lo dejase en paz ya no los
invirtió en expediciones contra los vecinos de su reino, sino en eso
que podríamos llamar la gestión interior.
Tirídates
escogió un emplazamiento para una nueva ciudad, que llamó Dara,
Dareium para los romanos. Probablemente, el rey quería hacer de esta
ciudad su capital, pero sus sucesores no fueron de la misma idea, por
lo que Hecatómpilos siguió siendo la capital.
Arsaces
II, o sea Tirídates, murió en la cama después de un largo reinado
de, como he dicho, cuando menos treinta años, que si fue mucho para
el general Franco, imaginaos para un rey del siglo III antes de
Cristo. El trono pasó a uno de sus hijos quien, además de tomar el
nombre de Arsaces, se conoció como Artabano I. Aparentemente,
Artabano ascendió al trono de los partos en el 214 antes de Cristo.
De natural ambicioso y un punto temerario, Artabano no hizo otra cosa
en el trono que esperar a que la situación internacional fuese
propicia a algún movimiento bélico por su parte. Ésta se presentó
cuando Antíoco III, el segundo hijo de Seleuco Calínico, entró en
guerra con uno de sus sátrapas, Achseo. En ese momento, Artabano
avanzó hacia Media, y añadió a sus dominios toda la tierra
existente entre Hircania y los montes Zagros. Aparentemente, la
acción de Artabano fue una acción de blitzkrieg, de guerra
relámpago, con una sola acción que le llevó incluso a tomar
Ecbatana, la vieja capital media, y por lo tanto asomarse
peligrosamente a los reinos mesopotámicos.
Antíoco,
sin embargo, a la recepción de las noticias sobre la campaña de
Artabano, levantó un gran ejército con el que quería resolver el
problema de los relapsos reinos del este de una vez y recuperar para
su imperio las fronteras que había tenido en los tiempos de Nicator.
Pasó la cordillera de los montes Zagros y retomó, aparentemente sin
resistencia, Ecbatana.
Antíoco,
sin embargo, debía atravesar el desierto hacia el este con un
ejército muy numeroso, lo cual, tal era la impresión de Artabano,
le causaría un problema grave con el agua. Para poder realizar esta
expedición con éxito, Antíoco necesitaba conocer la situación de
los escasos pozos de agua que había en las rutas del desierto; una
información que, lógicamente, sólo dominaban los locales. El rey
parto consideraba que el seléucida no se atrevería a llevar a cabo
la expedición, ya que suponía poner su suerte en manos de unos
tipos que, la verdad, podrían fácilmente traicionarlo a cambio de
dos billetes de diez euros.
Antíoco,
sin embargo, comenzó la marcha por el desierto, probablemente para
sorpresa de Artabano, que no lo esperaba; y por eso le forzó a
envenenar varios pozos. Sin embargo, aparentemente esta decisión por
parte del rey parto fue un tanto tardía, pues los hombres que envió
a envenenar los pozos se encontraron con tropas seléucidas en ellos,
que les dieron una mano de hostias. En una campaña muy rápida que,
en mi opinión, no ha recibido todo el reconocimiento que merece
(porque todo el mundo sabe que Aníbal cruzó los Alpes con
elefantitos y blablablá; pero cruzar el desierto a pelo puta como lo
hizo Antíoco III, con los habitantes locales más que probablemente
de canto y un ejército hostigándolos, y ser capaz de hacerlo con la
rapidez suficiente como para sorprender al enemigo, es algo que no es
nada fácil).
Antíoco
III, pues, llegó a la raya de Partia, la traspasó y tomó la
capital Hecatómpilos.
Como
decía la niña de Poltergeist: ya están aquíiiii...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario